19 abr 2015

Sobrevivientes perseguidos/

Revista Proceso No 2007, 18 de abril de 2015
Sobrevivientes perseguidos/LAURA CASTELLANOS
APATZINGÁN, MICH.- Miembros de las Fuerzas Rurales sobrevivientes de la matanza del 6 de enero en Apat­zingán, quienes fueron detenidos y posteriormente liberados por órdenes del juez Jorge Wong Aceituno, denuncian que se ha emprendido una campaña de acoso y persecución en su contra.
De los que fueron puestos en libertad, 25 formaban parte del grupo de la Fuerza Rural G-250, creado por Alfredo Castillo, entonces comisionado federal de Seguridad en Michoacán, para capturar en la sierra al líder de Los Caballeros Templarios, Servando Gómez, La Tuta.

Uno de los sobrevivientes de la matanza y exintegrante del G-250 afirma en entrevista que luego de la liberación ordenada por el juez Wong el pasado 14 de enero se desató una “cacería de brujas” contra ellos, pues, dice, “los federales estaban en busca de nosotros, de los sobrevivientes y de los liberados”.
Asegura que policías federales han acudido a viviendas de varios exintegrantes del grupo. Llegan “reventando puertas”, realizan detenciones sin órdenes de aprehensión y decomisan las armas que éstos habían registrado como parte de la Fuerza Rural.

Explica: “En el poblado de Nuevo Centro se llevaron a siete personas y en Acahuato fueron cinco, entre ellos un menor”. Los acusaron de posesión de droga y de portación ilegal de armas, aunque las que tenían estaban registradas.
Asevera que la Policía Federal (PF) les filtró una lista con ocho nombres de integrantes de su grupo contra quienes presuntamente hay órdenes de aprehensión; entre ellos se encuentra su líder, Nicolás Sierra Santana, El Gordo Coruco.

Recuerda que Sierra dirigió el G-250 con el total respaldo de Alfredo Castillo. Sin embargo, tras las matanzas está en la clandestinidad y las fuerzas federales lo buscan en su pueblo, Pinzándaro, y en otros de la región.

El entrevistado dice que él y sus compañeros viven con “zozobra, miedo”, y que a uno de los sobrevivientes de la primera masacre –Juan Carlos Rodríguez, El Oso– lo secuestraron, lo ejecutaron y aventaron su cadáver en las inmediaciones de la avenida Constitución, donde ocurrió la segunda matanza.

El Oso, apunta, apareció en el video de la cámara de vigilancia de la plaza central de Apatzingán. “La cámara lo alcanza a captar cuando se esconde debajo de la banquita. Se alcanza a ver una playera blanca. Es él. Después lo encuentran tirado, muerto por disparo de arma, ¿Quién lo hizo? Hasta ahora no sabemos”.

Afirma que tras la detención de La Tuta ha habido una recomposición de Los Caballeros Templarios en la zona.

–¿Regresaron los templarios? –se le pregunta.

–Sí. Y el modo de las ejecuciones que empleaban es el mismo, a bordo de motocicletas.

A salto de mata

La investigación periodística sobre la matanza del pasado 6 de enero en Apatzingán se hizo en forma accidentada.

La reportera entrevistó a 12 de los 43 liberados. Se trata de cortadores de limón oriundos de los municipios de Apatzingán y Buenavista. Las entrevistas fueron prácticamente clandestinas, en un galerón a pie de carretera. Los jornaleros interrumpían sus testimonios cuando a un compañero suyo, equipado con un radiotransmisor, le advertían que a la zona entraba algún convoy federal.

Según varios entrevistados, tras su excarcelación una fuente de la PF les hizo saber que iban tras ellos para capturarlos de nuevo.

Por esa razón, dicen, cada día deben salir a sus faenas de pizca de limón ocultándose. Y señalan que en sus domicilios tampoco se sienten seguros porque el Ejército realiza rondines para amedrentarlos o intentar detenerlos.

“A los militares alcanzaba uno a verlos caminando inclusive entre las parcelas ¿Cuál era su objetivo? Regularmente un federal nunca camina de noche. Su objetivo era tratar de encontrar a los compañeros, creyendo que estaban resguardados en alguna parcela”, afirma el entrevistado.


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