11 may 2009

Los Legionarios

La Legión y los visitadores/Rubén Aguilar V.
Milenio Diario, 10 mayo 2009;
Se inicia la investigación sobre la Congregación que encabezara Marcial Maciel, quien, protegido por Juan Pablo II, resultó ser pederasta, tener amantes y una hija, haber violado el sacramento de la confesión y engañado a quienes tuvo cerca.
El Vaticano, ante los problemas que enfrenan los Legionarios de Cristo, tenía sólo dos posibilidades: suprimirlos o intentar su “limpieza y depuración”. En los hechos, por la dimensión de las obras de la Congregación, estaba obligado a tomar la segunda. Es lo que ha hecho.
Primera investigación
El fundador de los Legionarios, Marcial Maciel Degollado (1920-2008), tiene una larga historia de pederastia, abusos sexuales y adicción a las drogas. El Vaticano hizo una primera investigación de octubre de 1956 a febrero de 1959 por instrucciones del cardenal Alfredo Ottaviani, entonces presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La investigación estuvo a cargo del claretiano español Arcadio Lallaona, después nombrado cardenal. En ese tiempo Maciel fue suspendido como superior general de su Congregación y obligado a salir de Roma. Se asumía de hecho que era culpable —había evidencias contundentes— pero, en esa ocasión, como en tantas otras, la Curia no quiso actuar. La acusación, los testimonios y las visitas a los seminarios de los Legionarios quedaron, con todo, en los archivos de la justicia vaticana. Ha trascendido que entre las autoridades encargadas del caso se plantearon dos posturas: los que sostenían que no había pruebas suficientes y los que pensaban que sí y que había que actuar. No se hizo más, pero el fundador de los Legionarios quedó marcado por la sospecha.
Segunda investigación
El Vaticano recibió una segunda demanda judicial llevada por la abogada austriaca Martha Wegan en octubre de 1998 bajo el título Absolutionis Complicis. Arturo Jurado et alii versus Rev. Marcial Maciel Degollado. La introdujeron ocho ex Legionarios que, de jóvenes, algunos casi niños, fueron abusados por Maciel. El cardenal Joseph Ratzinger, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, vio el caso a inicios de 1999. Habían pasado 43 años de la presentación de la primera denuncia.
A la acusación de los años cincuenta se añadió, como agravante, que Maciel dominaba la conciencia de sus víctimas mediante la dirección espiritual. Él, sacerdote, había “absuelto” en confesión a sus seminaristas del “pecado” que habían cometido después de ser abusados. En 1998 los delitos sexuales habían prescrito, pero no el de la “absolución del cómplice”, una de las mayores faltas para el Código Canónico: una violación al sacramento de la confesión y como tal una acción sacrílega.
A pesar de todo, en febrero de 1999 Ratzinger decidió que la investigación quedara a la espera. No quiso enfrentarse a Juan Pablo II en razón de la estrecha relación de Maciel con el Papa, forjada a partir del dinero que éste le conseguía para financiar su lucha contra el comunismo. Ratzinger, académico e intelectual conservador congruente con la ortodoxia, estaba convencido de las acusaciones —las pruebas eran, de nuevo, abrumadoras—, pero decidió que no era el tiempo de actuar contra Maciel.
La decisión de Benedicto XVI
Al paso de los años Ratzinger se convirtió en Benedicto XVI y, en mayo de 2006, el nuevo Papa decidió castigar a Maciel, aunque evitando el escándalo público. Desde hacía ocho años tenía en sus manos las evidencias. Lo expulsa de Roma enviándolo a un retiro forzado a Michoacán, obligándolo a “una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público” y, una vez muerto Maciel en 2008, decide dar un paso más y manda inspeccionar la orden. Para entonces era imposible esconder que Maciel, además de los abusos sexuales a sus seminaristas, había mantenido una amante con la que procreó una hija de más de 20 años.
Los Legionarios saben que ella puede demostrar quién es su padre y, contra su costumbre histórica, la Congregación optó por declarar el cuatro de febrero pasado, anticipándose al escándalo público, que en su fundador se dieron “actitudes no correspondientes a un sacerdote católico”. El superior de los Legionarios, el mexicano Álvaro Corcuera, se ve obligado a reconocer la doble moral que por más de 60 años había vivido Maciel. La actitud oficial es esperadamente machista: reconocen a la amante heterosexual, pero no asumen abiertamente los encuentros homosexuales de Maciel.
Intervención de Los Legionarios
El 10 de marzo de 2009 se ordena entonces una “visita apostólica” a la Congregación de los Legionarios de Cristo. El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, se hizo cargo de las primeras investigaciones al visitar México en diciembre de 2008, y Madrid, donde vive la hija de Maciel, en febrero de 2009.
El Vaticano se propone medir qué ocurre en el seno de los Legionarios, pero también detectar posibles complicidades con los viejos delitos de Maciel con la idea de que la Congregación y sus miembros limpien su cara y puedan recuperar su prestigio y credibilidad hoy en duda.
La Legión tiene ahora 800 sacerdotes, dos mil 500 seminaristas, 125 casas religiosas, 150 colegios y nueve universidades en 22 países. El movimiento laico Regnum Christi está integrado por más de 70 mil miembros y es, sin duda, la estructura más poderosa de los Legionarios. La forman políticos, funcionarios públicos, empresarios, amas de casa y jóvenes. Maciel lo fundó imitando el modelo creado por Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei y ahora santo.
La Curia Romana consideró que si se decidiera suprimir del todo a la Congregación, se afectaría gravemente a hombres y mujeres de buena fe ajenos a las acciones de Maciel, por quien habían sido decepcionados y engañados: pero la investigación arrojará si también lo fueron por otros Legionarios.
Mientras tanto, Corcuera mismo, en carta del 30 de marzo pasado, anunciaba la “visita apostólica” calificándola de ayuda “para afrontar las actuales vicisitudes relacionadas con los hechos graves en la vida de nuestro padre fundador, que ya fueron objeto de las investigaciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe concluida en 2006 y los que han salido a luz recientemente”.
La comisión visitadora
El Vaticano dio a conocer el pasado cinco de mayo quiénes componen la comisión encargada de la investigación: Ricardo Watty Urquidi, obispo de la diócesis de Tepic, México, que alguna vez pidió clemencia para un sacerdote implicado en abuso a menores; Charles Joseph Chaput, arzobispo de Denver, Estados Unidos, figura polémica por sus declaraciones sobre la política de su país; Giuseppe Versaldi, obispo de Alejandría, Italia, muy cercano al actual secretario de Estado y Gianfranco Ghirlanda, jesuita, rector de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Mientras dure la investigación la Curia Romana nombrará a quien asuma la autoridad de la Congregación.
Los visitadores tienen el mandato de conocer de primera mano la forma de vida, las normas, el funcionamiento institucional, las finanzas, la acción apostólica y todo lo que ellos necesiten saber sobre la marcha de los Legionarios. De allí podrán juzgar si hubo complicidades para encubrir las acciones de Maciel. Podrán también hacer recomendaciones sobre el estilo de vida religiosa, la estructura orgánica, el funcionamiento, el manejo de las finanzas y la relación con sus seguidores.
Al final de su trabajo, que puede durar muchos meses, los comisionados le entregarán su informe al Papa. Él tendrá la última palabra. Hay vaticanólogos que sostienen que el Papa quiere una trasformación a fondo de los Legionarios para erradicar el sectarismo que los caracteriza y abrirlos a la comunión con la Iglesia y para que sus miembros, religiosos y laicos, actúen alejados del culto a la personalidad de sus líderes y en plena transparencia y libertad.
El futuro
Todo indica que la investigación se llevará a cabo con seriedad. Se sabe que el Papa está molesto por las acciones de Maciel y por lo que puede ser visto como el gran encubrimiento de Juan Pablo II hacia ese fundador. El teólogo ortodoxo es consciente de la gravedad no sólo del abuso sexual, sino del uso que Maciel hizo del sacramento de la confesión.
Pero la investigación llega tarde. El daño que se ha hecho a la Congregación y a la Iglesia es grave e irreparable: el Vaticano —así lo entiende el Papa— está obligado a devolverle la credibilidad a la institución y a los órganos que imparten justicia en la Curia Romana. Hoy el Vaticano da la razón a las víctimas, pero una ya murió y no se verá reivindicada.
Éste es un caso único en la historia de la Iglesia. Se reconoce que el fundador de una orden religiosa resultó ser un pederasta que tenía una amante, que violó el sacramento de la confesión y que siempre engaño a quienes tuvo cerca. Para los Legionarios el golpe es demoledor. ¿A quién presentarán ahora como ejemplo supremo? ¿Tendrán el valor de reconocer que Maciel ya no puede ser guía de nada? ¿Tendrán el valor de confesar sus debilidades institucionales? En sus manos está la oportunidad: si no lo hacen el fantasma de Maciel los perseguirá siempre. La única manera que tienen de recuperarse es reconocer su propia historia y pedir un perdón completo a las víctimas.
Esto no es fácil. Porque el daño está hecho, y los Legionarios nunca volverán a ser los mismos.

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