19 jun 2016

Demanda justicia real para la comunidad gay

Revista Proceso # 2068, 19 de junio de 2016.
 Demanda justicia real para la comunidad gay
PALABRA DE LECTOR
Señor director:
Recientemente el presidente de México, obligado por la presión internacional hacia nuestro país en materia de derechos humanos, evidenciada a partir del caso Ayotzinapa, y por mandato de la Suprema Corte de Justicia ha “concedido” una iniciativa de ley general sobre derechos a la comunidad gay. Soy lega en el tema, pero como víctima considero que el simple otorgamiento formal de estos derechos sin un seguimiento puntual y sin resultados específicos en temas pendientes, como el esclarecimiento de homicidios; sin el apoyo real a las víctimas de la violencia homofóbica; sin programas compensatorios y acciones positivas de gobierno, entre otras medidas no anunciadas, hacen que esta iniciativa sea un limitado acto protocolario, una escenografía carente de contenido humano y de respeto hacia las víctimas cuya palabra en el discurso oficial fue una ausencia notoria.

La palabra víctima incomoda, porque en el actual contexto de los derechos de la comunidad gay hay una contradicción fáctica y evidente: a mayor institucionalización de sus derechos, ¿cómo pueden surgir casos de tanta intolerancia y violencia contra el transexual?
Los datos duros sitúan a la Ciudad de México como una de las más peligrosas de América para la vida de un homosexual o transexual. La pregunta es concreta, pero no hay quien la responda. O la reacción institucional el pasado 17 de mayo fue una respuesta nueva para una vieja pregunta. Hoy, señor presidente, las demandas han cambiado, se han ampliado. La exigencia es mucho mayor. No quiero sólo un acta de identidad de género, quiero ciudadanía plena, integral y sustantiva en un país menos violento pero más justo e igualitario.
 Ante el crecimiento de homicidios de mujeres transexuales en la Ciudad de México y el resto del país, no es hiperbólico decir que la manzana de oro de los derechos humanos instrumentados sólo en lo textual, tiene el peligro de alimentar el gusano de la simulación y de una formalidad vacía. Porque hacer leyes que no se cumplen es cambiar para seguir iguales. Inmovilismo cambiante; simulación evidente y protocolar. Es fomentar un reconocimiento gradual y parcial de los derechos a la comunidad gay como un mero paliativo, un sucedáneo para maquillar y posponer ad infinitum soluciones genuinas y creíbles.
 Y lo que es peor, esta conmiseración presidencial alienta indirectamente la violencia contra esta comunidad por parte de sectores conservadores. Las discusiones poselectorales, particularmente de la Iglesia, sobre el tema del matrimonio igualitario y las declaraciones homofóbicas de funcionarios locales, la ejemplifican, y además son el inicio de una verdadera caja de Pandora. Otra pregunta sin respuesta es: ¿Por qué se condenan los asesinatos de homofobia en el extranjero (bar gay de Orlando) y se guarda silencio en los de casa (bar gay de Jalapa)?
 En sentido opuesto, se requiere crear leyes acompañadas de garantías para su cumplimiento. Hacerlo en la realidad material, cotidiana y cultural con un sentido de compromiso ético y político. Los derechos humanos de la comunidad gay son la frontera que un país democrático debe transitar para hacer posible una cultura de libertades, de tolerancia y de una pluralidad respetuosa. Mientras tanto, las víctimas de la discriminación y la violencia, los activistas de la diversidad asesinados a lo largo del país y los 43 de Ayotzinapa, junto con todas las víctimas de la actual crisis de derechos humanos en México, seguiremos exigiendo auténticos actos de justicia por parte del Estado mexicano.
 Atentamente,
 Victoria Rule

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