20 nov 2012

Intervención del doctor Alejandro Poiré Romero

 Intervención del doctor Alejandro Poiré Romero, Secretario de Gobernación, enel marco de la Ceremonia por el CII Aniversario del Inicio de la Revolución y el Homenaje a Francisco I. Madero
Licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos; Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; Senador Ernesto Cordero Arroyo, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República; doctor Leonardo Valdés, Consejero Presidente del Consejo General del Instituto Federal Electoral; doctor Raúl Plascencia, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; señoras y señores Secretarios; muy apreciables invitados especiales; señoras y señores galardonados; compañeros servidores públicos.
Muy buenos días.
Nos encontramos, hoy, reunidos para una conmemoración singular: la del inicio de la Revolución Mexicana, que arrancó como un sueño de democracia política, equidad, libertad y justicia, promovida por Francisco I. Madero.
La historia de sus conmemoraciones cívicas tienen sentido si de ellas estudiamos sus lecciones, si con ellas confirmamos nuestros anhelos, reconocemos nuestros avances pero, sobre todo,  si encontramos en ellas el espíritu autocrítico e inconforme que debe animar todo esfuerzo de servicio público.
Madero anhelaba democracia, porque veía en ella la forma básica de convivencia entre personas iguales en derechos y responsabilidades, y plurales en ideas y propósitos. Porque reconocía la necesidad de construir medios para que el poder público no fuese prerrogativa de nadie, sino que estuviera siempre sujeto a la voluntad y mandato del pueblo.
Madero convocó a una generación de mexicanos, a construir un sistema político que combinara libertad y pluralismo, en la representación política, con eficacia en la acción gubernamental.
Ese propósito no solamente llegó tarde en el tiempo histórico de la propia Revolución, sino que, incluso, conquistadas la alternancia y la plena libertad y el pluralismo electoral, casi 90 años después, nuestro sistema político era calificado, hace apenas unos años, como incapaz de lograr reformas profundas, las llamadas reformas estructurales.
Así lo señalaban, hace apenas unos años, diversos analistas nacionales y extranjeros. Dijeron que no se podrían alcanzar reformas en un sistema en el que el Ejecutivo no tuviese mayorías y que ello frenaría, definitivamente, el desarrollo de México.
La presente Administración, desde su inicio, con plena vocación democrática, se dedicó a hacer política y a buscar las transformaciones.
Y se vencieron con la voluntad y concurso de las distintas fuerzas políticas, esos pronósticos que condenaban a nuestro país, al fracaso de sus transformaciones. Se lograron reformas de las así llamadas estructurales, con mayor trascendencia y profundidad que en muchas décadas, en nuestro país.
Se logró una profunda Reforma Electoral, que permitió trascender una etapa de polarización y desencuentro y buscó mayores estándares de equidad en nuestras elecciones.
Se realizó, también, una profunda Reforma al Sistema de Pensiones, que le dio viabilidad a los ingresos de los jubilados del sector público y fortaleció su sistema de Seguridad Social.
Se logró una Reforma Hacendaria que, además de significar la mayor ampliación de ingresos tributarios para la Federación, también, permitió aumentar las transferencias a estados y municipios, como nunca antes.
Se logró una Reforma Energética que, hoy, nos permite contar con mayores reservas de petróleo en aguas profundas, gracias a que tenemos nuevos esquemas de inversión en exploración y explotación.
Se firmó un Acuerdo por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad con gobiernos estatales, Poderes públicos y actores sociales, que ha dado pie a compromisos fundamentales en materia de seguridad y de justicia, muchos de ellos, plasmados, también, en cambios a las leyes y en tareas ahora ineludibles para los tres órdenes de Gobierno.
Se transformó la Constitución para renovar el Sistema de Justicia Penal, que está reduciendo la duración de los juicios en aproximadamente un año o menos, y transparenta las actuaciones de los jueces donde ya se ha implementado.
Se reformó, también, la Constitución para hacer la más profunda ampliación de garantías en materia de derechos humanos de nuestra historia.
Y reconociendo, también, que para dar mayor concreción al anhelo maderista de una democracia auténticamente plural y eficaz, era indispensable una reforma al sistema político. Se impulsó una Reforma Política de enorme trascendencia, cuyo objeto de fondo, era dar más poder al ciudadano y más efectividad a sus Poderes.
Parte esencial de esa reforma, la elección consecutiva de Alcaldes y Legisladores, fue aprobada solamente por el Senado de la República y deberá, sin duda, insistirse en ella.
Pero otro elemento central de la modernización del poder público, la iniciativa preferente del Ejecutivo Federal fue, en efecto, aprobada como parte de esa reforma y ha dado ya, gracias a la responsabilidad del Poder Legislativo, dos extraordinarios beneficios en favor de toda la población.
Primero. Los cambios a la Ley General de Contabilidad Pública Gubernamental, que darán más transparencia que nunca al gasto de los tres órdenes de Gobierno.
Y segundo. La Reforma Laboral que renueva, por vez primera en décadas, esta ley, y permitirá lograr mejores trabajos para más personas en nuestro país.
Sin duda, la presente la Administración ha sido espacio para avanzar en los anhelos maderistas de contar con un sistema político más plural y abierto, más sujeto al control ciudadano y más capaz de promover transformaciones, de fondo, en beneficio de la gente.
Ha dado muestra esta generación de vocación de acuerdo. Insuficientes muchos de ellos, quizás, pero muestra contundente de que sí era posible lograr esas reformas. Que era falso que nuestro sistema político, fuese incapaz de lograrlas.
Y es muestra, también, de un sendero de acuerdos ya andados, a lo largo de tres legislaturas que han acompañado a este Gobierno, y que anuncia mayores resultados, si se persevera en el esfuerzo.
Señor Presidente.
Señoras y señores:
En pocos días, se abre para nuestro país, un nuevo espacio de alternancia. Su propia posibilidad es, como bien lo señalaba Madero, signo inherente de la propia democracia.
Y la democracia es, bien entendida, un espacio donde el triunfo y la derrota son temporales, y donde ambos deben dar oportunidad para acordar en lo esencial, para construir sobre lo alcanzado, y para lograr el común, desde el reconocimiento de que nuestras diferencias, también, nos hacen más fuertes, un futuro más próspero.
La democracia es espacio donde el triunfo electoral impone la responsabilidad de construir sobre lo logrado, de reconocer en el respaldo popular, la oportunidad para conducirse con pasión por México, con transparencia en los actos y con la responsabilidad y la mesura que demanda nuestro país de todos sus servidores públicos, y donde la derrota exige, sobre todo, un genuino ejercicio de autocrítica, que parta del principio democrático de que los ciudadanos no mienten, ni son fácilmente engañados.
Que lo alcanzado, lo ofrecido y lo que se representa, no fueron suficiente para los ciudadanos, y que es en virtud de ello, necesaria una renovación profunda, sin ambages, ni negaciones.
Donde en correspondencia con el espíritu maderista, sean las mejores ideas, las mejores personas, los mejores proyectos, los más apalancados en los sueños de la gente, los que permitan ofrecer alternativas de reconstrucción que promuevan, con mayor eficacia, el bien común. Ese es hoy, el significado y la exigencia del legado maderista.
El que en el signo de la alternancia, todos los actores públicos tomemos responsabilidad por esa Patria más libre, más justa y más próspera a la que nos convocó hace 102 años, y que estamos llamados a seguir construyendo.
Muchas gracias.

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