19 jun 2016

Discurso del magistrado Edgar Elías Azar, presidente de Conatrib

¡A la Suprema Corte de Justicia se le obedece, sin discusiones y sin regateos!, Edgar Elías Azar.
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La Reforma de Justicia Penal. Un Compromiso de Estado Hecho Realidad
Noche del viernes 17 de junio de 2016-
Magistrado Edgar Elías Azar, Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México y de la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos
Ciudadano Presidente de la República.

Ciudadano Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; ciudadanos representantes del Honorable Congreso de la Unión; ciudadano Jefe de Gobierno de la Ciudad de México; Gobernadores de entidades federativas; ciudadano Secretario de Gobernación; ciudadano Consejero Jurídico de la Presidencia de la República; señora Procuradora General de la República; compañeros Magistrados; Jueces de los tribunales superiores de justicia del país; consejeros.
Señoras y señores:
El término constitucional de ocho años para instrumentar lo necesario, en el afán vigoroso y saludable de recibir este nuevo milenio con un nuevo sistema de justicia, se cumple puntualmente sin desmayos, ni claudicaciones, sin prórrogas, ni interrupciones, ni pausas, ni treguas.

Hemos sido testigos de un trabajo de los mexicanos, para los mexicanos. Todos, en un proyecto de interés y alcance nacional. Todas las entidades federativas, todos los Poderes de la Unión, la sociedad entera, y nunca antes un Presidente de la República se había involucrado tanto y tan profundamente en una reforma de y para la justicia.
Hemos de reconocer que su impulso, señor Presidente, y aliento, fueron definitivos en este procedimiento.
Hoy, aquí, venimos a cerrar una etapa formidable en la historia de nuestro país, sin precedente de esta clase, ni magnitud.
La etapa que venimos a clausurar y declarar concluida se dedicó a la instrumentación de políticas públicas, bases y principios de leyes y desarrollo de los operadores jurídicos en diversos ámbitos de esta reforma, que debemos considerarla de mayor calado y desplazamiento jamás intentada en una materia tan sensible y demandada como lo es una justicia accesible, confiable, expedita, transparente, rápida, honesta y, fundamentalmente, comprensible y cercana a la sociedad.
Fue una etapa colmada de retos. No se trató nunca de remozar resignadamente lo que ya se tenía. No se trató de impulsarlo lo irrealizable, sino de hacer lo posible, que era mucho antes, y que es mucho ahora.
No se trató de simular un cambio para seguir igual. No se trató de trabajos aislados y parcelados que luego, al perder su inercia, se disuelven y desaparecen de nuestros escenarios, como ya ha pasado con otros emprendimientos y otras esperanzas en otros tiempos.
Cambiábamos o nos cambiaban. No era posible seguir bregando con un aparato desgastado y superado por la realidad social. Lo que sirvió, lo hizo en su momento y lugar, no más.
En otros aspectos, ya había patologías severas y rezagos intolerables. Debíamos cambiar. Queríamos cambiar y teníamos que cambiar, y aquí estamos, en el centro mismo del cambio y en franco movimiento.
Este acto, que de alguna manera cierra esa etapa primigenia que será memorable, nos viene a decir muchas cosas; todas buenas, a pesar de algunos escépticos y críticos prematuros. Y, al menos, distingo ahora mismo, tres corolarios para esta larga laboriosa jornada de años de trabajo.
Percibo en este acto solemne, de manera inicial, que estamos ante una realidad tangible y lograda, que estamos ante un testimonio nacional de esfuerzo conjunto y que estamos de cara a una incitación fuerte y persistente para seguir construyendo la justicia mexicana del futuro, y no sólo pensar en el futuro de la justicia.
Hoy, se puede asegurar que somos mejores; mucho mejores que apenas ayer. Contamos con nuevas normas jurídicas que miran hacia adelante y nos atan al pasado, que son motores que impulsan y no cadenas que detienen el progreso.
Hoy, pensamos diferente y anhelamos diferente. Hoy, no está en nuestra voluntad justiciera resolverlo todo por una única vía, que es el encierro, que degrada y pervierte. Hoy, contamos con alternativas de justicia eficaces, retributivas y más acordes al movimiento mexicano a favor de los derechos humanos.
Hoy, sabemos que un juicio tiende a fundar o no la culpabilidad de un procesado, pero que no puede iniciarse sin una acusación sustentada y sin pruebas y evidencias que se resuelven en el contradictorio procesal, brindando igualdad de armas para el litigio a ambas partes.
Hoy, sabemos que nuestros espacios para impartir justicia propician la apertura y la transparencia de lo que en los estrados del Juez se ventila, y procura resolverse conforme a la ley.
Hoy, nuestra realidad es otra; mejor y más anchurosa. Es más clara, es más diáfana; ha sabido abandonar los cuartos y recámaras solitarios, los pasillos del alegato escondido, los mundos de papel donde muchos se perdían, los descuidos de la autoridad de cara al reo y las víctimas, la formación de ideas en torno a los hechos que se juzgan a partir de números y expedientes, y no lo hacíamos de rostros y palabras.
 Por eso, México y su Gobierno merecen un reconocimiento, señor Presidente, que desborde instituciones y salas de decisiones; el logro es de todos y todas, cada cual desde su quehacer y su trinchera.
 Usted, señor Presidente, articuló un nuevo Federalismo activo, basado en la soberanía y colaboración.
 Nuestro reconocimiento de los 32 Tribunales de Justicia, en primer lugar, al ciudadano Secretario de Gobernación, por su labor y política en la implementación de la reforma en el pulcro cuidado que puso usted para que esto funcionara.
 Al ciudadano Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, por su apoyo legislativo y presupuestal en la transformación de un Tribunal que equivale a trece Tribunales de entidades federativas, y que supo responder con puntualidad y sacrificio los altísimos costos de su implementación.
 A la ciudadana Procuradora General de la República, por su quehacer conjunto con los Tribunales Superiores de Justicia. A la Consejería Jurídica del Gobierno Federal, por su comunicación y diálogo permanente en apoyo a Reformas que trascienden ya, hoy mismo, a la Justicia Penal.
 Al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, le agradecemos todo su apoyo institucional en los diversos programas de justicia que encabeza, y todos los Tribunales del país le concedemos la razón al decir que desprestigian al sistema, al criticar sin fundamento a los jueces.
 La Judicatura, que se oiga bien y que se oiga fuerte, y que se oiga claro; tiene que cumplir cabalmente con las orientaciones y contenidos interpretativos que ha marcado el Poder que usted representa, ciudadano Presidente de la Corte, y que no debe de haber marcha atrás, ni un ápice, en el respeto al debido proceso, a la presunción de inocencia y, en general, a todas las orientaciones jurisprudenciales que se emiten.
 A la Suprema Corte de Justicia se le obedece, sin discusiones y sin regateos.
 A usted, señor Presidente de la República, nuestra gratitud y reconocimiento por la expedición de un Código Nacional de Procedimientos Penales que puso a todos en orden, a todos los órganos jurisdiccionales. Por saber articular este Federalismo con mucho liderazgo, basado en la soberanía y colaboración. Por tender puentes con la justicia local, cuando siempre, señor, hubo cercas y bardas que nos dividía y, en fin; por ser el líder de un trabajo inteligente.
 Este acto es una clara y fuerte incitación a continuar lo ya alcanzado; a sumarnos, a no rendir armas ni pertrechos, porque apenas empezamos ahora una nueva etapa de crecimiento, de desarrollo y consolidación del Sistema de Justicia.
 Le pedimos, señor Presidente, que continuemos todos unidos para consolidar este nuevo Sistema, que continúen los esfuerzos para ingresar a la oralidad en otras áreas, como es la justicia familiar, tan urgida de atención y recursos.
 Estoy seguro de que habremos de pasar las pruebas. Estoy seguro de que vamos a poder transitar los nuevos caminos y abrir las nuevas brechas. Y estoy seguro, también, sin duda, que habremos de salir adelante, porque eso es México.
 México es lucha. México es supervivencia y prevalencia. México, hoy, somos ejemplo, meta y ruta. México es corazón e inteligencia y pasión. México son ideas y, como ahora, son hechos contundentes, también.
 México es la suma de nuestras voluntades por luchar y salir adelante, y que se entienda que México somos todos.
 Gracias, señores

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