25 abr 2016

Tras denunciar el ataque de 'Los Porkys' la vida familiar de Daphne se quebró

Tras denunciar el ataque de 'Los Porkys' la vida familiar de Daphne se quebró
Animal Político (La Vanguardia), 25 de abril de 2016..
Después de que Daphne Fernández y su familia denunciaron a cuatro jóvenes de haberla violado, en Veracruz, su vida cambió por completo: ella decidió salir del país y su padre vive encerrado en su casa, bajo medidas de seguridad autoimpuestas, ante el temor de que atenten contra su vida
Veracruz.- Javier no quita la vista de su monitor. Su mirada recorre una y otra vez las dos imágenes en blanco y negro que aparecen en la pantalla. Busca cualquier persona que se vea sospechosa, algún coche que tal vez un minuto antes no estaba, un objeto raro en la puerta. Las compras muestran el exterior de su casa, el cual no ha pisado en días. “No salgo para nada desde hace dos semanas. Unos amigos me traen comida y agua”, dice.
Su contacto con el exterior es a través del teléfono, pero solo contesta las llamadas de números que conoce. Esta mañana lo utilizó para hablar con su hija Daphne, quien desde otro país y entre lágrimas le dijo que ya no aguanta, que quiere volver a casa, que extraña su vida.
Ella denunció públicamente que fue violada hace un año en Veracruz y, tras ello, ha tenido que salir del país. Él, después de hacer público el caso y denunciar a  cuatro jóvenes de familias acomodadas de ser los responsables –y a las autoridades de encubrirlos–, vive entre el miedo y las amenazas.

La búsqueda de justicia ha transformado sus vidas. “Teníamos una vida normal, de familia… hoy lo que vivimos es un drama infernal”, dice Javier a Animal Político, sin distraer demasiado la mirada de su monitor.
La vida que se fue…
La familia Fernández es de Veracruz.  Javier lleva más de 50 años viviendo en el puerto y sus tres hijas, entre ellas Daphne, nacieron también en ese estado.
Javier ha sido el sustento económico de sus hijas aunque está separado de su esposa. En 2004 decidió dejar de lado varios negocios para especializarse en dar talleres de programación neurolingüística. “Mis negocios estaban bien pero yo quería hacer lo que realmente me gusta: enseñar y viajar”, dice.
Los títulos de las certificaciones que obtuvo en Estados Unidos e Inglaterra cuelgan en el despacho tenuemente iluminado. Tras obtenerlas fundó su empresa y comenzó a impartir cursos  en diversos estados de México, así como en Centro y Sudamérica. “Me la pasaba buena parte del año viajando”, recuerda.
Daphne, de 18 años, terminó en 2015 la preparatoria. Su proyecto de vida apuntaba a la carrera de Administración de empresas con especialidad en Turismo.  “Sus calificaciones siempre han sido buenas”, señala Javier.
Los Fernández también son deportistas. Javier practica desde hace más de 20 años el buceo, mientras que Daphne –como sus hermanas– prefiere la natación. Todas ellas, también, asisten cotidianamente al gimnasio.
Salir a comer, ir al cine o pasear en el boulevard eran las diversiones de la familia. A Daphne, como a la mayoría de las jóvenes de su edad, le gustaba salir con sus amigas, ir a fiestas.
Fue en una de esas salidas, en enero de 2015, cuando la vida de la joven y su familia se transformó. Según la averiguación previa ya consignada ante un juez, cuatro jóvenes obligaron a Daphne a subir a un coche, la llevaron contra su voluntad a un departamento y la violaron.
En mayo de 2015 el padre de Daphne denunció formalmente los hechos ante el Ministerio Público, algo que hacen menos del 10% de las víctimas en el país, según los datos del INEGI. Casi un año después, en marzo de 2016, el caso salió a la luz por una carta pública de Javier Fernández. En ella acusaba a las familias de los implicados de tratar de criminalizarlo a él y a su hija, y a las autoridades de no resolver el caso pese a contar incluso con videos en donde los jóvenes aceptaban la agresión cometida.
El caso se propagó rápidamente en redes sociales con el sobrenombre de “Los Porkys de Costa de Oro” y la historia, antes de abril, llegó a los medios locales y nacionales.
Presente roto
Luego de la agresión que padeció, Daphne intentó mantener un ritmo de vida relativamente normal. Logró terminar la preparatoria,  en familia decidieron que fuera a estudiar su carrera  a la Universidad de las Américas en Puebla. Sin embargo, el daño a su vida ya estaba hecho.
“Ella al principio intentaba ir a lugares públicos pero se topaba con alguien que le recordaba a esas personas. Terminó la prepa y estuvo en Puebla pero colapsaba mucho allá, no tenía a su sicóloga ahí, fue muy difícil… no acabó ni el primer semestre”, relata Javier.
De vuelta en Veracruz, la joven se dedicó a trabajar con su abuela en la administración de un negocio propio, pero la mayor parte del tiempo permanecía encerrada. A su casa la iban a ver sus  amigas. A sus amigos prefería no verlos, pues se sentía incómoda.
La situación empeoró luego de que las amenazas que la familia comenzó a recibir de parte de los agresores, asegura Javier Fernández. “ Hubo muchos ataques financiados por estas familias a través de redes sociales, muchos ataques en contra de ella, de su reputación, cuando ella era la víctima y una menor de edad. Luego vinieron las amenazas, amenazas letales, por muchos medios”.
Javier decidió que su hija saliera del país a principios de abril para vivir con una de sus hermanas en el extranjero. Daphne se comunica telefónicamente con su padre, y pese a los consejos de su familia, ha decidido mantener abierta su cuenta de Facebook.
Para el padre de Daphne, la vida también ha cambiado. El día a día de viajes, impartir talleres y conocer gente, se transformó en no salir ni a la tienda y vivir en el encierro.
“He dado una sola clase en todo el año. Los diplomados que imparto son de ocho horas pero ahora no puedo despegarme tanto tiempo del teléfono, por si algo pasa… he tenido que vender un terreno  y un vehículo para poder continuar”, dice.
El “exilio” de Daphne es a la vez, el encierro de su padre. Javier dice que no puede irse de Veracruz pues tiene que seguir de cerca el proceso, pero reconoce que vive “con miedo”. Las cortinas metálicas de su casa permanecen abajo y solo se abren cuando alguien entra o sale.
Recuerda que hace dos semanas dejaron una maleta afuera de su casa, hecho que el interpretó como una intimidación. Desde ahí colocó dos cámaras de seguridad en el exterior y reforzó lo que el denomina “medidas de prevención”. Su teléfono celular ya casi no lo contesta.
“Para que tú estuvieras aquí pues hubo que pasar unos filtros… la dirección te la di en último momento, ya te había investigado, ya sabía quién eras… solo salgo por cuestiones extraordinarias”, dice al reportero.
–¿Y no ha pensado en dejar todo atrás? ¿Vale la pena todo el sacrificio y batalla legal? –se le pregunta a Fernández.
El padre de Daphne niega que esa sea una posibilidad, pues lo que buscan es justicia.También, dejar un precedente para que pueda haber más denuncias y que las autoridades las traten con justicia. Lo que sí reconoce es que aún tras la violación y todos los ataques, su hija está dispuesta a perdonar
“Nunca vi el perdón como una posibilidad y ella (Daphne)  pone esa variable en esta ecuación que yo no la tenía. En una de las pláticas con las mamás de ellos (los agresores) les dijimos que estábamos trabajando en el perdón pero eso no quiere decir que no se haga justicia. El perdón es un punto para sanar e iniciar de nuevo…”.

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