27 jul 2014

Fue un operativo calculado/ el de Puebla

Fue un operativo calculado/GABRIELA HERNÁNDEZ
Revista Proceso # 1969, 26 de julio de 2014
SAN BERNARDINO CHALCHIHUAPAN, PUE.– Los testimonios de los sobrevivientes de la Ley Bala, que presentan heridas similares a la que causó la muerte de José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, echan por tierra la versión que defiende el gobernador Rafael Moreno Valle de que el niño fue víctima de un cohetón que lanzaron los manifestantes en la protesta del miércoles 9.

Aún convalecientes, Martín Romero Montes, Hugo Jiménez Varela, Vicente Tecalero Jiménez y Filemón Pacio Grande –cuyas fotografías circulan en las redes sociales– no tienen dudas al señalar el origen de sus lesiones.
Son producto, dicen de los cartuchos de gas lacrimógeno que desde tierra y aire dispararon los elementos de la Policía Estatal de Puebla contra los pobladores de Chalchihuapan, que ese día bloquearon por hora y media la autopista Puebla-Atlixco para exigir que el servicio del Registro Civil fuera restituido a las juntas auxiliares.

“Primero fueron los granaderos, pero luego atacaron al pueblo desde un helicóptero, fue como si estuviéramos en guerra”, relata una joven, que igual que Tehuatlie Tamayo salió de la escuela poco antes de las dos de la tarde, justo cuando los uniformados iniciaron el desalojo.
 Romero Montes, de 65 años, estaba parado al costado oriente de la vía, a pocos metros de donde se encuentra el pueblo. Iba a recoger a su nieto al otro lado de la autopista, donde se ubican las dos secundarias y el bachillerato a las que asisten los niños y jóvenes de la localidad.
Vio a los uniformados cuando avanzaron en bloque haciendo sonar escudos y toletes: “¡No pueden hacer esto. Hay muchos niños, acaban de salir de la escuela!”, les gritó. Estaban a cinco metros de él. Lo ignoraron y empezaron a disparar cartuchos de gas sin importarles la presencia de mujeres –una de ellas estaba embarazada–, niños y ancianos.
Romero no pudo brincar el muro de contención de la carretera para correr como lo hicieron otros; trató de agacharse pero uno de los proyectiles lo impactó en la mejilla izquierda. Su fotografía circuló en los días siguientes en internet.
Hoy apenas puede hablar. Sus dientes están unidos por ligas, luego de dos operaciones en las cuales se le reconstruyó su quijada. Según sus hijos, quizá sea sometido a otra intervención quirúrgica.
Mediante señas y con ayuda de una foto en la que aparecen los artefactos que recolectaron los pobladores el jueves 10, Romero sostiene que su herida fue causada por un cartucho metálico en forma cilíndrica de unos 25 centímetros de largo y cinco de diámetro.
Tecalero Jiménez, de 21 años, no sabe exactamente qué lo golpeó. Estaba parado a un lado de la carretera mirando hacia la manifestación cuando sintió el impacto en su cabeza y se desmayó. Despertó en el hospital, donde estuvo 15 días debatiéndose entre la vida y la muerte.
Pacio Grande, quien aparece en una fotografía con una herida en el abdomen, sí vio el artefacto –un “torpedo de plástico negro”– relleno de un líquido que le provocó ardor y quemaduras cuando golpeó su cuerpo.
Jiménez Varela, por su parte, relata que iba en un taxi con su esposa y sus hijos, una menor de seis años y otro de dos, cuando vio la refriega. Corrió para proteger a su familia pero los policías los siguieron. Cuando volteó vio un cartucho de aluminio; no puedo esquivarlo.
En un hospital particular, porque no lo quisieron atender en ningún otro, tuvo que ser sometido a una operación para detener una hemorragia en su ojo izquierdo, una reconstrucción del párpado y la reparación de la fractura de nariz.
–¿Qué opina de la versión del gobernador Moreno Valle según la cual Tehuatlie Tamayo murió por un cohetón que lanzó la gente? –se le pregunta.
–Yo creo que el gobierno lo que quiere es lavarse las manos.
De las mantas a las piedras
Los pobladores de Chalchihuapan insisten en que el miércoles 9 sólo llevaban cartulinas y una manta.
Eso puede verse en uno de los videos en el cual se aprecia que ninguno de los manifestantes cargaba piedras, palos o cohetones cuando la policía avanzó hacia ellos y comenzó a lanzarles gases, comenta Javier Montes Bautista, presidente auxiliar de la localidad.
Se queja porque, dice, ningún funcionario acudió a ofrecerles instalar una mesa de diálogo; uno de los policías incluso les advirtió que tenían cinco minutos para retirarse, pero ni siquiera esperó, pues él y sus compañeros empezaron a avanzar contra la gente.
Y empezaron las detenciones de Félix Montes Xelhua, Sergio Clemente Jiménez Tacalero, Santiago Pérez Tamayo y Antonio Víctor Montes Contreras, a quienes acusaron de ataque a las vías de comunicación y a la seguridad de los medios de transporte, así como de lesiones, daño en propiedad ajena doloso, motín, privación ilegal de la libertad, homicidio y robo.
La averiguación previa 468/2014/DMZS es tan falsa, dice, que se acusa a Pérez Tamayo, quien tiene más de 72 años, de “levantar en vilo” a un policía.
Durante una reconstrucción de los hechos, peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado y representantes de la CNDH, un joven relató que estaba cerca de Tehuatlie Tamayo, en la zona poniente, donde están escuelas, cuando empezaron los disparos. La madre del niño, Elia Tamayo, caminaba unos metros atrás.
En las fotografías publicadas en los medios locales se observa cuando algunos policías comenzaron a disparar cartuchos y balas de goma; otros empuñaban carabinas lanzagás AM-600, marca Cóndor calibre 37/38 mm y DEF TEC 1315, calibre 37mm.
La semana antepasada, un grupo de uniformados llevaron un documento al periódico Intolerancia en el que admiten que en el operativo del miércoles 9 recibieron órdenes de disparar “con todo”. Llevaban cartuchos de gas lacrimógeno caducos, que no estallaron y se convirtieron en proyectiles.
La madre de Tehuatlie Tamayo insiste en que la fotografía en la cual su hijo está agarrando una manta es un fotomontaje. Los vecinos coinciden con ella.
El niño cayó herido en el cuadrante sur-poniente de la intersección que se forma entre la autopista y el puente que conduce a Chalchihuapan, mientras que las mantas estaban al lado contrario de la vía de cuota.
Ante la agresión, la gente enardeció y empezó a juntar piedras y palos para repeler a los policías. En ese momento, precisamente cuando el menor y otros vecinos cayeron heridos, arrinconaron a uno de los agresores.
Facundo Rosas Rosas, secretario de Seguridad Pública del Estado, se mantuvo como observador dentro de su camioneta, estacionada a pocos metros del lugar, custodiado por granaderos.
Muchos pobladores que no habían participado en la protesta se sumaron a la lucha al enterarse de que entre los heridos había niños y que otros se desmayaron al inhalar los gases que, según declararon, los “inmovilizaban y les dificultaban la respiración”.
Como a las tres de la tarde un helicóptero empezó a sobrevolar la zona y a lanzar otros cartuchos de manera indiscriminada. Fue entonces cuando habitantes de otras comunidades vecinas llegaron al lugar con cohetones y comenzaron a lanzarlos al aire para que el humo entorpeciera los ataques aéreos.
Una vez que los pobladores superaron en número a los policías, atraparon al menos a 20 de ellos y los despojaron de toletes, escudos y cascos.
Alrededor de las cinco de la tarde la subsecretaria de Seguridad, Ofelia Flores Ramos, se comunicó por teléfono con los inconformes para negociar la liberación de los rehenes. La mayoría fueron puestos en libertad; sólo dos que estaban heridos se quedaron. Las autoridades locales batallaron para evitar que la turba los linchara, sobre todo los familiares de Tehuatlie Tamayo, quienes clamaban venganza.
La madrugada del jueves 10, los pobladores dejaron que una ambulancia entrara al pueblo para llevarse a los policías heridos.
José Salomé Pacio Grande, presidente subalterno de San Martín Tlamapa, asegura que el operativo fue planeado para intimidar a las autoridades tradicionales que defienden las juntas auxiliares. 

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