14 jul 2008

La intriga de Manlio, según Espino


Atrapado y sometido
Álvaro Delgado, reportero
Publicado e la revista Proceso (www.proceso.com.mx), 13/07/2008;
Provisto de un libro que escribió en tres meses, Manuel Espino irrumpe en la escena nacional para desafiar al senador priista Manlio Fabio Beltrones, cuyo poder –acusa– le ha sido obsequiado por Felipe Calderón en una suerte de actualizada concertacesión del Partido Acción Nacional hacia las elecciones intermedias del próximo año y el relevo presidencial en 2012. En relación con sus denuncias de espionaje, ya conocidas, en entrevista con Proceso desliza el nombre del responsable: Juan Camilo Mouriño.
Dispuesto a jugarse su “capital político” con su libro Señal de alerta. Advertencia de una regresión política, Manuel Espino se rebela en una entrevista con Proceso:
“Yo no quiero ver al PRI, que Vicente Fox sacó de Los Pinos, de regreso en el gobierno. Menos quiero que, si el PRI llegase a regresar, regrese en la persona de Beltrones, pero mucho menos quiero que sea el gobierno emanado del PAN el que le pavimente el camino de regreso al PRI al gobierno de la República.”
Expresidente del PAN y actual dirigente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), en la que buscará reelegirse en noviembre del próximo año –cuando quizá ya sea diputado federal–, en su libro Espino acomete a Beltrones (“este sí es un peligro para México”), denuncia las “reverencias” del PAN-gobierno y ajusta cuentas con los “capos del calderonismo”.
–¿Se da cuenta de lo que quiere decir con “capos del calderonismo”?
–Me atengo a lo que dice el diccionario.
–El Larousse define capo como el “jefe de una organización mafiosa”. ¿Por qué utiliza ese término?
–No tengo una explicación existencial, semántica, ideológica ni política. Es una expresión que se refiere a quienes encabezan un grupo con un proyecto común y que, en ocasiones, toman decisiones que pueden ser no muy ortodoxas, que se apartan del deber ser.
Desafiante, bronco, directo, Espino recoge en su libro numerosos ejemplos de la forma en que los “capos calderonistas” actúan contra la doctrina de la que alegan ser herederos, como los métodos de cooptación y represión que usaron para retomar el control de la dirigencia del PAN a través de uno de los suyos, Germán Martínez.
“Fox había llevado el PAN a Los Pinos, ellos se encargaron de llevar al partido las prácticas del PRI”, sentencia en su libro de poco más de 200 páginas, a lo largo de las cuales compara los métodos de Beltrones como gobernador de Sonora con los empleados por los “calderonistas” para ganar el Consejo Nacional del PAN, electo en la Asamblea Nacional de León, Guanajuato, en junio del año pasado:
“Al igual que lo intentó Beltrones en Sonora, los calderonistas iban por todo, como lo venían haciendo en convenciones y asambleas locales. Primero con el Consejo Nacional que ahí se eligió y para lo que habían trabajado durante meses al más puro estilo priista: alineando alcaldes con la promesa de ‘bajar’ recursos federales a sus municipios; ofreciendo puestos o amenazando de quitarlos a quienes, teniéndolos, no cooperaran con la estrategia; distorsionando la realidad con versiones que causaban enojo contra el CEN; o simplemente recurriendo al argumento fácil de que ‘es lo que quiere el presidente Calderón’.”
Mouriño, espía
Según Espino, los calderonistas ya habían dado muestras del comportamiento delincuencial que les atribuye al llamarlos “capos”, cuando se instrumentó el espionaje contra él por designio del equipo de transición de Calderón, cuyo coordinador era Juan Camilo Mouriño, actual secretario de Gobernación y a quien Espino identifica en su libro como uno de los principales orquestadores.
En la entrevista previa a la salida de su libro, efectuada la tarde del miércoles 9 en la sede de la editorial Planeta, Espino sostiene que ya se echó a andar, desde el gobierno, un operativo de ocultamiento de las investigaciones sobre ese espionaje, contenidas en una averiguación previa iniciada por la Procuraduría General de la República (PGR).
A petición del exdirigente panista, el procurador Eduardo Medina Mora le respondió, por escrito, que no existe un expediente sobre el espionaje que, curiosamente, él mismo le había confirmado, igual que lo hicieron Daniel Cabeza de Vaca, su antecesor en la PGR y actual subsecretario bajo las órdenes de Mouriño, así como Genaro García Luna, exdirector de la Agencia Federal de Investigación (AFI) y actual secretario de Seguridad Pública.
“El señor procurador está eludiendo públicamente el reconocimiento de datos que él mismo reconoció frente a mí. Él sí reconoció que había un expediente, que en ese expediente había información referida a mi persona, producto de lo que conocemos como espionaje”, expone Espino. Dice que el funcionario le detalló inclusive que el documento estaba en la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO).
Espino cuenta en su libro que un alto funcionario del gobierno de Fox, que se niega a identificar –aunque el reportero pudo verificar que fue Carlos Abascal, entonces secretario de Gobernación–, le informó que había un expediente sobre él en la PGR, después de que fue localizada una casa con equipo para ello en la colonia Polanco, en el Distrito Federal.
Aclara: “No sabía la versión de que algunas personas de mi partido estuvieran involucradas. Eso lo supe meses después, pero tengo la certeza de que el expediente existe”.
En su libro, escribe que no creyó en su momento que hubiera sido investigado por órdenes del equipo de transición: “Me parecían todos buenos muchachitos como para andarle haciendo al Beltrones. No los creí capaces de comprometer a ese grado a su jefe, sería una estupidez”.
Pero después, añade, se encontró con Cabeza de Vaca: “Le referí el asunto y, nervioso, me dijo que era cierto que había un expediente de esa investigación, hecha a propósito de una denuncia anónima, y que lo conservaba García Luna. Que estaba implicado un tal Carlos Nava, que trabajó para la PGR en Madrid, España. Como avergonzado por lo ocurrido, me dijo que no me preocupara, que el caso estaba cerrado y que en el expediente sólo había registro de conversaciones mías, pero nada que me pudiese comprometer. Faltaba más”.
Poco después le hizo la misma pregunta a Medina Mora y la respuesta confirmó lo dicho por Cabeza de Vaca. “En ese momento creí lo que me habían dicho al respecto. ‘Lo que faltaba’, me dije, ‘los panistas que habían llegado al gobierno, espiando a su dirigente nacional desde antes de asumir el cargo’, y me pregunté: ‘¿Qué andarán haciendo ya con órganos de inteligencia del Estado bajo su control?’ Me lo puedo imaginar”.
Ya en la entrevista, Espino revela: “García Luna, con quien hablé recientemente, me confirma que la AFI, que él dirigía, hizo un parte policiaco dando cuenta de lo que se había encontrado en esa casa y que eso detonó una averiguación previa.
“García Luna me dice: ‘No conozco el trabajo de la averiguación previa, pero sé que se hizo’. Y una vez que se abre una averiguación previa, concluya donde concluya, está a cargo de un Ministerio Público y el expediente tiene que estar por ahí, cerrado, abierto, no lo sé, pero existe.”
Dice con malicia: “Me preocupa que el procurador me diga ahora que el expediente no existe. Ahora entiendo por qué él mismo está confundido de si van ganando o van perdiendo la guerra contra el crimen organizado. Anda despistado.”
–¿La solicitud la hizo con base en la Ley de Transparencia?
–No, fue una petición en la que yo le digo: “Usted me dijo que existía esto y yo quiero acceso a ella, quiero ver cómo la recupero. Es información mía”. La respuesta por escrito no honra la verdad y es muy pobre para venir del procurador de la República.
–¿Qué tanto tuvo que ver Mouriño con esto?
–La versión que yo tengo es que tuvo mucho que ver, pero no lo sé. Él también ya me contestó y me dice que no conoce nada al respecto.
–¿Le cree usted?
–No.
El montaje de León
Espino había decidido tomarse como “años sabáticos” los cuatro que le quedan a la gestión de Calderón, justamente quien lo envió a Sonora para enfrentar a Beltrones, que había cooptado al PAN, pero decidió retornar a la política nacional sin descuidar su gestión en la ODCA, que concluye en noviembre del próximo año:
“Les había dicho a muchos amigos que tres años son más que suficientes para estar al frente de esa organización, pero vamos a considerar la posibilidad de mantenernos un tiempo más prolongado.”
–¿Ve entonces la posibilidad de reelegirse?
–Así es.
–¿Eso implica desistir de volver a la política nacional, por ejemplo como diputado federal?
–No, podría ser diputado federal y estar en el trabajo internacional. ¡Pero no estoy diciendo que voy a buscar ser diputado federal!
–Pero si lo invitan, ¿acepta?
–Veo muy difícil que me inviten. Y después de que se publique el libro, lo veo más difícil todavía.
Manuel Espino asegura que no ha hablado con Calderón sobre el libro, pero tenía previsto hacerlo, “como una atención”, antes de la “indebida, desautorizada y arbitraria” publicación que hizo el lunes 7 El Universal de una versión “descontextualizada” sobre el espionaje en su contra. “Pero si se presenta la ocasión, si es de su interés, platicamos”, agrega.
Con Germán Martínez platicó ese lunes en el CEN del PAN, junto con Abascal, secretario general adjunto, y le explicó el propósito “de fondo” del libro: “Yo quiero ayudar al presidente de México, pero no solamente se le ayuda diciéndole en todo que sí, también cuando algo no está bien se le ayuda diciendo que no, o advirtiéndole de un posible riesgo”.
–¿Germán Martínez quedó satisfecho?
–No me lo dijo.
–¿Qué hizo?
–Escuchó.
Espino no espera que nadie le agradezca o le crea ese propósito, pero insiste en que quiere cuidar a “un gobierno por el que nos esmeramos décadas muchos y logramos al fin que llegara al 2000 y que se ratificara en 2006. Yo he dejado parte de mi vida en ese esfuerzo. Entonces quiero cuidar el esfuerzo mío y el de muchos panistas para que el gobierno emanado del PAN no le regrese al PRI la estafeta”.
También, explica el controvertido político nacido en Durango, pretende “ayudar a los panistas que han hecho laxa su militancia a que retomen el camino de la congruencia (y) que no por ganar un espacio coyuntural, una posición, cedan en los principios”.
Evoca lo que le “molestó” a Calderón: “Dije que más que preocuparnos por ganar el gobierno sin perder el partido, como él decía, debiésemos preocuparnos por ganar el gobierno sin perder los principios”.
En Señal de alerta... Espino recuerda que en la elección para delegados a la Asamblea Nacional, en León, los “capos calderonistas” usaron el gobierno para comprar voluntades (“la nómina oficial le ganó una batalla a los principios”) y que Calderón no hizo nada para “evitar el bochornoso espectáculo” de “una turba frenética alentada desde Los Pinos y movida sin recato por los autonombrados calderonistas (que) me abucheaban e insultaban con palabras huecas mientras leía mi mensaje en tribuna”.
Apunta: “No se trataba de mí, sino de la institución a la que él pertenece y de la que fue jefe nacional; de ‘cuidar al partido’ y no sentar el precedente de permitir que se percibiera siquiera, como fue, que desde el gobierno, en reeditada actitud oficialoide, había salido la instrucción de presionarme para que dejara la presidencia de Acción Nacional”.
Espino, quien dice que tantas batallas le han “endurecido el pellejo”, asegura que esa maniobra fue preparada. Sobre Mouriño enfatiza: “No tengo la menor duda, estaba involucrado”.
–¿Calderón sabía de esa maniobra?
–Es evidente que la toleró. Él estaba en la asamblea. Él pudo haber dicho “señores, momento”, y todo el mundo lo hubiera atendido. Lo dejó correr, eso es evidente. Él estaba ahí. Pero no sé si lo sabía de antemano.
–¿Ha tolerado otras?
–Muchas, muchas. No hace muchas horas que a alguien muy cercano al presidente le dije: “Se han tolerado muchas cosas”.
Recuerda también que se le acusó de querer boicotear la gira de Calderón a España, lo cual aclaró con él personalmente, “pero lo toleraban o algunos hasta lo alentaban, como pasó con el tema Cuba o Venezuela, o con otros. Sí, hay un pecado de omisión, porque a lo menos a lo que estamos obligados entre nosotros es a la solidaridad”.
Su opinión sobre Calderón está en el libro: “Da la impresión de haberse desplazado del doctrinarismo tradicional, donde siempre se había colocado, hacia el eficientismo, con el riesgo de asemejarse demasiado a sus pragmáticos adversarios. Ojalá sea sólo una percepción”.
Otro “peligro para México”
El libro de Manuel Espino es prolijo en información sobre las desviaciones doctrinales de quienes ahora controlan el PAN y acerca de Beltrones, con quien los “calderonistas” se han colocado “en la misma sintonía”.
“Casi reverenciado hasta por funcionarios del gobierno calderonista, no hay duda de que (Beltrones) conserva su capacidad para el sometimiento de voluntades, aun de hombres con mayor poder formal que él pero con menor influencia de facto, lo que le ha merecido el sambenito de Vicepresidente.”
Y es que, dice, hay en el gobierno panistas que temen a Beltrones y “lo que más preocupa es que, por temor, pueden facilitarle el acceso a la Presidencia de la República”. Pero también ocurre en el Congreso: “Dicen que es un interlocutor válido, respetable. Ya le bajaron algunas rayitas. De temible pasó a respetable”.
Pero Manlio Fabio Beltrones no es invencible, asegura Espino, quien fue delegado del PAN estatal cuando el PRI pasó del primero al tercer lugar en población gobernada. El sonorense, dice, tuvo que “arrebatarnos la gubernatura, que estoy seguro que ganamos”.
Insiste: “Con todo lo tramposo y todo lo perverso que es en el uso del poder, se le puede ganar. No hay necesidad de concesiones, de consideraciones exageradas, ni hay necesidad de negociar siquiera con él, y menos cuando hoy la posición de fuerza se supone que la tiene el PAN, porque él es un senador de un partido que es oposición, no está en el gobierno, y además de un grupo que no es el mayoritario en la Cámara de Senadores y además cargando sobre sus espaldas un desprestigio impresionante. ¿Por qué tantas concesiones?”.
–Porque ya hay una concertacesión, según escribe usted…
–No lo sé. Lo que yo no quisiera es que nuevamente, en una posición de desventaja, Manlio asuma el control de voluntades ajenas porque les sabe algo, porque les conoce algo. Espero que no sea el caso. Esa es la maestría, el doctorado, la cátedra en la que es sabio Manlio Fabio: de la intriga, del manejo de la información que hace vulnerables a sus adversarios.
Según Espino, es lógico que Calderón busque reformas por la vía de la negociación. “Lo que no entiendo es que, a cambio de promesas, se le otorguen concesiones a un hombre como Manlio, un hombre escurridizo, que suele cobrar antes de cumplir y que finalmente tiene el propósito de ser determinante en la sucesión presidencial con él como candidato o con alguien que él apoye o ponga de candidato de su partido. Me parece que es válida la negociación, pero el extremo hasta donde la está llevando me parece que está cerca de la temeridad”.
–Escribe usted que Beltrones apoya e intimida a Calderón…
–Sí, claro. Ha usado una frase intimidatoria: le pide al presidente que amarre a sus perros. No sé a quiénes se refiere, pero yo creo que los que tiene el presidente los tiene bien amarrados y los tiene cuidando la parcela de Beltrones.
–¿Custodiando el proyecto político de Beltrones?
–Sí, sí.
–¿Como el secretario de Gobernación?
–No sé a qué perros se refiere Manlio.
–Pero usted dice que son los que están cercanos a Calderón…
–A los que el presidente, evidentemente, puede amarrar.
–¿No se siente usted aludido?
–¡Ni yo me puedo amarrar solo!
–Beltrones le llama a usted “cuervo” del que debe cuidarse Calderón.
–¡Esa frase me encantó! ¡Es extraordinaria! Primero, afloró el temperamento delicadísimo de Manlio, mordió el anzuelo más rápido de lo que yo esperaba. Me decepcionó un poco. Yo creía que a 12 años de distancia había superado ese temperamento tan primario, y no. Es el mismo Manlio que conocí cuando llegué a Sonora.
“Me da un poco de risa, porque yo creo que el que realmente le puede sacar los ojos al gobierno, al presidente, a la política mexicana, a su partido, al país mismo, es el senador Beltrones.”
– “Un peligro para México”, dice usted…
–¡Ese sí! Hombre, el que se decía o se dice que es o era un peligro para México… yo en su momento apoyé esa frase de los encargados de la campaña del PAN, había que apoyarla, pero realmente así, un peligro-peligro, un peligro para México, Andrés Manuel (López Obrador), no. ¡Éste (Beltrones) sí es un peligro para México!
Y retoma verbalmente un episodio de su libro en el que describe cómo Beltrones es capaz de todo: en 1998, en vísperas de asistir a una sesión del Consejo Nacional, en la Ciudad de México, le llamó por teléfono para encontrarse en un café de Hermosillo para proponerle a Calderón, a través de Espino, un pacto para “descarrilar” la precandidatura presidencial de Manuel Bartlett a cambio de darle poder al PAN en Puebla, maniobra que no fructificó.
Ya en la Ciudad de México, Espino le dijo a Calderón: “Habló Manlio y me propuso esto para trasmitírtelo. La idea era descarrillar a Manuel Bartlett a como diera lugar”.
–¿Esa fue una expresión textual de Beltrones?
–No, la expresión textual fue que estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario. Porque hasta le pregunté: “A ver, explícame, ¿a qué te refieres con eso de ‘lo que sea necesario’?” Se me acerca, me agarra del brazo y me dice: “Lo que sea necesario”. ¡Ay, güey! Eso dicho por Manlio tiene una connotación muy fuerte.
–Le va a dar gusto a Bartlett saberlo…
–Yo creo que Bartlett sabe eso y sabe más cosas. Son viejos conocidos.
***
La amenaza elegante/ Manuel Espino
Del libro del exdirigente nacional del PAN Manuel Espino, que la editorial Planeta pondrá en circulación próximamente, reproducimos aquí el texto de la Presentación, escrita por el propio autor.
Hoy nos toca a los panistas demostrar que entre la eficacia política y la congruencia doctrinal no hay absolutamente ninguna diferencia, y que podemos honrar orgullosos la memoria de quienes fundaron, hace sesenta años, el Partido Acción Nacional.
Carlos Medina Plascencia, 1999
Apenas transcurre el segundo gobierno federal emanado del Partido Acción Nacional (PAN) y, sin haberse consolidado la democracia mexicana todavía, ya son muchas las voces que expresan una opinión de advertencia para los panistas: el PAN aprendió demasiado rápido las mañas del PRI.
En la ruta hacia la sucesión presidencial de 2012, lo que parece ser un descuido en la acción del partido actualmente podría significar el término de la era panista en el gobierno de la República, con el riesgo que ello significa para el país. No lo digo por maniqueísmo, pues siempre he considerado que la política limpia no sólo es posible en el PAN, donde también está la condición humana. He conocido priistas que ya los quisiera en mi partido; y conozco panistas que no se los deseo ni al PRD.
Al presidente de la República, sea quien sea, hay que apoyarlo sin reservas en tanto jefe de Estado que es y en todo cuanto sea para bien del país, sólo en eso. Este es el pensamiento del PAN y está de más decir que ha sido consistente en ello, sobre todo tratándose de un mandatario surgido de sus filas. Pero hay que sincerarse con él si es preciso; cuando, derivado del análisis o de los resultados de su gestión, se justifique hacerle ver que se equivoca o que puede cometer un error. También en los casos en que le falle su equipo, aunque sólo él tenga la responsabilidad de integrarlo.
Si a México le va bien, le va bien al gobierno, en ese orden debemos razonar nuestras decisiones, no al revés. Por tanto, por corresponsabilidad, la comunicación con el titular del Ejecutivo y su partido debe ser un diálogo de doble vía, sin miedo, para evitar el riesgo de que el segundo se convierta en receptor y ejecutor incondicional de las instrucciones del primero, y aquél cometa errores en perjuicio del país sin orientación alguna. Lo que hay que hacer o decir para dar concordancia a los fines con los medios y lograr el propósito superior de consolidar nuestra frágil democracia, debe hacerse o decirse, sin vacilar, sin miramientos. Este libro es un intento de ello.
Acción Nacional no debe ignorar su obligación de ser congruente con cuanto ha predicado durante siete décadas. La hipocresía disfrazada de prudencia no es un papel que le pertenezca en la política mexicana, ni debe apropiárselo por alcanzar premios de vencedores por caminos fáciles. Tampoco le corresponde el sometimiento al gobierno, que ha sido el método del PRI, que lo convertiría en un partido oficial que no represente más los intereses de la sociedad.
Esa metamorfosis está incubándose en la desleal acción de algunos panistas autodenominados “calderonistas” que, sin visión humanista ni compromiso doctrinario, ocupan cargos públicos y están transformando al PAN en algo distinto de lo que ha sido desde su origen. En un partido del poder, un PAN-gobierno. Y lo peor: con sus errores exponen políticamente al presidente y al partido.
Para evitar un desencanto democrático al interior de Acción Nacional y una mayor decepción en el electorado, y porque el poder no es aventura intrascendente ni atribución de beneficios, y tampoco patrimonio de unos cuantos, urge que sus dirigentes formales tonifiquen la autonomía institucional frente al poder público. Lo cual no debe entenderse, como se ha hecho antes, como una confrontación entre ambas expresiones del proyecto que los anima.
Es un imperativo que así como deben mantener una estrechísima vinculación con el gobierno, entiendan que es su deber cuidar la imprescindible relación entre la ética y la política que siempre han pregonado; atajar la ofensiva predatoria contra quienes tienen una visión distinta de la aplicación de la filosofía del PAN a la de algunos militantes que se desempeñan en el gobierno, muchos de los cuales desconocen el pensamiento del partido y su oferta programática, o al menos eso parece.
Quienes dirigen esa organización que reconoce la pluralidad como cualidad inherente a la sociedad deben evitar que su estructura se hunda en la subcultura de quienes se consideran más panistas que otros; ir más allá del bizantinismo de la doctrina en los discursos y los malabarismos ideológicos. Ocuparse de exigir congruencia a los funcionarios públicos, sin solapamientos, y acreditar la propia frente al gobierno; las tesis del PAN y la doctrina que las inspira son el faro que ilumina el camino seguro.
Se necesita humildad para evitar caer en el fatalismo de Bárbara Tuchman, quien dice: “Reconocer el error, reducir las pérdidas, alterar el rumbo, es la opción que más repugna a quienes ejercen el gobierno. Para un jefe de Estado, casi no hay que pensar siquiera en reconocer un error”. Lo anterior, llegó a decir el hoy diputado Juan José Rodríguez Prats, citando a la autora, “es exactamente la actitud contraria de lo que indica la sencillez que parte del reconocimiento de que somos humanos”.
En efecto, el partido vivió diversas crisis a lo largo de más de seis décadas como oposición y pudo sortearlas con madurez. Ya en el gobierno federal, alguna vez estuvo al borde de un conflicto interno y de una debacle externa porque la esposa del entonces presidente Vicente Fox, Marta Sahagún, dejó correr la versión pública de que buscaría ser candidata a sucederlo en el cargo.
Por las circunstancias prevalecientes, fue un escándalo político que se expandió con alto costo para el gobierno y para el partido. Para que volviera la calma y se desvanecieran los riesgos que ya hacían mella en el electorado, hubo que decir que eso no era posible, aun reconocido el derecho legítimo de la señora a buscar un cargo de elección popular.
Siendo secretario general del CEN, me tocó ser el vocero de ese posicionamiento exigido con razón por los panistas y por muchos ciudadanos; y no por ello fui censurado o impedido de mi interlocución con el mandamás de Los Pinos. Ni desataron una jauría en mi persecución. Prevaleció la sencillez de quien era jefe de Estado. Pero había que hacerle ver el error de no obrar antes de que se provocara una avalancha que podría haber sido imparable.
En otra ocasión, fue necesario decirle al presidente Fox que el PAN no seguiría promoviendo con sus diputados el proceso de desafuero de Andrés Manuel López Obrador, principal beneficiario de aquella posición innecesaria y peligrosa, con la que no ganaba el gobierno y sí perdía mucho el partido, envuelta en una justificación legal, pero con un claro propósito político en la percepción ciudadana. Mi circunstancia de presidente nacional me puso de cara al jefe del Estado mexicano para comunicarle la posición del partido y hacerle ver lo que parecía un error.
Al principio hubo resistencia y hasta enojo, es natural, pero destacó la sensatez y al abandonar aquella posición dejamos de caer en la intención de voto, y el PRD dejó de subir. Muy pronto el tiempo y los votos nos dieron la razón. No haberlo hecho a tiempo pudo significar que la mínima diferencia con que ganamos las elecciones en 2006 hubiera sido en contra. Volvió a manifestarse la cualidad de la humildad en un hombre de Estado.
Ahora, el legítimo y justificado afán de sacar adelante las reformas que con sobrada razón promueve el presidente Felipe Calderón, por ser necesarias para el país, han llevado a que el gobierno conceda demasiados privilegios a un personaje que en verdad es un peligro para México. La frase no es mía, sólo la actualizo en el senador Manlio Fabio Beltrones Rivera, a quien se le ha permitido acumular un enorme poder que utiliza para codirigir la política nacional y fortalecer sus posibilidades de llegar a Los Pinos como titular del Ejecutivo federal en 2012, o de colocar ahí a quien sirva a sus intereses.
La negociación política por la vía del diálogo es válida para resolver los problemas nacionales. Ése es el camino, pero hay límites y coordenadas seguras. Si las concesiones a Manlio resultan en beneficio del país y en la magnitud mínima necesaria, está bien, pero si la ganancia es menor en relación con la de Beltrones, podría estarse cometiendo un error, una especie de concertacesión, concepto que el propio Felipe Calderón llegó a reconocer como denigrante y envilecedor de la política. Es de sabios rectificar, si fuese lo prudente, para evitar caer en lo que Castillo Peraza llamó “sistema univerbocrático”: el de la corrupción, que consiste en “arreglos subrepticios, silencios rituales y normatividad inútil”.
Por ahora, en la expectativa de que apoye al gobierno, se le han concedido atribuciones que otros no tienen y que se antojan desproporcionadas al fin pretendido, como darle el carácter de gestor de recursos y puestos a cargo del Ejecutivo federal y permitirle disponer de ellos para favorecer a gobiernos municipales y estatales a conveniencia de su proyecto. Situación de la que ya se quejan algunos gobernadores, principalmente del PRI, porque saben que Manlio así compra lealtades, como se puede ver en Señal de alerta.
En la prisa por lograr reformas deseables que no permiten las circunstancias se pueden precipitar acciones y acuerdos con el poderoso senador, que podrían arriesgar al país y redituar poco al proyecto de Acción Nacional. Ante la posibilidad de que se yerre en el cálculo político del costo-beneficio, este libro quiere ser una advertencia a tiempo de ese riesgo; un recordatorio de quién es Beltrones y de lo que es capaz de hacer cuando se descuidan sus adversarios o cuando les hace creer que están en ventaja.
Pretendo hacer reflexionar en que si, como reconociera Luis Rubio en 1994, “haber sido una oposición leal ha permitido al PAN negociar y pactar para avanzar, sin que ello haya limitado en lo más mínimo su independencia, su sentido de integridad o la capacidad de hacer planteamientos fuertes, honestos y directos (…) eso, sin embargo, no ha borrado las dudas sobre si el PAN podría formar un gobierno efectivo”, con más razón prevalece el escepticismo en las circunstancias actuales, las del gobierno de Felipe Calderón.
Una equivocación del Ejecutivo, al encumbrar a ciertos personajes que han dañado al país en el pasado aún reciente y otorgarles un poder que puede ser usado en su contra, o de Acción Nacional, tarde o temprano podría disminuir las posibilidades de que el PAN gane las elecciones de 2009 y le acompañe en el cierre de su sexenio con mayoría en la Cámara de Diputados al Congreso de la Unión, que es la prioridad política que los panistas tenemos como partido y como gobierno.
El presidente sabe de las ambiciones de Manlio, a quien conoce como enemigo del PAN; así consta en estas páginas, cuyo contenido es mi argumento para prevenir una regresión, no al viejo sistema político que ya se fue, sino al método unipersonal de gobierno absolutista y omnímodo a partir de un personaje que no conoce otra forma de ejercer el poder que no sea desde sí mismo y no de las instituciones. Ya lo está demostrando desde ahora, sin siquiera tener el poder formal.
Mi pretensión en esta obra, cuyo contenido sólo me compromete a mí, es poner la mano en el hombro de Acción Nacional antes de que avance un paso más por el camino incorrecto. No pasa de ser una llamada de atención a partir de lo que ya sucedió y que me consta como protagonista. Una señal de alerta proyectada hacia el año 2009, el de la elección federal intermedia que puede darle mayor poder al exgobernador si se hace de una mayoría legislativa pluripartidaria en la Cámara de Diputados, que, por lo que se ve y se escucha, se infiere que es su intención.
También es un aviso hacia el 2012, el de la sucesión presidencial, que pudiese parecer apriorismo pero está sustentado a posteriori y por lo tanto es enseñanza porque, como señala Thomas Jefferson: “Cada vez que un hombre mira con codicia a un cargo, una podredumbre se inicia en su conducta”, y la de Beltrones parece haber comenzado en algún momento de lo que aquí se rememora.
Decidí dar este paso de letras para no incurrir en dos vicios opuestos: uno que usurpa el nombre de la prudencia, y otro que incurre en la temeridad. El primero finge ignorar la obligación de ser congruentes y lleva a la simulación, a guardar las formas para ocultar una realidad que no quiere reconocerse; y el segundo da permiso indebido a prácticas que emulan al viejo PRI –el del autoritarismo y la corrupción– y que sepultan con disimulo el sentido del deber.
Lo hago como ciudadano, político panista y padre de familia, pese a la advertencia –o amenaza elegante– de un cercano colaborador de Manlio que “cordialmente” me sugirió no provocar la ira de su jefe y sumarme mejor a su proyecto. Una clara invitación a la complicidad.
Lo hago porque estamos a tiempo de evitar que se repita una historia de lamentables consecuencias y porque “el PAN, en estos momentos, enfrenta no sólo el desafío de gobernar, sino de hacerlo de una manera congruente con sus principios de doctrina”. En última instancia, porque quizá, como dijera Manuel Gómez Morín en 1915 y otros ensayos: “Es tiempo de dar el santo y seña que permita el mutuo conocimiento”.

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