Columna La Historia en Breve/Ciro Gómez Leyva
Calderón, un 2 de septiembre
Calderón, un 2 de septiembre
Esperaba encontrarme a un personaje abatido. Los secuestros, los decapitados, el hombro roto. Pero no. El presidente Calderón llegó a la comida sereno y bromeando. Dicen que así deben ser los estadistas, pero a uno le queda la duda de si la vida adentro de Los Pinos tiene que ver con la del otro lado de Constituyentes y Parque Lira. Con la vida de la angustia, el dolor, el miedo.
Hizo análisis detallados sobre varios temas. Conversación privada. Temas sobre los que, minutos después, le pregunté en la radio. Me interesaba tener tres respuestas. Con una negativa, me dio la primera: hoy no está en condiciones de decirle a los mexicanos que su gobierno le va ganando la guerra al narco. Seis mil muertos después, no puede decirlo, porque “no sería creíble para la gente”.
Con una afirmativa sólida, me dio la segunda: la reforma de Pemex es ahora, es ya. Es inexplicable para él que se siga difiriendo, porque “está suficientemente discutida”.
Para la tercera le pedí una valorización de la amenaza lopezobradorista, de que es el momento de tirarlo del poder. Se encendió. Los calificó como un grupo “cada vez más reducido, al cual el pueblo le ha dado la espalda por su intransigencia y violencia”. Negó que se tratara de una insurrección, la calificó de gesto ilegal “que el Estado no permitirá”.
Y aseguró, con la firmeza que no tuvo en el tema del narco, que no meterá reversa en la reforma de Pemex: “Al contrario. Sería absurdo que un Estado como el mexicano se deje chantajear por espíritus verdaderamente autoritarios y dictatoriales, por berrinches antidemocráticos. Querer imponer por la fuerza el capricho propio es una acción dictatorial, a la cual, ni México ni su gobierno, le van a dar paso”.
Los Pinos, septiembre 2 del 2008
Hizo análisis detallados sobre varios temas. Conversación privada. Temas sobre los que, minutos después, le pregunté en la radio. Me interesaba tener tres respuestas. Con una negativa, me dio la primera: hoy no está en condiciones de decirle a los mexicanos que su gobierno le va ganando la guerra al narco. Seis mil muertos después, no puede decirlo, porque “no sería creíble para la gente”.
Con una afirmativa sólida, me dio la segunda: la reforma de Pemex es ahora, es ya. Es inexplicable para él que se siga difiriendo, porque “está suficientemente discutida”.
Para la tercera le pedí una valorización de la amenaza lopezobradorista, de que es el momento de tirarlo del poder. Se encendió. Los calificó como un grupo “cada vez más reducido, al cual el pueblo le ha dado la espalda por su intransigencia y violencia”. Negó que se tratara de una insurrección, la calificó de gesto ilegal “que el Estado no permitirá”.
Y aseguró, con la firmeza que no tuvo en el tema del narco, que no meterá reversa en la reforma de Pemex: “Al contrario. Sería absurdo que un Estado como el mexicano se deje chantajear por espíritus verdaderamente autoritarios y dictatoriales, por berrinches antidemocráticos. Querer imponer por la fuerza el capricho propio es una acción dictatorial, a la cual, ni México ni su gobierno, le van a dar paso”.
Los Pinos, septiembre 2 del 2008
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