Nació
en Ciudad Barrios en San Miguel en El Salvador el 15 de agosto de 1917. Fue el segundo de los
8 hermanos de una modesta familia. Su padre, Santos, era empleado de correo y
telegrafista y su madre, Guadalupe de Jesús, se ocupaba de las tareas
domésticas.
Su
ingreso en el seminario menor de San Miguel tiene lugar en 1931. Allí
permaneció durante 6 años hasta que tuvo que interrumpir sus estudios para
ayudar a su familia en unos momentos de dificultad económica. Durante tres
meses trabajó con sus hermanos en las minas de oro de Potosí por 50 centavos al
día.
En
1937 Óscar ingresa al Seminario Mayor de San José de la Montaña en San
Salvador. Siete meses más tarde es enviado a Roma para proseguir sus estudios
de Teología
al
Colegio Pío Latino Americano de Roma (se formó con jesuitas), y
unque
no llegó a licenciarse en Teología, se ordenó sacerdote el 4 de abril de 1942 y
continúa en Roma un tiempo con el fin de iniciar una tesis doctoral que
pretende orientar hacia la mística o la teología ascética, pero la guerra
europea le impide terminar los estudios y se ve obligado a regresar a El
Salvador.
Su
labor como sacerdote comienza en la parroquia de Anamorós, trasladándose poco
después a San Miguel, donde durante 20 años realiza labor pastoral: impulsa
movimientos apostólicos como la Legión de María, los Caballeros de Cristo o los
Cursillos de Cristiandad; desarrolla obras sociales como "Alcohólicos
anónimos" o Cáritas; promueve la construcción de la Catedral de San Miguel
y favorece la devoción a la Virgen de la Paz.
En
esos años, su trabajo es el de un sacerdote dedicado a la oración y la
actividad pastoral, pero todavía sin un compromiso social evidente. Mientras,
el país vive sumido en un caos político: se suceden los golpes de estado en los
que el poder queda casi siempre en manos de los militares.
En 1967 fue
elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador (CEDES),
estableciendo su despacho en el Seminario de San José de la Montaña que,
dirigido por jesuitas, era sede de la CEDES.
Comienza
así una actividad pública más intensa que viene a coincidir con un periodo de
amplio desarrollo de los movimientos populares que se manifestaría de forma
evidente apenas un año más tarde con la primera huelga general obrera.
Tres años
después el papa Pablo VI lo ordenó obispo auxiliar de El Salvador.
Su
nombramiento como obispo auxiliar de Monseñor Luis Chávez y González, en 1970,
no fue bien visto por los sectores más renovadores: Monseñor Chávez y González
y Monseñor Rivera (también obispo auxiliar) estaban impulsando los cambios
pastorales que el Vaticano II y la Conferencia de Medellín de 1968 exigían para
el desarrollo de una nueva forma de entender el papel de la Iglesia Católica en
América Latina y los planteamientos de Monseñor Romero, nombrado además
director del periódico Orientación, eran todavía muy conservadores.
Además,
su labor como rector del Seminario Mayor San José de la Montaña, que desde 1915
había sido dirigido por los jesuitas, resultó un fracaso en la gestión
económica, por lo que el seminario debió ser cerrado.
Nombrado
Obispo de la Diócesis de Santiago de María, se traslada a la misma en diciembre
de 1974. El contexto político se caracteriza sobre todo por una especial
represión contra los campesinos organizados. En junio de 1975 se producen los
hechos de Tres Calles: la Guardia Nacional asesina a 5 campesinos. Monseñor
Romero llega a consolar a los familiares de las víctimas y a celebrar la misa.
No hace una denuncia pública de lo ocurrido, como le habían pedido algunos sectores,
pero sí envía una dura carta al presidente Molina.
El nombramiento
de Monseñor Romero como arzobispo de San Salvador, el 23 de febrero de 1977, es
una sorpresa negativa para el sector renovador, que esperaba el nombramiento de
Monseñor Rivera,
y una alegría para el gobierno y los grupos de poder, que ven en este religioso
de 59 años un posible freno a la actividad de compromiso con los más pobres que
estaba desarrollando la Arquidiócesis.
Sin
embargo, un hecho ocurrido apenas unas semanas más tarde, que se revelará
decisivo en la escalada de violencia sufrida en El Salvador, va a dejar clara
la futura línea de actuación de Romero: el 12 de marzo es asesinado el padre
jesuita Rutilio Grande, hombre progresista que colaboraba en la creación de grupos
campesinos de autoayuda y buen amigo de Monseñor. El recién electo arzobispo
insta al presidente Molina para que investigue las circunstancias de la muerte
y, ante la pasividad del gobierno y el silencio de la prensa a causa de la
censura, amenaza incluso con el cierre de las escuelas y la ausencia de la
Iglesia católica en actos oficiales.
La
postura de Óscar Romero, cada vez más "peligrosamente" comprometida
con el pueblo, comienza a ser conocida y valorada por el contexto
internacional: el 14 de febrero de 1978 es nombrado Doctor Honoris Causa por la
Universidad de Georgetown (EU); en 1979 es nominado al Premio Nobel de la Paz y
en febrero de 1980 es investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de
Lovaina (Bélgica). En ese viaje a Europa visita a Juan Pablo II en el Vaticano
y le transmite su inquietud ante la terrible situación que está viviendo su
país.
En
efecto, en 1980 El Salvador vivía una etapa especialmente violenta en la que
sin duda el gobierno era uno de los máximos responsables. La Iglesia calcula
que, entre enero y marzo de ese año, más de 900 civiles fueron asesinados por
fuerzas de seguridad, unidades armadas o grupos paramilitares bajo control
militar. De todos era sabido que el gobierno actuaba en estrecha relación con
el grupo terrorista ORDEN y los escuadrones de la muerte.
Apenas
llegado de su viaje, el 17 de febrero, el arzobispo Romero envía una carta al
presidente Carter en la que se opone a la ayuda que EU está prestando al
gobierno salvadoreño, una ayuda que hasta el momento sólo ha favorecido el
estado de represión en el que vive el pueblo. La respuesta del presidente
estadounidense se traduce en una petición al Vaticano para que llame al orden
al arzobispo. Sin embargo, en otros países continúa el reconocimiento a la
labor de Romero: por esas mismas fechas, recibe el premio de la Paz de Acción
Ecuménica Sueca.
El
cerco se cierra: a fines de febrero, Héctor Dada, miembro de la Segunda Junta
de Gobierno de El Salvador, informa a
Monseñor de que tiene conocimiento de amenazas de muerte contra su propia
persona y contra el Arzobispo; Romero recibe también un aviso de amenazas de
similar seriedad por parte del Nuncio Apostólico en Costa Rica, Monseñor Lajos
Kada y a comienzos de marzo es volada una cabina de locución de la emisora
YSAX, La Voz Panamericana, que transmitía sus homilías dominicales. Los días 22
y 23 de marzo, las religiosas que atienden el Hospital de la Divina
Providencia, donde vive el Arzobispo, reciben llamadas telefónicas anónimas que
lo amenazan de muerte. Finalmente, el 24 de ese mismo mes, Óscar A. Romero es
asesinado por un francotirador mientras oficia misa en la Capilla de dicho
Hospital.
Los
funerales, celebrados en la Catedral Metropolitana de San Salvador el 30 de
Marzo de 1980, se convirtieron en una batalla campal en la que las fuerzas de
seguridad acometieron contra miles de salvadoreños concentrados en la plaza de
la catedral, entre los que se encontraban miembros del Bloque Popular
Revolucionario. El resultado: más de 40 muertos y doscientos heridos.
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