Nada es imposible/FRANCESC MIRALLES
El País Semanal, 29/01/2012
El ser humano necesita agarrarse a verdades absolutas, encontrar
seguridades en un mundo siempre cambiante. En estas creencias monolíticas se
basan las grandes religiones, que no permiten cuestionamiento alguno de su
dogma, pero también la ciencia y la economía han padecido el mismo mal.
Pensamos que ciertos pilares jamás se moverán de sitio... hasta que el edificio
entero se viene abajo y nos damos cuenta de que la realidad es algo muy
distinto de lo que habíamos creído.En este artículo veremos cómo la verdad -cualquier verdad- es provisional
como la vida misma. Es únicamente un punto de apoyo que nos sirve hasta que una
verdad nueva sustituya a la vieja. También en nuestra vida personal nos
aferramos a creencias limitadoras como aquellos que, hace unos siglos,
afirmaban que la Tierra era plana. Antes de nada, hagamos un poco de historia
de las verdades provisionales de la ciencia.
"Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" (Albert
Einstein)
Sin duda, el caso más conocido de un hombre que se enfrentó a una verdad
inmutable fue Galileo, que desafió la creencia de su época de que la Tierra era
el centro del Sistema Solar. La Inquisición le obligó a desmentirse
públicamente y de rodillas. Se dice que cuando el viejo sabio se levantó de
esta humillación, murmuró por lo bajo la célebre frase "Y sin embargo se
mueve".
Por aquellos tiempos, la visión del mundo que propugnaba la Iglesia era aceptada
por todos los mortales. En el siglo XX, la ciencia logró ocupar el lugar de
autoridad absoluta que había ostentado la religión, pero ni siquiera la física,
que avanza a base de prueba y error, se libraba de las verdades absolutas. A
partir de Galileo, Newton y otros gigantes de la astronomía, se había llegado a
la conclusión de que el cosmos era un preciso mecanismo de relojería donde todo
sucede siempre del mismo modo. Asimismo, prevalecía que el tiempo era algo
absoluto que transcurría igual en cualquier punto del universo y en cualquier
circunstancia.
Con su teoría de la relatividad, Einstein se encargó de desmontar esa
creencia. De hecho, demostró cómo a medida que aumenta nuestra velocidad, el
tiempo se ralentizaría hasta llegar a detenerse si alcanzáramos la velocidad de
la luz: unos 300.000 kilómetros por segundo. Y nació otra verdad absoluta: nada
puede viajar a una velocidad superior a la de la luz.
En su novela Quantic love, la doctora en física cuántica Sonia
Fernández-Vidal narra una historia de amor en el CERN, donde se encuentra el
célebre acelerador de partículas. La acción se sitúa justo en las semanas en
las que quizá se rompió esta última verdad absoluta.
Hace apenas unos meses, los científicos del proyecto OPERA realizaron un
experimento asombroso con los neutrinos, una partículas extremadamente pequeñas
que atraviesan nuestro cuerpo por millones a cada instante. Este equipo de
investigación disparó un haz de neutrinos, en línea recta a través de la
Tierra, desde el laboratorio del CERN hasta el Gran Sasso, en Italia. Allí los
esperaba un detector gigante que llevó a cabo una medición inquietante. Si los
resultados obtenidos son correctos, los neutrinos cubrieron los 730 kilómetros
del trayecto 60 nanosegundos antes que la luz en el vacío. Es decir, le ganaron
la carrera a la luz nada menos que por 18 metros.
De no encontrarse una explicación para esta violación de la velocidad
máxima establecida por Einstein, la ciencia se encontrará ante un nuevo
panorama en el que todo es cuestionable.
Lo mismo ocurre actualmente con la macroeconomía. Las sucesivas crisis que
hemos ido padeciendo han demostrado que nuestro sistema no se asentaba en las
leyes de un mercado regulado. Lo que ha sucedido prueba que Gobiernos y bancos
se han ocupado de ocultar las anomalías -a diferencia de como procede la
ciencia- que hacían peligrar todo el tinglado con el único fin de que no
cundiera el pánico y poder conservar así su statu quo.
Una vez más se ha demostrado que esta creencia tenía mucho menos fundamento
del que creíamos.
BARRERAS PSICOLÓGICAS
"Nadie llegará muy lejos a menos que no haga lo imposible como mínimo
una vez al día"
(Elbert Hubbard)
De la ciencia y la economía nos vamos a la aventura del ser humano
individual, que también vive preso de creencias limitadoras. Cuando se habla de
fronteras psicológicas, a menudo se cita lo que sucedió con la barrera de los
10 segundos en los 100 metros lisos.
Hasta 1968 se consideraba del todo imposible cubrir esa prueba por debajo
de los 10 segundos. Era una verdad absoluta que sería puesta en evidencia aquel
año por Jim Hines, un afroamericano que asombró al mundo al lograr la marca de
9,95. Lo más sorprendente, teniendo en cuenta que esa barrera se mantuvo a lo
largo de siete décadas, es que pasaron menos de nueve años para que otro
atleta, Silvio Leonard, bajara nuevamente de los 10 segundos. El tercero, Carl
Lewis, lo hizo cinco años y medio después. Un mes y medio más tarde, Calvin
Smith batía nuevamente esa marca.
¿Qué había sucedido? Algo muy sencillo: los atletas abandonaron la verdad
absoluta de que era imposible hacerlo y, eliminada esta barrera psicológica,
fueron batiendo la marca cada vez más a menudo. El freno de la imposibilidad se
había convertido en el reto de lo posible.
El cuento más conocido del psicoterapeuta y escritor Jorge Bucay ilustra de
manera muy diáfana en qué consiste una barrera psicológica en la vida
cotidiana. Lo hace a través de la historia de un elefante.
Un niño observaba en un circo un enorme ejemplar que, después de hacer gala
de gran fuerza durante su número, permanecía atado a una pequeña estaca clavada
en el suelo, con una cadena que aprisionaba sus patas. Era obvio que tenía que
ser capaz de liberarse con facilidad de aquel pequeño trozo de madera. El niño
se preguntaba qué sujetaba entonces al animal.
Muchos años después, alguien le contó que aquella bestia del circo no
escapaba porque había estado atado a una estaca parecida desde que era muy
pequeño. En aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de
soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca
era demasiado grande para él. Lo intentó hasta el agotamiento, un día tras
otro, por lo que el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Ese
elefante enorme y poderoso tiene grabado el recuerdo de su fracaso cuando era
diez veces más pequeño. Jamás ha vuelto a poner a prueba su fuerza.
Del mismo modo que ese elefante, muchas personas que en el pasado no fueron
capaces de conseguir algo (encontrar pareja, cambiar de trabajo, aprender un
idioma, una nueva habilidad) siguen clavadas a una estaca que podrían derribar
con solo dar un paso hacia delante. Todas las verdades son provisionales,
incluso las de la actual crisis económica. De nosotros depende cuestionar la
realidad oficial y, como Jim Hines, decidir dónde está el límite.
Para romper verdades absolutas
1. Un libro
- 'Quantic love', de Sonia Fernández-Vidal.(editorial La Galera). Una
historia de amor que se desarrolla en el CERN permite a la autora brindar un
ameno repaso, para todos los públicos, a las verdades provisionales de la
ciencia.
2. Un documental
- 'Encuentros en el fin del mundo', de Werner Herzog (Tribanda). ¿Es
posible vivir en el Polo Sur? El mítico director alemán demuestra los diversos
motivos que atraen a los hombres para vivir en este rincón del mundo.
3. Un disco
- 'Forever dolphin love', de Connan Mockasin (Nuba Records). La música
envolvente y casi lisérgica de este artista neozelandés nos invita a romper
fronteras mentales para fluir con nuevas ideas.
Las cosas pasan
Hace una década se organizó un encuentro de intelectuales de numerosas
disciplinas para acordar una máxima que nadie pudiera discutir. Durante todo un
fin de semana le dieron vueltas a muchas creencias, que siempre eran
desmontadas por uno u otro participante. Solo lograron pactar una verdad
universal: "Things happen" (las cosas pasan). ¿Dos días de debate
para llegar a eso? Más allá de la anécdota, estas dos palabras brindan una
conclusión importante: por mucho que deseemos la calma, siempre pasan cosas que
nos arrancan de nuestra zona de confort. La gente huye, enferma, crea
problemas, se confunde... Quizá no sea una verdad digna de un Nobel, pero ayuda
a hacer más llevaderos los problemas cotidianos.
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