23 nov 2014

No entiende Ayotzinapa: Maraí Flores

Revista Proceso No.1986, 22 de noviembre de 2014.
No entiende Ayotzinapa Pero entiende que para el Estado la ciudadanía no vale nada
La Redacción
Palabra De Lector
Señor director:
Yo no entiendo Ayotzinapa. No entiendo qué amenaza representaban para el Estado 43 estudiantes normalistas. Tampoco entiendo la amenaza que pudieron haber significado para los narcos en una entidad como Guerrero, donde éstos se encuentran perfectamente establecidos y adueñados de las esferas de poder.
Entiendo que para el Estado su ciudadanía no representa nada. Cuando mucho, una fuerza laboral a su servicio. Como si ser ciudadano fuera equivalente a trabajar en una maquila bajo las órdenes de las cúpulas de poder de la nación.


Desde hace poco más de un año soy parte la de fuerza laboral del país. Soy egresada de una de las instituciones con más renombre de México, universidad privada, hija de una pareja altamente educada y culta, de clase media pero bien acomodada. No soy pobre, nunca lo he sido, nunca he entendido el yugo del hambre. Nunca he tenido que luchar por mi educación, nunca he pasado frío.

Pocas veces he usado transporte público, y muchas de ellas han sido por conveniencia más que por necesidad. He tenido acceso a servicios de salud de manera fácil y efectiva; casi nunca me he topado con las paredes de la burocracia de las instituciones de salud pública.

Ahora se preguntarán: ¿Por qué esta joven nos está enlistando los múltiples privilegios de que ella goza mientras hay 43 desaparecidos que nunca los tuvieron?

Porque, como aclaré al inicio: Yo no entiendo Ayotzinapa.

Pero no entender no me hace ciega ni sorda ni muda. No entender no me quita conciencia sobre la realidad de México. No entender no me ahorra dolor ni indignación sobre lo que pasa todos los días en las calles, sobre los abusos del poder, sobre lo poco que le importa la ciudadanía al gobierno, sobre lo maniatados que nos sentimos todos, sobre los miles de desaparecidos y los recientemente sumados a esas cifras. No entender no debería impedirnos empatizar, iMaraí Flores
ndignarnos, hablar.

Actualmente soy parte del grupo de ciudadanos jóvenes que “puede cambiar al mundo”. El problema de esta frase es que ni yo ni muchos de mis contemporáneos entendemos cómo lograrlo. Insisto, soy una joven educada y culta, he podido viajar y ver cómo se hacen las cosas en otras naciones. Esto no me ha ahorrado sentir vergüenza cuando no puedo explicar por qué no hacemos nada por mejorar al país.

Me gusta pensar que hago mi parte, que mi trabajo es honesto y que pago impuestos. Que no doy mordidas y no he obtenido ningún puesto o recibido alguna conveniencia por métodos corruptos. Que cumplo las leyes y que trato de ayudar a mi compañero ciudadano. Que las comidas que a veces doy a las personas que no tienen que comer ayudan a mitigar el hambre, y que las cobijas que he donado calientan la noche de quienes las reciben. Que las marchas a las que he ido hacen alguna diferencia. Que mi voto fue tomado en cuenta.

Pero, honestamente, el cambio que yo represento para la sociedad es mínimo. Y entiendo la teoría romántica de que con acciones pequeñas lograremos cambios grandes. Pero es muy difícil ser romántico en un estado de guerra, en un estado de hambre, en un estado de olvido. Yo también ya me cansé.

No entiendo Ayotzinapa, espero nunca entenderlo. Me duele Ayotzinapa. Me duele mi país. No sé qué hacer por él, espero algún día saberlo. No estoy contenta, no estoy conforme, no me quedo callada.


Atentamente
Maraí Flores

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