Narcos infiltraron a ‘marshals’ de EU
Carlos Benavides, reportero.
Carlos Benavides, reportero.
El Universal (www.eluniversal.com.mx) Miércoles 29 de octubre de 2008;
Burlan seguridad e instalan a soplón en sede diplomática
Felipe no batalló mucho. Vio en la bolsa de trabajo de la página de internet de la embajada de Estados Unidos en México una vacante para un puesto relacionado con la seguridad. Se presentó a dejar sus documentos, luego, a una entrevista y fue contratado. Así, en pocos pasos, el cártel que dirigen los hermanos Beltrán Leyva tenía un infiltrado en la oficina de los US Marshals Service.
Este hombre había logrado vulnerar con anterioridad los procedimientos de confianza y los protocolos de seguridad de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), que lo colocó en la oficina de la Interpol México, y superó el tramite legislativo del Senado de ser autorizado para laborar en la representación diplomática de Washington en México.
Felipe es el nombre clave que utiliza este testigo protegido, cuyas declaraciones destaparon el mayor escándalo de corrupción oficial en México en los últimos 10 años, y que ingresó a finales de noviembre de 2007 a la oficina que ocupa el US Marshals Service dentro de la embajada.
El Servicio de Marshals de los Estados Unidos es la unidad policíaca más antigua del Departamento de Justicia que se encarga de investigar crímenes, trasladar prisioneros, buscar fugitivos y de brindar seguridad a los testigos protegidos. De hecho, esta corporación participó en las investigaciones que llevaron a la captura de Eduardo Arellano Félix, uno de las cabezas del cártel de Tijuana.
En 2002 siendo un pasante de derecho, Felipe conoció a José Antonio Cueto López, un hombre al que el gobierno mexicano identifica como un intermediario entre funcionarios corruptos y capos del narcotráfico, y a Fernando Rivera Hernández —entonces parte de un grupo operativo de la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada bajo el mando directo de José Luis Santiago Vasconcelos—, que hoy está acusado de trabajar para la organización de los Beltrán Leyva.
En agosto de ese mismo año Cueto López le consiguió a Felipe “un trabajo en la AFI y fue enviado a la oficina de la Interpol en el aeropuerto de la ciudad de México. En ese trabajo tuvo su primer contacto con el cártel.
En 2005, el cártel le pagó 10 mil dólares por “entretener a su gente” cuando la banda se lo requirió. Hasta 2007 le pagaron constantemente por sus favores, luego salió de la Interpol. El 11 de octubre de 2007 el Poder Legislativo concedió permiso a Felipe para trabajar en la misión diplomática y lo autorizó para prestar servicios como “investigador criminal del US Marshals Service”.
La solicitud del cártel no tardó en llegar. A finales de noviembre José Antonio Cueto le presentó a Felipe a El 19, un operador del cartel de los hermanos Beltrán Leyva, quien le ofreció un sueldo mensual de 30 mil dólares para que trabajara para la organización. Aunque él pretendía 50 mil, aceptó el trato
Felipe le entregó información sobre las investigaciones para detener a un importante fugitivo estadounidense que trabajaba para el cártel y que vivía en Querétaro. También le dijeron que tenía que entregar nombres y teléfonos de personas que eran investigadas por la DEA y el servicio de Marshals.
Las declaraciones de Felipe, junto con otras investigaciones, condujeron al desmembramiento de una red de oficiales corruptos de la SIEDO entre los que se encontraban el coordinador general de esa oficina, Miguel Colorado y el director de inteligencia, Fernando Rivera Hernández. La PGR continúa las investigaciones para determinar el grado de penetración del cártel en la SIEDO.
***
‘La maleta’, la otra nómina de la SIEDO
TEXTO FRANCISCO GÓMEZ
Felipe no batalló mucho. Vio en la bolsa de trabajo de la página de internet de la embajada de Estados Unidos en México una vacante para un puesto relacionado con la seguridad. Se presentó a dejar sus documentos, luego, a una entrevista y fue contratado. Así, en pocos pasos, el cártel que dirigen los hermanos Beltrán Leyva tenía un infiltrado en la oficina de los US Marshals Service.
Este hombre había logrado vulnerar con anterioridad los procedimientos de confianza y los protocolos de seguridad de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), que lo colocó en la oficina de la Interpol México, y superó el tramite legislativo del Senado de ser autorizado para laborar en la representación diplomática de Washington en México.
Felipe es el nombre clave que utiliza este testigo protegido, cuyas declaraciones destaparon el mayor escándalo de corrupción oficial en México en los últimos 10 años, y que ingresó a finales de noviembre de 2007 a la oficina que ocupa el US Marshals Service dentro de la embajada.
El Servicio de Marshals de los Estados Unidos es la unidad policíaca más antigua del Departamento de Justicia que se encarga de investigar crímenes, trasladar prisioneros, buscar fugitivos y de brindar seguridad a los testigos protegidos. De hecho, esta corporación participó en las investigaciones que llevaron a la captura de Eduardo Arellano Félix, uno de las cabezas del cártel de Tijuana.
En 2002 siendo un pasante de derecho, Felipe conoció a José Antonio Cueto López, un hombre al que el gobierno mexicano identifica como un intermediario entre funcionarios corruptos y capos del narcotráfico, y a Fernando Rivera Hernández —entonces parte de un grupo operativo de la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada bajo el mando directo de José Luis Santiago Vasconcelos—, que hoy está acusado de trabajar para la organización de los Beltrán Leyva.
En agosto de ese mismo año Cueto López le consiguió a Felipe “un trabajo en la AFI y fue enviado a la oficina de la Interpol en el aeropuerto de la ciudad de México. En ese trabajo tuvo su primer contacto con el cártel.
En 2005, el cártel le pagó 10 mil dólares por “entretener a su gente” cuando la banda se lo requirió. Hasta 2007 le pagaron constantemente por sus favores, luego salió de la Interpol. El 11 de octubre de 2007 el Poder Legislativo concedió permiso a Felipe para trabajar en la misión diplomática y lo autorizó para prestar servicios como “investigador criminal del US Marshals Service”.
La solicitud del cártel no tardó en llegar. A finales de noviembre José Antonio Cueto le presentó a Felipe a El 19, un operador del cartel de los hermanos Beltrán Leyva, quien le ofreció un sueldo mensual de 30 mil dólares para que trabajara para la organización. Aunque él pretendía 50 mil, aceptó el trato
Felipe le entregó información sobre las investigaciones para detener a un importante fugitivo estadounidense que trabajaba para el cártel y que vivía en Querétaro. También le dijeron que tenía que entregar nombres y teléfonos de personas que eran investigadas por la DEA y el servicio de Marshals.
Las declaraciones de Felipe, junto con otras investigaciones, condujeron al desmembramiento de una red de oficiales corruptos de la SIEDO entre los que se encontraban el coordinador general de esa oficina, Miguel Colorado y el director de inteligencia, Fernando Rivera Hernández. La PGR continúa las investigaciones para determinar el grado de penetración del cártel en la SIEDO.
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‘La maleta’, la otra nómina de la SIEDO
TEXTO FRANCISCO GÓMEZ
El Universal Miércoles 29 de octubre de 2008
Funcionarios de la dependencia recibían hasta 150 mil dólares al mes de los Beltrán Leyva a cambio de frenar investigaciones en contra de los capos
Eran las 8:30 de la noche de un viernes de septiembre de 2007. En la mesa de una cantina cercana al Ángel de la Independencia, varios hombres bebían y hablaban de su trabajo. De un lado de la mesa, Fernando Rivera Hernández director de inteligencia de la SIEDO. Al otro lado Jennifer un operador del cártel de los hermanos Beltrán Leyva. En medio de ambos el “licenciado José Antonio Cueto, un ex funcionario e intermediario entre narcos y policías.
Los tragos fluyeron junto con la conversación. Al final, un apretón de manos. El negocio había salido a la perfección. “Es tu día de suerte”, le dijo El 19 al director de inteligencia de la SIEDO.
El lunes siguiente en un restaurante ubicado frente a la embajada de Estados Unidos, en Reforma, el enviado del cártel le entregó al encargado de inteligencia de la SIEDO el primer pago por 150 mil dólares para sellar el pacto: Rivera había aceptado trabajar para la organización Beltrán Leyva a cambio de recibir una cantidad similar cada 30 días. Lo que el funcionario nunca supo es que el cártel estaba dispuesto a pagar 300 mil dólares.
Este pago era parte de “la nómina SIEDO” del cártel de los Beltrán Leyva.
El relato de esta reunión lo hizo un testigo protegido de nombre clave Jennifer, cuyo testimonio es parte de la Operación Limpieza, la investigación anticorrupción más importante de los últimos años y que ha puesto al descubierto que dos de los mas altos mandos de la Subporcuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) pertenecían a una red de protección que cuidaba los intereses de la organización criminal de los Beltrán Leyva dentro de la Procuraduría General de la República.
“En la cantina Los Remedios, que se encuentra en Río Tiber, cerca de Reforma, me presentaron a Fernando Rivera”. El testigo relata que a los pocos minutos de ser presentado con el funcionario, Rivera comenzó a decirle que él era director de Inteligencia de la SIEDO y que estaba trabajando en asuntos de narcotráfico, en especial de los cárteles de Sinaloa y del Golfo.
Jennifer le formuló dos preguntas a Rivera. La primera fue que si no le daba miedo trabajar en esos asuntos y la segunda que si en alguna ocasión había recibido ofertas de narcotraficantes para que les ayudara a cambio de dinero.
Podían darle 300 mil dólares; se quedó con 150 mil
Fernando Rivera ni siquiera respondió la primera, fue directo a la segunda. “Contestó que sí, que en una ocasión Arturo Beltrán Leyva, El Barbas —jefe del cártel—, le ofreció mediante de otra persona 450 mil dólares a cambio de que fuera más suave en una investigación”, relata el testigo.
Jennifer le preguntó que si además de esa ocasión “ya le habían ofrecido la maleta”. Rivera contestó: “No, eso es lo que estoy esperando”, respondió el funcionario.”Pues este es tu día de suerte” reviró Jennifer quien se desenmascaró.
“Le dije que era miembro de la organización y que trabajaba para Édgar Valdez Villareal, La Barbie – jefe de sicarios del cártel— y que él me mandó para arreglar una relación de negocios y brindar apoyo al cártel”.
La lista de tareas que Jennifer le dijo a Rivera que tenía que cumplir para recibir un salario de la organización fue larga.
Había que informales de todo lo que pasara en la SIEDO. Fechas y horarios de operativos en contra de miembros del cártel y de escoltarlos cuando salieran a algún estado. Número y copia de averiguaciones previas; nombres, fotografías y números celulares de los agentes que fueran a participar en operativos y cateos. Domicilios en investigación y nombres de personas investigadas, direcciones de casas de arraigo y vulnerabilidades de seguridad de las mismas, así como ingresar a estos centros de arraigo teléfonos celulares, comida y ropa para de los detenidos, así como aleccionarlos sobre lo que tenían que declarar.
Al escuchar la lista Fernando Rivera preguntó que cuanto pagaría el cártel por semejante ayuda. “Tu pones la cantidad”, dijo Jennifer y le dio todo el fin de semana para pensar en el monto del pago.
El lunes se volvieron a reunir en un restaurante de Reforma y según el testigo protegido, Fernando Rivera dijo que había pensado en la propuesta del cártel y pidió un sueldo de 500 mil dólares mensuales.
Ahí comenzó el regateo.
“Jennifer dijo que era una cantidad muy alta y que tendría que pedir autorización a su jefe. Tomó el teléfono para decirle a La Barbie sobre la pretensión de Rivera.
La instrucción que recibió de su patrón fue que se ajustara a los 300 mil dólares que llevaba para negociar.
“Jennifer regresó a la mesa y le dijo a Rivera que lo máximo que podrían pagar eran 150 mil dólares al mes. De inmediato — relata Jennifer— Fernando Rivera aceptó.
Minutos más tarde Jennifer deslizó por debajo de la mesa una bolsa negra con 150 mil dólares misma que tomó Fernando Rivera Hernández.
Desde ese día de septiembre y hasta marzo de 2008 esa misma cantidad llegó puntualmente para pagar a algunos de los hombres del cártel en la SIEDO. Aunque ese pago es sólo uno de los que integraban la “nómina SIEDO”.
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Funcionarios de la dependencia recibían hasta 150 mil dólares al mes de los Beltrán Leyva a cambio de frenar investigaciones en contra de los capos
Eran las 8:30 de la noche de un viernes de septiembre de 2007. En la mesa de una cantina cercana al Ángel de la Independencia, varios hombres bebían y hablaban de su trabajo. De un lado de la mesa, Fernando Rivera Hernández director de inteligencia de la SIEDO. Al otro lado Jennifer un operador del cártel de los hermanos Beltrán Leyva. En medio de ambos el “licenciado José Antonio Cueto, un ex funcionario e intermediario entre narcos y policías.
Los tragos fluyeron junto con la conversación. Al final, un apretón de manos. El negocio había salido a la perfección. “Es tu día de suerte”, le dijo El 19 al director de inteligencia de la SIEDO.
El lunes siguiente en un restaurante ubicado frente a la embajada de Estados Unidos, en Reforma, el enviado del cártel le entregó al encargado de inteligencia de la SIEDO el primer pago por 150 mil dólares para sellar el pacto: Rivera había aceptado trabajar para la organización Beltrán Leyva a cambio de recibir una cantidad similar cada 30 días. Lo que el funcionario nunca supo es que el cártel estaba dispuesto a pagar 300 mil dólares.
Este pago era parte de “la nómina SIEDO” del cártel de los Beltrán Leyva.
El relato de esta reunión lo hizo un testigo protegido de nombre clave Jennifer, cuyo testimonio es parte de la Operación Limpieza, la investigación anticorrupción más importante de los últimos años y que ha puesto al descubierto que dos de los mas altos mandos de la Subporcuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) pertenecían a una red de protección que cuidaba los intereses de la organización criminal de los Beltrán Leyva dentro de la Procuraduría General de la República.
“En la cantina Los Remedios, que se encuentra en Río Tiber, cerca de Reforma, me presentaron a Fernando Rivera”. El testigo relata que a los pocos minutos de ser presentado con el funcionario, Rivera comenzó a decirle que él era director de Inteligencia de la SIEDO y que estaba trabajando en asuntos de narcotráfico, en especial de los cárteles de Sinaloa y del Golfo.
Jennifer le formuló dos preguntas a Rivera. La primera fue que si no le daba miedo trabajar en esos asuntos y la segunda que si en alguna ocasión había recibido ofertas de narcotraficantes para que les ayudara a cambio de dinero.
Podían darle 300 mil dólares; se quedó con 150 mil
Fernando Rivera ni siquiera respondió la primera, fue directo a la segunda. “Contestó que sí, que en una ocasión Arturo Beltrán Leyva, El Barbas —jefe del cártel—, le ofreció mediante de otra persona 450 mil dólares a cambio de que fuera más suave en una investigación”, relata el testigo.
Jennifer le preguntó que si además de esa ocasión “ya le habían ofrecido la maleta”. Rivera contestó: “No, eso es lo que estoy esperando”, respondió el funcionario.”Pues este es tu día de suerte” reviró Jennifer quien se desenmascaró.
“Le dije que era miembro de la organización y que trabajaba para Édgar Valdez Villareal, La Barbie – jefe de sicarios del cártel— y que él me mandó para arreglar una relación de negocios y brindar apoyo al cártel”.
La lista de tareas que Jennifer le dijo a Rivera que tenía que cumplir para recibir un salario de la organización fue larga.
Había que informales de todo lo que pasara en la SIEDO. Fechas y horarios de operativos en contra de miembros del cártel y de escoltarlos cuando salieran a algún estado. Número y copia de averiguaciones previas; nombres, fotografías y números celulares de los agentes que fueran a participar en operativos y cateos. Domicilios en investigación y nombres de personas investigadas, direcciones de casas de arraigo y vulnerabilidades de seguridad de las mismas, así como ingresar a estos centros de arraigo teléfonos celulares, comida y ropa para de los detenidos, así como aleccionarlos sobre lo que tenían que declarar.
Al escuchar la lista Fernando Rivera preguntó que cuanto pagaría el cártel por semejante ayuda. “Tu pones la cantidad”, dijo Jennifer y le dio todo el fin de semana para pensar en el monto del pago.
El lunes se volvieron a reunir en un restaurante de Reforma y según el testigo protegido, Fernando Rivera dijo que había pensado en la propuesta del cártel y pidió un sueldo de 500 mil dólares mensuales.
Ahí comenzó el regateo.
“Jennifer dijo que era una cantidad muy alta y que tendría que pedir autorización a su jefe. Tomó el teléfono para decirle a La Barbie sobre la pretensión de Rivera.
La instrucción que recibió de su patrón fue que se ajustara a los 300 mil dólares que llevaba para negociar.
“Jennifer regresó a la mesa y le dijo a Rivera que lo máximo que podrían pagar eran 150 mil dólares al mes. De inmediato — relata Jennifer— Fernando Rivera aceptó.
Minutos más tarde Jennifer deslizó por debajo de la mesa una bolsa negra con 150 mil dólares misma que tomó Fernando Rivera Hernández.
Desde ese día de septiembre y hasta marzo de 2008 esa misma cantidad llegó puntualmente para pagar a algunos de los hombres del cártel en la SIEDO. Aunque ese pago es sólo uno de los que integraban la “nómina SIEDO”.
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La sombra de un ‘cuñado incómodo’
El Universal Miércoles 29 de octubre de 2008
Cuando en 1997 Miguel Colorado González, casado con Diana Alicia Luque Luna, comenzó a ser informante al servicio de los hermanos Beltrán Leyva, su cuñado, el general brigadier Carlos Fernando Luque Luna, se desempeñaba como subjefe de inteligencia militar.
Antes de desarrollar esta labor en la sección segunda (S-2) del Estado Mayor de la Defensa, el general Luque Luna había estado en Sinaloa entre 1995 y 1996 como subjefe del Estado Mayor en la tercera región militar con sede en Mazatlán, según se desprende de su hoja de servicios, cuya copia tiene EL UNIVERSAL.
El brigadier Luque Luna fue nombrado jefe de inteligencia militar en los últimos meses del sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León, cargo que dejó cuando el general Rafael Macedo de la Concha fue nombrado titular de la Procuraduría General de la República (PGR) y designó a Luque Luna director del Centro de Planeación para el control de Drogas (Cendro), área que trabajaba en coordinación con la unidad contra la delincuencia organizada donde laboraba su cuñado.
Carlos Fernando Luque Luna, quien actualmente se desempeña como jefe de Estado Mayor de la séptima región militar con sede en Oaxaca, ascendió a general de brigada el 20 de noviembre de 2007 y su grado le fue ratificado en marzo pasado por el Senado de la República.
El Universal Miércoles 29 de octubre de 2008
Cuando en 1997 Miguel Colorado González, casado con Diana Alicia Luque Luna, comenzó a ser informante al servicio de los hermanos Beltrán Leyva, su cuñado, el general brigadier Carlos Fernando Luque Luna, se desempeñaba como subjefe de inteligencia militar.
Antes de desarrollar esta labor en la sección segunda (S-2) del Estado Mayor de la Defensa, el general Luque Luna había estado en Sinaloa entre 1995 y 1996 como subjefe del Estado Mayor en la tercera región militar con sede en Mazatlán, según se desprende de su hoja de servicios, cuya copia tiene EL UNIVERSAL.
El brigadier Luque Luna fue nombrado jefe de inteligencia militar en los últimos meses del sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León, cargo que dejó cuando el general Rafael Macedo de la Concha fue nombrado titular de la Procuraduría General de la República (PGR) y designó a Luque Luna director del Centro de Planeación para el control de Drogas (Cendro), área que trabajaba en coordinación con la unidad contra la delincuencia organizada donde laboraba su cuñado.
Carlos Fernando Luque Luna, quien actualmente se desempeña como jefe de Estado Mayor de la séptima región militar con sede en Oaxaca, ascendió a general de brigada el 20 de noviembre de 2007 y su grado le fue ratificado en marzo pasado por el Senado de la República.
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Columna Bajo Reserva, 29 de octubre de 2008
De la trama de corrupción en la SIEDO, destaca un espía del narco
De la trama de corrupción en la SIEDO, destaca un espía del narco que logró burlar procedimientos, controles de confianza y protocolos de seguridad del gobierno de México y la embajada de Estados Unidos. Este personaje, ahora conocido con el sobrenombre de Felipe, se ha convertido en el testigo estrella de Washington para documentar el grado de penetración del narcotráfico en una de las áreas más importantes de la PGR. Para mostrar su carrera, le podemos decir que pasó los exámenes para ingresar a la AFI, a la Interpol y a una importantísima área del Departamento de Justicia de EU, ubicada en la representación diplomática. Desde esas posiciones, alimentaba con información sensible a los capos de la familia Beltrán Leyva. La historia es digna de una novela.
De la trama de corrupción en la SIEDO, destaca un espía del narco
De la trama de corrupción en la SIEDO, destaca un espía del narco que logró burlar procedimientos, controles de confianza y protocolos de seguridad del gobierno de México y la embajada de Estados Unidos. Este personaje, ahora conocido con el sobrenombre de Felipe, se ha convertido en el testigo estrella de Washington para documentar el grado de penetración del narcotráfico en una de las áreas más importantes de la PGR. Para mostrar su carrera, le podemos decir que pasó los exámenes para ingresar a la AFI, a la Interpol y a una importantísima área del Departamento de Justicia de EU, ubicada en la representación diplomática. Desde esas posiciones, alimentaba con información sensible a los capos de la familia Beltrán Leyva. La historia es digna de una novela.
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