Columna El Asalto a la Razón/Carlos Marín
No comes y te vas
Publicada en Milenio (www.milenio.com) Miércoles, 3 Septiembre, 2008;
“… Son problemas objetivos –le comenté a Maximiliano Cortázar el viernes, en un restaurante, platicando (a sugerencia suya) temas de interés presidencial. Pero aguas, Max: también están jugando la histeria y la paranoia…”
La charla fue franca y afable. El lunes me llamó para invitarme a comer el martes con su jefe y un grupo de periodistas (los nombres de Ciro y Denise afirmaron mi confianza). Le dije que sí, pero no tanto por comer gratis, sino porque no imaginaba las consecuencias de desairar a Felipe Calderón. Reímos.
Me llamó ayer poco después de las nueve de la mañana. Se le oía preocupado por la principal de MILENIO (“¿Que no termino?, me tiene sin cuidado”).
–¿Me desinvitan? –aventuré.
–Desde luego que no.
Dos horas después me volvió a llamar: “Es muy delicado eso de que lo quieren tumbar”.
–Pero no yo... ¿Me llamas ahora sí por la comida?
–Sí.
–Déjame entender: ¿se suspende la comida o me retiran la invitación…?
–La comida no se suspende… Pero ya habrá oportunidad de hablarlo.
El azoro se me quitó junto con el hambre, hasta que comí como suelo hacerlo: con amigos, bien y, sobre todo, de buenas.
Publicada en Milenio (www.milenio.com) Miércoles, 3 Septiembre, 2008;
“… Son problemas objetivos –le comenté a Maximiliano Cortázar el viernes, en un restaurante, platicando (a sugerencia suya) temas de interés presidencial. Pero aguas, Max: también están jugando la histeria y la paranoia…”
La charla fue franca y afable. El lunes me llamó para invitarme a comer el martes con su jefe y un grupo de periodistas (los nombres de Ciro y Denise afirmaron mi confianza). Le dije que sí, pero no tanto por comer gratis, sino porque no imaginaba las consecuencias de desairar a Felipe Calderón. Reímos.
Me llamó ayer poco después de las nueve de la mañana. Se le oía preocupado por la principal de MILENIO (“¿Que no termino?, me tiene sin cuidado”).
–¿Me desinvitan? –aventuré.
–Desde luego que no.
Dos horas después me volvió a llamar: “Es muy delicado eso de que lo quieren tumbar”.
–Pero no yo... ¿Me llamas ahora sí por la comida?
–Sí.
–Déjame entender: ¿se suspende la comida o me retiran la invitación…?
–La comida no se suspende… Pero ya habrá oportunidad de hablarlo.
El azoro se me quitó junto con el hambre, hasta que comí como suelo hacerlo: con amigos, bien y, sobre todo, de buenas.
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