30 oct 2011

Las víctimas

Las víctimas/Renato Sales H.
Publicado en La Razón, 29 de octubre de 2011;
La eventual liberación, por la absurda vía del “reconocimiento de inocencia” del probado homicida Alfonso Martín del Campo Dodd, apenas conjurada por Samuel González Ruiz, Isabel Miranda de Wallace y Fernando Martí, es signo de los extremos a los que nos puede conducir lo que se ha denominado el hipergarantismo. Ese debate coloca en el centro de la discusión, de nueva cuenta, el tema de las víctimas del delito. Las olvidadas de los procesos e incidentes penales pese al rango constitucional que ahora las protege.
Todo exceso conduce a la perdición.
Lo sabían bien los griegos que ejemplificaban con el “pharmakon”, y demostraban que lo que en cierta dosis era medicina y curaba, en otra era veneno y mataba.
Decía Ronald Dworkin, el filósofo norteamericano, que el derecho debía ser la maximización del sentido común. El menos común de los sentidos, según la máxima popular.
Pareciera pues que el debate, permeado hoy por el llamado control de convencionalidad, que abre la puerta para que los jueces ignoren la ley cuando la estimen inconstitucional o contraria a tratados internacionales, al amparo de lo dispuesto por el artículo primero de la Constitución, lo van perdiendo las víctimas del delito, que no cuentan con espacio de maniobra para argumentar y defenderse dada la inexistencia de una ley reglamentaria.
De poco o de nada servirá que se creen procuradurías ex profeso para la víctima u otros organismos de esa naturaleza si de pronto, como en Nuevo León, un magistrado, porque así le parece, afirma que “la inconstitucionalidad” de una norma le resulta evidente y determina liberar, sin más, al responsable de un delito. De poco o de nada servirá el trabajo de fiscales, policías investigadores y peritos capacitados en el nuevo sistema si, de pronto, la persona que tuvo el valor de denunciar a su asaltante lo sorprende, pocos días después y en la misma calle, robándole de nuevo.
Todo porque el juez de control determinó que la prisión preventiva, pese a las múltiples y probadas conductas precedentes, pese a los testigos que acreditan que al señor lo asaltaron con lujo de violencia, deviene innecesaria y atentatoria del principio de presunción de inocencia del señor ladrón.
Quizás por ello, y porque la sociedad, en Colombia y en Chile y en todos lados demanda que el ladrón violento, contumaz, sea efectivamente sancionado y no liberado a las cuarenta y ocho horas para volver a robar y quizás porque el objetivo de la pena en los estados democráticos de derecho es la disuasión, en un esquema de prevención general negativa, es que el proyecto de código federal de procedimientos penales diseñado para operar en el contexto del nuevo sistema acusatorio contempla entre aquellos delitos que ameritan prisión oficiosa preventiva los robos violentos y también los que acontecen en casa habitación.
¿Es eso demagogia? ¿Es eso obsesión carcelaria? ¿No debería, quien eso piensa, salir de su torre de cristal y colocarse, por un momento, en el lugar de la víctima que se topa con su agresor, dos días después de que fue asaltado? Ah, no. Los hipergarantistas se colocan en el lugar del pobre ladrón, buen hombre oprimido por el Estado, que roba laptops porque el Internet es un derecho fundamental de la tercera generación. Que si el ladrón le puso el cuchillo en el cuello a la víctima para quitarle el ordenador, pues no importa, porque el cuchillo no es necesariamente un medio violento dado que también se usa para comer. Y así con tan sutiles y poderosos argumentos liberan a don ladrón.
Que los ciudadanos, impotentes, vean como los jueces liberan a sus asaltantes, da curso al peor de los caminos: Ante el abandono de quien debe protegerlo surge la tentación de la justicia por propia mano. Y vaya que eso sí es grave. Y es eso lo que debe evitar el Estado cuya razón de ser, lo dijo Max Weber hace mucho, es detentar el legítimo monopolio de la violencia. Los ciudadanos, las víctimas, deben exigir a sus diputados, a sus jueces y al consejo jurídico del ejecutivo que se pongan un momento en su lugar. Deben pedirles un poco de sentido común. ¿Es eso mucho pedir?
rensal63@hotmail.com

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