3 abr 2011

Manlio atraviesa el camino/ Jorge Medina Viedas

 Manlio atraviesa el camino/ Jorge Medina Viedas
Milenio Diario, 2011-04-03;
El senador Manlio Fabio Beltrones confirmó sus aspiraciones a la Presidencia de la República. Ya era hora. Su determinación podría cambiar los elementos y los términos de la ecuación política en el PRI si ocurren algunos supuestos que aquí trataré de plantear.
Beltrones no rompe con la ortodoxia, pero hace frente a la tendencia que supone que la candidatura priista es de uno y está resuelta. Además, toma el planteamiento de Jesús Reyes Heroles, primero el programa y luego el hombre.
Con ello anima la discusión de un debate pendiente dentro del PRI y que la sociedad tiene que saber su resolución: por qué y para qué quiere este partido regresar a la Presidencia de la República.
Manlio Fabio Beltrones es un político que viene del viejo régimen y ha hecho lo que está a su alcance para demostrar y hacer visible una actitud dialogante, crítica, pactista, o sea, delatarse como un demócrata con visión de Estado. Su posición actual en la democracia es resultado de su estrategia: es el líder del Senado y uno de los políticos más respetados por las distintas fuerzas políticas.
Ocupó el cargo de subsecretario de Gobernación cuando su mentor, Fernando Gutiérrez Barrios, era el titular de Bucareli. Manlio tenía entre otras de sus tareas flexibilizar las decisiones y las políticas que involucraran a las oposiciones, ya demandantes peliagudos y habilidosos de mayores espacios de participación política. Por lo mismo, conoció muy bien las crecientes y graduales limitaciones del sistema y escogió otros verbos para conjugar la gobernabilidad y puso en práctica otros modos de hacer política.
Beltrones es un sonorense de la “cultura del esfuerzo”. Ha luchado contra fatalidades y adversidades que ofrecen la política y la vida misma. Ser amigo pero de alguna manera “competir” con figuras comoLuis Donaldo Colosio, cuando sólo se intuía un destino político venturoso para el candidato sacrificado, ha cobrado sentido en su trayectoria. En las elecciones de 1988, por su natal Sonora, integró la fórmula al Senado que dio mucho de qué hablar: la de Colosio-Beltrones, en la que tuvo que reconocer al futuro candidato presidencial como el primus inter pares.
Hombre de operaciones políticas complejas, experto y eficaz practicante de los imperativos de la disciplina casi militares que impusieron al gobierno los momentos críticos del país en la última década del siglo pasado, Manlio trascendió a la alternancia como un político tan reconocido como temido del viejo régimen.
Manlio es de los priistas que no cometieron el error de vivir y sufrir la derrota de 2000 y seguir con los modos y estilos del pasado. Creyó por mucho tiempo, como era normal, en la invencibilidad del PRI y, sin embargo, entendió las causas del desmoronamiento de sus estructuras y el agotamiento de sus procedimientos otrora infalibles, y se mantiene como un crítico de sus deficiencias.
En lo personal, hizo su propia transición sin salir del PRI. En los términos de la ética de la traición (Javier Cercas, Campus 400), Manlio tuvo que “traicionarse a sí mismo”, como lo hicieran muchos políticos que han tenido que abandonar las posturas autoritarias a que obligaba la ideología y la praxis del viejo régimen.
Este político renovado, digamos, se encuentra hoy en otra situación semejante a la que vivió cuando Colosio era el señalado del presidente, eje de un sistema que decidía quién era el sucesor. Ante Peña Nieto, que hoy goza del apoyo de algunos poderes fácticos, pareciera repetirse la historia. Envuelto contra su voluntad en la metáfora falsa y maniquea del héroe y el villano con final de telenovela, tiene enfrente a quien va arriba en las encuestas, y su destino pareciera ser de nuevo el tener que aceptar que sus ambiciones políticas se procesen en los odres viejos de los métodos del PRI.
Pero decir sí tal vez quiera decir no a esta fatalidad. Aceptar que está interesado en ser candidato abre una expectativa diferente a la sucesión presidencial, no sólo a la selección interna de su partido. En la lógica de quien ha hecho una carrera política como la de Manlio, en la que ha mediado la renovación de su discurso, de su ética política y la elaboración de propuestas para una reforma del Estado, cabe pensar que al autodestape de su candidatura debería seguir una convocatoria para debatirla y los argumentos programáticos que la sostienen. No debería ser de otra manera.
Aquí recuerdo que más allá de los planteamientos incompletos de algunos intelectuales, ningún político, tal como lo señala Otto Granados, ha dado a conocer “una visión estratégica, conceptual y de largo plazo de lo que hay que hacer con este país”. Nada extraño sería que quien ha hablado del “programa primero y luego el hombre” hiciera saber sus propuestas.

Imaginemos que el senador Beltrones lo expusiera ante mil de sus seguidores que acudieran a su llamado. Lo deseable en política casi nunca se convierte en realidad. Pero si lo hace, algo interesante podría pasar.

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