Los
BRICS consolidan su alianza/Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente de Brasil, promueve en la actualidad iniciativas globales desde el Instituto Lula.
Distribuido por The New York Times Syndicate.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.
El
País |5 de septiembre de 2014
Eficacia
y hospitalidad. Brasil albergó la que se considera una de las mejores Copas del
Mundo de fútbol de la historia, pero también acogió hace poco otra importante
reunión internacional: la sexta Cumbre de los BRICS, una asamblea de jefes de
Estado que tuvo lugar el mes pasado en Fortaleza y Brasilia.
El
acrónimo BRICS se acuñó hace años para aludir a un conjunto de países
emergentes —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— cuyas economías se
desarrollaron rápidamente durante el cambio de siglo, para después convertirse
en importantes motores del crecimiento mundial, sobre todo después de la crisis
financiera de 2008 en Norteamérica y Europa.
Al
inventarse el acrónimo BRICS, lo que el economista Jim O’Neill quería era
llamar la atención sobre las múltiples oportunidades de negocio que ofrecían a
los inversores del mundo cinco grandes países que, después de todo, albergan a
casi el 20% de la población mundial, han desarrollado sólidos mercados y
plataformas de exportación nacionales, y sus economías, según el Fondo
Monetario Internacional, pasaron de representar el 5,6% del producto interior
bruto mundial al 21,3% en menos de dos décadas.
Los
innumerables proyectos de modernización que los BRICS están llevando a cabo y
sus planes de mejora de infraestructuras para los próximos años suponen que los
inversores seguirán teniendo lucrativas oportunidades (al llegar 2018, solo en
Brasil se invertirán más de 400 millones de dólares en instalaciones
industriales e hidroeléctricas, puertos, aeropuertos, refinerías,
ferrocarriles, autopistas, oleoductos y otras infraestructuras). Por otra
parte, en los BRICS, gracias a la incorporación de millones de residentes
pobres, antes excluidos del mundo laboral y el consumo, el potencial de
expansión de los mercados internos también ofrece magníficas oportunidades.
Todo
esto ha provocado análisis positivos y un entorno tan favorable como los
pronósticos a largo plazo para los BRICS, a pesar de la lentísima recuperación
de los países desarrollados después de la crisis financiera, que está teniendo
un efecto negativo en todas las economías.
Sin
embargo, los BRICS no solo pretenden ofrecer inversiones atractivas. Recuerdo
que, cuando el presidente ruso Dmitri Medvédev, el presidente chino Hu Jintao,
el primer ministro indio Manmohan Singh y yo nos reunimos en Rusia durante la
inauguración de la cumbre de los BRICS en 2009, decidimos partir de una idea
que era poco más que un acrónimo y convertirla en un eficaz motor de
crecimiento económico, geopolítico y estratégico para nuestros países y
nuestros socios regionales. Al mismo tiempo, planteamos un nuevo programa de
desarrollo multilateral y de reforma de la gobernanza mundial.
Los
Gobiernos de los países que componen los BRICS han acometido iniciativas de
integración en África, América Latina y Asia. Han desempeñado un papel clave en
la creación del G-20, el primer foro multilateral de relevancia en otorgar un
peso equitativo a países del hemisferio Sur. También fueron esenciales para la
reforma del viejo orden establecido en Bretton Woods en 1944, cuya incapacidad
para afrontar las realidades de las economías contemporáneas constituía
realmente una barrera para el progreso del conjunto del mundo (basta decir que
en 1944 China avanzaba hacia la guerra civil, India todavía no era un país
independiente y casi todo el continente africano estaba colonizado por
potencias europeas).
En
los últimos años, los partidarios del statu quo internacional se han resistido
con obstinación a cualquier iniciativa conducente a reportar equidad al orden
económico y político mundial. Han intentado descalificar las iniciativas de los
BRICS, aduciendo que la heterogeneidad y artificialidad de esa alianza la hacen
poco creíble y que sus integrantes están demasiado lejanos geográficamente y
que sus intereses nacionales son contrapuestos. Según esos detractores, esta
razón basta para que nada concreto o relevante pueda salir de ese grupo.
Sin
embargo, los asistentes a la cumbre de este año —centrada en el crecimiento, la
inclusión social y la sostenibilidad— acabaron rechazando categóricamente ese
diagnóstico. Demostraron que los países emergentes han dejado atrás su anterior
papel, meramente retributivo, para comenzar a mostrarse más activos en el
escenario internacional. En la cumbre de este año se tomaron decisiones
concretas e innovadoras, que van desde la facilitación del comercio al fomento
de la cooperación frente al cibercrimen. Pero la decisión principal fue la
creación de un banco de desarrollo con un capital inicial de 50.000 millones de
dólares, destinado a financiar proyectos de infraestructuras y a construir
plantas industriales sostenibles, y también el desarrollo de un fondo de
reserva de 100.000 millones de dólares que ayude a los países a sobrellevar
ocasionales crisis de liquidez. Iniciativas como esas consolidan la posición
financiera ya de por sí sólida de los países miembros, posibilitando la
cooperación en varios sectores, entre ellos el energético, el científico y el tecnológico.
La actitud innovadora expresada en la cumbre se extendió a un modelo de
gobernanza democrático que adoptarán dos organismos y en el que los cinco
países miembros tendrán igual peso: sus presidencias serán rotativas y las
decisiones se tomarán por consenso.
Del
mismo modo que Sudáfrica incorporó a líderes de otros países africanos a la
cumbre anual de los BRICS, celebrada en Durban, la presidenta brasileña Dilma
Rousseff, cuya decisión y capacidad negociadora fueron esenciales para lograr
avances este año, invitó a Fortaleza a todos los jefes de Estado africanos,
poniendo de relieve el compromiso estratégico que Brasil tiene con la
integración regional. Además de dirigentes políticos, al acontecimiento
asistieron cientos de figuras de los entornos empresariales, social e
intelectual.
No
me cabe duda de que las decisiones tomadas por los BRICS en Fortaleza, además
de ser bastante beneficiosas para los países miembros y sus socios, tendrán un
impacto positivo en la propia gobernanza mundial. Las decisiones tomadas este
año no son relativas sino creativas, y no van contra ningún grupo, sino que,
mostrándose a favor del crecimiento y el desarrollo mundiales, pretenden
fomentar una comunidad internacional tan incluyente como equilibrada.
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