El pasado 23 de abril fue galardonado por el Premio Cervantes de Litertura el poeta agentino Juan Gelman.
El premio lo recibió de manos del Rey de España en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.
El premio se entrega año con año desde 1976, el primero en recibirlo fue Jorge Guillén, como simbolo de los poetas de la generación del 27.
Después, los nombres de los treinta y tres autores premiados, diecisiete españoles y dieciséis iberoamericanos, dan una muestra de la importancia que tiene este galardón.
El premio lo recibió de manos del Rey de España en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.
El premio se entrega año con año desde 1976, el primero en recibirlo fue Jorge Guillén, como simbolo de los poetas de la generación del 27.
Después, los nombres de los treinta y tres autores premiados, diecisiete españoles y dieciséis iberoamericanos, dan una muestra de la importancia que tiene este galardón.
El Cervantes ha sido recibido por tres mexicanos, a saber: Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes (1987) y Sergio Pitol (2005); y a otros tantos cubanos, Alejo Carpentier (1977), Dulce María Loynaz (1992) y Guillermo Cabrera Infante (1997), así como a dos chilenos, Jorge Edwards (1999) y Gonzalo Rojas (2003).
También han sido galardonados el uruguayo Juan Carlos Onetti (1980), el paraguayo Augusto Roa Bastos (1989), el peruano Mario Vargas Llosa (1994), y el colombiano Álvaro Mutis (2001).
Todos los demás -tras Jorge Guillén- son españoles: Dámaso Alonso (1978), Luis Rosales (1982), Rafael Alberti (1983), Gonzalo Torrente Ballester (1985), María Zambrano (1988) y Antonio Buero Vallejo (1986); Francisco Ayala (1991), Miguel Delibes (1993), Camilo José Cela (1995), José García Nieto (1996), José Hierro (1998), Francisco Umbral (2000), José Giménez Lozano (2002), Rafael Sánchez Ferlosio (2004) y Antonio Gamoneda (2006); y un argentino-mexicano Juan Gelmán (2007).
La cultura es un circo.
Durante su estancia en España el poeta Gelmán fue al circo con toda su familia incluyendo sus nietos. En una comida le comentó al Rey: -"¿Sabe, Majestad?, el Circo Price nació donde ahora está el Ministerio de Cultura, así que a lo mejor por eso a veces se dice que la cultura es un circo".
El Rey rió de buena gana, y en su carcajada le acompañó el poeta.(El País, 30/04/2008)-
Los 33 premiados y el año que lo fueron:
Los 33 premiados y el año que lo fueron:
Juan Gelman, el poeta; semblanza (tomada de El País):
Nació en Buenos Aires en 1930 en el seno de una familia de inmigrantes judíos ucranianos que tuvo que huir hacia la capital argentina cuando los crímenes de Stalin empezaron a ser insoportables.
La política lleva presente en su vida desde la infancia. "De niño recogíamos todos los envoltorios plateados de las chocolatinas porque nos decían que servían para hacer balas para los que peleaban contra Franco", recuerda.
Con 25 años fundó con varios jóvenes militantes comunistas el grupo de poetas El pan duro, que buscaba una poesía comprometida y popular, y a finales de los sesenta se incorporó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. (FAR)
Posteriormente, la dictadura militar argentina asesinó a su hijo Marcelo y a la mujer de éste, y entregaron la niña de ambos a un policía. "Tardamos 15 años en encontrar los restos de mi hijo y 23 en encontrar a mi nieta. Seguimos buscando los restos de mi nuera", señala.
Después de muchos años de estar perseguido y condenado a muerte en Argentina, ya puede regresar a su país, aunque él prefiere seguir afincado en México.
Entre sus obras más importantes se encuentran Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotan, Cólera buey, En el hoy, mañana y ayer, Valer la pena y País que fue, será.
La política lleva presente en su vida desde la infancia. "De niño recogíamos todos los envoltorios plateados de las chocolatinas porque nos decían que servían para hacer balas para los que peleaban contra Franco", recuerda.
Con 25 años fundó con varios jóvenes militantes comunistas el grupo de poetas El pan duro, que buscaba una poesía comprometida y popular, y a finales de los sesenta se incorporó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. (FAR)
Posteriormente, la dictadura militar argentina asesinó a su hijo Marcelo y a la mujer de éste, y entregaron la niña de ambos a un policía. "Tardamos 15 años en encontrar los restos de mi hijo y 23 en encontrar a mi nieta. Seguimos buscando los restos de mi nuera", señala.
Después de muchos años de estar perseguido y condenado a muerte en Argentina, ya puede regresar a su país, aunque él prefiere seguir afincado en México.
Entre sus obras más importantes se encuentran Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotan, Cólera buey, En el hoy, mañana y ayer, Valer la pena y País que fue, será.
Un texto sobre Gelmán:Las miradas de Juan Gelman/Luis García Montero, escritor
Publicado en EL PAÍS, 21/04/2008;
El poeta que este miércoles, 23 de abril, recibirá el Premio Miguel de Cervantes, piensa y siente que la poesía es un lenguaje calcinado. Tiene razones para ello, muchas historias vividas, contadas y calladas. Más que por una certeza intelectual, opina así por una experiencia honda de las palabras y las realidades, por un diálogo tan elegante como descarnado con los extremos de la verdad. Los ojos de Juan Gelman son una síntesis, una asamblea de tensiones internas, un modo de reagrupar horas que pertenecen al pasado y relojes que dan noticias del presente. En cada reloj hay escondido un periódico y un libro de memorias. Nadie puede decir con exactitud si los segundos vuelan hacia el pasado o hacia el futuro. Eso sólo lo saben los ojos de un poeta como Juan Gelman, que es a la vez un hombre difícil y un caballero, un escritor cargado de palabras y de silencios.
Nació en 1930, en el barrio de Villa Crespo, en Buenos Aires. Años después declaró que nació allí porque en un momento tan delicado quiso acompañar a su madre, Paulina Burichson, la hija de un rabino con olor a santidad. Gelman siempre mantuvo que conviene acompañar a una mujer querida en los momentos más delicados. Por cortesía, aprendió a ver el mundo en el vértigo de los vacíos, las nostalgias, las ilusiones y las identidades. Desde muy niño supo que la realidad es un asunto de pasaportes falsos. Su padre, un obrero ucraniano, necesitó dos exilios para instalarse definitivamente en el Buenos Aires de 1928, una ciudad que se llenó de perseguidos por las policías políticas y por las pobrezas del mundo. Debido a sus ideas socialistas, José Gelman huyó de las cárceles zaristas después de haber participado en la revolución de 1905. También tendría que huir de la Rusia soviética, y de una mezcla siempre peligrosa de ilusiones puras y campos de concentración.
Así que Juan Gelman nació del matrimonio entre la hija de un rabino y un obrero revolucionario que nunca se sintió trotskista y sin embargo, cuando León Trotsky fue expulsado del Partido Comunista y desterrado a la frontera de Manchuria, pensó que era mejor buscar otro lugar en el mundo. La política está mezclada con los recuerdos más puros de Juan Gelman. El primer verso comprometido que leyó en su vida fue “Irún, no pasarán”, una pintada en una pared de su infancia. Buenos Aires, que vivió la guerra civil española como un asunto propio, no tardó en llenarse de exiliados republicanos, vivo ejemplo de las tensiones que suelen establecerse entre la poesía y la realidad. Por eso Gelman utilizó siempre la imaginación para ser realista y para evitar los amarillos de las consignas.
Publicó su primer libro, Violín y otras cuestiones, en 1956, con prólogo del poeta Raúl González Tuñón. El maestro argentino lo había descubierto un año antes, cuando participaba en una lectura de poemas en el teatro La Máscara, junto a otros compañeros del grupo El Pan Duro. Al oír el poema El caballo de la calesita, González Tuñón tardó poco en adivinar que en las palabras de aquel joven palpitaba “un lirismo rico y vivaz, y un contenido principalmente social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasía”. La ciudad, la vida cotidiana, las palabras de la gente y César Vallejo sostuvieron sus libros iniciales, escritos además bajo la intuición de que en el dolor del tango hay algo más que la retórica de un hombre dolorido por el abandono de una mujer. La sospecha de otro vacío más profundo, el vacío de una identidad que nos deja a solas con nuestras responsabilidades, hizo que volviese el tango del revés y publicara un libro de título Gotán (1962).
Esa puesta en duda de las identidades individuales fáciles y de las características superficiales del nacionalismo literario, facilitó que Gelman continuara su camino con la invención de heterónimos. Los poemas de John Wendell, Yamanokuchi Ando y Sydney West le distanciaron de sí mismo en la tarea de conocerse mejor, de ser más dueño de su mirada y su palabra. Recibió por ello críticas de algunos portavoces culturales del Partido Comunista de Argentina que no veían bien unos versos donde se hablaba de Chicago y aparecían nombres anglosajones envueltos en una atmósfera cercana a veces al irracionalismo. Juan Gelman había entrado en las Juventudes Comunistas en los años 40, y poco después de abandonar el Partido Comunista, en 1964, recibió un aviso de expulsión. El motivo de esta medida disciplinaria era que había abandonado el partido. Ser expulsado por haberse ido no deja de ser un proceso de extranjería semejante al de la condición poética.
También parece una ironía sobre la condición poética el haber soportado dos condenas a muerte desde poderes contrarios. Después de su salida del PC, Gelman se acercó a las FAR y más tarde a los Montoneros. Su lucha contra la dictadura le valió la persecución de la policía, una condena a muerte decretada por la Triple A y el exilio. Su disidencia ante la deriva militarista y autoritaria de los Montoneros, supuso otra condena a muerte de sus antiguos camaradas. En los debates al uso sobre las relaciones entre la literatura y la política, hay muchas respuestas posibles, muchos naufragios de poetas metidos a políticos o de políticos metidos a poetas. La conciencia y la literatura de Juan Gelman fueron capaces de soportar el doble compromiso con la palabra y la política, quizá porque su meditación sobre el mundo fue siempre una indagación sobre las formas.
Así quedó demostrado en los libros que publicó después de exiliarse en el año 1975. La poesía es un lenguaje calcinado, porque separarse del país natal es asumir la derrota, el hueco que dejan los sueños rotos y las infancias perdidas, la obligación de vivir a distancia las muertes más cercanas. En agosto de 1976 su hijo Marcelo Ariel y su nuera María Claudia, embarazada, fueron detenidos y llevados al campo de concentración clandestino de Automotores Orletti. El posterior asesinato de la pareja y el secuestro de su nieta están en el fondo oscuro de una sintaxis que se quiebra, un orden que se rompe, una música que se llena de barras y de interrupciones, una palabra que se tortura a sí misma.
La sensación íntima de una desolada extranjería frente al mundo acercó sus libros a la experiencia mística, San Juan de la Cruz, Santa Teresa y la Cábala. En efecto, leer los poemas recogidos en De palabra (1994) significa un viaje a través de un idioma calcinado. Esa huella sigue marcando los versos de su último libro, Mundar (2008), que acaba de aparecer en la colección Palabra de Honor de la Editorial Visor. Una mayor serenidad se adueña de las inquietudes y las indagaciones de siempre. Verbalizar el mundo significa caminar sobre esa alegoría infinita que conforman el yo y la realidad. El poeta, asentado en México, vive en muchos lugares a la vez, en nombres de ciudades y de personas, en recuerdos de amor y de dolor que se abrazan a los pies del presente para dificultar las andaduras del olvido.
Los ojos de Gelman han visto muchas ausencias y han leído muchos libros. La calidad de su periodismo, un trabajo que ha dignificado su literatura y que forma parte de su manera de analizar la vida, alcanza grados de inteligencia exacta y fascinante cuando se mezcla con asuntos literarios. En el libro Miradas (2005), una colección muy recomendable de artículos publicados en el diario Página/12, el lector podrá ver a Virginia Woolf a punto de suicidarse en las aguas del río Ouse, a los hermanos Heinrich y Thomas Mann discutiendo sobre los peligros del nacionalismo alemán o Carlos Marx y a Federico Engels en un rincón parisino del año 1844. Verá también los ojos de Juan Gelman, observando la historia, como un caballero. La historia no es una mujer querida, pero tampoco se atrevió nunca a dejarla sola.
Cuando el 23 de abril reciba el Premio Cervantes, seguro que se sentarán junto a él su hijo Marcelo Ariel, su nuera María Claudia, su amigo Paco Urondo… y también un viejo obrero revolucionario ruso y la hija del rabino de Shtell.
Nació en 1930, en el barrio de Villa Crespo, en Buenos Aires. Años después declaró que nació allí porque en un momento tan delicado quiso acompañar a su madre, Paulina Burichson, la hija de un rabino con olor a santidad. Gelman siempre mantuvo que conviene acompañar a una mujer querida en los momentos más delicados. Por cortesía, aprendió a ver el mundo en el vértigo de los vacíos, las nostalgias, las ilusiones y las identidades. Desde muy niño supo que la realidad es un asunto de pasaportes falsos. Su padre, un obrero ucraniano, necesitó dos exilios para instalarse definitivamente en el Buenos Aires de 1928, una ciudad que se llenó de perseguidos por las policías políticas y por las pobrezas del mundo. Debido a sus ideas socialistas, José Gelman huyó de las cárceles zaristas después de haber participado en la revolución de 1905. También tendría que huir de la Rusia soviética, y de una mezcla siempre peligrosa de ilusiones puras y campos de concentración.
Así que Juan Gelman nació del matrimonio entre la hija de un rabino y un obrero revolucionario que nunca se sintió trotskista y sin embargo, cuando León Trotsky fue expulsado del Partido Comunista y desterrado a la frontera de Manchuria, pensó que era mejor buscar otro lugar en el mundo. La política está mezclada con los recuerdos más puros de Juan Gelman. El primer verso comprometido que leyó en su vida fue “Irún, no pasarán”, una pintada en una pared de su infancia. Buenos Aires, que vivió la guerra civil española como un asunto propio, no tardó en llenarse de exiliados republicanos, vivo ejemplo de las tensiones que suelen establecerse entre la poesía y la realidad. Por eso Gelman utilizó siempre la imaginación para ser realista y para evitar los amarillos de las consignas.
Publicó su primer libro, Violín y otras cuestiones, en 1956, con prólogo del poeta Raúl González Tuñón. El maestro argentino lo había descubierto un año antes, cuando participaba en una lectura de poemas en el teatro La Máscara, junto a otros compañeros del grupo El Pan Duro. Al oír el poema El caballo de la calesita, González Tuñón tardó poco en adivinar que en las palabras de aquel joven palpitaba “un lirismo rico y vivaz, y un contenido principalmente social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasía”. La ciudad, la vida cotidiana, las palabras de la gente y César Vallejo sostuvieron sus libros iniciales, escritos además bajo la intuición de que en el dolor del tango hay algo más que la retórica de un hombre dolorido por el abandono de una mujer. La sospecha de otro vacío más profundo, el vacío de una identidad que nos deja a solas con nuestras responsabilidades, hizo que volviese el tango del revés y publicara un libro de título Gotán (1962).
Esa puesta en duda de las identidades individuales fáciles y de las características superficiales del nacionalismo literario, facilitó que Gelman continuara su camino con la invención de heterónimos. Los poemas de John Wendell, Yamanokuchi Ando y Sydney West le distanciaron de sí mismo en la tarea de conocerse mejor, de ser más dueño de su mirada y su palabra. Recibió por ello críticas de algunos portavoces culturales del Partido Comunista de Argentina que no veían bien unos versos donde se hablaba de Chicago y aparecían nombres anglosajones envueltos en una atmósfera cercana a veces al irracionalismo. Juan Gelman había entrado en las Juventudes Comunistas en los años 40, y poco después de abandonar el Partido Comunista, en 1964, recibió un aviso de expulsión. El motivo de esta medida disciplinaria era que había abandonado el partido. Ser expulsado por haberse ido no deja de ser un proceso de extranjería semejante al de la condición poética.
También parece una ironía sobre la condición poética el haber soportado dos condenas a muerte desde poderes contrarios. Después de su salida del PC, Gelman se acercó a las FAR y más tarde a los Montoneros. Su lucha contra la dictadura le valió la persecución de la policía, una condena a muerte decretada por la Triple A y el exilio. Su disidencia ante la deriva militarista y autoritaria de los Montoneros, supuso otra condena a muerte de sus antiguos camaradas. En los debates al uso sobre las relaciones entre la literatura y la política, hay muchas respuestas posibles, muchos naufragios de poetas metidos a políticos o de políticos metidos a poetas. La conciencia y la literatura de Juan Gelman fueron capaces de soportar el doble compromiso con la palabra y la política, quizá porque su meditación sobre el mundo fue siempre una indagación sobre las formas.
Así quedó demostrado en los libros que publicó después de exiliarse en el año 1975. La poesía es un lenguaje calcinado, porque separarse del país natal es asumir la derrota, el hueco que dejan los sueños rotos y las infancias perdidas, la obligación de vivir a distancia las muertes más cercanas. En agosto de 1976 su hijo Marcelo Ariel y su nuera María Claudia, embarazada, fueron detenidos y llevados al campo de concentración clandestino de Automotores Orletti. El posterior asesinato de la pareja y el secuestro de su nieta están en el fondo oscuro de una sintaxis que se quiebra, un orden que se rompe, una música que se llena de barras y de interrupciones, una palabra que se tortura a sí misma.
La sensación íntima de una desolada extranjería frente al mundo acercó sus libros a la experiencia mística, San Juan de la Cruz, Santa Teresa y la Cábala. En efecto, leer los poemas recogidos en De palabra (1994) significa un viaje a través de un idioma calcinado. Esa huella sigue marcando los versos de su último libro, Mundar (2008), que acaba de aparecer en la colección Palabra de Honor de la Editorial Visor. Una mayor serenidad se adueña de las inquietudes y las indagaciones de siempre. Verbalizar el mundo significa caminar sobre esa alegoría infinita que conforman el yo y la realidad. El poeta, asentado en México, vive en muchos lugares a la vez, en nombres de ciudades y de personas, en recuerdos de amor y de dolor que se abrazan a los pies del presente para dificultar las andaduras del olvido.
Los ojos de Gelman han visto muchas ausencias y han leído muchos libros. La calidad de su periodismo, un trabajo que ha dignificado su literatura y que forma parte de su manera de analizar la vida, alcanza grados de inteligencia exacta y fascinante cuando se mezcla con asuntos literarios. En el libro Miradas (2005), una colección muy recomendable de artículos publicados en el diario Página/12, el lector podrá ver a Virginia Woolf a punto de suicidarse en las aguas del río Ouse, a los hermanos Heinrich y Thomas Mann discutiendo sobre los peligros del nacionalismo alemán o Carlos Marx y a Federico Engels en un rincón parisino del año 1844. Verá también los ojos de Juan Gelman, observando la historia, como un caballero. La historia no es una mujer querida, pero tampoco se atrevió nunca a dejarla sola.
Cuando el 23 de abril reciba el Premio Cervantes, seguro que se sentarán junto a él su hijo Marcelo Ariel, su nuera María Claudia, su amigo Paco Urondo… y también un viejo obrero revolucionario ruso y la hija del rabino de Shtell.
Los 33 premiados y el año que lo fueron:
2007: Juan Gelman
2007: Juan Gelman
2006: Antonio Gamoneda
2005:Sergio Pito
l2004: Rafael Sánchez Ferlosi
o2003: Gonzalo Rojas
2002: José Jiménez Lozano
2001: Álvaro Mutis
2000: Francisco Umbral
1999: Jorge Edwards
1998: José Hierro
1997: Guillermo Cabrera Infante
1996: José García Nieto
1995: Camilo José Cela
1994: Mario Vargas Llosa
1993: Miguel Delibes
1992: Dulce María Loynaz
1991: Francisco Ayala
1990: Adolfo Bioy Casares
1989: Augusto Roa Bastos
1988: María Zambrano
1987: Carlos Fuentes
1986: Antonio Buero Vallejo
1985: Gonzalo Torrente Ballester
1984: Ernesto Sábato
1983: Rafael Alberti
1982: Luis Rosales
1981: Octavio Paz
1980: Juan Carlos Onetti
1979: Jorge Luis Borges
1978: Dámaso Alonso
1977: Alejo Carpentier
1976: Jorge Guillén
1 comentario:
Los 10 libros que le cambiaron la vida a Juan Gelman (El País Semanal, 10/08/2008)
1. Josefina
1. Cántico espiritual, San Juan de la Cruz.
2. Crimen y castigo, Fiódor Dostoievski.
3. Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.
4. Trilce, César Vallejo.
5. A la sombra de los barrios amados, Raúl González Muñón.
6. Ricardo III, William Shakespeare.
7. Los hundidos y los salvados, Carlo Levi.
8. Elegías del Duino, Rainer Maria Rilke.
9. Poemas, Osip Mandelstam.
10. No amanece el cantor, José Ángel Valente.
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