26 nov 2009

Cuestionar a Gabo

¿Por qué no se puede cuestionar a Gabo?"
La periodista y activista mexicana Lydia Cacho habló con SEMANA sobre la cancelación de la película del libro 'Memoria de mis putas tristes'.
SEMANA Sábado 21 Noviembre 2009
SEMANA: ¿Es un triunfo contra la pederastia la suspensión de este película?

LYDIA CACHO: No. El triunfo fue evidenciar que el gobernador de Puebla, Mario Marín, que iba a financiar parte de la película, es responsable de proteger a una red de pornografía y turismo sexual. Lo extraño es que los otros coproductores no dijeron nada. Era como asociarse con Pinochet para hacer una película sobre las bondades de la tortura.
SEMANA: El productor de la cinta asegura que la actriz principal tiene 21 años y que el guión no era conocido por nadie...
L.C: Yo simplemente puse sobre la mesa la necesidad de debatir sobre la responsabilidad de los autores en cierto tipo de temas y sobre quienes invierten en sus producciones. Pero todo quedó como un pleito entre feministas contra literatos y cinéfilos progresistas.
SEMANA: ¿Usted se manifestó en contra de este libro cuando fue publicado?
L.C: Nunca me he manifestado contra ningún libro. Doy mi opinión. Con Memoria de mis putas tristes sentí lo mismo que con La cándida Eréndira, esa sensación de fascinada complacencia con el maltrato a las mujeres, con las niñas prostituidas, el endiosamiento del patriarca. Es una presencia constante en toda la obra de García Márquez.
SEMANA: ¿Entonces para usted ni la obra de Gabo ni ‘Lolita’, de Nabokov, se habrían publicado por promover la pederastia?
L.C: No. Sería muy peregrino decir que porque hay libros que hablan sobre este tema haya más pedófilos. La literatura refleja la realidad. Y la realidad es que cada año 800.000 niñas y adolescentes son compradas y vendidas como prostitutas porque hay millones de hombres que han creado un discurso bohemio alrededor de la prostitución. La literatura de García Márquez es producto de su realidad, y no al revés. Lo que yo propongo es que la gente lea a Nabokov y forme su opinión, no que destruya sus libros. Lo que resulta inaceptable es que quienes analizan la obra de estos autores y argumentan sus tendencias de fascinación pederasta sean catalogados de censores, eso es ridículo.
SEMANA: ¿Qué responsabilidad le cabe a García Márquez en este asunto?
L.C: Esa es mi pregunta. Se supone que los progresistas tenemos derecho a opinar, pero no a cuestionar a ‘uno de los nuestros’. Es como si hubiera una regla que prohíbe que a patriarcas como Gabo se les puede tocar. Y yo digo ¿por qué no?



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