8 ene 2015

Scherer, reportero/José Gil Olmos

El miércoles 7, don Julio dejó de respirar en su casa, acompañado de sus familiares. Sus exequias fueron sencillas, lejos de la estridencia y la presencia del poder. Lo acompañó su familia de sangre y su familia de oficio, los que hacemos Proceso.
Scherer, reportero/José Gil Olmos
Agencia APRO, 7 DE ENERO DE 2015

MÉXICO, D.F. (apro).- La mañana del 3 de abril de 2010, reporteros de la revista Proceso nos reunimos en la redacción. No dejábamos de mirar la portada del semanario y nos reíamos de nosotros mismos cuando ese día vimos con asombro que don Julio Scherer nos había ganado la nota, a sus ochenta y tantos años. “Nos chacaleó”, repetíamos entre risas de vergüenza.
 Pocos minutos después, quizá al mediodía, entró don Julio y nos abalanzamos en la puerta de entrada de la casa que ocupa la revista. Hubo aplausos, abrazos y felicitaciones por la nota que testimoniaba el encuentro con Ismael El Mayo Zambada en algún lugar del vasto territorio nacional.
 “Gracias, gracias”, repetía don Julio con modestia, aunque en la sonrisa se le veía complacido por las felicitaciones de los reporteros que lo rodeábamos. “Soy reportero como ustedes”, dijo en algún momento en el que le reconocimos su trabajo, las dificultades y los peligros que enfrentó para tener dicho encuentro.
 No sé si lo dijo en ese momento o creí escuchar lo que escribió en el testimonial de la reunión con uno de los jefes del cartel de Sinaloa. “Si el Diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos…”.

 Ese era Don Julio Scherer García para los reporteros que estamos en la casa que él fundo. Don Julio, como le decíamos con respeto, siempre fue reportero, siempre buscó la noticia, siempre cuestionó al poder e indagó los acontecimientos diarios… y como tal vivía.
 A Don Julio no le gustaban los homenajes, rehuía a la entrevistas y a los reconocimientos y premios. Cuando llegaba los lunes a la redacción, saludaba a Karina, la recepcionista, con un beso en la mano y le decía: “Buenos días Señora”. Luego, al entrar a la revista, platicaba con Ángel y Damián, los auxiliares de la redacción, sobre como iba su equipo preferido de béisbol, Los Yankes, y de futbol, el Atlante.
 Con nosotros los reporteros era igual, pero casi siempre nos decía: “Cuénteme algo”, con el afán de saber en qué asunto o temas estábamos trabajando. Después compartía alguna experiencia periodística y nos enseñaba cómo enfrentaba al poder en turno.
 El miércoles 7, don Julio dejó de respirar en su casa, acompañado de sus familiares. Sus exequias fueron sencillas, lejos de la estridencia y la presencia del poder. Lo acompañó su familia de sangre y su familia de oficio, los que hacemos Proceso. Hubo poca prensa, y los reporteros y camarógrafos que asistieron para cubrir la nota en el panteón Francés también lo acompañaron a su última morada. Dijimos adiós al reportero mexicano más importante de los últimos años.
 Por la noche los trabajadores de la revista nos reunimos en la redacción de la casa de Fresas 13 para reafirmar nuestro compromiso con un periodismo crítico, independiente del poder y responsable socialmente.
 Y también para recordar al compañero que nunca dejó de escribir hasta sus últimos días, reafirmando el ejercicio del oficio más hermoso del mundo: ser reportero.

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