24 feb 2014

Sinaloa...¿pugnas en el gabinete?


Sin liderazgo, Malova pierde autoridad/Javier López
Rio Doce, 23 de febrero de  2014
Malova. Golpes de mentiritas.
Grupos en el gobierno, enfrascados en disputas internas por poder político y negocios privados
Al menos cuatro grupos políticos integran el gabinete que encabeza Mario López Valdez, pero éstos no tienen un liderazgo único. Confrontados y concentrados en pugnas internas, desarticulan la administración estatal, lo que evita buenos resultados y permite que se privilegien las disputas internas por los negocios y las posiciones políticas.
Un secretario que a decir de varios ha renunciado, al menos de manera verbal, en más de una vez, y muchos subsecretarios y jefes de departamento que mandan más que los titulares de área porque son amigos del gobernador, son dos de las principales características de esta administración que se componen no de uno sino de varios gabinetes.
Uno de los grupos es fiel al gobernador y está encabezado por Armando Villarreal, secretario de Administración y Finanzas y Gerardo Vargas Landeros, secretario General de Gobierno. Villarreal, por su torpe manejo de las finanzas, es el malo de la película, aunque la mala fama al exterior se la disputa Vargas Landeros, a quien se le atribuye el cese de Roberto Cruz como secretario de Desarrollo Económico.
Vargas es la cabeza de esta corriente, cuyo origen está en Ahome, y en el que participa también Genaro García Castro y el procurador General de Justicia del Estado, Marco Antonio Higuera Gómez.

“Es un grupo fuerte, alineado y leal, y el más cercano al gobernador. Para muchos este es el grupo Mochis’”, dijo un destacado integrante del gabinete estatal.
Otro de las corrientes es la millanista, en alusión al ex gobernador Juan Millán Lizárraga, quien apoyó desde un principio la candidatura del actual mandatario. Lo integran Juan Ernesto Millán Pietsch, titular de la Secretaría de Desarrollo Social y Humano, y Karim Pechir, secretario de Innovación Gubernamental.
José Luis Sevilla. Peligro de extinción.
Los panistas integran otra de las corrientes, aunque desdibujada y en peligro de extinción: José Luis Sevilla Suárez es el más destacado ¿y único? integrante, luego de la salida de Cruz, durante la primera semana de febrero. También se incluye en este grupo a Francisco Córdova, secretario de Turismo. El resto de los panistas permanecen, en su mayoría, en Desarrollo Económico, aunque en puestos de segundo y tercer nivel.
A Sevilla se le atribuye más cercanía con Heriberto Félix Guerra, ex secretario de Desarrollo Económico durante el gobierno de Juan Millán Lizárraga y de Desarrollo Social en la administración de Felipe Calderón Hinojosa, que con su partido y la dirigencia.
Otro de los grupos fuertes es el que integran Ernesto Echeverría Aispuro, secretario de Salud; Juan Pablo Yamuni, titular de la Unidad de Transparencia y Rendición de Cuentas, y Francisco Labastida Gómez de la Torre, director de Proyectos Estratégicos.
Fuentes extraoficiales ubican a este grupo con el dueño del periódico El Debate, Javier Salido, y a el atribuyen las filtraciones a este medio de comunicación, de información sobre las reuniones de alto nivel realizadas en el gabinete malovista.
Entre los “sueltos” están Juan Guerra Ochoa, secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, aunque hay quienes lo ubican del lado de los millanistas, pues es conocida su amistad con el ex mandatario, ubicado como “padrino” del perredista. También Francisco Frías Castro, de Educación Pública y Cultura (SEPyC), quien tiene una buena imagen dentro de la administración estatal.
El poder de los de abajo
Uno de los problemas fundamentales que tiene el aparato estatal, en su funcionamiento intestino, es el poder que tienen algunos directores de área que no fueron nombrados por los secretarios, sino por el grupo de Mario López Valdez y sus operadores, y que por lo tanto no sirven a sus jefes inmediatos, sino a esta corriente malovista.
“Algunos de ellos van y acuerdan directamente con el gobernador, al margen del secretario, y éste ni se entera o se entera ya que se llevan a cabo las cosas, pero igual no importa lo que diga el secretario del ramo, porque el que tiene el poder es este director de área, porque es amigo del gobernador”, explicó un importante miembro de la administración estatal.
Estos personajes, agregó, están en todas las áreas, pero tienen más poder y operan con mejores resultados en aquellas que manejan recursos y contratos, como las secretarías de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, Educación Pública y Cultura, y Desarrollo Económico.
En Desarrollo Urbano y Obras Públicas, Carlo Mario Ortiz Sánchez, subsecretario de Programación y Contratos, “acuerda todo con el gobernador y el secretario, José Luis Sevilla, ni se entera. Entonces no importa lo que diga el secretario, sino el amiguismo, la cercanía, el compadrazgo con el gobernador”, confío una fuente del gabinete.
En la Secretaría de Administración y Finanzas hay una historia similar: José Luis López Montiel es titular de la Unidad de Inversiones, pero su cercanía con el mandatario estatal pesa más que el puesto y que el jefe inmediato que tiene. Villarreal, el secretario, no sabe de los acuerdos a los que Montiel llega con López Valdez, solo cuando los ve pasar o los tiene de frente.
 Todos en el primer nivel del gobierno estatal saben que pasar por encima de los titulares de las secretarías menoscaba sus facultades y el poder que éstos tienen. Los poderosos a su alrededor, aunque formalmente subordinados, tienen más influencias que ellos por su cercanía con el ejecutivo.
 “Esto pasa en todas las secretarías. Hay gente que está por debajo del secretario pero tiene más poder porque se entiende directamente con Malova o con Gerardo Vargas, y eso es muy desgastante”.
 En la SEPyC, el titular Francisco Frías Castro ha tenido problemas internos con Antonio Castro Chávez, director de Recursos Materiales y Servicios Generales, por los supuestos negocios que realiza a sus espaldas y muchos de ellos aparentemente tipificados como tráfico de influencias.
 “Ya no lo aguanto”, habría dicho, resignado, Frías, quien se ha enterado de algunas de las irregularidades, pero no puede hacer nada porque se lo impusieron como servidor público. Castro Chávez, ex gerente del Club de Beisbol Cañeros de Los Mochis, en tiempos en que el dueño era el hoy gobernador, presuntamente tiene negocios con Francisco Villaburu, uno de los principales proveedores de la SEPyC, DIF y otras dependencias, dueño de la empresa Grupo Vilher, cuyos familiares son dueños del edificio ubicado junto a la Vinoteca, por el Malecón viejo, casi esquina con Sepúlveda, donde operan oficinas de la Secretaría de Salud estatal.
Armando Villarreal. El malo de la película.
El malquerido
Para muchos ubicados en la primera y segunda línea del gabinete estatal, el tesorero Armando Villarreal se ha ganado la fama de odiado y malquerido. Su falta de eficiencia, creatividad y transparencia en el manejo de los recursos lo han ubicado en medio de disputas y reclamos por demás desgastantes, en medio de un déficit de alrededor de 2 mil millones de pesos provocados porque el gobierno federal –desde la administración del panista Felipe Calderón hasta Peña Nieto- no han cumplido con la entrega del subsidio a la educación y son gastos asumidos por la autoridad sinaloense.
A esto se suma el subsidio a la tenencia y el programa de uniformes y útiles escolares gratuitos. Es decir, “no solo no se tiene el dinero que prometieron en el gobierno federal, sino que se está gastando en esto otro, que te aseguro ni el gobernador sabía en lo que se metía y ahora no se puede salir”.
Uno de los episodios que marcó el cenit de este rechinar de disputas internas lo marcó el documento enviado por el secretario de Agricultura, Juan Guerra Ochoa, a Juan Pablo Yamuni, titular de la Unidad de Rendición de Cuentas, en diciembre de 2013.
 “Lo que no quiero es que me veas la cara de pendejo”, le dijo Guerra Ochoa a Villareal Ibarra, de frente, en una de las reuniones del gabinete, ante el recorte de alrededor de 100 millones de pesos del presupuesto aprobado para esta dependencia en 2013.
En el documento, el perredista reclamó haber recibido solamente alrededor del 51 por ciento del presupuesto y que los recortes a diferentes áreas no se hiciera equitativamente. También acusó de prepotente e ilegal a la SAF.
Gerardo Vargas. El poder detrás de la cortina.
El malo de moda
Gerardo Vargas, secretario General de Gobierno y principal operador político del mandatario, se puso de nuevo de moda debido a la destitución, en condiciones poco decorosas, de Roberto Cruz como titular de Desarrollo Económico. El mismo Cruz, antes jefe de asesores de López Valdez, responsabilizó a Vargas de orquestar su salida porque aspiraba –lo dijo públicamente- a ser candidato a gobernador en los comicios de 2016.
 “Desde el 8 de noviembre del año pasado se vino hacia mí una campaña de desprestigio en mi contra”, dijo Cruz, el 7 de febrero, un día después de su salida.
Roberto Cruz era el enlace entre la dirigencia estatal del PAN y Malova, desde que Francisco Solano Urías fungió como presidente del blanquiazul y hasta hoy con Edgardo Burgos Marentes. Antes, esta tarea la tenía Vargas, pero los panistas prefirieron al hoy destituido.
Luego de los comicios locales de 2013 y el supuesto rompimiento entre el mandatario y la dirigencia del PAN, los servicios del intermediario no fueron requeridos. Y menos después, cuando se dio un nuevo acercamiento y Burgos y López Valdez acordaron entenderse directamente.
“No sé quién acuse a Gerardo Vargas, que ahora se ha puesto como moda que todo mundo lo acusa, pero ante mí no ha llegado ninguna acusación”, respondió Malova, cuestionado por reporteros sobre los dichos de Roberto Cruz.
Otras fuentes señalaron que esto refleja no las pugnas, sino la existencia de un secretario de Gobierno “fuerte, que se siente, se nota; un líder que coordina al gabinete, independientemente de si lo siguen con ánimo, con buena comunicación o no”.
Advirtió que hay subsecretarios fuertes impuestos por el gobernador y el mismo Vargas, que no son de las simpatías del secretario del ramo y que tienen más prerrogativas que éstos.
Renuncias
Varios de los consultados señalaron que Guerra Ochoa ha renunciado más de dos veces a su puesto de secretario, pero el gobernador no lo ha aceptado. Muchos atribuyen su permanencia a la cercanía que tiene con el ex gobernador Juan Millán.
Al cierre del segundo año de esta administración, en el 2012, el perredista acudió con el mandatario y le dijo que renunciaría, luego de que el gobernador anunció que habría cambios. Versiones extraoficiales indican que “lo hizo por cortesía, para no estorbar, pero la verdad es que también era muy fuerte el golpeteo y las broncas entre los grupos que componen el gabinete”.
Otros aseguran que estas pugnas son propias de los priístas y tienen qué ver con intereses políticos y de negocios, pero también con coyunturas.
Desencanto permanente
Los primeros días de enero de 2011, Mario López Valdez remaba contra el desencanto que provocaron los nombramientos en su gabinete: los puestos fueron repartidos entre cuates y cuotas. Aventuró que su “gobierno del cambio” no era solo electoral y que sería un ejemplo de ejercicio público a nivel nacional.
“Debo decirles que tengo un enorme deseo de que Sinaloa sea como una especie de laboratorio donde mandemos una señal al resto de la República y podamos decir que las coaliciones no sólo sirven para ganar elecciones, sino sirven para resolver los problemas de la gente y hacer un buen gobierno”.
No había transcurrido siquiera un mes de su gobierno, cuando la frustración de muchos que votaron por él ya se había instalado ahí, en los humores de la política local. Y siguen a poco más de tres años de su mandato.

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