18 dic 2011

El reportaje de la Turati en Proceso 1833

En busca de las víctimas del “Pozolero”
Marcela Turati
Proceso # 1833, 18 de diciembre de 2011

Llevan años buscando a sus hijos desaparecidos y su ánimo no decae. Dicen que confían en que tarde o temprano localizarán sus restos. Son los familiares de las víctimas de Santiago Meza, El Pozolero, quien solía disolver en sosa cáustica a sus víctimas. Uno de los agraviados, Fernando Ocegueda Flores, fundador de la organización Unidos por los Desaparecidos, dice que las declaraciones de Meza en 2009, cuando señaló los sitios donde presuntamente había vertido los restos pozoleados, le dieron nuevos bríos a su búsqueda y a la de decenas de familias que, dice, ya no quieren seguir perreándole en los terrenos.
Familiares de personas desaparecidas en Baja California se preparan con el fin de acompañar este lunes 19 a los peritos de la PGR que, con perros entrenados, buscarán restos humanos en uno de los ranchos que Santiago Meza López, alias El Pozolero, mencionó en sus declaraciones ministeriales como uno de los lugares donde vertió el ácido en el que disolvió a 70 personas.
“Tengo mucha fe de que vamos a encontrar algo en el predio. Estoy aferrado a que en el rancho de la caseta que tengo localizada, quitando la loseta de cemento con un trascabo, vamos a hallar los restos de los 70 cadáveres que supuestamente depositó Santiago Meza”, dice Fernando Ocegueda Flores, fundador de la organización Unidos por los Desaparecidos que busca a su hijo Fernando Ocegueda Ruelas desde febrero de 2007.
La obstinación de Ocegueda y su organización, así como de las otras dos agrupaciones estatales dedicadas a la búsqueda de personas levantadas durante la última década, ha sido el motor para obligar a la PGR a realizar excavaciones. La del lunes 19 será la séptima.
En enero de 2009, la noticia de la captura de Meza y sus escalofriantes declaraciones sobre la forma en que disolvía en ácido los cuerpos de enemigos del cártel de los Arellano Félix –con la técnica de la elaboración del pozole– destapó la existencia de personas que penaban en privado por la ausencia de un familiar. Y aun cuando recorrieron los predios donde El Pozolero se deshacía de los cuerpos y se organizaron hasta lograr que se creara una subprocuraduría estatal abocada a localizar los restos de los desaparecidos y de que se creara un banco genético, hasta la fecha no han tenido resultados.
Por esas fechas Ocegueda, quien formaba parte de la Asociación Contra la Impunidad, recibió “de manera anónima” una copia de la declaración que rindió Meza ante la PGR, en la que menciona los lugares donde depositaba los restos de los huesos y la estudió. Luego recorrió los lugares señalados, hizo rastreos, tomó videos y con las familias afectadas insistió ante las autoridades para que emprendieran las excavaciones.
–¿Cuántas personas han encontrado? –se le pregunta a Ocegueda.
–No podría decir de personas, podría hablar de pedazos: unos 100 pedazos de huesos, unos 30 o 40 dientes. No sé… pero en el lugar donde encontramos los pedazos de huesos y dientes, él (Meza) declaró que enterró a alrededor de 45 a 50 personas.
La técnica Meza
En la declaración rendida el 25 de enero de 2009 por Santiago Meza (AP/PGR/BC/TIJ/217/09-M-III), se lee:
–¿A qué se dedica el declarante? –le pregunta el ministerio público a Meza, recién capturado.
–Que se dedicaba a pozolear, es decir, a deshacer cadáveres en sosa cáustica –se lee en la respuesta.
En el acta se señala que Meza López es un hombre casado, padre de familia, originario de Guamúchil, Sinaloa, pero con domicilio en Tecate, Baja California, tiene 45 años, estudió hasta tercer grado de primaria y trabaja para Teodoro García Pimentel, alias El Teo, miembro del cártel que dominaba Tijuana.
–¿Cuál es su función específica dentro del grupo delictivo?
–Mi función específica dentro de la organización es hacer el trabajo del pozole, que consiste en que los miembros de las diferentes células de la organización me llevan cadáveres para que sean disueltos en una solución que se prepara a base de sosa cáustica y agua.
–¿En cuántos eventos delictivos ha participado por órdenes del Teo?
–Que por orden directa del Teo ha pozoleado como a 70 personas, pero en total son como 300, ya que también recibió órdenes del Mayel (Ismael Higuera Guerrero) y del Efra (Efraín Pérez) para pozolear cuerpos.
La declaración continúa: que aprendí a hacer pozole con una pierna de res la cual puse en una cubeta y le eché un líquido y se deshizo; los cuerpos que me daban para pozolear me los daban ya muertos, y los metía completos a los tambos y le vaciaba 40 o 50 kilos de polvo que compraba en una ferretería (…) me costaba el kilo de sosa 35 pesos (…) para hacer pozole me ayudaban unos chavalos.
Que la forma para la entrega de los cuerpos me llamaba el Teo y me decía que en tal lugar me iban a dejar la mercancía a cierta hora, llegaba y me comunicaba por teléfono o radio, porque en ese momento no sabía en qué vehículo se encontraban transportando el cuerpo, entonces preguntaba y me decían que iba en tal o cual vehículo y ya hacía señas con cambio de luces y se hacía la entrega. La última vez que hice pozole fue hace 15 días.
Meza mencionó otros detalles, como que en una ocasión la vendedora de la ferretería Construrama le preguntó por qué compraba tanta sosa, a lo que le respondió que para limpiar casas. Además, el declarante dio cinco escuetas ubicaciones donde, dijo, había vertido el líquido en el que disolvía los cuerpos:
Utilizamos una fosa que se localiza entrando por la libre de Tecate por el Maclovio Rojas, cruzando los ductos de agua, siguiendo todo hasta arriba, topando con una caseta y junto hay un lote baldío, y junto a la barda hay dos fosas donde se vaciaba el pozole y hay como 60 cuerpos pozoleados. También hay un ranchito por el bulevar 2000, existe un camino rural que lleva a un centro de rehabilitación El Crea y a un lado se encuentra el rancho propiedad de La Güera y ahí se vaciaban los cuerpos ya pozoleados.
La movilización
Cuando las familias de los desaparecidos se enteraron de la captura de El Pozolero acudieron al predio del ejido Ojo de Agua, donde se supo había disuelto los últimos cadáveres. Ahí colocaron veladoras y rezaron por los difuntos. Por la presión que ejercieron, las autoridades mostraron al detenido fotografías de las personas reportadas como extraviadas, para ver si identificaba alguna. Él dijo que nunca les vio los rostros porque traían la cara cubierta con cinta adhesiva gris.
“Ahí empezó la historia: hablé con la señora Marisela Morales (entonces titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, SIEDO) para que nos ayudara a revisar los predios donde (el detenido) dijo que enterró los cuerpos”, relata en entrevista telefónica Ocegueda, cuya agrupación forma parte del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
También le pidió revisar la presa Abelardo R. Rodríguez, donde un denunciante anónimo les comentó que “podíamos encontrarlos”, dice el entrevistado. “Después fuimos a Valle Bonito, revisaron tres veces y no encontraron nada, pero yo tenía la corazonada y el presentimiento de que ahí había algo. En febrero de 2011 volvió la SIEDO. Ese día metí una varilla en un sitio de tierra húmeda; los perros empezaron a rasguñar y encontramos los pedazos”, relata Ocegueda.
Varias organizaciones de familias de desaparecidos de todo el país han solicitado a las autoridades que les permitan entrevistarse con los detenidos implicados en esos casos. Dicen que sólo quieren que ellos les indiquen el destino final de sus víctimas. Y se quejan porque el reo no quiere encararlas y porque las autoridades carcelarias les prohíben el acceso.
“El problema es que se tiene que excavar en extensiones muy grandes, ranchos enteros, porque (Meza) no da un lugar exacto de dónde pudo haber enterrado los restos. Por eso sugerí a la SIEDO que tomáramos un video de los lugares para que se lo enseñaran en Almoloya y él señalara los lugares exactos para no andar perreándole en todo el terreno y no sacar nada.
“Necesitamos saber qué pasó con nuestros familiares. En Baja California solicitamos que sean interrogados los testigos protegidos de la PGR que fueron partícipes de casi 80% de las desapariciones. Sabemos de unos que fueron sicarios y a quienes se les dio carácter de testigo protegido, ganando 30 mil pesos al mes y gozando de impunidad”, expone el entrevistado.
El padre de familia convertido en activista desde que un comando armado se llevó a su hijo menor señala que tiene conocimiento de al menos 350 casos de personas desaparecidas en Baja California de 1997 a la fecha.
Algunas familias de víctimas de este delito estarán presentes durante las excavaciones del lunes 19, entre ellos Rebeca Gómez, madre del vendedor de autos Juan Francisco Santibáñez, desaparecido el 27 julio de 2005, a la edad de 27 años:
“Al lote del Pozolero hemos ido como dos veces, fuimos a llevar cruces afuera porque no nos dejaron entrar. Otras familias estuvieron cuando se rascó en el rancho del Muletas (otro de los sicarios del cártel de los Arellano Félix), donde se encontró una masa de sangre y huesos, y ahí pusieron una cruz. En la presa se excavó y se encontraron un tenis, un anillo y prendas de vestir”, dice por teléfono la mujer, que ha sido amenazada de muerte, como Ocegueda y la mayoría de los padres que investigan el paradero de sus hijos.
Lo que le decepciona es que aun cuando la SIEDO coteja los restos humanos hallados para ver si coinciden con el perfil genético de las familias a las que se les tomaron pruebas de ADN, hasta el momento ninguna de las que acuden a las excavaciones ha dado positivo.
La señora Gómez dice que con cada nueva exhumación, con cada entrevista o cita en la procuraduría revive la angustia por la desaparición de su hijo, esa herida “siempre abierta, que no cicatriza” por desconocer su paradero.
“Cada que encuentran un nuevo terreno se abre una nueva puerta. Tienes la esperanza de que ahí salga algo, algo nuevo, y pues ahí anda uno, buscando y buscando toda la vida. Es volver a recordar las cosas, a durar días y noches pensando, imaginando lo que le hicieron a mi hijo: si lo golpearon, si le dieron de comer; cómo me lo mataron, si me lo echaron en ácido –dice, y se asusta de sus palabras–. Eso del ácido me lo quito de la cabeza. Yo me imagino que me lo mataron de un balazo y cayó y ya; que no sufrió tanto.”

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