9 ene 2013

Sicilia "un minuto de silencio", poema de Benedetti

El dirigente del Movimiento por la Paz, con Justicia y Dignidad, ciudadano y poeta Javier Sicilia
Posicionamiento:
"...También, exhortamos, desde aquí, a los Poderes Legislativo y Ejecutivo, a no permitir la regresión en materia de derechos humanos, que podría implicar la propuesta de reforma al Artículo 1 Constitucional...." JS

Textual:
Antes de dar nuestra palabra en este momento fundamental para el país, quisiéramos empezar con unos versos del poema Desaparecidos, de Mario Benedetti:
Están, en algún sitio/ concertados,
Desconcertados/ sordos,
buscándose, buscándonos (…)
cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos.
A desparecer sin últimas palabras,
tenían en sus manos los trocitos de cosas que querían.
Están en algún sitio, nube o tumba.
Están en algún sitio, estoy seguro,
allá en el sur del alma.
Es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando,
preguntando dónde carajo quedó el buen amor, porque vienen del odio.
Porque hoy es un día en que en medio de tanto odio, de tanta noche, de tanto dolor que continúa, el buen amor ha salido, por fin, al encuentro de las víctimas, de los muertos, de los desaparecidos y de la justicia que tanto han buscado. Abracémoslos y abracémonos con un minuto de silencio.
(MINUTO DE SILENCIO)
Muchas gracias.
Buenas tardes, señor Presidente Enrique Peña Nieto.
Buenas tardes, señoras y señores del presídium.
Buenas tardes, señores y señoras Legisladores.
Buenas tardes, hermanos y hermanas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y de todas las organizaciones sociales, que hoy están aquí.
Buenas tardes, hermanos y hermanas que no han dejado de acompañarnos en la búsqueda de la justicia y de la paz.
 Hoy, es un día puntuado por una paradoja: la tristeza y la alegría. La tristeza, porque esta Ley General de Víctimas, que por fin ha sido publicada y hoy se nos entrega, no debió haber sido. Es la consecuencia de la no aplicación de las leyes que están hechas para la protección y la justicia de los ciudadanos.
Es la consecuencia de la impunidad, de la corrupción, del desprecio, de la erosión del esqueleto moral y político del Estado mexicano y de una guerra que nunca debió haber sucedido.
La alegría, porque frente al dolor y el sufrimiento de esas graves omisiones, esta ley abre una esperanza, la esperanza de la justicia y de la paz, la esperanza de la palabra cumplida, la esperanza de un Estado que rompa la espantosa brecha entre ciudadanos y autoridades que tanto daño ha hecho al país y a la democracia. La esperanza de la vida contra la muerte, de la unidad del amor contra el odio. La esperanza de una Nación que se rehace de sus miserias.
Ustedes, señores Legisladores, cumplieron como representantes de un pueblo que en sus víctimas reclama una justicia que se le debe.
Usted, señor Presidente Enrique Peña Nieto, cumple no sólo con esa justicia que había sido traicionada, sino con lo más sagrado que un ser humano tiene, su palabra, la que usted empeñó en los Diálogos por la Paz, que sostuvimos el día 28 de mayo en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, con los entonces candidatos y candidata a la Presidencia de la República.
Usted, ha hecho posible el deseo que un día le expresamos las víctimas citando a otra víctima, el poeta Paul Celan: el deseo de que la piedra florecer, de que en la inquietud palpite un corazón, de que el tiempo sea por fin, el tiempo.
Esperamos que el Poder Judicial siga este ejemplo y cumpla con sus obligaciones ante la Nación. Este gesto lo reconocemos, lo saludamos, lo abrazamos, lo celebramos como un consuelo y una esperanza que nos llega en medio de la noche, como un primer paso hacia la justicia y la paz que necesita la Nación y, como un gran y profundo gesto democrático.
Sin embargo, como todo primer paso, no basta. Una ley para que se cumpla, necesita un instrumento.
La Ley General de Víctimas que hoy usted ha promulgado y nos entrega, necesita como esa misma ley indica, un Sistema Nacional de Atención a Víctimas, un sistema honesto, dotado de los suficientes recursos y del suficiente personal para atender la enorme dimensión de la crisis humanitaria que enfrenta la Nación.
Un sistema que requiere, además de la unidad de todos. Sin él, la Ley General de Víctimas será sólo letra muerta, una buena intención en medio del infierno, un sueño devorado por la pesadilla que no hemos dejado de habitar.
Un sistema que permita, no sólo la justicia para los asesinados y los violentados en su dignidad, sino la vuelta a casa de los desaparecidos. Una Nación democrática, una Nación que se respeta no puede aceptar no saber dónde se encuentran más de 20 mil hijos suyos, ni puede aceptar que otros tantos de sus hijos sean arrojados, sin identificar, a la fosa común.
Hoy, señor Presidente, que celebramos este primer paso dado, demos juntos el segundo y empecemos, desde hoy, a edificar, no sólo ese Sistema Nacional de Atención a las Víctimas, para que la ley encuentre su rostro, sino, también, a crear los protocolos necesarios para que la Ley de Protección a Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, tenga peso y realidad.
También, exhortamos, desde aquí, a los Poderes Legislativo y Ejecutivo, a no permitir la regresión en materia de derechos humanos, que podría implicar la propuesta de reforma al Artículo 1 Constitucional.
Hay un tercer paso que dar, señor Presidente. No habrá suficiente justicia para los muertos, si no recuperamos su memoria, sus nombres, sus historias, su presencia entre nosotros.
El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, ha hecho ya, al respecto, una Declaratoria: La creación del Memorial de las Víctimas de la Violencia en México, en el centro mismo de lo que hoy es ese monumento mal llamado Estela de Luz. Le entrego ahora la Declaratoria, señor Presidente.
Esperamos que, al igual que se ha hecho con la Ley General de Víctimas, este pendiente se cumpla, para que la justicia que le debemos a los muertos y nos debemos a los vivos, no tenga de qué avergonzarse.
Hay, por último, un cuarto paso que dar. No habrá verdadera justicia si no hay un camino hacia la paz. Ese camino que, como Gandhi dijo, y usted, señor Presidente, hizo suyas esas, sus palabras, en los Diálogos de la Paz: Es la paz misma. No podrá hacerse sin todos.
La idea de un Pacto por México, como el que usted ha convocado, puede llegar a ser, al igual que la ley que hoy recibimos, un paso de paz si se hace y se da con todos.
Y al decir todos, hablamos de todos los grupos que conforman la Nación. Somos todos ellos los que juntos podemos no sólo comunicar, sino construir una comunión que pueda redundar en una ley de seguridad humana y ciudadana, que ponga énfasis en los derechos humanos, en un cambio de estrategia en el combate al crimen, en una limpieza real de los delincuentes que hay en todos los órdenes del Gobierno, y en la necesaria construcción de un México donde quepan muchos Méxicos.
Sin esa ley, sin ese énfasis, sin esa limpieza, sin ese cambio, sin esa construcción, trabajados por y con todos, las víctimas seguirán acumulándose, y la vida democrática del país quedará destrozada bajo el desprecio de la violencia y el crimen.
Hemos sido y no hemos dejado de ser modestos y realistas. Ahí, donde la desmesura del orgullo ha señalado el ideal extravagante, nosotros hemos colocado la mesura de las utopías modestas.
Sabemos que entre más impracticable es el ideal, mayor es el fracaso. La utopía modesta no pretende la instauración del bien universal. Esa idea del bien que en su idealismo conduce, es una enseñanza de la historia al abismo, sino en la mesura de la bondad que se niega al mal, a la humillación, al crimen, a la corrupción, a la violencia, la tortura, al desprecio, al arrasamiento de la cultura y la tierra, y pone por encima de cualquier idea a los seres humanos de carne y hueso, y sobre cualquier edén, la modesta comunión de los hombres.
Por eso, creemos en los pasos comprometidos y firmes que nunca traicionan la rectitud. Con esos pasos no hemos dejado de caminar desde que un día, transidos de dolor y de dignidad herida salimos de Cuernavaca a visibilizar, abrazar y pedir justicia por las víctimas.
Son esos mismos pasos los que hoy, señor Presidente, señoras y señores Legisladores, hermanas y hermanos, recordamos y les invitamos a continuar dando y a poner una fecha para una próxima reunión de trabajo, de donde surja una ruta acordada para la paz y la justicia.
En medio del dolor y del largo camino que aún falta por recorrer, nos detenemos en este recodo para reposar un momento y abrazarnos en el ya, pero todavía no de la justicia y la paz que nos trae esta Ley General de Víctimas.
Además, opino, que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés.
Muchas gracias.

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