3 jul 2010

El hermano incomodo en Tams


De “hermano incómodo” a virtual gobernador
Gerardo Albarrán de Alba, reportero
Proceso, # 1757,  4 de julio de 2010;
La clase política priista de Tamaulipas acudió a los funerales de su candidato a la gubernatura, Rodolfo Torre Cantú. Y mientras las autoridades investigan quién perpetró el homicidio del militante que había conseguido conciliar a los principales grupos políticos del estado, sus correligionarios optaron por nombrar a Egidio Torre Cantú, hermano mayor de Rodolfo, como su sustituto para garantizar que todo siga igual.
CIUDAD VICTORIA, TAMPS.- Como todo aquí, el velorio de Rodolfo Torre Cantú es un murmullo, una suerte de silencio en voz alta. Don Egidio, el grande, el médico patriarca, se empequeñece aún más ante el féretro de su hijo menor, médico como él. Lo cobija su primogénito, Egidio, el chico, ingeniero que recibe erguido a la clase política local que desfila ante los restos de su futuro inmediato. La pesadumbre de la desgracia se traslapa con la crisis nacional desatada por la ejecución del candidato del PRI a la gubernatura del estado, la mañana del lunes 28 de junio.
Al caer la noche de ese lunes, el gobernador Eugenio Hernández Flores debe rendir cuentas a la cúpula priista que comienza a llegar a la residencia oficial de gobierno. Es su estado, era su candidato, es su problema. Pero el magnicidio trasciende el ámbito regional; el PRI debe evaluar las consecuencias, articular una respuesta, y en eso se concentran su presidenta Beatriz Paredes Rangel y el secretario general Jesús Murillo Karam. Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones y Joaquín Gamboa Pascoe destacan entre 15 gobernadores, decenas de legisladores y dirigentes de los sectores priistas que acuden de urgencia a la cita.
A la mañana siguiente, luego de tres horas de reunión, quedan definidas las dos pistas en que transcurrirán las siguientes 48 horas: cierre de filas para acusar el golpe recibido –el más seco desde los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y de Francisco Ruiz Massieu en 1994– y revertir la ofensiva mediática del presidente Felipe Calderón, a quien trasladan la carga de responsabilidad por la descomposición política que desangra al país; por otro lado, dejar que el gobernador resuelva la rebatinga por una sustitución sin mucho margen de maniobra.
Las conjeturas
Aquí, donde a lo largo del sexenio del gobernador Eugenio Hernández Flores oficialmente nada ocurría, pasó todo en sólo un par de días, en los que se expuso como una sola la disputa por el poder político y el poder fáctico.
La violencia impuesta por el crimen organizado en Tamaulipas escaló a niveles que ya nadie pudo ignorar. La muerte de Rodolfo Torre Cantú es el colofón de un sexenio marcado por la violencia del crimen organizado y plagado de ejecuciones que incluyeron a dos candidatos a alcaldes asesinados en dos procesos electorales consecutivos: Juan Antonio Guajardo Anzaldúa, del PT, en Río Bravo, el 29 de noviembre de 2007, y el panista Mario Guajardo, en Valle Hermoso, el 13 de mayo de este año, así como el secuestro, tortura y ejecución de Ausencio Eng Miranda, dirigente del Movimiento Nacional Villista, en Tampico, apenas el 22 de junio.
Es martes y falta más de una hora para que dé inicio el homenaje que el priismo nacional le rinde a su nuevo mártir. Los dirigentes del PVEM, Jorge Emilio González Martínez, y de Nueva Alianza, Jorge Kahwagi, cumplen sin pudor su papel de comparsas como integrantes de la Coalición Todos Tamaulipas, junto con el PRI. Torre Cantú también era su candidato. Platican y ríen, sentados uno al lado del otro, solos, al centro de las dos primeras filas de sillas aún vacías en el moderno polifórum, reservadas para los priistas que llegarán junto con los féretros de Torre Cantú, el diputado Enrique Blackmore Smer y el chofer Rubén López Zúñiga, exmilitar, tres de los cinco muertos la víspera.
Ellos no tienen vela en el entierro. ¿No deberían estar en la casa de gobierno resolviendo quién será su candidato sustituto? ¿No los tomaron en cuenta? Despeinado, Kahwagi abre los ojos y se congela ante la pregunta. González Martínez tarda una eternidad antes de excusarse: “Es que los estatutos dicen que el PRI decide quién es el candidato sustituto en caso de emergencia; nosotros somos respetuosos de la decisión que ellos tomen”. Kahwagi asiente, aliviado. El Verde y Nueva Alianza asumirán los hechos consumados, “pero por supuesto”, dice Jorge Emilio.
La gente de a pie que acude al homenaje coincide: Rodolfo Torre Cantú “no debía nada”. Y a partir de esa certidumbre se pierden en conjeturas, cual más cual menos sórdidas, según desde donde surja, del crimen político al ajuste de cuentas del narco.
Las edecanes reparten kleenex a manos llenas. Se agotan en los deudos, no alcanzan para las plañideras que se arrojan sobre el féretro del candidato malogrado. Una canción de campaña como música de fondo retumba: Podemos vivir sin miedo y cumplir nuestros sueños por fin: vivir en paz. Parece que no. Las palabras del hermano del candidato asesinado conmueven a la multitud: Tengo el alma rota. ¡Era un hombre bueno, caramba! Hay sueños que terminan en pesadilla.
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Caravanas de policías federales y militares patrullan la ciudad desde el mismo lunes 28, horas después del magnicidio. Al día siguiente, todos los gobernadores y los coordinadores parlamentarios priistas son escoltados por una camioneta del gobierno del estado y, si acaso, una patrulla de la policía estatal.
Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón y Jesús Murillo Karam comparten el asiento trasero de una Suburban. En contraste, Enrique Peña Nieto llega con una escolta futurista: cuatro unidades del Ejército, con más de 30 elementos armados; dos patrullas de la Policía Federal y una de la Preventiva estatal; tres camionetas del gobierno del estado llenas de guaruras. Idéntico despliegue de seguridad que el ofrecido la víspera al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, excepto que éste llevaba además una ambulancia.
Paradójicamente, el homenaje a Rodolfo Torre Cantú se distinguió por la relajada seguridad en el interior del amplio polifórum. Afuera quedaron las escoltas y nadie revisó a las miles de personas que llenaron el lugar. Ningún obstáculo para moverse entre el sillerío y los pasillos. Al final, la cúpula priista salió por la parte de atrás del recinto para abordar varios helicópteros; de ahí al aeropuerto, desde donde volaron a la Ciudad de México.
Aún quedan helicópteros en tierra cuando se desatan la lluvia y el lugar común. Hasta el cielo llora por el doctor Torre, se escucha. La realidad no se anda con metáforas: es el huracán Alex, categoría dos, que avisa de su cercanía y llegará al día siguiente, en plena tormenta política. Sin energía eléctrica ni celulares en la mayor parte del estado entre miércoles y jueves, el meteoro impone una tregua.
Días después del asesinato del candidato del PRI a la gubernatura, al que todos daban como seguro ganador por amplio margen, en las calles inundadas aún circula el estupor. Nomás no me lo acabo de creer. Mataron al doctor. Era la única forma en que podía perder.
Los taxistas son los oídos de la ciudad. Escuchan, registran, y luego repiten todo mezclado a quien se interesa en preguntarles. La versión que aceptamos es que fue La Mañana, porque un crimen político así como el de Colosio pues como que aquí nomás no. Lo que pasó es que no se arregló con esa gente, por eso lo mataron.
La especie corre por todos los ámbitos. “Estaba infiltrado. Sabían a qué hora y en dónde. Sabían que no iba en la camioneta blindada; tenía dos, pero las habían enviado para Matamoros; allá era donde pensaban que había que cuidarlo, no en Victoria, no en su casa”, espeta Jorge Emilio González Martínez. Luego susurra: “Me pudo tocar a mí”. Tendría que haber estado con Torre Cantú en ese último viaje, pero se retrasó en Puebla, según cuenta. Viajó con su novia tamaulipeca a Matamoros; allá lo esperaba cuando recibió la noticia. Nieto del exgobernador Emilio Martínez Manautou (1981-1987), es lo más cerca que Jorge Emilio habrá estado del poder en Tamaulipas.
¿Qué sigue? ¿Cómo vienen los reacomodos? ¿Qué va a pasar? Eso se pregunta en los mandos medios del PRI local. La misma angustia se expresa entre funcionarios públicos operativos. Ellos también son meros espectadores.
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El gobernador Eugenio Hernández Flores y su procurador de Justicia, Jaime Rodríguez Inurrigarro, se contradicen mutuamente a lo largo de la semana y alimentan los rumores.
El procurador desmintió la filtración que publica el periódico regiomontano El Norte y que recogió Reforma. La emboscada “fue ejecutada con precisión por sicarios disfrazados de marinos, que contaban con información privilegiada”, publicaron esos diarios el jueves 1. “No fueron marinos ni personas disfrazadas como marinos. No hay ningún indicio que nos conduzca a esta situación”, replicó Rodríguez Inurrigarro mediante un comunicado y en declaraciones a la televisión, aunque reconoció que al menos ocho personas participaron en el atentado, que duró entre dos y tres minutos, y que encontraron 85 cartuchos percutidos en la escena del crimen.
Con diferencia de horas, el gobernador Hernández Flores dio otra versión: “Ese parece ser el indicio, pero no podemos todavía asegurar nada de que haya sido perpetrado por el crimen organizado; hay muchos indicios de que así es, sin embargo no estamos plenamente seguros”, declaró en entrevista colectiva. Ya encarrilado, Hernández Flores tampoco descartó el crimen político.
Lo que ninguno de los dos funcionarios desmintió fue el editorial de primera plana de El Norte: el crimen organizado “votó ya” en Tamaulipas e “impuso su voluntad por la vía de la violencia”, además de evidenciar “una clara complicidad entre políticos y cárteles”.
Hasta ahora, el único “avance” real revelado por las autoridades tamaulipecas es el hallazgo, el martes 29 de junio, de tres vehículos que podrían haber sido utilizados en el atentado.
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Alguna vez el lugar más tranquilo del estado, la capital está conmocionada no sólo por el asesinato de Torre Cantú, sino porque alguien se atrevió a cometerlo aquí. El día del asesinato la noticia corrió acompañada de rumores de balaceras en poblados cercanos que paralizaron la ciudad pasadas las tres de la tarde. Si ya de por sí la vida se había reducido aquí al mínimo en los últimos meses por la creciente violencia del narcotráfico, la cotidianidad quedó aún más trastocada por los destrozos del huracán Alex y el patrullaje extraordinario que desde el 28 de junio realizan el Ejército y la Policía Federal, que envió a 100 agentes más, los cuales se suman a los 480 que ya había aquí.
De poco valió. Durante el velorio de Torre Cantú, más de un centenar de personas debió retrasar su salida de la funeraria debido a rumores de un enfrentamiento cerca del lugar, a menos de un kilómetro de la casa de gobierno. Entre los atrapados, el exgobernador Manuel Cavazos Lerma y el procurador Rodríguez Inurrigarro. Después se supo de una balacera a las afueras de la ciudad, de un enfrentamiento entre sicarios y marinos en el municipio de San Fernando y de tiroteos en Hidalgo. Un par de horas antes del ataque a la comitiva de Torre Cantú, un grupo armado disparó ráfagas de metralleta contra la fachada de la Procuraduría General de la República en Matamoros.
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Tamaulipas perdió a un candidato a gobernador, pero los grupos de poder que lo cobijaban fueron resarcidos con la designación como candidato sustituto del que ya algunos llamaban aquí como “el hermano incómodo”.
Rodolfo Torre Cantú era un médico cercano al poder. Su primer trabajo en el sector público fue en Banrural, gracias al entonces director regional Manuel Muñoz Rocha, a la postre diputado priista involucrado en el asesinato de Mario Ruiz Massieu. Luego pasó por el DIF municipal y fue dirigente del PRI en Victoria. Fue electo como diputado local, pero pidió licencia para convertirse en secretario de Salud de la administración de Hernández Flores.
Ya como candidato a gobernador cobijó al hijo de Muñoz Rocha, Manuel Muñoz Cano, al que nombró coordinador de campaña. La esposa del gobernador Hernández Flores, Adriana González, y Muñoz Cano son primos segundos.
La muerte de Rodolfo Torre Cantú interrumpió la continuidad del grupo en el poder. En la rebatinga por sustituirlo se mencionó a Marco Antonio Bernal, secretario general de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) y recién nombrado presidente de la Fundación Colosio, así como a Óscar Almaraz Smer, exsecretario de Finanzas del gobierno del estado y candidato a diputado local. En el extravío, desde alguna oficina estatal trataron de empujar a Manuel Muñoz Cano.
Al final la designación recayó en Egidio Torre Cantú, hermano mayor del candidato asesinado. Ingeniero civil, dueño de Servicios de Ingeniería Tohesa, ha ganado varias licitaciones públicas en el estado, incluso cuando su hermano Rodolfo era secretario de Salud. Entre las principales obras asignadas en este sexenio están el Complejo Estatal de Seguridad, la urbanización del Parque Científico y Tecnológico y el Edificio Empresarial para Tecnologías de la Información. Entre 2005 y 2008, los contratos de Tohesa sumaron más de 200 millones de pesos, según Compranet.
De hecho, uno de los primeros cuestionamientos que se hicieron a la candidatura de Rodolfo Torre Cantú fue la relación de Egidio con los principales constructores en el estado, que se han rotado la Secretaría de Obras Públicas en la entidad, entre los que destacan Fernando Cano y Antonio Carlos Valdez Balboa, tío del gobernador Eugenio Hernández Flores, también ingeniero, también constructor.
El propio Egidio ha combinado su actividad profesional con los puestos públicos. Fue director de Obras en el sexenio de Américo Villarreal Guerra, cuando Antonio Carlos Valdez Balboa fue Secretario de Obras Públicas y Eugenio Hernández Flores se inicia como contratista del gobierno del Estado.
Ambos ingenieros, egresados del Tecnológico de Monterrey, y contratistas constructores, Egidio Torre y Eugenio Hernández tienen una amistad estrecha. Según constructores consultados, el actual gobernador conoció a Rodolfo Torre Cantú a través de Egidio.
El candidato sustituto del PRI a la gubernatura de Tamaulipas tiene una buena relación con el exgobernador Tomás Yarrington Ruvalcaba. En 2000, Egidio fue alcalde sustituto de Enrique Cárdenas del Avellano, hijo del exgobernador Enrique Cárdenas González, en Victoria.
Todos ellos forman parte de una “burguesía burocrática que lucra con la especulación con terrenos urbanos”, dice un analista local consultado.
Rodolfo Torre Cantú había conseguido conciliar a los principales grupos políticos del estado que históricamente han disputado el poder: los de la frontera (Matamoros y Reynosa) y los del sur (Tampico y Ciudad Madero), de donde han surgido la mayor parte de los gobernadores del estado. En medio queda el grupo Victoria, del que salieron Enrique Cárdenas González, Américo Villarreal y Eugenio Hernández Flores, cuyo papel ha sido transitorio, cuando la frontera y el sur no han logrado acuerdos.
La designación de Egidio Torre Cantú como candidato sustituto parece un mensaje: todo queda como estaba.

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