3 oct 2016

El ataque en Sinaloa en columnas

Las columnas políticas hoy, a 3 de octubre de 2016...
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FRENTES POLÍTICOS/Excelsior
III.Intolerable. Salvador Cienfuegos Zepeda, secretario de la Defensa Nacional, rindió honores a los soldados caídos en la lucha contra el narcotráfico y aseguró que el Ejército no descansará hasta que los responsables de la muerte de cinco militares en Culiacán, Sinaloa, el pasado viernes, sean juzgados por sus delitos. Murieron emboscados cuando trasladaban a un delincuente herido —presunto primo de Joaquín El Chapo Guzmán— a un hospital. Que las organizaciones criminales sepan que vamos con todo, con la ley en la mano y la fuerza que sea necesaria, dijo. La afrenta es tan grande que se llegará hasta las últimas consecuencias. A los delincuentes que cometieron este crimen les esperan días difíciles.
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Alhajero/Martha Anaya
Nadie les hizo el paro a los soldados
Al amanecer del viernes pasado –al ver revolotear peritos, policías y soldados ante la escena de guerra que dejó cinco soldados muertos, diez heridos; dos hummer incendiados, un paramédico lesionado y la ambulancia de la Cruza Roja robada con todo y el herido trasladado a bordo– un albañil se lamentó con crudeza:
 “Ya para qué… Ahorita ve todo el desmadre de policías, patrullas y Ejército, pero en la noche ni un cabrón hubo para hacerles el paro a los vatos“.
No era el único en pensar así en aquella vecindad de la entrada norte de Culiacán donde fueron emboscados los militares a las 3:25 de la madrugada y la refriega duró alrededor de 40 minutos. El diario Noroeste recoge algunas de esas historias: 
“Las sirenas tardaron mucho en llegar después de que se dejaron de escuchar los balazos, yo creo que llegaron como a las cinco, o a lo mejor menos, pero sí tardaron mucho.
 “Se me hizo eterno, pensé que se calmaba, pero continuaba. A veces se calmaba, pero de nuevo tiraban balazos, gritaban y gritaban. Se burlaban (de los militares), todo el tiempo se burlaban…
 “Leí en Internet que quedaron vivos algunos. De tanto balazo que escuché siento que Dios los protegió…, porque fue demasiado”.
Valgan estos apuntes para ilustrar algo que acontece con frecuencia: La parálisis de las fuerzas del orden –a todas las corporaciones les queda el saco– cuando hay una situación de peligro.
Por ejemplo, cuando secuestraron a los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, la noche del 15 de junio en el restorán La Leche de Puerto Vallarta, el fiscal de Jalisco, Eduardo Almaguer, se topó a su arribo al lugar de los hechos (más de cinco horas después del suceso) con que ninguna fuerza municipal o estatal había movido un dedo para investigar lo sucedido.
Nadie había solicitado al dueño o al encargado del lugar las cámaras de vigilancia, nadie había llamado a declarar a uno solo de lo de los meseros, nadie había revisado el espacio ni había solicitado se revisaran las cámaras dispuestas a lo largo de la avenida principal del puerto, donde se halla el restorán en cuestión.
En fin, nada de nada. Y no sólo eso. Aunque varios elementos de las corporaciones sabían bien lo que había ocurrido, ninguno ofrecía a las autoridades de la fiscalía dato alguno sobre lo ocurrido aquella noche. Solamente miraban y escuchaban a su vez lo que iban recogiendo los recién llegados.
Nadie se comprometía. No fuera a ser…
Bueno, si eso sucede cuando ya pasó, digamos, el peligro inminente; peor es cuando los enfrentamientos están en transcurso.
¿Algo de eso ocurrió con los militares emboscados en Culiacán?
Para el periodista de Río Doce, Andrés Villarreal, hay una guerra abierta en Badiraguato entre los grupos de Aureliano Guzmán (hermano del Chapo) y los Beltrán Leyva.
 Y frente a este enfrentamiento criminal, apunta el articulista, los gobiernos federal y estatal son meros espectadores.
 “Ocasionalmente, el Ejército y las policías incursionan en la sierra, recorren algunos caminos, sobrevuelan otras áreas, pero sin ninguna intención de intervenir. En este caso la política de seguridad oficial es no meterse, dejarlos que se maten, y el daño colateral de comunidades desplazadas, atribuirlo a la guerra de familias”.
 QUE LOS DEJEN HACER SU TRABAJO.- Llegó a tal punto su rabia y su impotencia, que voces de militares se levantan señalando que no quieren homenajes, ni que el secretario de la Defensa les coloque la bandera sobre su ataúd.
 Lo importante, declaran, es que los dejen hacer su trabajo contra la delincuencia y dejen de estarlos limitando. Cuentan que en ocasiones tienen información de hechos delictivos que se están suscitando y sus mandos les piden que no intervengan.
 Y, por supuesto, exigen que les otorguen el marco judicial que requieren y demandan a la Comisión Nacional de Derechos Humanos que dejen de limitarlos.
 GEMAS: Obsequio del general Salvador Cienfuegos: “De manera cobarde y ventajosa, nuestros soldados fueron emboscados por otro grupo no contabilizado de enfermos, insanos, bestias criminales con armas de alto calibre, incendiando dos vehículos militares.
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Columna Serpientes y Escaleras/Salvador García Soto
SINALOA: LA GUERRA QUE VIENE
El Universal
La respuesta del Ejército al ataque en que murieron 6 de sus integrantes emboscados por sicarios del Cártel del Pacífico será “una cacería con todo” y por todo el estado de Sinaloa. La orden del general secretario, Salvador Cienfuegos, el sábado pasado en Culiacán, a donde acudió a homenajear a los soldados muertos y a los heridos tras el ataque con armas de grueso calibre, significa en los hechos una declaración de guerra en contra del grupo del narcotráfico más fuerte del país, luego de confirmarse que la emboscada en la que los soldados fueron masacrados, fue para rescatar a Aureliano Guzmán Loera, hermano de Joaquín El Chapo Guzmán”, a quien trasladaban los militares con el nombre de Julio Óscar Ortiz El Kevin.
 La ira de los militares tras el artero ataque con lanzagranadas y Barret Calibre 50, tiene que ver no sólo con que la emboscada fue ordenada y planeada por altos mandos del Cártel del Pacífico, sino también con que los sicarios que la ejecutaron —cuyo número se desconoce pero superaban hasta 3 a 1 a los soldados— son en su mayoría ex soldados y marinos desertores, junto con ex miembros de la Policía Federal y la Judicial de Sinaloa. Todos bajo las órdenes de Dámaso López Serrano, alías El Mini Lic. y se hacen llamar Fuerzas Especiales de Dámaso, según reportes de inteligencia. La idea de militares masacrando a militares causó ira en la Defensa y el secretario.
 Desde el fin de semana equipos de inteligencia del Ejército y la Marina peinan los municipios de Sinaloa en busca de los agresores. Soldados —uniformados y vestidos de civil— buscan con la instrucción de atrapar “a toda costa” y “con todos los métodos posibles” a quienes masacraron a su “hermanos de armas”. Es el mensaje que mandó el general Cienfuegos, en el homenaje a los emboscados, al llamar “enfermos, insanos, bestias criminales con armas de grueso calibre” a los asesinos.
 Y es que, aunque la versión de que los hijos del Chapo Guzmán participaron en el ataque resultó falsa, lo que sí confirmó inteligencia militar es que el rescatado Aureliano Guzmán Loera, junto con Alfredo e Iván, los hijos de Joaquín Guzmán, son los principales líderes que controlan el Cártel del Pacífico, y encargados del trasiego de droga del Triángulo Dorado a Estados Unidos. Eso explica el enorme despliegue de fuerza y armamento que masacró a los militares: el rescate de uno de los líderes de la organización.
 Así que Culiacán y buena parte de Sinaloa se convertirán en zona de guerra. Operativos conjuntos de la Marina y el Ejército en las calles de las principales ciudades y en comunidades rurales van a “cazar” a las “bestias”, de las que habló el general. Los militares están heridos. Y lo que viene es la guerra.
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“Enfermos, insanos, bestias”/ Jorge Fernández Menendez.
Excelsior
En Sinaloa hay una guerra entre fuerzas de El Chapo y sus sucesores y los Beltrán Leyva.
Para mi hija Valeria, éxito, la suerte es intangible, en este nuevo inicio
El ataque al convoy militar que dejó cinco militares muertos y diez heridos el viernes en Culiacán, debería alejarse de cualquier lectura simplista. En todo caso, nada más contundente que lo dicho el sábado por el general Salvador Cienfuegos. Los atacantes, dijo, son “seres sin conciencia, que basan sus acciones en atemorizar a la gente de bien, que lucran envenenando con drogas a nuestros jóvenes y a nuestros niños”.
 Casi inmediatamente después del ataque se dijo que los responsables del mismo eran los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, los mismos que fueron secuestrados semanas atrás en Puerto Vallarta por integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). La declaración se basó en la presunción de que el criminal que fue rescatado en medio de ese brutal ataque era uno de los familiares cercanos a El Chapo Guzmán y había sido herido en la tierra del capo: Badiraguato. Por supuesto, los hijos de Guzmán Loera son capaces, por formación y temperamento, de realizar todo tipo de acciones criminales.
 Pero la primera pregunta es si son operativamente capaces los hijos de El Chapo de una acción de estas características. Si nos basamos en lo que vimos en el restaurante La Leche en Puerto Vallarta, son por lo menos descuidados en temas operativos y de seguridad: sería inconcebible que El Chapo, El Mayo Zambada o Dámaso López hubieran sido secuestrados de esa manera y sin ningún cordón de seguridad que los protegiera. ¿Pueden los hijos de El Chapo movilizar en pocas horas a 60 sicarios con armas tan poderosas, tener la información del recorrido del traslado del herido y montar una emboscada de esas características? La verdad es que no pudieron hacerlo (eso de que “no quisieron”, como dijo el abogado de Guzmán Loera, no es verosímil) incluso cuando su padre fue detenido.
 El segundo punto es que toda Sinaloa está en guerra hoy entre fuerzas de El Chapo y sus sucesores y los Beltrán Leyva, con el componente del Cártel Jalisco Nueva Generación convertido en la organización criminal más poderosa del país y en plena expansión. No sabemos a qué acuerdos llegaron los grupos de Sinaloa con sus antiguos aliados, hoy rivales, del CJNG, que encabeza Nemesio Oseguera, El Mencho, luego del secuestro de los hijos de Guzmán Loera, pero sin duda después de ese secuestro el que quedó fortalecido, aún más, fue el CJNG.
 La acción de Culiacán tiene mucha similitud con las que ejecuta el CJNG: una intervención masiva de sicarios, con fuerte armamento y un espíritu “talibán”, como le cantan al propio Mencho en uno de los corridos que le han compuesto para halagarlo. Para el CJNG, la política se hace por medio de la violencia y la intimidación. Recordemos un dato que se ha perdido. Cuando se dieron los hechos de Tanhuato, tan mal llevados por las organizaciones de derechos humanos y la justicia, uno de los datos importantes que fueron ignorados es que en ese rancho, que servía de plaza de entrenamiento de sicarios, uno de los jefes, quien escapó de aquel enfrentamiento, era un personaje apodado El paquistaní y, según alguno de los detenidos, era un hombre de ese origen, que estaba dando entrenamiento con técnicas de los talibanes a los sicarios del cártel.
 Los del CJNG hasta ahora son los que con más saña y regularidad han realizado emboscadas de este tipo, recordemos los hechos en los que derribaron en Guadalajara un helicóptero de la Defensa Nacional o las emboscadas contra policías federales y locales en Ocotlán, en zonas de Jalisco y en Apatzingán. Tengan relación o no con el CJNG, lo cierto es que se han generalizado también las emboscadas contra militares en algunas zonas de Tamaulipas, al tiempo que El Mencho y el CJNG han desatado la violencia en Guanajuato y Michoacán.
 ¿Están aliados los Beltrán o sus descendientes con el CJNG para tomar Sinaloa y recuperar Juárez y la frontera tamaulipeca? Es una posibilidad. Lo cierto es que el CJNG quiere ser hegemónico y lo busca por los acuerdos o la fuerza y algo tiene que haber cambiado en la correlación de fuerzas entre los grupos criminales luego del secuestro de los hijos de El Chapo. Además, el único grupo que habíamos visto realizar este tipo de emboscada en plena ciudad era al CJNG.
 El ataque a las fuerzas militares debe ser investigado y castigado, pero, por sobre todas las cosas, se debe saber el porqué y el cómo, incluyendo las razones de haber hecho una exhibición de fuerza, una verdadera provocación, tan importante para rescatar (¿o para llevarse?) a un narcotraficante herido. Y, por ende, se debe saber quién era realmente ese hombre.
 En todo caso, hay que quedarse con lo dicho por el general Salvador Cienfuegos: “Sepan que vamos con todo, con la ley en la mano y la fuerza que sea necesaria. Nadie por encima de la ley. Que la fuerza que apliquen tendrá la respuesta que corresponda por parte de la autoridad”.

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