Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
Publicado en El Universal, 22/06/2008;
Marcelo Ebrard: insensible y ausente en la tragedia
Testigos culpan a policía; el GDF al dueño del antro
Dicen los científicos de la cosa política que en el ejercicio del poder existe una combinación que con frecuencia resulta desastrosa, si no es que mortal: la mezcla explosiva de la estupidez y la incompetencia.
Y en el gobierno del Distrito Federal —que jefatura Marcelo Ebrard—, y en especial en una de las áreas que conoce como pocas, la Secretaría de Seguridad Pública —encargada a un amigo suyo, el señor Joel Otega—, es harto conocida esa perniciosa fórmula que combina esos dos ingredientes explosivos para el poder: estupidez e incompetencia.
Testigos culpan a policía; el GDF al dueño del antro
Dicen los científicos de la cosa política que en el ejercicio del poder existe una combinación que con frecuencia resulta desastrosa, si no es que mortal: la mezcla explosiva de la estupidez y la incompetencia.
Y en el gobierno del Distrito Federal —que jefatura Marcelo Ebrard—, y en especial en una de las áreas que conoce como pocas, la Secretaría de Seguridad Pública —encargada a un amigo suyo, el señor Joel Otega—, es harto conocida esa perniciosa fórmula que combina esos dos ingredientes explosivos para el poder: estupidez e incompetencia.
Y esa fórmula encontró todas las condiciones la tarde del pasado viernes, cuando policías capitalinos provocaron una de las mayores tragedias que recuerden la ciudad de México y su zona metropolitana.
A los ojos de todos el gobierno de la capital del país nos enseñó lo que vemos, vivimos y padecemos cotidianamente, todos los días —sea con las grúas, obras viales mal planeadas, inseguridad—: que el gobierno del DF camina de la mano de la estupidez y la incompetencia.
La irresponsabilidad
¿Qué van a decir Ebrard y Ortega a los padres de los nueve muchachos aplastados, a las familias de los policías muertos? ¿Qué van a decir a los ciudadanos en general? Justificaciones de siempre: “La cuerda se revienta siempre por lo más delgado”. Existe responsabilidad en todas partes, menos en el gobierno.
Lo cierto es que en un país de democracia consolidada, de cultura democrática entre gobernantes y gobernados, la tragedia ya hubiese provocado que sobre la mesa se presentaran renuncias y ayer mismo estarían cerrados todos o casi todos los antros.
Pero no ha pasado nada, ni pasará. ¿Por qué? Porque todos sabemos que a los políticos, a los gobernantes y a sus partidos les importa un comino que familias de ciudadanos se enluten porque cayó un árbol sobre un auto, porque un auto cayó a una zanja, porque se incendió un antro, porque entre la estupidez y la incompetencia manos criminales cerraron las puertas de un estadio —como el de Ciudad Universitaria— o por corrupción permitieron que funcionara un antro que terminó en infierno —caso Lobohombo— o que otro como el New’s Divine se haya convertido en la tumba de 12 personas, nueve de ellos jóvenes.
La tragedia
Según testigos, la tragedia fue una combinación de —además, claro, de la mezcla entre estupidez e incompetencia— corrupción y la prepotencia, drogas y cultura de la impunidad.
En efecto, los propietarios del antro eran “pájaros de cuenta”; el lugar había sido clausurado en cuatro ocasiones, mismas que por las “divinas” artes de la corrupción se reabrió, porque al mismo tiempo era un centro de distribución y consumo de drogas. Un negocio redondo, pues.
Distintos grupos policiacos del DF —como también ocurre con las del estado de México o las de todos los estados— le vendían protección al lugar, pero por alguna razón que no es difícil averiguar, en esta ocasión los dueños no habrían pagado “la cuota” y se lanzó el operativo. New’s Divine no cumplía con ninguna norma, pero las autoridades del GDF siempre llegaron a acuerdos tolerables. ¿Por qué? Porque es negocio para todos.
Primero —y siempre según testigos— entró la policía y empezó a detener a jóvenes que presuntamente consumían droga —eso explicaría la muerte de tres policías aplastados—, lo que provocó un momentáneo conato de bronca cerca de la única puerta del lugar, 1.80 metros de ancho para un lugar en donde se apretujaban casi mil jóvenes. Siguió una estampida cuando el dueño del antro alertó mediante micrófono, que la policía iniciaría detendría a portadores y consumidores de drogas.
Algunos testigos dicen que cuando el dueño anunció el operativo, los primeros en correr fueron los distribuidores de drogas y algunos consumidores. Por eso los policías que ya habían ingresado intentaron cerrar el lugar pero fueron aplastados por la multitud, junto con otros jóvenes que fueron los primeros en intentar escapar. Frente al caos generalizado, algunos policías intentaron dispersar a la multitud con gas lacrimógeno, lo que aumentó el pánico colectivo.
La impunidad
En la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, entre litigantes y “tinterillos”, es un secreto a voces que la agencia 50 del MP es una suerte de “fiscalía a modo”, a donde son enviados todos los asuntos que busca tener bajo control y “en lo oscurito” tanto Ebrard como el propio Ortega. ¿Y que creen? Sí, el caso fue llevado a esa agencia.
Y al tiempo que Ortega responsabilizaba en los medios al propietario del lugar, Alfredo Maya —quien se encuentra detenido— comenzaba en todo el GDF un operativo de “control de daños”, que incluyó una ardua tarea de la vocera, Jessica Miranda, para que los medios “le bajaran” al asunto. Se trata de que las repercusiones de la tragedia se desvíen para todos lados, para no tocar al prohombre, a Ebrard. ¿Por qué?
Poca cosa, porque está en juego una candidatura presidencial. Sí, que nadie se equivoque, Ebrard tiene prioridades, como la consulta sobre la reforma petrolera, como las playas y las pistas de hielo, como el ser chambelán de quinceañeras, sin olvidar la alegre promoción del arte y la cultura chatarra como el de la exposición más visitada del mundo.
Y como la imagen del jefe de Gobierno no debe ser tocada ni con el petardo de un escándalo, el señor Ebrard no había hablado de responsabilidad oficial en la tragedia hasta la tarde de ayer. Pareciera que es un “asuntillo” que no lo distrae de sus afanes presidencialistas.
Por lo pronto —con lo que se cumple la máxima de que político sin suerte no es político—, hasta el fenómeno del “sabadazo” informativo parece haber operado a favor del jefe de Gobierno. Los informativos fuertes de radio y televisión no se transmiten los fines de semana. Por tanto, el asunto simple y sencillamente se “encapsuló”.
Marcelo: ¿yo por qué?
Pero si los operadores político-electorales del jefe de Gobierno creen que Ebrard saldrá ileso en sus pretensiones presidenciales, lo cierto es que el silencio que mantuvo durante horas frente a una tragedia en realidad lo muestra como un político insensible y ausente.
Y esas cualidades, las de insensible y ausente ante una tragedia como la ocurrida en una discoteca en realidad son un feo defecto y de suyo muestran la peor cara de un gobernante. Ebrard debió aparecer de inmediato, hacer acto de presencia y jefaturar las investigaciones. Pero salió a dar la cara hasta el mediodía del sábado.
Se hace costumbre que en ese tipo de acontecimientos —como el linchamiento de policías en Tláhuac— Ebrard brilla pero por su ausencia. Sólo falta que, como Fox, salga con: “¿Yo por qué?”.
A los ojos de todos el gobierno de la capital del país nos enseñó lo que vemos, vivimos y padecemos cotidianamente, todos los días —sea con las grúas, obras viales mal planeadas, inseguridad—: que el gobierno del DF camina de la mano de la estupidez y la incompetencia.
La irresponsabilidad
¿Qué van a decir Ebrard y Ortega a los padres de los nueve muchachos aplastados, a las familias de los policías muertos? ¿Qué van a decir a los ciudadanos en general? Justificaciones de siempre: “La cuerda se revienta siempre por lo más delgado”. Existe responsabilidad en todas partes, menos en el gobierno.
Lo cierto es que en un país de democracia consolidada, de cultura democrática entre gobernantes y gobernados, la tragedia ya hubiese provocado que sobre la mesa se presentaran renuncias y ayer mismo estarían cerrados todos o casi todos los antros.
Pero no ha pasado nada, ni pasará. ¿Por qué? Porque todos sabemos que a los políticos, a los gobernantes y a sus partidos les importa un comino que familias de ciudadanos se enluten porque cayó un árbol sobre un auto, porque un auto cayó a una zanja, porque se incendió un antro, porque entre la estupidez y la incompetencia manos criminales cerraron las puertas de un estadio —como el de Ciudad Universitaria— o por corrupción permitieron que funcionara un antro que terminó en infierno —caso Lobohombo— o que otro como el New’s Divine se haya convertido en la tumba de 12 personas, nueve de ellos jóvenes.
La tragedia
Según testigos, la tragedia fue una combinación de —además, claro, de la mezcla entre estupidez e incompetencia— corrupción y la prepotencia, drogas y cultura de la impunidad.
En efecto, los propietarios del antro eran “pájaros de cuenta”; el lugar había sido clausurado en cuatro ocasiones, mismas que por las “divinas” artes de la corrupción se reabrió, porque al mismo tiempo era un centro de distribución y consumo de drogas. Un negocio redondo, pues.
Distintos grupos policiacos del DF —como también ocurre con las del estado de México o las de todos los estados— le vendían protección al lugar, pero por alguna razón que no es difícil averiguar, en esta ocasión los dueños no habrían pagado “la cuota” y se lanzó el operativo. New’s Divine no cumplía con ninguna norma, pero las autoridades del GDF siempre llegaron a acuerdos tolerables. ¿Por qué? Porque es negocio para todos.
Primero —y siempre según testigos— entró la policía y empezó a detener a jóvenes que presuntamente consumían droga —eso explicaría la muerte de tres policías aplastados—, lo que provocó un momentáneo conato de bronca cerca de la única puerta del lugar, 1.80 metros de ancho para un lugar en donde se apretujaban casi mil jóvenes. Siguió una estampida cuando el dueño del antro alertó mediante micrófono, que la policía iniciaría detendría a portadores y consumidores de drogas.
Algunos testigos dicen que cuando el dueño anunció el operativo, los primeros en correr fueron los distribuidores de drogas y algunos consumidores. Por eso los policías que ya habían ingresado intentaron cerrar el lugar pero fueron aplastados por la multitud, junto con otros jóvenes que fueron los primeros en intentar escapar. Frente al caos generalizado, algunos policías intentaron dispersar a la multitud con gas lacrimógeno, lo que aumentó el pánico colectivo.
La impunidad
En la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, entre litigantes y “tinterillos”, es un secreto a voces que la agencia 50 del MP es una suerte de “fiscalía a modo”, a donde son enviados todos los asuntos que busca tener bajo control y “en lo oscurito” tanto Ebrard como el propio Ortega. ¿Y que creen? Sí, el caso fue llevado a esa agencia.
Y al tiempo que Ortega responsabilizaba en los medios al propietario del lugar, Alfredo Maya —quien se encuentra detenido— comenzaba en todo el GDF un operativo de “control de daños”, que incluyó una ardua tarea de la vocera, Jessica Miranda, para que los medios “le bajaran” al asunto. Se trata de que las repercusiones de la tragedia se desvíen para todos lados, para no tocar al prohombre, a Ebrard. ¿Por qué?
Poca cosa, porque está en juego una candidatura presidencial. Sí, que nadie se equivoque, Ebrard tiene prioridades, como la consulta sobre la reforma petrolera, como las playas y las pistas de hielo, como el ser chambelán de quinceañeras, sin olvidar la alegre promoción del arte y la cultura chatarra como el de la exposición más visitada del mundo.
Y como la imagen del jefe de Gobierno no debe ser tocada ni con el petardo de un escándalo, el señor Ebrard no había hablado de responsabilidad oficial en la tragedia hasta la tarde de ayer. Pareciera que es un “asuntillo” que no lo distrae de sus afanes presidencialistas.
Por lo pronto —con lo que se cumple la máxima de que político sin suerte no es político—, hasta el fenómeno del “sabadazo” informativo parece haber operado a favor del jefe de Gobierno. Los informativos fuertes de radio y televisión no se transmiten los fines de semana. Por tanto, el asunto simple y sencillamente se “encapsuló”.
Marcelo: ¿yo por qué?
Pero si los operadores político-electorales del jefe de Gobierno creen que Ebrard saldrá ileso en sus pretensiones presidenciales, lo cierto es que el silencio que mantuvo durante horas frente a una tragedia en realidad lo muestra como un político insensible y ausente.
Y esas cualidades, las de insensible y ausente ante una tragedia como la ocurrida en una discoteca en realidad son un feo defecto y de suyo muestran la peor cara de un gobernante. Ebrard debió aparecer de inmediato, hacer acto de presencia y jefaturar las investigaciones. Pero salió a dar la cara hasta el mediodía del sábado.
Se hace costumbre que en ese tipo de acontecimientos —como el linchamiento de policías en Tláhuac— Ebrard brilla pero por su ausencia. Sólo falta que, como Fox, salga con: “¿Yo por qué?”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario