20 nov 2012

Don Juan Silva Meza, hoy

Intervención del Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la SCJN, Encabezó la Ceremonia por el CII Aniversario del Inicio de la Revolución y el Homenaje a Francisco I. Madero;
Señor licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; señor Senador Ernesto Cordero Arroyo, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores; distinguidos miembros de la mesa; señoras y señores:

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, es el producto más acabado de la lucha armada de 1910. Sin embargo, no debemos olvidar que el texto constitucional vigente rescata, a su vez, el texto reformado de la Constitución de 1857, producto de la Gesta reformista, encabezada por la generación de Juárez.


Así, la Guerra Civil que nos explica hoy como Nación, recuperó para las siguientes generaciones, los principios y valores que dan forma al régimen constitucional que todavía hoy nos contiene:
La División de Poderes. La supremacía del poder del Estado. La exigencia, existencia de un Poder Judicial en el que la independencia y libertad de criterio en sus juzgadores, esté garantizado. La creencia absoluta en las bondades del ejercicio parlamentario. La convicción de que la mejor manera de Gobierno es la que se deriva del ejercicio del Sufragio Efectivo.
Hoy, al conmemorar el CII Aniversario del Inicio de la Gesta Revolucionaria de 1910, es pertinente recordar que esa lucha entre hermanos derivó, en buena medida, de la inobservancia de los principios constitucionales de 1857, que buscaban hacer de la nuestra, una Nación más justa y libre para todos.
Ese régimen constitucional fue, en los hechos, congelado durante la Dictadura. Fue la reacción a esa inobservancia lo que en el fondo limitó drásticamente al gobierno Democráticamente electo de Francisco I. Madero, y originó la Guerra Civil.
Por ello, no es casual que a las balas siguiera el deseo de contar con un documento que, estableciendo reglas claras para todos y límites razonables para los contendientes, pacificara al país, a partir de las bases que sólo un pacto constitucional puede lograr.
Desde 1917 a la fecha, México ha vivido, como consecuencia de la Revolución, en continuidad constitucional, en paz, la paz que se vive entre leyes e instituciones. No es exagerado señalar que la cuota de sangre pagada por nuestros mayores nos incluyó, generosamente, a todos.
Varias son las generaciones beneficiadas ya, por ese acto de patriotismo que ha han conocido la estabilidad de un régimen constitucional que, a pesar de sufrir en ocasiones sobresaltos, de atravesar turbulencias, de evidenciar y dar lugar a mejoras, en alguna forma, sigue siendo el mismo desde 1857.
Podemos reconocer que el marco constitucional que nos explica desde hace ya casi 150 años, fue lo que encauzó y animó a nuestras madres y padres, a principios del Siglo XX, a volver a dejar claros, para el futuro, los cimientos sobre los que descansa la Nación.
Es, particularmente, importante por ello, tener en cuenta el cambio, en junio del año pasado, del nombre del primer título de la Constitución vigente, de los derechos de las personas y sus garantías, a partir del 2011, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos recupera el espíritu que le fue dado en 1857 y privilegia, por encima de la organización de las estructuras normativas del Estado mexicano, los derechos de las personas.
No podemos olvidar que los Constituyentes del 57 y 17 encontraron en este tema una diferencia importante. En 1917, los Constituyentes sustituyeron de ese mismo título de la Constitución, la locución, derechos de las personas por las de garantías individuales, bajo el argumento de que la justiciabilidad de garantías concretas era más fácil de realizar que la de los derechos abstractos, casi enunciativos en su consideración.
Esa modificación rigió en el régimen constitucional de México durante casi 100 años. Pero todos fuimos testigos del proceso de desgaste de esta fórmula Constitucional, pensada por el Constituyente de 17.
Y no podemos negar que ese proceso es lo que explica, en buena medida, lo sucedido en julio de 2011, cuando la Constitución se reformó, como ella misma lo ordena, a partir del trabajo de los representantes populares, Federales y locales que instituyen al poder revisor de la Constitución, con el único fin de volver a incluir el concepto de derechos inherentes a las personas, que vienen a la tradición de la Ilustración, de la cual, todos formamos parte.
En el año de 2011, reformamos nuestra Constitución, producto de la Revolución, no para dar la espalda a nuestros padres del 17, sino para recuperar de acuerdo con nuestra circunstancia histórica, aquel legado que, también, nos pertenece.
En este sentido, la Reforma Constitucional de 2011, es, también, parte del proceso revolucionario que inició en 1910 y que debe ser permanente y en beneficio de todos.
Debemos destacar que esta forma de régimen Constitucional de 2011, esta nueva etapa de cambio que inició en la Revolución, se llevó a cabo siguiendo los canales institucionales sin un solo tiro, sin un solo muerto.
Hemos aprendido algo de nuestros mayores y de ello, debemos sentirnos satisfechos. De la Revolución armada, aprendimos a cambiar en paz.
Ahora, más de 100 años después, los mexicanos vivimos a la luz de esta nueva visión Constitucional que nos acerca más al México necesitado de estabilidad, paz y seguridad.
Por eso, nuestra única responsabilidad hacia el futuro, es proteger al régimen constitucional. No colaborar a su debilitamiento o en su anulación. A nadie conviene, menos a quienes habrán de sucedernos, que nuestro régimen constitucional sufre averías o maltratos, mucho menos, por parte de las autoridades obligadas, antes que nadie, a protegerlo.
Gracias a la perspectiva histórica que tenemos dada, después de décadas de vivir en un país que no ha transformado sustancialmente sus fundamentos constitucionales, este reencuentro con nuestro pasado constitucional nos permite una visión más amplia y más prudente de las implicaciones que conlleva a aplicar el nuevo texto de la Constitución.
Por ello, celebremos hoy, que en paz podemos hacer ese trabajo. Celebremos que en tiempos de nuevos cambios de los Poderes de Federación y en los estados, nuestra Constitución, que se busca a sí misma en el pasado, va alumbrando el camino, siempre incierto del futuro.
Podemos avanzar hacia adelante, con la fuerza que otorga la consolidación de nuestro régimen constitucional. No es poca cosa reconocerlo así. Y hoy, celebrar el sacrificio de nuestros mayores, que permitieron hacer que, de la zozobra de una Revolución armada, prefiriéramos vivir en la paz y seguridad de las leyes y de las instituciones.
Muchas gracias.

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