11 mar 2023

Carmen Boullosa: “Empecé sin entender la complejidad de ser escritora”

Carmen Boullosa: “Empecé sin entender la complejidad de ser escritora”

La novelista hoy recibe el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2023 que entrega la Filey.

El Universal, 11/03/2023;

La vida y la literatura están íntimamente ligadas en la obra de Carmen Boullosa, la poeta, novelista, dramaturga y ensayista que hoy se convertirá en la cuarta mujer en recibir el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2023, durante la inauguración de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (Filey), que se realizará desde hoy y hasta el 19 de marzo en el Centro de Convenciones de Mérida, institución de la Universidad Autónoma de Yucatán, que junto UC-Mexicanistas, otorgan este galardón a escritores mexicanos por el conjunto de su obra.

En el caso de Boullosa, sus obras son espejo de su vida, tiempo, pasiones, deseos, de su maternidad, su irritación ante la violencia y la inequidad que sufren las mujeres, de su dolor ante los problemas del mundo y la lucha consigo misma ante el desafío que le impone, desde hace tres años, la escritura de su nueva novela.

La escritora nacida en la Ciudad de México, en 1954, autora de La salvaja, Las palabras hablan, El libro de "Ana y El libro de Eva", entre otras obras, repasa su proceso creativo construido a lo largo de cinco décadas —acaba de hallar un poema que escribió en 1972, aunque su primer libro es de 1978— y se reconoce ante esta nueva novela titulada "El bosque de un solo árbol", siendo la misma jovencita de los años 70, deseosa y anhelante por leer todo y comerse al mundo.

“La verdad, qué suerte tuve de creerme escritora porque empecé sin entender lo que era el complejo oficio de un escritor. Me gustaba mucho leer, mi papá era muy lector, pero entre lo que yo hacía y lo que era un libro había un espacio muy grande... No tenía yo una ambición profesional, era un deseo. Ahora, a la distancia, digo que fue mi tabla de salvación, pero entonces no era que lo sintiera; era un ansia y una necesidad, y esa ansia la conozco muy bien porque todavía la sufro o la siento o la gozo, a veces no la gozo nada, a veces no responde a un gozo sino a una molestia verdadera, a una irritación”, explica.

Boullosa, la escritora que se ha retado ante todos los géneros literarios y que escribe desde la fuerza, pero nunca de la madurez —se niega a asumir esa palabra— más bien, dice, lo hace desde su permanente inestabilidad, hoy está inmersa en su nueva novela, para la cual espera tener “la fibra” que le permita terminar, “porque siempre escribo cada novela y cada texto con esta zozobra”

“Yo sé que tengo una especie de inestabilidad de mi mano, una inestabilidad perpetua, y esa inestabilidad es esta exploración continua, entonces no tengo la palabra madurez, y en esa especie de vértigo, casi diría yo adolescente de mi escritura, me quedé varada. Y es mi fuerza y es mi tormento y es también mi debilidad. No tengo sentido común y no tengo madurez, creo que la madurez es algo que enseña el sentido común, yo no tengo eso, tengo otra cosa. En realidad, aunque tenga la piel alerta de lo que está a mi alrededor, mis ojos voltean para adentro, y a lo mejor algún día maduro y a lo mejor mis ojos voltean para afuera, y todo será distinto”, apunta.

Sin embargo, asegura que, por el momento, a sus 68 años, es esta escritora. “Soy una mujer vieja que en realidad sigo siendo una chamaca. Hay una chamaca en mí, una chamaca rebelde, una chamaca inestable, una chamaca indomable, y me cuesta mucho trabajo vivir con ella porque yo soy también una mujer de 68 años, quisiera tener mi espacio regulado y ordenado alrededor mío, y mi página y mis libretas, pero en realidad yo me comí una chamaca que no me deja en paz, no la he digerido y eso es todo el tiempo, es una especie de caos adolescente que es mi fuerza y mi perdición también”, apunta.

Exploradora de los límites

Y es la esa Carmen Boullosa la que hoy recibe el galardón que le concedió por unanimidad el Jurado, por una “trayectoria consistente” en la que “explora los límites de los distintos géneros y aborda preocupaciones constantes de la historia de la literatura. Su obra es un compendio de formas y mitos, cuyos sus personajes y estructuras desafían las normas y fronteras establecidas por un orden patriarcal. Su creación literaria se fundamenta en una investigación histórica rigurosa y plantea problemas que la historiografía no se atreve a resolver. Su poesía y narrativa, diversa y arriesgada, abarca distintos registros en una continua reinvención del canon”.

Pero Boullosa acepta que sí ha cambiado mucho, “mi actitud incluso hacia lo que es un texto ha cambiado mucho”. Dice que en los 70, cuando empezó, no sabía qué palabra escoger, que no tenía más ambición que ser. Sin embargo, sí tenía todo el sentido como lectora, allí entendía la concatenación tan estrecha entre la vida privada, la colectiva y la que le legaron sus antepasados, privados y públicos. Su madre, que murió tan joven cuando apenas tenía 36 años, o su abuela, que fue tan importante para ella y que murió a los 90 años; sus hijos María y Juan Aura, que le vinieron a cambiar la vida.

“Es algo para mí tan increíble y a lo que está tan ligada la literatura, entonces es mi capricho egoísta escribir y es mi manera de ser cómplice del mundo, de las obsesiones del mundo, de nuestras necesidades colectivas, de nuestras furias colectivas y de las mías privadas. Al escribir, la tela de la escritura, que no sólo son las palabras, sino los ritmos, las atmósferas, yo jalo esa tela cuando tengo mi frío del mundo, o me la quito un poquito porque tengo mi calor y me doy cuenta que esa tela con la que estoy cubriéndome es una tela nuestra y es algo increíble y a veces un poco doloroso, porque no siempre quiero estar en nuestro mundo que es bastante difícil, triste, violento, exasperante. Pero eso también es mi dicha y mi placer egoísta”, afirma.

Ante esa “duplicidad del oficio de escritor”, la reconocida autora dice que su conciencia ha ido creciendo, igual que su júbilo, placer y sentido de responsabilidad de cada palabra, “soy parte de un coro: cuando estoy siendo más en mí, cuando estoy más enmimismada, más abstraída, soy parte de un coro y ese conocimiento posiblemente se lo debo a mi edad, o a mi tercera edad, o cuarta ya no sé en qué edad voy”.

Y desde esa concepción escribe su nueva novela que, dice, “va fatal”. No la ha podido acabar. Siempre trabaja con pequeños trazos o mapas que va siguiendo o destruye, pero ya lleva tres años: “Aun no sé si donde estoy ahora la novela va a perserverar o no, creo que tengo el título: El bosque de un solo árbol. Hay bosques de un solo árbol y éste lo es”.

Esta novela es la historia de una familia, “contada como la historia de esa familia y contada como una novela”, que “casualmente esa familia es la mía”, pero no es una generación atrás, ni dos ni tres, sino ocho generaciones atrás, que vienen de muchos lugares, “los he estudiado a ellos y no sé en realidad cómo va a ser, y no lo voy a saber hasta que esté, si es que un día está. Quién sabe. Tengo invadidas mis paredes, porque no caben en mis libretas, ya voy libreta 23, ya no me caben, pero casi todos son pegotes puestos, partes escritas, no lo sé. No sé si también responda a una especie de ambiente de desconfianza que impera en el mundo y en mi escritura”, agrega.

Mientras la novela se despliega y avanza en su casa de Nueva York, desde donde ocurre la entrevista un día antes de que viaje a Mérida, Boullosa cuenta que en su discurso de recepción va a recontar una fábula de la invención de la pintura, según Plinio; ella va a darle una relectura. “Y la enlazo con mi conferencia en el encuentro académico en IC- Mexicanistas, al que convocó Sara Poot con el tema ‘De que las hay, las hay’, y además las hubo, lo voy a enlazar con algunas escritoras, unas muy conocidas, personajes de pinturas y pintoras ellas mismas”.

 Boullosa también ha desarrollado una carrera como conferencista de Macaulay Honors College (CUNY), faceta que también la nutre y le da energía. “Cada curso es como ir haciendo la construcción de un posible ensayo que nunca termino. Ese ejercicio me ha enriquecido muchísimo porque tengo que verbalizar, apuntalar, indagar, leer continuamente, buscar sobre el mismo texto sin entrar a la jerga académica, la desconozco. Trabajo desde mi mundo de escritora”.


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