Cartas de Humberto Musacchio a Eduardo Ibarra, director de la revista Forum
Eduardo:
Ya se abrió el debate sobre el antisemitismo, algo que creíamos por completo superado, por lo menos en la izquierda, donde nuestra generación siempre consideró inadmisible cualquier tipo de racismo, lo que no nos ha impedido condenar la política agresiva de Israel ni el juego perverso que realizan los gobiernos árabes con la causa palestina, condena de la que por cierto participan no poco judíos de los que firman el desplegado aparecido en La Jornada el 19 de diciembre.
Te escribo porque me enviaste un texto firmado por Amael Vizzuet en el que este arremete contra lo que él llama los "santones de las páginas editoriales", destacadamente Miguel Ángel Granados Chapa, quien no necesita defensores, pues su prestigio y su trayectoria están muy por encima de las insinuaciones que desliza tu colaborador.
Dice Amael que nadie tiene el monopolio de la discriminación, lo que es absolutamente cierto. La humanidad no puede olvidar el genocidio armenio, las matanzas ocurridas en China en diversas épocas o el que en el primer siglo de presencia española en este continente la población indígena de Mesoamérica pasara de 25 millones a sólo millón y cuarto de personas. Pero los judíos, hasta donde sé, son el grupo que ha pagado la cuota más alta de sangre por causa de una ideología que, convertida en política de Estado, se propuso el exterminio sistemático y total, para lo que puso en juego inmensos recursos científicos, tecnológicos, militares, económicos y propagandísticos, lo que costó la vida a seis millones de judíos. Por supuesto, no ignoro que esa misma política nazi llevó a la muerte a 500 o 600 mil gitanos y miles de personas de otras minorías, además de los militares y civiles que perecieron a causa de la guerra.
El genocidio es una de las mayores vergüenzas de la humanidad porque fue un exterminio deliberado, planificado y ejecutado con fría determinación. Fue decidido por el gobierno de Adolfo Hitler, pero contó con el aplauso, las delaciones y la participación activa de millones de alemanes que llegaron a creer que eran una raza superior y otras supercherías.
Vizzuet sabe que muchos de los firmantes hemos combatido a lo largo de varias décadas el antisemitismo, pero también la discriminación que se ejerce en múltiples formas contra los indios, los negros, los homosexuales y otras minorías, sean raciales, ideológicas, políticas, religiosas o de cualquier tipo.
El desplegado en ninguna parte pide que Jalife sea censurado. Señala, eso sí, que al torcer Jalife la información "falta al respeto a los propósitos que animan a La Jornada, a la inteligencia de sus lectores y a sus editorialistas serios e imparciales", pero la directora de ese diario decidirá si continúa permitiendo que se engañe, mienta y difame en las páginas de ese diario que nació con un enorme apoyo social y que contó en forma determinante con el aporte económico o intelectual de muchos judíos.
Por último, y de manera personal, rechazo terminantemente que los artículos de Jalife puedan ser el centro de un debate. Si el señor miente, inventa, distorsiona, cita en falso o se resbala con sus tonterías, allá él, pero sería absurdo dedicar el tiempo de alguien a desfacer los entuertos de ese racista. Para consuelo de ese antisemita, hay que decir que no está sólo. Aparte de los que demandan que se respete su "libertad de expresión" --hay países en los que está expresamente prohibido el antisemitismo--, Jalife ya cuenta con un importante aliado: el pasado 16 de diciembre, en El Universal, a Germán Martínez Cázares le brotó su antisemitismo, pues escribió que "el credo de la avaricia" afectó, entre otros, "a un grupo de obras de beneficencia (los estafadores limpian sus culpas con regalos de caridad) de la comunidad judía", esto es, que la comunidad judía es una pandilla de estafadores que realiza obras de beneficencia para limpiar sus culpas. Lo dijo el presidente del PAN, el partido que se mantiene en el poder después del cochinero electoral de 2006 que culminó con un fallo aberrante del Trife. La fobia contra los judíos tiene un buen caldo de cultivo. El huevo de la serpiente tiene su incubadora en Los Pinos y ante el fracaso rotundo de Felipe Calderón no sería remoto que la derecha tratara de envolver al país en una campaña de odios raciales. Espero equivocarme. Humberto Musacchio
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Antisemitismo, judaísmo, prejuicio y racismo
Humberto Musacchio
Humberto Musacchio
Excélsior, 25-XII-08
Estos días son, o por lo menos eso se dice, propicios para la reflexión y el análisis de conciencia. Por eso cabe comentar un caso que está presente en algunos diarios y que se originó en un texto aparecido hace unos días en La Jornada con la firma de Alfredo Jalife-Rahme quien, fiel a su costumbre, asocia sin escrúpulo términos como israelí y judío, desliza términos imprecisos pero sugerentes como “banca israelí-anglosajona” y hace afirmaciones no sólo aventuradas, sino francamente difamatorias.
El hecho que esta vez dio tema a Jalife-Rahme fue el ataque contra hoteles y un centro judío de Bombay efectuado y reivindicado por un grupo islamista, el que torturó y dio muerte a dos centenares de personas.
Pero a Jalife-Rahme no le importó mucho que los autores se dijeran públicamente autores de esos hechos y lanzó una interrogación que pretende introducir confusión y trasladar culpas:
“¿Propició la banca israelí anglosajona —se preguntaba Jalife-Rahme el 7 de diciembre— la carnicería de Bombay con el fin de repatriar los capitales a Estados Unidos y revaluar artificialmente el dólar?” Por supuesto, resulta por lo menos extraño relacionar lo ocurrido en Bombay con la banca “israelí-anglosajona”, si es que existe algo que pueda ser llamado de esa manera.
En el mismo plan absurdo, Jalife-Rahme bien pudo preguntar si la matanza tiene algo que ver con los tejidos huicholes del norte de Jalisco o con el gusto de los selenitas por el café con leche. No importa la coherencia ni la verdad. Importa sugerir que las cosas no son como son y confirmar que el prejuicio y las ocurrencias envenenadas están por encima de todo hecho comprobado.
A lo largo de varios años, Jalife-Rahme ha venido repitiendo las mismas acusaciones, según las cuales todos los males de este mundo tienen como causantes a los judíos o al Estado de Israel.
Es, mal actualizada, la vieja versión antisemita reciclada por la propaganda nazi, según la cual los judíos quieren apoderarse de todo y de todos, conseja que siempre ha encontrado un caldo de cultivo en la ignorancia y la superstición.
Durante muchos siglos, presentar a los judíos como deicidas era el mejor pretexto para justificar los abusos, despojos y crímenes contra ellos y otros núcleos que tenían alguna especificidad. Hasta principios del siglo XX, los pogromos o matanzas de judíos fueron algo frecuente solapado por la autoridad y socialmente aceptado en Rusia y otros países del Este europeo. Los nazis llevaron esa agresión hasta el exterminio y sacrificaron en forma criminal y deliberada a millones de judíos, por lo menos a medio millón de gitanos y a miles de integrantes de esos grupos humanos.
Los medios de comunicación han contribuido no poco a fomentar esa mentalidad que hace del diferente el blanco de los odios colectivos. Todavía hoy vemos en los encabezados de los periódicos que acusan de encarecedor al “comerciante judío”, al “tendero gachupín” o al “estafador sirio-libanés”, pero nunca se señala al “comerciante católico” o al “tendero mexicano o al estafador capitalino”. Se trata de acentuar la diferencia y a partir de ella crear culpables más supuestos que reales.
En los atentados de Bombay fueron asesinados por lo menos cuarenta musulmanes, seguramente un buen número de hinduistas y una decena de judíos entre los que figuraba la ciudadana mexicana Norma Schvarzblat.
Todos ellos merecen nuestra solidaridad, más allá de coincidencias religiosas, nacionalidad, ideología o identidad.
Jalife-Rahme prefiere aprovechar lo ocurrido para sembrar odios.
Por lo anterior, un grupo de intelectuales de los más diversos puntos de vista políticos y cientos de judíos mexicanos publicaron un desplegado en el que se señala que es grave que Jalife-Rahme “lleve años publicando su columna, utilizando información sesgada y mal intencionada, haciendo generalizaciones discriminatorias y procediendo a una sistemática campaña de desinformación en contra de un grupo muy variado de personas de diversas nacionalidades, con muy diversas tendencias políticas, pero cuyo ‘pecado’ es su origen o su identidad judía, adscripción que no es necesariamente religiosa ni es ideológicamente uniforme”.
La “respuesta” de Jalife-Rahme se mantiene en el tenor de lo denunciado, con las consabidas citas esgrimidas por montones, pero sin mucho cuidado, mezclando fuentes medianamente aceptables con otras reconocidamente falsas y algunas más que inducen al humorismo involuntario del columnista, por supuesto, con menciones insistentes de nombres judíos o que así le suenan al columnista (¿o calumnista?).
En suma, ese “periodismo” es basura, sus fuentes son más que discutibles y difícilmente distingue entre el dato comprobado y la mentira. Sus alegatos nada tienen que ver con el debate sobre los asuntos públicos, entre otros el de Oriente Medio, pues lejos de contribuir a su esclarecimiento hacen un amasijo de verdades dudosas, medias mentiras y embustes completos.
Es mero antisemitismo, racismo vil que distorsiona los hechos y fomenta el odio.
hum_mus@hotmail.com
Estos días son, o por lo menos eso se dice, propicios para la reflexión y el análisis de conciencia. Por eso cabe comentar un caso que está presente en algunos diarios y que se originó en un texto aparecido hace unos días en La Jornada con la firma de Alfredo Jalife-Rahme quien, fiel a su costumbre, asocia sin escrúpulo términos como israelí y judío, desliza términos imprecisos pero sugerentes como “banca israelí-anglosajona” y hace afirmaciones no sólo aventuradas, sino francamente difamatorias.
El hecho que esta vez dio tema a Jalife-Rahme fue el ataque contra hoteles y un centro judío de Bombay efectuado y reivindicado por un grupo islamista, el que torturó y dio muerte a dos centenares de personas.
Pero a Jalife-Rahme no le importó mucho que los autores se dijeran públicamente autores de esos hechos y lanzó una interrogación que pretende introducir confusión y trasladar culpas:
“¿Propició la banca israelí anglosajona —se preguntaba Jalife-Rahme el 7 de diciembre— la carnicería de Bombay con el fin de repatriar los capitales a Estados Unidos y revaluar artificialmente el dólar?” Por supuesto, resulta por lo menos extraño relacionar lo ocurrido en Bombay con la banca “israelí-anglosajona”, si es que existe algo que pueda ser llamado de esa manera.
En el mismo plan absurdo, Jalife-Rahme bien pudo preguntar si la matanza tiene algo que ver con los tejidos huicholes del norte de Jalisco o con el gusto de los selenitas por el café con leche. No importa la coherencia ni la verdad. Importa sugerir que las cosas no son como son y confirmar que el prejuicio y las ocurrencias envenenadas están por encima de todo hecho comprobado.
A lo largo de varios años, Jalife-Rahme ha venido repitiendo las mismas acusaciones, según las cuales todos los males de este mundo tienen como causantes a los judíos o al Estado de Israel.
Es, mal actualizada, la vieja versión antisemita reciclada por la propaganda nazi, según la cual los judíos quieren apoderarse de todo y de todos, conseja que siempre ha encontrado un caldo de cultivo en la ignorancia y la superstición.
Durante muchos siglos, presentar a los judíos como deicidas era el mejor pretexto para justificar los abusos, despojos y crímenes contra ellos y otros núcleos que tenían alguna especificidad. Hasta principios del siglo XX, los pogromos o matanzas de judíos fueron algo frecuente solapado por la autoridad y socialmente aceptado en Rusia y otros países del Este europeo. Los nazis llevaron esa agresión hasta el exterminio y sacrificaron en forma criminal y deliberada a millones de judíos, por lo menos a medio millón de gitanos y a miles de integrantes de esos grupos humanos.
Los medios de comunicación han contribuido no poco a fomentar esa mentalidad que hace del diferente el blanco de los odios colectivos. Todavía hoy vemos en los encabezados de los periódicos que acusan de encarecedor al “comerciante judío”, al “tendero gachupín” o al “estafador sirio-libanés”, pero nunca se señala al “comerciante católico” o al “tendero mexicano o al estafador capitalino”. Se trata de acentuar la diferencia y a partir de ella crear culpables más supuestos que reales.
En los atentados de Bombay fueron asesinados por lo menos cuarenta musulmanes, seguramente un buen número de hinduistas y una decena de judíos entre los que figuraba la ciudadana mexicana Norma Schvarzblat.
Todos ellos merecen nuestra solidaridad, más allá de coincidencias religiosas, nacionalidad, ideología o identidad.
Jalife-Rahme prefiere aprovechar lo ocurrido para sembrar odios.
Por lo anterior, un grupo de intelectuales de los más diversos puntos de vista políticos y cientos de judíos mexicanos publicaron un desplegado en el que se señala que es grave que Jalife-Rahme “lleve años publicando su columna, utilizando información sesgada y mal intencionada, haciendo generalizaciones discriminatorias y procediendo a una sistemática campaña de desinformación en contra de un grupo muy variado de personas de diversas nacionalidades, con muy diversas tendencias políticas, pero cuyo ‘pecado’ es su origen o su identidad judía, adscripción que no es necesariamente religiosa ni es ideológicamente uniforme”.
La “respuesta” de Jalife-Rahme se mantiene en el tenor de lo denunciado, con las consabidas citas esgrimidas por montones, pero sin mucho cuidado, mezclando fuentes medianamente aceptables con otras reconocidamente falsas y algunas más que inducen al humorismo involuntario del columnista, por supuesto, con menciones insistentes de nombres judíos o que así le suenan al columnista (¿o calumnista?).
En suma, ese “periodismo” es basura, sus fuentes son más que discutibles y difícilmente distingue entre el dato comprobado y la mentira. Sus alegatos nada tienen que ver con el debate sobre los asuntos públicos, entre otros el de Oriente Medio, pues lejos de contribuir a su esclarecimiento hacen un amasijo de verdades dudosas, medias mentiras y embustes completos.
Es mero antisemitismo, racismo vil que distorsiona los hechos y fomenta el odio.
hum_mus@hotmail.com
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