8 abr 2017

¿Puede el mundo ayudar a que Venezuela revierta su trágica caída libre?

¿Puede el mundo ayudar a que Venezuela revierta su trágica caída libre?/
Abraham F. Lowenthal, profesor emérito en la Universidad del Sur de California, fue el director fundador de la organización Inter-American Dialogue y del Programa de América Latina del Wilson Center; además, es coeditor, junto con Sergio Bitar, de Democratic Transitions: Conversations With World Leaders.

La semana pasada, con la decisión del Tribunal Supremo de Venezuela de usurpar las funciones de la Asamblea Nacional elegida democráticamente, Venezuela tomó otro giro negativo, aunque la sentencia haya sido parcialmente rescindida unos días más tarde.
Esta decisión fue solo el ejemplo más reciente de que el gobierno venezolano está atacando a la oposición y la disidencia. Ha encarcelado a algunos líderes políticos opositores e intimidado a otros; impidió el referendo revocatorio constitucional; pospuso indefinidamente las elecciones municipales y gubernativas, y anuló sistemáticamente la separación de poderes… todo mientras el deterioro económico y social del país se agrava cada día. El ataque del gobierno a la Asamblea Nacional podría ayudar a que la oposición promueva la protesta popular, pero es difícil saber cuánto tiempo durará y cuánto puede lograr.
En este momento, es urgente que los venezolanos consideren si la influencia externa podría ayudar a revertir la caída libre del país, y de qué manera lo haría. La participación internacional a veces puede facilitar la resolución pacífica de conflictos nacionales aparentemente incorregibles, pero esto requiere una estrategia clara y un esfuerzo continuo.

Manifestantes en medio de un ataque con gas lacrimógeno durante una protesta contra el gobierno en Caracas, el jueves 6 de abril. Credit Cristian Hernandez/EPA
La democracia no es un bien que pueda exportarse, debe hacerse crecer local y nacionalmente. Sin embargo, los líderes nacionales legítimos y de confianza pueden importar el apoyo y la experiencia internacionales para alcanzar la democratización. Esto sucedió con la campaña antiapartheid en Sudáfrica y con el apoyo internacional a la democracia en Chile, Polonia, España, Indonesia y Filipinas.
Algunos de los venezolanos que están buscando ayuda extranjera suelen esperar demasiado y demasiado pronto. Un grupo ha estado presionando a Estados Unidos para que imponga sanciones para obligar a Caracas a ceder, pero funcionarios estadounidenses experimentados han enfatizado los riesgos y la probabilidad de que el intervencionismo sea contraproducente.
Es urgente que los venezolanos consideren si la influencia externa podría ayudar a revertir la caída libre del país, y de qué manera lo haría.
Otros han respaldado las iniciativas del secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, de suspender a Venezuela del grupo por un desacato a las normas democráticas. Los sucesos más recientes han incrementado considerablemente la preocupación en torno a Venezuela en todo el continente americano, pero puede que no se reúnan los dos tercios de votos necesarios para la suspensión. Aunque Venezuela fuera expulsado, no habría un impacto concreto más allá de aumentar el sufrimiento de la población venezolana, y podría empeorar las cosas al aplastar la disidencia dentro del régimen y aislar aún más a Venezuela de la influencia internacional.
Las expectativas irreales de la oposición acerca del papel de un grupo de presidentes designados por la Unión de Naciones Sudamericanas y por el Vaticano contribuyeron a la decisión de interrumpir el “diálogo” impulsado a finales de 2016. La Mesa de la Unidad Democrática, coalición de los partidos de oposición venezolanos, trató de aprovechar el diálogo para obtener concesiones del gobierno que no pudo lograr por sí misma, perdió la confianza en los facilitadores internacionales cuando no produjeron resultados rápidamente y no pudo mantener protestas populares importantes.
El gobierno, por su parte, utilizó el diálogo principalmente para frenar las ganancias electorales de la oposición. Ninguna de las partes parecía dispuesta a explorar intereses compartidos, identificar qué conflictos podrían resolverse o considerar los compromisos que podrían abrir el camino a posibles soluciones. Los acuerdos de transición en otros países han involucrado concesiones y acuerdos negociados en cuanto a las disposiciones constitucionales, los arreglos gubernamentales provisorios, el papel de las fuerzas armadas, las amnistías, la justicia de transición y, a veces, incluso el reparto del poder.
Estados Unidos, Colombia, Cuba y otros países del Caribe quieren estabilizar las exportaciones de petróleo de Venezuela y evitar el aumento de la violencia, una ruptura del orden constitucional y más oleadas de refugiados. China también quiere estabilidad para asegurarse de que Venezuela pague los cuantiosos préstamos que le ha otorgado. Muchos en América y otros lugares tratan de evitar la violencia y la precariedad masiva. Algunos se preocupan profundamente por la protección de los derechos humanos básicos, entre ellos la gobernabilidad democrática, pero intentan evitar un intervencionismo contundente que podría provocar problemas más profundos y resentimientos duraderos.
La medida indispensable para conseguir una participación internacional constructiva es que los líderes de la oposición fortalezcan su causa internamente. Para lograrlo, es necesario concebir una visión atractiva del futuro de Venezuela, como lo hicieron de forma convincente la oposición al general Augusto Pinochet en Chile, y Nelson Mandela y el Congreso de la Nación Africana en Sudáfrica. Las fuerzas de oposición deben hacer más que denunciar al gobierno actual. Deben superar rivalidades personales y formar una coalición unificada, no solo para ganar poder, sino para gobernar. También deben mantener el apoyo popular y un enfoque preciso para preservar la constitución.
Las fuerzas de oposición deben hacer más que denunciar al gobierno actual. Deben superar rivalidades personales y formar una coalición unificada, no solo para ganar poder, sino para gobernar.
Al mismo tiempo, deben idear acercamientos que le ofrezcan una vía de escape al régimen. Esto puede requerir la promesa de que no habrá represalias aun cuando se reconozca y proteja a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos. Deben preparar planes para restaurar el orden público mientras garantizan el control civil democrático de las fuerzas de seguridad. Además, deben presentar propuestas creíbles para restablecer el crecimiento económico mediante la participación de inversionistas nacionales y extranjeros mientras atienden las necesidades de los pobres.
En todos estos ámbitos, la comunidad internacional puede ofrecer aportes: puede abrir un espacio para el reconocimiento mutuo y la intercambio de ideas; facilitar acceso a expertos en asuntos clave; hacer presión y ofrecer incentivos a los participantes; brindar formación y asistencia técnica a los grupos políticos, a las organizaciones de la sociedad civil y a las fuerzas de seguridad, y ayudar a resolver materialmente la crisis humanitaria.
El fin del autoritarismo venezolano no ocurrirá hasta que al menos un sector importante dentro del gobierno perciba que se requiere un cambio. La amonestación de la fiscal general contra la acción del Tribunal Supremo, la cual ocasionó el retroceso parcial de la corte, indica que ya hay divisiones dentro del régimen chavista. Los que están abiertos al cambio necesitan estar seguros de que esto no implicará graves riesgos para el país ni para quienes han actuado conforme a la ley.
Una transición de la actual crisis de Venezuela a un futuro mejor puede estar más cerca que en los últimos meses, aunque puede que todavía no esté muy cerca. Mientras tanto, podría ser útil una mayor atención al desarrollo y la coordinación de estrategias para una transición no violenta.

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