27 jul 2014

Lo negro de “Mamá Rosa”/VERÓNICA ESPINOSA

Lo negro de “Mamá Rosa”/VERÓNICA ESPINOSA
Revista Proceso # 1969, 26 de julio de 2014
Durante meses, la Procuraduría General de la República acumuló quejas y testimonios sobre los maltratos que recibían cientos de menores en el albergue La Gran Familia, regenteado desde hace décadas por Rosa del Carmen Verduzco en Zamora, Michoacán. Y el martes 15, en un operativo que exhibió la inmundicia, puso fin al imperio de esa mujer que supo ganar para su causa a políticos de todos los niveles y a empresarios locales. Ahora que la mayoría de los menores recuperaron su libertad y regresaron a sus hogares, la “ejemplar” Mamá Rosa se quedó sola, aunque no recibió castigo pues el procurador Jesús Murillo Karam la considera inimputable.
 ZAMORA, MICH.- A principios de mes, luego de varias visitas a las oficinas centrales de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra), Verónica Montiel Valenzuela recibió una respuesta que la emocionó: “En dos semanas te vamos a entregar a tu hijo”, le dijeron.
 Y ella volvió a su casa en Cortazar, Guanajuato, donde vive hace años. Desde entonces espera el retorno de su hijo Enrique, quien el 3 de diciembre de 2009 ingresó a la casa hogar La Gran Familia, de Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, Mamá Rosa, ubicado en este municipio michoacano, por problemas derivados del consumo de drogas.

 Y en eso estaba el martes 15 cuando en un noticiario matutino observó la irrupción de agentes de la Policía Federal y de la Procuraduría General de la República (PGR) en ese albergue. No le sorprendió el operativo, dice; tampoco le asombraron las imágenes del despliegue policiaco en el albergue.
 Desde hace cuatro años, cuando llevó ahí a su hijo, entonces de 13 años, Verónica percibió el hedor que emana de ese sitio, lo que obligó a los propietarios de comercios y casas vecinas de la calzada a Jacona a cerrar sus puertas y ventanas.
 Originaria de Puebla, Verónica es madre soltera y en Cortazar se dedica a limpiar casas de forma eventual. En 2008, cuenta, pensó rehabilitar a su hijo y lo llevó un anexo de Alcohólicos Anónimos, pero no resultó. El muchacho fue violado y, aunque denunció a su agresor, la queja no prosperó. Pidió ayuda al DIF municipal cortazarense y le recomendaron el albergue de Mamá Rosa en Zamora.
 En aquella institución, le dijo una trabajadora social, “hay un albergue a donde lo vamos a ingresar. Allá va a estar mejor”. Y Enrique se quedó ahí desde diciembre de 2009. En el lugar conoció a otros seis menores de su tierra que ingresaron entre 2006 y 2010.
 En el acta 755 –levantada ante el Notario Público número 2 de Zamora, Luis Fernando Alcocer Ríos aquel 3 de diciembre– Verónica consintió internar a su hijo en la casa hogar La Gran Familia hasta que cumpliera la mayoría de edad.
 Incluso se comprometió a pagar 20 pesos mensuales por el mantenimiento de Enrique, vestirlo y calzarlo durante el tiempo en que permaneciera internado, así como visitarlo cada jueves. Mamá Rosa, por su parte, expuso que entregaría al joven cuando cumpliera la mayoría de edad, según el documento.

Sin embargo, desde la primera vez que Verónica visitó a Enrique observó que lo habían golpeado y decidió sacarlo del lugar. Las visitas eran cada cuatro meses al principio; luego comenzó a verlo con mayor frecuencia porque él le comentaba que se iba a escapar.

Enrique incluso le comentó a su madre que uno de los empleados del albergue, Miguel Ángel Ibarra, El Maycon o El Orejón –uno de los consignados por la PGR–, además de extorsionarlo y exigirle dinero y ropa lo amenazaba con dejarlo sin comer o con “partirle su madre”.

Primeras señales

En abril de 2010 Verónica presentó en la Segunda Agencia Investigadora de esta ciudad una denuncia contra la responsable del albergue por privación ilegal de la libertad de su hijo. No prosperó. Meses después interpuso una queja en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pero cuando los visitadores del organismo viajaron a Zamora, Verduzco no los recibió en el albergue, sino en una de sus casas. Les dijo que Enrique no quería salir, “que estaba muy a gusto”.

Verónica insistió. Más aún, viajó al Distrito Federal junto con las madres de tres de los menores cortazarenses internados en La Gran Familia. En diciembre de 2012 por fin pudieron presentar sus casos ante la Fevimtra y hablar con las nuevas autoridades federales.

Poco a poco corrió la voz entre otros padres de familia de Michoacán y de Jalisco que acudían al albergue a ver a sus hijos. Las demandas sobre el maltrato a los menores internados –testimonios grabados, fotografías tomadas por algunos de los trabajadores con sus celulares– se acumularon en la PGR.

Algunos agentes investigadores incluso llegaron al albergue haciéndose pasar por familiares y recabaron grabaciones de los menores; también registraron las llamadas del Maycon en las que extorsionaba a varias familias.

Sin embargo, era imposible saber “qué había más allá del patio de visitas. Los menores decían que (sus padres y las autoridades) tenían que entrar. Y yo le dije a mi hijo: esto ya se va a acabar”, comenta Verónica a la reportera en entrevista el jueves 24, ya en Cortazar, con Enrique a su lado.

Junto a Verónica se encuentran Juana Cortés, recolectora de basura reciclable, y su hijo Julio Francisco. Ella comenta que lo recuperó el 27 de febrero último tras pagarle a Rosa Verduzco mil 500 pesos; también está Alicia Becerra, barrendera sin empleo, y su hijo Jacobo, quien ingresó al albergue en 2009 a instancias del DIF. Tenía nueve años y fue recuperado tras el operativo federal.

La señora Isabel Pérez, casada con un electricista sin trabajo fijo, cuenta que su hijo Luis estuvo seis años en la casa hogar, de donde se escapó en septiembre del año pasado con un amigo cuya familia le ayudó a ganarse unos pesos para regresar a su casa.

La oficina de Hugo Estefanía, transportista cortazarense y presidente del PRD en Guanajuato, y Baltazar Zamudio, secretario de ese partido, ayudaron a las mujeres que en 2009 les pidieron asesoría jurídica para recuperar a sus hijos. El diputado federal Miguel Alonso Raya también las apoyó.

En 2011, señala Estefanía, los perredistas viajaron a Michoacán acompañados por el entonces senador Carlos Sotelo y la actual senadora Iris Mendoza para entrevistarse con el procurador de Justicia, Miguel García Hurtado, después de las denuncias penales presentadas en Zamora.

“Está difícil –les dijo el procurador–. Mamá Rosa está muy protegida.”

Los benefactores de “Mamá Rosa”

El martes 15, el feudo surgido en la década de los sesenta como casa para “los callejeros” –según lo describió Rosa Verduzco– se derrumbó.

El patio de entrada, el comedor, el auditorio y las escuelas con niños uniformados, limpios y contentos recibiendo los uniformes de manos del alcalde en turno eran un montaje. Lo mismo que las visitas de artistas como Alberto Cortez, quien tocaba el piano para que los menores cantaran, y las fotos de Marta Sahagún de Fox –amiga y protectora de Mamá Rosa– rodeada de los menores.

Más adentro, tras el portón negro de hierro, estaba la otra cara. Ahí se veían las habitaciones con ventanas sin vidrios pero con barrotes, puertas con candados, cubetas arrinconadas que servían como excusados, camas sin colchón, pasillos cerrados con mallas, muros cubiertos con láminas para impedir las fugas, cuartos de castigo, comida agusanada, fetidez provocada por el hacinamiento.

El único refugio para los menores era la música; los ayudaba a evadirse de la realidad y a soportar los maltratos.

Mamá Rosa era intocable. Algunos de sus admiradores llegaron a compararla con la madre Teresa de Calcuta. Supo granjearse la amistad de gobernantes y empresarios para obtener becas y donativos económicos durante más de 20 años.

Pero ahora el propio titular de la PGR, Jesús Murillo Karam, le aplicó la inimputabilidad; es decir, no se le puede inculpar de ningún delito en razón de un posible retraso o trastorno mental, no obstante que la procuraduría comenzó a investigar a Mamá Rosa hace 14 meses.

“Figura líder. Madre de tiempo completo”, se lee en el portal del albergue www.granfamilia.org.mx.

La propia Mamá Rosa escribió la carta de presentación: “Mi familia se compone principalmente por niños callejeros, el niño callejero es universal, no tiene fronteras. Como no tiene hogar, su ámbito es el mundo entero, su colchón el suelo y su techo el azul del cielo. Amanece aquí, anochece allá. Anda de la seca a la meca, del tingo al tango. Con dificultad se liga emocionalmente o arraiga en un lugar. Tiene espíritu aventurero. Se le conoce por apodos y niega hasta su apellido. Manipula a todos con su cuento de la muerte de sus familiares o agranda su problema para obtener comida, conmiseración, etc. Está carente de normas o hábitos; no sabe obedecer y rechaza todo lo que es autoridad, pues no ha tenido la de sus padres y evade con facilidad a la policía. Es inconstante en sus esfuerzos ya que no tiene motivaciones de sus necesidades futuras, sólo piensa en pasarla bien en el momento.

“Pese a todo, el callejero sigue tratando de salir delante de la mejor forma posible. La Gran Familia trata de poner un granito de arena desde 1950 como respuesta a este problema y ustedes mismos lo comprobarán.”

La institución tenía otras canonjías, pues no pagaba los servicios de agua potable, energía eléctrica, predial, impuesto sobre la renta y derechos del Registro Civil ante el que –según declaró el jueves 24 el secretario de Gobierno del estado, Jaime Darío Oceguera– más de un centenar de los menores albergados fueron registrados como hijos de Rosa Verduzco.

La asociación que ella dirigía era depositaria de vehículos del Registro Federal de Automóviles; además, recibía subsidios de la Secretaría de Educación Pública y donativos de los que nadie sabe su origen. De acuerdo con la página de transparencia “Fondos a la vista”, ella sólo reportó ingresos por 5.2 millones de pesos entre 2008 y 2010.

Sin embargo, las entradas eran mayores. El delegado de la Secretaría de Desarrollo Social en Michoacán, Víctor Manuel Silva, comentó que la dependencia entregaba a Mamá Rosa poco más de 200 mil pesos anuales.

La presidenta municipal de Zamora, Hilda Abascal –quien incluso se tomó una foto con Mamá Rosa en el patio de acceso al albergue en enero pasado–, pasó de una débil defensa en las horas posteriores al operativo federal a una discreta “sorpresa” por lo que se descubrió en el albergue.

El ayuntamiento zamorano entregaba 14 mil pesos mensuales y 14 becas educativas por 266 pesos a Mamá Rosa cada bimestre.

A flote, más basura

Han pasado casi dos semanas del operativo en el albergue La Gran Familia y las cuadrillas de limpieza continúan sus faenas. “Llevamos 200 toneladas de basura”, dice un joven voluntario.

Varios vecinos se incorporaron a las brigadas para ayudar a los 277 niños y adultos que el jueves 24 aún permanecían en el lugar. Ya no confían en Mamá Rosa, a quien muchos zamoranos consideraban una mujer ejemplar.

Andrés, uno de los voluntarios, escribió en facebook: “Una de las primeras impresiones y que de inmediato me mostraron que ya no podría defender más lo indefendible (lo que me desgarró) fue un par de niños que no pasaban de siete años. Otro compañero les tranquilizó, incluso les hizo señal de la cruz. Pero (ellos) insistieron que no nos fuéramos, que no les abandonáramos”.

Marisela, una de las internas, parece una niña de 12 años pero tiene 21. Pesa 44 kilos y mide metro y medio. Lo sabe porque los médicos enviados por el gobierno federal le acaban de operar la muñeca para quitarle un quiste que le creció en siete años. Una tía suya la llevó al albergue hace 14 años junto con su hermano menor, para protegerla de su madre porque la quería prostituir.

Mamá Rosa quiso registrarla como su hija, pero Marisela se negó. “Chinga tu madre, le dije, yo no soy Verduzco”.

Refiere que aunque Mamá Rosa la llevó al Instituto Electoral del estado para que sacara su credencial de elector, no sabe dónde está la identificación porque la administradora del albergue se la quitaba a todas las que la habían obtenido y sólo se las daba el día de elecciones. Las reunía de 20 en 20 y les decía que debían votar por los candidatos del PAN. “Luego nos llevaban a votar y nos volvía a quitar la credencial en cuanto regresábamos”.

–¿Y tú votaste por el PAN?

–¡Ni madres!

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