2 ene 2013

Bañuelos y Elsa Cross


De Obras Completas: Bañuelos y Cross/MIGUEL ÁNGEL FLORES
Revista Proceso No.  1887, 30 de diciembre de 2012
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Hemos ingresado ya a la segunda década de un nuevo siglo y un nuevo milenio, pero no parece avizorarse en el horizonte la existencia de estudios sobre los derroteros que ha tomado la poesía mexicana a partir de la segunda mitad del siglo XX. El estudio más importante sobre este tema sigue siendo el prólogo de Octavio Paz a la antología Poesía en movimiento (1966).
No es de asombrar que así sea: la costumbre, la obligación o la necesidad, como se le quiera llamar, de reseñar los libros de poesía nos parece como una actividad que estaba reservada a los hititas, pero como éstos ya desaparecieron, así también el registro de los libros que han escrito nuestros poetas. Las presentaciones de libros, que no agregan nada a la lectura de un libro, han tratado de suplir el vacío alrededor de las novedades bibliográficas; sabemos bien que éstas son sucesos más bien sociales y no actos de crítica. Es difícil imaginar que hubo una época en que los libros de poesía eran objeto de atención y que se escribía sobre ellos. Los poetas que se dedicaban a la actualidad de los libros han desaparecido o han dejado de escribir. Quedan algunos, pero lo hacen con la tinta del rencor, el ninguneo o con acrítica pleitesía a la amistad.

El Fondo de Cultura Económica publicó recientemente la obra completa de Juan Bañuelos, lo que en sí mismo constituye un acontecimiento editorial. La mención de su nombre convoca la presencia de uno de los poetas más destacados de la poesía mexicana, mas pocos parecen haberse enterado de que su libro ha comenzado a circular. Juan Bañuelos (Chiapas, 1932) hizo su aparición con Puertas del mundo, en el volumen colectivo La espiga amotinada (FCE, 1960). Como los otros poetas que lo acompañan en ese libro, el componente social de su temática fue muy importante, pero la fuerza y la vigencia de su poesía se debe a la destreza con la que Bañuelos escribió su indignación. Demostró que se podía ser un poeta social –llamémoslo así– sin caer en el lenguaje panfletario.
En Bañuelos se da el caso de una hábil incorporación de otras voces a su poesía, dotándola de un acento propio. Siglo de Oro y poetas prehispánicos; tradición y vanguardia; tales fueron los pilares para dar un toque de novedad a sus orígenes y dotar así a sus poemas de una voz muy personal: “Dentro de mí hay un mundo que habito”. Sus poemas nos hablan de una gran destreza para elaborar imágenes en que los elementos adquieren otros rasgos: “Qué lentitud de prisa de las horas”. Vallejo en el centro de su poesía, pero Bañuelos está lejos de ser un epígono: el poeta peruano es un punto de partida para escribir con un lenguaje que establece su propia lógica: “Cuando el ojo percibe los sonidos/ el oído se aviene a mirar las huellas que no dejan/ las aves ni los peces”. La obra completa de Juan Bañuelos (hubo una recopilación anterior: El traje que vestí mañana, Plaza&Janés, 2000) nos permite confirmar que libro tras libro su poesía siempre se ha sostenido en un nivel muy alto. l

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Otro importante protagonista de la poesía mexicana, en este caso autora, recopila también sus obras completas, que han aparecido, asimismo, con el sello del Fondo de Cultura Económica. El recorrido por las páginas de este libro nos permite confirmar que estamos en presencia de una de las voces más contundentes de nuestra poesía. Elsa Cross pertenece a la estirpe de poetas que toman la palabra para elaborar una profunda reflexión sobre el sentido de la vida a partir una espiritualidad ecuménica. Desde sus inicios su expresión ha sido sosegada, expresando con nitidez paisajes espirituales que construye con precisión: “Percibo a mis espaldas la grave reiteración del mar en sombras, la ausencia de gaviotas. Y te aguardo callada, frente al desierto incesante, temblando como un desvanecido contorno de espejismos”. Hemos citado un fragmento de su poema “Naxos”, que da título a su primera publicación: Naxos (Ollin, 1966), una brevísima plaquette compuesta de poemas en prosa.
La composición de sus poemas en prosa revela ya un dominio de lenguaje que poco a poco iría adquiriendo una gran solidez con cada nuevo libro. La dama de la torre (Joaquín Mortiz, 1972) confirmó la presencia de una nueva autora capaz de recrear mundos desaparecidos dándoles una dimensión presente: “Uní al azar/ fragmentos de paisajes destrozados./ Vine rastreando las huellas/ del paso ciego y desigual”. Pero su registro es muy amplio.
Urracas (Aldus, 1996) es el testimonio de una realidad amenazada, que puede desatar una inminente violencia: “Habito las grietas que abres/ bajo mis pies,/ me vuelvo al vacío que te llena, a ti que eres abismo”. De su inmersión en la espiritualidad hindú ha salido a la superficie con poemas de deslumbrante belleza: “Y bajo el día/ la noche de Naráyana/ hace ondular brazos azules/ desde su lecho de serpientes./ Y tu sueño va imbricado en sus escamas”.

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