6 mar 2010

¿Doble juego?

El Retrovisor de Ivonne Melgar
En Excélsior, 6 de marzo de 2010;
El doble juego del Presidente
Las alianzas electorales y políticas del partido en el poder han puesto en jaque las expectativas de reforma del Presidente. ¿Asistimos a una confusión interna que lo conduce al doble juego? ¿O se trata de un doble juego que nos confunde?
“Debo seguirme concentrando en la búsqueda de acuerdos con otros partidos, y me hago cargo, y estoy plenamente consciente de que las estrategias electorales no siempre contribuyen, por desgracia, a que se pueda generar ese ambiente constructivo de acuerdos”, declaró Felipe Calderón este miércoles.
De palabra, se ha deslindado de la apuesta del PAN. Mas todo indica que ésta se construyó a partir del diagnóstico formulado en Los Pinos un día después de la derrota del 5 de julio: el PRI operó a través de sus gobernadores con una fuerza aplastante que obliga a la reacción.
Calderón compartió ese balance. Y aunque ahora se describe preocupado por las candidaturas comunes con el PRD, la elocuencia de sus palabras delata lo cercano que ha sido a la forma en que él y los suyos asimilaron ese fracaso.
“El resultado de la elección de julio del año pasado no se explicaría si no hubiese habido una alianza entre el PRI y el Partido Verde, que le permitió a dicha coalición obtener más triunfos electorales y tener mayoría en la Cámara de Diputados, y me parece que es un propósito legítimo”, explicó.
Hubo un diagnóstico minoritario con autocrítica: si bien los gobernadores priístas supieron sumar sus maquinarias locales, la administración federal no supo capitalizar los resortes de la suya. Pero fue apabullado.
Porque en las evaluaciones que el Presidente compartió en el segundo semestre de 2009 con la dirigencia blanquiazul —César Nava y José González Morfín—, sus representantes en el Congreso —Gustavo Madero y Josefina Vázquez Mota—y el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, siempre se impuso la visión de que todo era culpa de los priistas, convirtiéndolos en el blanco de su nueva estrategia.
Ese diagnóstico alimentó las rectificaciones: desde la remoción de Agustín Carstens en la Secretaría de Hacienda para cerrarle la llave del dinero a los tricolores con un hombre de todas las confianzas presidenciales, Ernesto Cordero, hasta el cambio de discurso de que era momento de pasar a los cambios de fondo porque los pactados con el PRI habían sido sólo los posibles.
El Presidente sabe, no obstante, que la oferta de las grandes transformaciones únicamente será factible con los priistas, quienes aliados con el Partido Verde en la Cámara de Diputados, podrían sacar adelante casi todas las reformas ya en agenda.
Por eso se dejaron correr ambas pistas: la del partido en el poder que busca destruir al PRI y la del poder que necesita al PRI para gobernar.
De manera que, independientemente de la fecha en que se lo comunicó, Gómez Mont actuó al servicio del Presidente cuando negoció con los priistas un acuerdo que comprometía al PAN a no aliarse con el PRD. Porque así seguiría abierta la puerta de los cabildeos con la fuerza mayoritaria en las Cámaras, tomadas actualmente por los gobernadores, los más enojados con las alianzas.
Lo mismo debe afirmarse de Nava: actuó al servicio del Presidente cuando el 9 de febrero apabulló al secretario de Gobernación en la votación que avaló las candidaturas comunes con el PRD. Calderón no miente al argumentar que fue una determinación del Comité Ejecutivo Nacional blanquiazul. Pero hay que subrayar que entre sus 40 integrantes estaban sus hombres más cercanos y todos dijeron sí.
No me imagino al secretario del Trabajo, Javier Lozano, avalando una decisión que enfadaría a su jefe. Ni a un Madero desafiando al mandatario. Tampoco veo a un Marco Antonio Adame, gobernador de Morelos, dándole la espalda al gobierno para quedar bien con Nava. ¡Por favor! Fueron 40 manos alzadas. Ninguna abstención. Cero pataleo. Aplanadora, pues.
Esto significa que con un diagnóstico hegemónico contra el Revolucionario Institucional, existe un pronóstico dominante que espera derrotarlo.
No es la confusión la que lleva al doble juego. Existe un doble juego que genera confusión. Pero el juego del enredo está expirando. Aún peor: ha llegado la hora de las definiciones, de responsabilizarse del diagnóstico y operar en consecuencia; de morirse en la raya e incluso de renunciar a las reformas.
De lo contrario, el trauma del 5 de julio llevará al gobierno y a su partido a la sentencia de Stendhal, quien en su Diario escribió: “Nuestras desdichas vienen de las ideas equivocadas que tenemos

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