El candidato y el periodista/Jorge Ramos Ávalos
Reforma, 29 de agosto de 2015
Soy un periodista y mi
trabajo es hacer preguntas. Donald Trump es un candidato a la Presidencia de
Estados Unidos y su trabajo es explicar qué haría si llega a la Casa Blanca. Su
trabajo y el mío chocan.
Todo comenzó cuando Trump
lanzó su candidatura en junio y dijo: "Cuando México envía a su gente, no
envía a los mejores. No envía a gente como ustedes. Están enviando a gente con
muchos problemas y traen esos problemas con ellos. Traen drogas. Traen crimen.
Son violadores. Y algunos, supongo, son buenos".
La realidad es otra. La gran
mayoría de los indocumentados no son criminales. Y todos los estudios -como el
del Immigration Policy Center- concluyen que la tasa de criminalidad entre los
inmigrantes es inferior a la de los nacidos en Estados Unidos. Tampoco había
ninguna evidencia -¡ninguna!- de una conspiración del gobierno de México para
enviar delincuentes al norte.
Lo que decía Trump no era
cierto. Había que enfrentarlo y desmentirlo. Así que le envié una carta de mi
puño y letra, con mi teléfono celular, solicitando una entrevista. Nunca me
contestó. Pero publicó mi carta en la internet. (Exacto, tuve que cambiar mi
celular).
Desde entonces estuve
buscando la manera de hacerle estas preguntas:
1) ¿Cómo piensa deportar a
11 millones de indocumentados? ¿Con el Ejército? ¿Detendría a miles en
estadios? El plan migratorio de Trump incluiría una de las mayores
deportaciones en masa de la historia moderna.
2) Si lograra cambiar la
Constitución para quitarle la ciudadanía a hijos de indocumentados ¿a dónde
deportaría los bebés que no tienen patria ni pasaporte?
3) ¿Para qué construir el
muro más grande del mundo entre dos países -de 1,954 millas de largo- si casi
40 por ciento de los indocumentados vienen en avión con visa temporal y luego se
quedan? Sería un desperdicio de tiempo y dinero.
Con estas preguntas me fui a
Dubuque, Iowa, donde Trump iba a dar un discurso y una conferencia de prensa.
Me acredité, llegué casi dos horas antes a la sala de prensa, entró Trump, dos
reporteros hicieron sus preguntas antes que yo, luego dije que tenía una
pregunta sobre inmigración, nadie se opuso, me levanté, comencé a plantear mi
pregunta y, de pronto, el candidato (visiblemente molesto con lo que oía) trató
de quitarme la palabra y me mandó a sentar.
No me senté y no me callé.
Dije que como periodista, inmigrante y ciudadano estadounidense tenía el
derecho a hacer una pregunta, pero Trump le ordenó a uno de sus guardaespaldas
que me sacara. Nunca, en mis más de 30 años como periodista, me habían
expulsado de una conferencia de prensa. Para mí, eso solo podía pasar en
dictaduras, no en Estados Unidos.
Luego de 10 minutos -y la
presión de los periodistas Tom Llamas de ABC News y Kaise Hunt de MSNBC- Trump
tuvo que rectificar y me permitió regresar a la sala de prensa. Pero lo hice
con una condición: que me dejaran hacer mis preguntas. Y las hice. (Trump, como
siempre, no quiso ser específico en sus respuestas y esa es su principal
debilidad. Aquí está el intercambio: http://bit.ly/1PWzKzc
Me han acusado de ser un
activista. Pero soy, sencillamente, un periodista que hace preguntas. Lo que
pasa es que, como periodista, es necesario tomar partido y asumir un punto de
vista cuando se trata de racismo, discriminación, corrupción, mentiras
públicas, dictaduras y derechos humanos. Y lo que está proponiendo Trump podría
generar múltiples y muy graves violaciones civiles contra millones de personas.
Los mejores ejemplos de
periodismo que conozco -Edward R. Murrow contra el senador Joe McCarthy, Walter
Cronkite denunciando la guerra de Vietnam o el diario The Washington Post
obligando a renunciar a Nixon, entre muchos otros- han ocurrido cuando los
periodistas toman una postura y se enfrentan a los poderosos. "Debemos
tomar partido", decía el premio Nobel de la Paz Elie Wiesel. "La
neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima".
Es muy peligroso cuando un
candidato presidencial habla con tanto odio contra una minoría y contra los más
vulnerables en un país. Eso permite que otros sigan su ejemplo y actúen con
violencia, como el hombre que me encontré fuera de la sala de prensa y me dijo:
"¡Lárgate de mi país, lárgate!". También es el mío, le contesté.
Al final del intenso
intercambio en Iowa, Trump me dijo que hablaríamos. Eso espero. Aún tiene
muchas preguntas que contestar.
Mientras tanto, seguiremos
chocando.
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