12 feb 2010

Fernando Gómez Mont

Columna PLAZA PÚBLICA/Fernando Gómez Mont
Miguel Ángel Granados Chapa
Reforma 12 Feb. 10;
Debilitado ante el PRI, por su imposibilidad de cumplir compromisos que implicaban decisiones de otros; irritado contra el PAN porque su partido no satisfizo sus peticiones, es posible que la renuncia de Fernando Gómez Mont a su militancia panista sea el preámbulo de su dimisión al ministerio que se ocupa de la política interior. En lo inmediato queda a salvo sólo por un factor escenográfico: quien lo supliera sería el cuarto secretario de Gobernación cuando apenas comienza el segundo trienio de Felipe Calderón.
Panista desde la cuna, nacido en pañales azules, Gómez Mont Urueta vino al mundo el 11 de enero de 1963. Su padre, Felipe Gómez Mont, había protagonizado, no mucho tiempo atrás, la hazaña de ser elegido dos veces diputado en el Distrito Federal. En aquellos años (1952, la primera vez, 1958 la segunda) era difícil comprobar una victoria oposicionista contra el PRI. Cuando más, podían evidenciarse en el colegio electoral, mediante eficaces recursos de oratoria en que Gómez Mont era diestro, los abusos del candidato impuesto. Cuando tales abusos eran inocultables o desmesurados, al candidato priista se le sacrificaba y entonces, y sólo entonces, se admitía el ingreso de su rival a la Cámara. Gómez Mont representó en esas ocasiones al tercer distrito capitalino, cuyo corazón era la conservadora colonia Roma. Fue diputado una tercera vez, pero ya no por voto directo o por efecto del sacrificio de un priista sino como diputado de partido, la fórmula con que se inició en México la representación proporcional.
Aunque su padre murió en 1970, cuando Fernando Gómez Mont tenía apenas 7 años de edad, su adolescencia transcurrió en un ambiente familiar panista, en que sobre todo sus hermanas María Teresa y Esperanza eran activistas del partido. Antes de cumplir 30 años, Fernando fue elegido diputado, en la LV Legislatura, la segunda del sexenio de Salinas, donde Diego Fernández de Cevallos, a cuyo entorno pertenecía Gómez Mont, adquirió el mote de Jefe, que no le atribuían los diputados de su bancada, sino la del PRI, porque los miembros de la mayoría se asombraban al ver cómo el transmisor de las órdenes enviadas por la oficina presidencial era el hombre blanco y barbado que encabezaba al grupo panista. Eran los años en que El Jefe Diego era conocido también como La ardilla, porque no salía de Los Pinos.
Como había hecho su padre, al concluir su periodo legislativo, Fernando Gómez Mont se concentró en su despacho jurídico. Felipe Gómez Mont se había asociado con Raúl F. Cárdenas, ex rector de la Escuela Libre de Derecho. Su hijo encabezó su propio bufete, con Alberto Zinser y Julio Esponda. Padre e hijo fueron prósperos penalistas y asesores jurídicos en general, insertos más de una vez en casos polémicos.
Miembro de la comisión política, del comité ejecutivo y del consejo nacional en diversos momentos, es probable que Felipe Calderón lo hubiera invitado desde el principio a formar parte del gobierno, pero sólo hasta la muerte de Juan Camilo Mouriño Gómez Mont aceptó sucederlo. Es probable que su renuencia se explicara por el conocimiento de sí mismo y el de quien sería su jefe. Ambos suelen no dominarse cuando la excitación los embarga. Cada uno puede ceder a sus arrebatos, a sus reacciones ásperas y quizá Gómez Mont no quería poner en riesgo la amistad que los une desde muy jovencitos (Calderón es sólo unos meses mayor). Más de un choque ha ocurrido desde que Gómez Mont despacha en Bucareli. Se ha difundido uno en que, no hace muchos meses, el secretario de Gobernación reaccionó airado ante una increpación presidencial salida de tono: ¡A mí no me grites, porque te aviento la renuncia!
En su afán de lograr gobernabilidad y reformas, nada de lo cual es posible sin el PRI, Calderón y Gómez Mont ofrecieron a ese partido impedir que el PAN se aliara con el PRD en algunos procesos locales de este año. Manlio Fabio Beltrones ha difundido la versión de que la oferta fue hecha por el propio presidente de la República a Ulises Ruiz, el gobernador de Oaxaca, a cambio del apoyo priista en la aprobación del paquete económico para este año (Alejandro Almazán, "Cómo se armaron las insólitas alianzas entre PAN y PRD", emeequis, 1o. de febrero). Si ése fue el origen del compromiso y Gómez Mont únicamente fue encargado de formalizarlo, o si fue iniciativa del entonces panista, el hecho es que se cometió un abuso al ofrecer acciones u omisiones que dependían de la voluntad de terceros. Fue ilegítimo poner en la mesa de negociaciones entre Gobernación y el PRI a un PAN que de ese modo quedaba indefenso pero que a la postre no se avino a ser pieza de un arreglo ajeno, aunque lo confeccionaran tan eminentes miembros del propio partido y en aras de un presunto fin superior.
Gómez Mont pidió asistir a la reunión del comité nacional del martes pasado. Argumentó en tal sentido contra la alianza. Ya lo había hecho en términos generales y abstractos pero ahora vemos que eso era parte de la obligación que había contraído ante el PRI. Fue desoído por la totalidad de los miembros de ese órgano de dirección. En sentido contrario a lo demandado por Gómez Mont, casi por unanimidad (40 votos a favor, ninguno en contra, una abstención) fue aprobada la alianza oaxaqueña.
Decepcionado o colérico, ese resultado movió al secretario a renunciar. Quizá quiso irse de Gobernación. Impedido de hacerlo, por lo menos rompió con su partido. Ya no lo comprometerá en vano. A ver cuánto dura en Bucareli.
Cajón de Sastre
¡Bravo por los diputados panistas! Es de congratularnos que se haya impuesto la sensatez y la bancada de Acción Nacional en San Lázaro no siguiera la línea de argumentación de quienes en la Comisión de Puntos Constitucionales votaron en contra del dictamen que le puso a la República Mexicana el apellido de laica. El que sólo un diputado en la sesión plenaria de ayer se opusiera a la reforma y sólo ocho se abstuvieran permitió que el grueso de la fracción albiazul se sumara a una iniciativa cuya consumación será saludable para la convivencia en nuestra sociedad. Ya es saludable que los diputados panistas se alejen del fundamentalismo y el integrismo.

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