19 feb 2011

Rescatar la relación con Francia!

Mi reino por un traslado

René Delgado
Publicado en Reforma 19 Feb. 11;
El debido proceso de Florence Cassez está en duda. Lo que no está en duda es el secuestro de dos Estados por el populismo de sus mandatarios -impresentables como estadistas- decididos a lastimar su relación diplomática, a partir de un reñido concurso de excesos, impertinencias, errores e incumplimientos, sazonado por una fuerte dosis de soberbia. Todo a partir de un asunto ¡penal!
Si el choque del rudo contra el técnico hace el deleite de los aficionados a la lucha, el choque del dogmático contra el pragmático hace la vergüenza de quienes entienden la diplomacia como herramienta para resolver civilizadamente los problemas.
Como emperadores de la diplomacia pendenciera serán reconocidos Felipe Calderón y Nicolas Sarkozy, fans del arte de convertir en crisis los problemas. Juegan su reino por un traslado. Si de algo sirven sus cancilleres, es para animar la porra del nacionalismo a ultranza contra el imperialismo trasnochado. Arriba los caprichos, abajo los principios. Arriba la soberbia, abajo la soberanía. Arriba la venganza, abajo la justicia.
El pleito es bilateral, el ridículo global.

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El colmo del absurdo es que el problema tenía fácil solución.
Puede Felipe Calderón romper en pedacitos el Convenio sobre la Transferencia de Personas Sentenciadas, suscrito en Estrasburgo, jurando honrar así los acuerdos internacionales, pero no puede ignorar que, al apelar a ese tratado, Nicolas Sarkozy cometió su peor error: condenó a quien quería exculpar.
Exigir el cumplimiento de esa Convención supone validar la sentencia judicial dictada en México contra Florence Cassez como secuestradora. Si ya teniéndola con él, Sarkozy la perdonaba y excarcelaba, sería muy difícil explicar en Francia eso de rescatar secuestradas como Ingrid Betancourt y liberar secuestradoras como Florence Cassez. Allá Sarkozy con sus locuras.
Si Cassez quería agotar nacional e internacionalmente cuanto recurso jurídico pudiera para demostrar su inocencia, el torpe pragmatismo de Nicolas Sarkozy la condenó. ¿Era muy difícil enfocar, en México, así el problema? ¿Nadie explicó a Felipe Calderón o a nadie recurrió él para entender los juegos y rejuegos políticos y judiciales en Francia que harían naufragar la aventura de Nicolas Sarkozy?
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Por lo demás, si burla burlando, la Cancillería mexicana ya estableció que todo aquel extranjero que incurra en el delito de la privación ilegal de la libertad no podrá acogerse al Convenio de Estrasburgo, ¿para qué rayos se suscribió?
Vale la interrogante porque si bien Francia lo firmó en 1985, México lo hizo en ¡2007! O sea, lo avaló este gobierno no otro y los secuestros datan de bastante tiempo atrás. ¿Para qué adquirir compromisos internacionales si luego se va a precisar en qué casos se incumplirán? ¿Para qué envió Felipe Calderón una carta a Nicolas Sarkozy manifestándole disposición a explorar la posibilidad del traslado si, de antemano, se iba a negar por tratarse de una secuestradora?
Por lo demás, por su amplitud y ambigüedad, la interpretación de los tratados internacionales es prácticamente a modo. En ellos, siempre se encuentra lo que se quiere buscar. ¿Qué buscaba la Cancillería: convertir el problema en crisis?
Pudiendo exhibir las impertinencias y excesos de Nicolas Sarkozy en el asunto y dándole una bofetada blanca con el traslado, se optó por responderle: "¡Aviéntate! Vamos a ir hasta donde tope el problema".
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Con todo, la negativa del gobierno mexicano para conceder el traslado de Florence Cassez se podría sostener si el proceso no tuviera mácula alguna, pero no es así.
De principio a fin, ese proceso acumuló vicios que lo hicieron vulnerable. De principio, el montaje de la captura y el no aviso al Consulado de Francia. Luego, la pérdida, omisión o falta de pruebas materiales y peritajes, el cambio de testimonios y la declaración extemporánea del cómplice de Israel Vallarta, David Orozco, diciendo que señaló a Cassez como miembro de la banda de secuestradores porque lo torturaron. Al final, las presiones sobre el tribunal que debería resolver el amparo y la inaudita velocidad con que los magistrados justificaron la negación de éste.
¿Puede el magistrado Carlos Hugo Luna Ramos jurar que proyectó la resolución sin atender presiones oficiales y extraoficiales? ¿Cómo, con un expediente tan manchado, se pretende convencer de la pulcritud del Estado de derecho mexicano y el más absoluto respeto al derecho internacional? ¿Por qué, a sabiendas de esos vicios, no se dio la solución fácil otorgando el traslado?
No se puede aplaudir y reconocer el valor documental de la película Presunto culpable por exhibir los vicios del sistema judicial y, luego, cuando se cuestiona ese sistema desde fuera, defenderlo a ultranza envueltos en la bandera nacional.
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Sellar la puerta del traslado abre la puerta de los tribunales internacionales y expone en ellos la inoperancia de la procuración, la administración y la impartición de justicia en México y, en particular, al hoy secretario de Seguridad, Genaro García Luna.
El silencio de ese funcionario, directamente involucrado en el asunto, desvanece su protagonismo en el caso pero no borra su responsabilidad en la crisis diplomática en que, ahora, está inserto el país. Si los padres de la sentenciada lo denuncian, en Francia, por la privación ilegal de la libertad de su hija, nomás falta que el responsable de la seguridad pública en México cuente con ficha roja en la Interpol.
¿En los análisis de la Presidencia y la Cancillería mexicanas se ponderó eso? ¿Se consideró el temperamento de Nicolas Sarkozy que, según esto, se siente víctima del carácter de Felipe Calderón? ¿Se ponderó que más de un embajador acreditado en México reporta a su país falta de interlocución con las autoridades mexicanas y que, en ese sentido, la atmósfera diplomática no es la mejor como para agrandar problemas?
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En todo caso, Nicolas Sarkozy y Felipe Calderón han castigado innecesariamente a sus Estados sacrificando el intercambio cultural por un traslado penal, dándole satisfacción a su respectiva fanaticada que, de seguro, les impondrá la medalla al mérito de la camorra diplomática.
Ni Francia merece como gobernante a la caricatura de un emperador, ni México merece como gobernante al defensor de un sistema judicial quebrado. Ambos mandatarios van de salida pero, desde ahora, Francia y México deben rescatar su relación.
sobreaviso@latinmail.com

 

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