18 may 2014

La historia según Rivera/MATHIEU TOURLIERE


La historia según Rivera/MATHIEU TOURLIERE
Revista Proceso # 1959, a 17 de mayo de 2014
Diego Rivera, al presentar su Retrato de Norteamérica en 1934 para la New Workers School de Nueva York, apuntó:
 “Los Rockefeller pensaban impedirme hablar al pueblo cuando destruyeron el fresco en su centro. En realidad lograron clarificar, intensificar y multiplicar mi expresión”, sostuvo.
Cada uno de los 21 paneles que forman su obra relata un periodo que Rivera considera clave en la historia de Estados Unidos. Gracias a la profusión de detalles y la fantástica habilidad que tenía el muralista para dar vida a las imágenes, Retrato de Norteamerica se leía como una historieta en la que se desarrollaba la lucha perpetua de las masas para liberarse de las fuerzas opresivas.
Empieza con América Colonial: los buques desembarcan en el Nuevo Continente en el cual vierten un flujo de esclavos, negros y blancos. Los negros están azotados o colgados. Los colonos compran a los indios con whisky y les familiarizan con la Biblia. A lo lejos, les despojan de sus tierras con armas.

 En la Revolución Americana, Benjamín Franklin, Thomas Paine y Thomas Jefferson su unen para la independencia del país. Atrás de ellos, otro “padre fundador”, George Washington, supervisa el trabajo de esclavos en sus campos. Decenas de soldados fusilan al esclavo negro Crispus Attucks, quien logra escaparse del Sur, y reprimen a las masas sublevadas de Boston.
 Una vez consumada la independencia, fuerzas reaccionarias reprimen los movimientos de emancipación, como La revolución de Shays. En el panel, el obrero agrícola, montado sobre un caballo, encabeza un ataque contra los soldados, quienes protegen el mercado de esclavos –ubicado en el centro del panel– y el edificio de la Corte. El aplastamiento de este movimiento marcó el fin de la revolución estadunidense y la  formación  de  una  “república conservadora y burguesa”, según Bertram Wolfe.
 De esta república nace Expansión: mientras que los utopistas Margaret Fuller, Henry Thoreau y sus pares sueñan con la libertad, el presidente James Polk enseña un mapa de México, sostenido por rifles. Las máquinas empiezan a ocupar un espacio importante y las fábricas aparecen en el fondo.
 México sangrando
 El mapa de México está manchado de sangre en el Conflicto sobre el Esclavismo, símbolo de la invasión del país decidida por los estados esclavistas del Sur de Estados Unidos. Thoreau, prisionero por oponerse a ella, aprieta un papel en la mano. “En un Estado esclavista, la cárcel es el único hogar que un hombre libre puede soportar con honor”, dice. Los negros están encadenados y, en el fondo, los hombres cavan en búsqueda de oro.
 John Brown espera su sentencia a muerte en Guerra Civil: en la cabeza de una guerrilla, liberó miles de esclavos y les ayudó a huir hacia Canadá. Su verdugo no es otro que Abraham Lincoln. En el fondo, la batalla se enfurece mientras que el grotesco financiero John Piermont Morganm con su enorme mano toca una bolsa llena de dinero.
 Después viene la Reconstrucción del país, bajo asombrosos auspicios: el Ku Klux Klan quema a un negro y manda los perros sobre otro, caído, bajo la mirada impotente de los radicales –Charles Summer, Benjamín Wade y Thad Stevens–. En teoría se abolió el esclavismo, pero no en la práctica, según Rivera.
 Ante la destrucción del modelo esclavista del Sur se dejó el libre paso al capitalismo industrial en Estados Unidos. Ante ello, los trabajadores se unen en El Movimiento Laboral alrededor de la figura colosal de Carlos Marx, quién llama a la Primera Internacional. Cuatro huelguistas llevan cuerdas en sus cuellos. En el fondo, detrás de la ventana, la policía reprime sindicalistas.
 En Guerra de Clases los trabajadores se encuentran sitiados. En el humo de las fábricas, tomaron la ciudad industrial de Homestead. Un hombre apunta a un burgués y le desarma. El ejército, mandado por el presidente Cleveland trata de romper la huelga. Surgen nuevos líderes obreros. A lo lejos estallan dos huelgas más.
 Cañones
 La Industria Moderna se impuso. Los trabajadores, científicos y estudiantes forman parte de una gran máquina, ubicada detrás de Tomás Alva Edison y John Ford. Sus tubos vomitan dinero, que John Rockefeller y Morgan acaparan. El líder sindical Samuel Gompers tiene un texto demagogo en la mano izquierda, mientras en la derecha recupera monedas de la máquina. Las masas caminan con la cabeza agachada.
El presidente Wilson declara la entrada de Estados Unidos a la Guerra Mundial. Los financieros, industriales, jefes de Estado y militares están demasiado ocupados con sus cosas para darse cuenta que detrás de ellos se acumulan los cadáveres. Un obrero huelguista, en el fondo, está colgado: se necesitan máquinas y bombas para combatir.
Pero en la parte derecha de este mural surge una esperanza: las masas de Rusia se unen bajo las figuras de Trostky y Lenin y lanzan la revolución. En el fondo derecho, tropas estadunidenses mandadas para reprimir la revolución bolchevique se amotinan contra su comandante, sentado detrás de una ametralladora.
Una vez terminada la guerra, los perfiles femeninos se repiten al infinito en Nueva Libertad. Cada obrera, concentrada sobre su trabajo en cadena, opera con la mano conectada por un cable a la máquina sobre la que labora. Altas rejas encierran a la Estatua de la libertad y sirven para atar a un hombre azoteado por un policía. En el primer plano, dos líderes sociales italianos, Sacco y Vanzetti, esperan el choque eléctrico que acabará con su vida.
En Imperialismo, los cañones de los tanques que invaden las islas del Caribe protegen la casa de cambios de Nueva York y masacran a la población negra y mestiza. Filas de obreros agrícolas traen plátanos al edificio de la United Fruit Company. En el fondo, la figura del guerrillero nicaragüense Augusto César Sandino se eleva para resistir la invasión. Revierte un carácter simbólico para América Latina en la mirada de Rivera.
División
En Estados Unidos, el periodo de la posguerra se conoce como la Depresión. Una fuerte crisis agrícola estalla, la sobreproducción derrumba los precios, por lo que montañas de frutas y verduras se pudren. En el centro del mural, dos individuos buscan qué comer en un bote de basura mientras en el fondo marcha una protesta contra el hambre. En el primer plano, policías con máscaras de gas reprimen con violencia a los veteranos de guerra que se quedaron sin pensión.
Para remediar la crisis, el presidente Roosevelt pone en marcha su programa, The New Deal, a través de la Ley de Recuperación Nacional (NRA, por sus siglas en inglés), cuyo símbolo era un águila azul. Bajo el pincel de Rivera, el programa se convierte en un sistema que oprime al trabajador y “asfalta el camino hacia el fascismo”, como se puede leer en una pancarta del primer plano.
En División y depresión, el desempleo genera un enfrentamiento entre los propios trabajadores, mientras que los teóricos se pelean sobre cuestiones doctrinarias. Encima del océano de gorras, policías a caballo se preparan a pegar.
Dos dictadores como Mussolini y Hitler aprovecharon en Italia y Alemania esta desunión entre los trabajadores para hacerse del poder. Los líderes y sus banderas ocupan la mayor parte de los murales que les están dedicados. En el fondo se observan escenas de tortura, así como campos de concentración.
El Papa bendice a Mussolini, por debajo de quien aparece un miembro del Ku Klux Klan –con el que Rivera señala las similitudes entre el fascismo italiano y la situación en Estados Unidos en 1933–. En la sombra de Hitler, un judío está cubierto de heridas mientras que una mujer rapada porta una pancarta: “Me ofrecí a un judío”.
Ambos dictadores levantan un puño amenazante hacia el mural central, Unión Proletaria. Todos los ilustres comunistas de ese entonces juntan sus manos con dos trabajadores, uno blanco y otro negro, alrededor de las figuras de Lenin, Marx y Engels. La intención de Rivera se resume en el rollo que mantienen Bertram Wolfe y James Cannon: “Trabajadores del mundo unidos”.
Los dos pequeños paneles pegados a Unión Proletaria simbolizan la resistencia de los trabajadores unidos a los fascismos. Los personajes que representan tuercen el cuello de un águila azul –símbolo de Mussolini pero que evoca la NRA–, mientras que el otro impide a una daga orneada de una svástica abatirse sobre el mural central.
En el salón principal de la New Workers School, Rivera dispuso los paneles según el orden cronológico de los eventos que ilustran. Al atravesar la puerta, la historia empezaba a desenrollarse en el rincón izquierdo; y a partir de ahí, el visitante seguía, literalmente, el hilo de los acontecimientos hacia la derecha.
Al llegar al último panel, Hitler regresaba de nuevo al principio, con la colonización de América.
Así se narraba la historia, como una historieta, como una serpiente que se muerde la cola.

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