VIDAS ROBADAS LOS NIÑOS ROBADOS SALEN DE ESPAÑA
Las tramas de adopciones ilegales 'exportaban' bebés al extranjero
Monjas y médicos entregaron recién nacidos a parejas de EE UU y Centroamérica
NATALIA JUNQUERA / JESÚS DUVA - Madrid - El País, 20/03/2011
Las redes de adopciones irregulares que operaron hasta 1987 actuaban sobre todo en España, pero también lo hicieron fuera. Diversos testimonios e investigaciones de EL PAÍS indican que extendían sus tentáculos a otros países
Los bebés se compraban, se vendían... y se exportaban. La investigación llevada a cabo por EL PAÍS ha permitido descubrir que la fama de las monjas y médicos que integraban las tramas de robo, venta y adopciones irregulares de niños atrajo a España a matrimonios de otros países (EE UU, México, Guatemala, Venezuela...) que no podían tener hijos. Así lo hicieron Roswitha Huber, natural de Hollabrunn (Austria) y Roland Edward Ryder, de Seymore, Texas (EE UU). El hijo al que recogieron en la clínica San Ramón de Málaga, Randy, lleva 10 años buscando a su madre biológica. Esta es su historia."Recogimos al mejor niño de todos", le dijo Edward Ryder a su hijo adoptado
"Mi padre me confesó que pagó 5.000 dólares por mí", cuenta Randy
Toda la documentación oficial de Randy asegura que es hijo biológico de Randolph-Edward Ryder y Roswitha Huber. Pero Randy sabe que no es así. Que eso es falso. Roswitha no podía tener hijos. Nunca estuvo embarazada.
"Mi madre adoptiva era alcohólica. Recuerdo que cuando era pequeño, solía deprimirse y beber. Cuando estaba ebria me decía que me había cogido de una mujer en España llamada Inés Holm. Otras veces me decía que mi madre vivía en España, pero que había nacido en Sudáfrica... Nunca le hice mucho caso, porque cuando yo le preguntaba a mi padre [adoptivo] él solía decirme que no la creyera, que se volvía loca cuando bebía. Incluso ella me lo negaba después, cuando estaba sobria...".
Randy prosigue: "En 1998, cuando fui a ver a mi familia materna a Austria para que conociera a mi hijo, mi abuela me soltó: 'Tú no eres de mi sangre. Eres adoptado'. Llamé inmediatamente a mi madre y discutimos durante horas hasta que al final me confesó que yo no era su hijo. Después llamé a mi padre, entonces ya llevaban 25 años divorciados, y él me confesó: 'Randy, seleccionamos al mejor de todos los niños que había'. Mi padre también me contó que él no había participado mucho en el proceso de adopción, solo a la hora de pagar, y que incluso sabía cómo era mi padre biológico porque le dijeron que era un extranjero que trabajaba en un bar de Málaga y fue a ver cómo era físicamente".
No era su hijo, pero Roland Ryder y Roswitha Huber lo inscribieron como tal. Randy Ryder es un niño apropiado. Su madre biológica no figura para nada en toda su documentación oficial. "Según los datos obrantes en este Registro Civil, Randolph-Edward Ryder Huber no ha sido nunca adoptado y su madre biológica sería la que figura en la inscripción de nacimiento, doña Roswitha Huber, como así consta igualmente en el parte del facultativo que asistió al nacimiento, el doctor don Manuel Muñoz Nieto", se lee en un oficio que la juez María Dolores Moreno envió en 1999 al Consulado General de España en Houston respondiendo a la solicitud de Ryder.
El doctor Muñoz Nieto aún ejerce en Málaga. "Yo no hice el seguimiento del embarazo de esa mujer. Me llamaron del sanatorio porque su médico no podía atender el parto. Y fui. No ir hubiera sido denegación de auxilio", explicó ayer a EL PAÍS. "No hablé con ella. Cuando llegué, el anestesista la durmió enseguida. ¿Que por qué puse aquel nombre en el parte? Porque fue el que me dijeron que pusiera en el sanatorio, el que figuraba en su ficha de ingreso. Yo no vi ningún pasaporte. Podía ser extranjera o no. Todo esto ocurrió hace 40 años, no recuerdo cómo era". El doctor Muñoz firmó el parte facultativo tres días después del parto.
Randy va a presentar una denuncia en la Fiscalía de Málaga para intentar averiguar la verdad. Sus padres adoptivos, que en su día no quisieron darle más información, ya han muerto.
"Creo que para ellos era una cuestión de orgullo. Nunca tuvimos una buena relación", admite Randy. "Nos quedamos a vivir en Las Palmas por el trabajo de mi padre, que trabajaba en la industria petrolífera en África, hasta diciembre de 1971. En ese año nos mudamos a Malta. Dos años después, en 1973, mis padres se divorciaron y yo me fui a vivir con mi madre a Viena. Como mi madre bebía mucho, los servicios sociales me llevaron a una casa de acogida cuando tenía 11 años. Intentaron entregarme en adopción otra vez, pero mi padre vino a rescatarme".
Randy asegura que no ha podido olvidar el nombre de Inés Holm, aunque sabe que quizás es una invención de su madre adoptiva. "Tengo miles de preguntas: Si mis padres adoptivos llegaron a conocer a mi madre, quién se quedó aquellos 5.000 dólares... Me pregunto si yo también soy una vida robada".
***
La pareja, de religión judía, contactó desde México con un cura español que les condujo al sanatorio San Ramón
J. DUVA. / N. JUNQUERA - MADRID - 20/03/2011
Un matrimonio residente en Centroamérica se trasladó a Madrid en febrero de 1973 y adoptó irregularmente a una niña. Un año después realizó idéntico viaje y se llevó un niño. En ambos casos, los bebés procedían de la clínica San Ramón de Madrid, dirigida por el doctor Eduardo Vela Vela.
El matrimonio, formado por un industrial estadounidense y una mujer de origen centroamericano, ardía en deseos de tener hijos. Pero llevaban cinco años sin conseguirlo. Requirieron ayuda a un amigo mexicano y durante un tiempo estuvieron intentando adoptar un bebé en México. Fracasaron.
"Un contacto en México les dijo a mis papás: 'En España es muy fácil adoptar a un niño'. Y les enlazó con un cura español, con el que hablaron por teléfono", recuerda ahora Isabela (nombre supuesto). A través de ese sacerdote llegaron hasta el doctor Eduardo Vela Vela, director de la clínica San Ramón de Madrid. Así pusieron en marcha la operación encaminada a lograr el sueño. Finalmente, en febrero de 1973 fueron avisados de que en breve habría una niña disponible en Madrid. Resulta imposible saber si la parturienta dio su consentimiento para ceder a su bebé, ya que no hay constancia documental de ello.
Los padres adoptivos volaron hasta España y en la clínica San Ramón les fue entregada una niña nacida, según el registro, el 22 de febrero de 1973. "Mi padre, ya fallecido, me contó que llegaron a San Ramón y una monja les mostró a la niña, que era yo. Pero les dijo que solo podían verla y que volvieran dos o tres días más tarde. Mi padre se negó y exigió llevarse a la niña inmediatamente. La monja les invitó a ver cómo me bañaban y se quedaron anonadados cuando vieron que me metía en una pila de agua helada. '¡Yo no me voy sin mi hija! ¡La quiero ya!', gritó mi padre. Y entonces le entregaron a la niña", declara Isabela.
La red montada en torno a la clínica San Ramón, ubicada en el 143 del paseo de La Habana, arregló todo el papeleo: la chiquilla fue inscrita como hija biológica de la dama centroamericana, y, tras solicitar el correspondiente pasaporte en la Embajada de su país en Madrid, fue sacada de España sin contratiempos.
En aquellos años, en España era casi imposible tramitar la adopción plena de niños por parte de ciudadanos extranjeros, ya que eso suponía un largo y complejo proceso de adopción internacional. Así que la trama tomó el camino más fácil: borrar a la madre biológica de un plumazo y hacer constar que la niña había salido del vientre de la madre adoptiva. Una apropiación... y listo. O un robo, como varias asociaciones de afectados prefieren denominar a este ardid.
La pareja ya tenía a su hija, pero deseaba incrementar su familia... y así se lo había hecho saber a sus contactos. De pronto, recibió en septiembre de 1974 una llamada: en la clínica San Ramón había un niño disponible. La esposa del industrial estadounidense estaba visitando a unos familiares en Israel y, sin pérdida de tiempo, voló hasta Madrid para recoger al bebé. "Mi mamá viajó sola y, según me ha contado, en esta ocasión tuvo más problemas con el papeleo por parte de la Embajada", cuenta Isabela. No obstante, consiguió salir de España llevando consigo a Mauricio (nombre supuesto), un niño nacido el 25 de septiembre de 1974. Como en el caso anterior, el doctor Vela certificó que el chiquillo era fruto de su vientre.
Cuatro años después de haber adoptado en España a Mauricio, esa mujer se quedó embarazada y dio a luz a un niño. Al final, su sueño se había hecho realidad. "Los dos adoptados hemos sido tratados por mis padres igual que este, sin la menor distinción, y hemos tenido una vida muy feliz", recalca Isabela.
Aquella niña y aquel niño -hoy adultos- han sabido desde que tuvieron uso de razón que no eran hermanos de sangre, ya que sus padres adoptivos les explicaron que habían sido adoptados. Lo que no sospechaban ni Isabela ni su hermano Mauricio eran los turbios vericuetos por los que ambos habían sido llevados desde España a Centroamérica. Ella creía que la clínica San Ramón era una especie de hospicio donde iban a parar los expósitos, los bebés abandonados por sus progenitores. Ahora saben que fueron robados...Y eso les hace daño.
Isabela, que reside desde hace una década en los Estados Unidos, siempre creyó que tenía nacionalidad española, pese a haber sido adoptada. Hace unos pocos años descubrió que no era así cuando acudió a un colegio hispano-estadounidense con la pretensión de inscribir allí a su hijita. Cuando le solicitaron la documentación que probaba su origen español, Isabela comprobó con sorpresa que en ningún papel figuraba como hija de una española. No hay ni el menor rastro de su madre biológica.
Esta mujer, madre de dos hijos, buscó casi obsesivamente alguna pista que le permitiera descubrir a su madre biológica. "Me pasaba muchas noches navegando por Internet. Creo que a todos los adoptados nos pasa lo mismo: amamos a nuestros padres adoptivos, pero necesitamos conocer nuestras raíces, saber de dónde venimos", señala Isabela. Y le gustaría encontrar a esa mujer que la trajo al mundo, no solo por ella misma, sino por esa persona que la engendró. "¡Tiene que ser terrible para una madre no saber qué fue de aquel bebé!", exclama.
Lo más extraño del caso es que el ultracatólico doctor Vela y los curas y monjas que había a su alrededor entregasen a dos bebés a una misma familia judía. "El apellido de mis padres es claramente judío", dice Isabela. Pero posiblemente nadie se dio cuenta de ese detalle porque, de haberlo hecho, es improbable que el resultado hubiera sido el mismo.
Un contacto confió a mis padres: en España es muy fácil adoptar"
"La monja me bañó en agua helada. Y mi padre gritó: ¡Me llevo a mi hija ya!"
"Un contacto en México les dijo a mis papás: 'En España es muy fácil adoptar a un niño'. Y les enlazó con un cura español, con el que hablaron por teléfono", recuerda ahora Isabela (nombre supuesto). A través de ese sacerdote llegaron hasta el doctor Eduardo Vela Vela, director de la clínica San Ramón de Madrid. Así pusieron en marcha la operación encaminada a lograr el sueño. Finalmente, en febrero de 1973 fueron avisados de que en breve habría una niña disponible en Madrid. Resulta imposible saber si la parturienta dio su consentimiento para ceder a su bebé, ya que no hay constancia documental de ello.
Los padres adoptivos volaron hasta España y en la clínica San Ramón les fue entregada una niña nacida, según el registro, el 22 de febrero de 1973. "Mi padre, ya fallecido, me contó que llegaron a San Ramón y una monja les mostró a la niña, que era yo. Pero les dijo que solo podían verla y que volvieran dos o tres días más tarde. Mi padre se negó y exigió llevarse a la niña inmediatamente. La monja les invitó a ver cómo me bañaban y se quedaron anonadados cuando vieron que me metía en una pila de agua helada. '¡Yo no me voy sin mi hija! ¡La quiero ya!', gritó mi padre. Y entonces le entregaron a la niña", declara Isabela.
La red montada en torno a la clínica San Ramón, ubicada en el 143 del paseo de La Habana, arregló todo el papeleo: la chiquilla fue inscrita como hija biológica de la dama centroamericana, y, tras solicitar el correspondiente pasaporte en la Embajada de su país en Madrid, fue sacada de España sin contratiempos.
En aquellos años, en España era casi imposible tramitar la adopción plena de niños por parte de ciudadanos extranjeros, ya que eso suponía un largo y complejo proceso de adopción internacional. Así que la trama tomó el camino más fácil: borrar a la madre biológica de un plumazo y hacer constar que la niña había salido del vientre de la madre adoptiva. Una apropiación... y listo. O un robo, como varias asociaciones de afectados prefieren denominar a este ardid.
La pareja ya tenía a su hija, pero deseaba incrementar su familia... y así se lo había hecho saber a sus contactos. De pronto, recibió en septiembre de 1974 una llamada: en la clínica San Ramón había un niño disponible. La esposa del industrial estadounidense estaba visitando a unos familiares en Israel y, sin pérdida de tiempo, voló hasta Madrid para recoger al bebé. "Mi mamá viajó sola y, según me ha contado, en esta ocasión tuvo más problemas con el papeleo por parte de la Embajada", cuenta Isabela. No obstante, consiguió salir de España llevando consigo a Mauricio (nombre supuesto), un niño nacido el 25 de septiembre de 1974. Como en el caso anterior, el doctor Vela certificó que el chiquillo era fruto de su vientre.
Cuatro años después de haber adoptado en España a Mauricio, esa mujer se quedó embarazada y dio a luz a un niño. Al final, su sueño se había hecho realidad. "Los dos adoptados hemos sido tratados por mis padres igual que este, sin la menor distinción, y hemos tenido una vida muy feliz", recalca Isabela.
Aquella niña y aquel niño -hoy adultos- han sabido desde que tuvieron uso de razón que no eran hermanos de sangre, ya que sus padres adoptivos les explicaron que habían sido adoptados. Lo que no sospechaban ni Isabela ni su hermano Mauricio eran los turbios vericuetos por los que ambos habían sido llevados desde España a Centroamérica. Ella creía que la clínica San Ramón era una especie de hospicio donde iban a parar los expósitos, los bebés abandonados por sus progenitores. Ahora saben que fueron robados...Y eso les hace daño.
Isabela, que reside desde hace una década en los Estados Unidos, siempre creyó que tenía nacionalidad española, pese a haber sido adoptada. Hace unos pocos años descubrió que no era así cuando acudió a un colegio hispano-estadounidense con la pretensión de inscribir allí a su hijita. Cuando le solicitaron la documentación que probaba su origen español, Isabela comprobó con sorpresa que en ningún papel figuraba como hija de una española. No hay ni el menor rastro de su madre biológica.
Esta mujer, madre de dos hijos, buscó casi obsesivamente alguna pista que le permitiera descubrir a su madre biológica. "Me pasaba muchas noches navegando por Internet. Creo que a todos los adoptados nos pasa lo mismo: amamos a nuestros padres adoptivos, pero necesitamos conocer nuestras raíces, saber de dónde venimos", señala Isabela. Y le gustaría encontrar a esa mujer que la trajo al mundo, no solo por ella misma, sino por esa persona que la engendró. "¡Tiene que ser terrible para una madre no saber qué fue de aquel bebé!", exclama.
Lo más extraño del caso es que el ultracatólico doctor Vela y los curas y monjas que había a su alrededor entregasen a dos bebés a una misma familia judía. "El apellido de mis padres es claramente judío", dice Isabela. Pero posiblemente nadie se dio cuenta de ese detalle porque, de haberlo hecho, es improbable que el resultado hubiera sido el mismo.
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