25 jul 2013

Dolor por la víctimas de Santiago, Compostela

El papa Francisco ha expresado su dolor y su cercanía con las familias de las víctimas del accidente de tren que tuvo lugar ayer tarde cerca de Santiago de Compostela, España. El papa ha rezado por los 80 fallecidos y los más de 125 heridos según informó el portavoz vaticano, Federico Lombardi.
Durante una rueda de prensa, el portavoz del Vaticano pidió "hagamos un minuto de silencio por el accidente ferroviario que ha sucedido en España esta tarde. Estamos en las vísperas de la fiesta de Santiago. Muchos de los heridos eran peregrinos que iban al Santuario. Puedo decir que el papa ha sido informado de accidente. Viniendo hacia aquí he intercambiado mensajes con su séquito que iba a Sumaré y él se ha unido a este dolor e invita a rezar y a vivir en la fe este momento de dolor".
El cardenal Antonio María Rouco Varela, confirmó en declaraciones a la cadena de radio COPE que había hablado con el papa y que hoy el Francisco ofrecerá la misa por las víctimas del trágico accidente.
Briefing con la prensa
Federico Lombardi SJ, pidió por las víctimas del accidente ferroviario en Santiago de Compostela,
Sobre la misa de Aparecida recordó que también los papas precedentes, Benedicto XVI y Juan Pablo II, realizaron viajes a santuarios marianos importante y que esto "es una continuación de la devoción mariana de los papas". La visita a Aparecida para el papa Francisco tiene una importancia singular por la conferencia del episcopado latinoamericano que allí tuvo lugar en el 2007. Lombardi remarcó la presencia ecuménica y religiosa en la misa de Aparecida: había un imán musulmán, un representante hebreo y de diferentes iglesias orientales.
También señaló la noticia que el papa dio en el balcón cuando anunció que volverá en 2017, cuando se celebra el tercer centenario del descubrimiento de la imagen de la Virgen de Aparecida.
Sobre la visita del papa al seminario, el padre Lombardi explicó que Francisco bendijo una estatua gigantesca de san Frei Galvao, canonizado por Benedicto XVI en 2007 en Sao Paolo. Después el papa almorzó con los seminaristas, el séquito y otras personas allí presentes. Al final saludó personalmente a los cocineros y personal del servicio y salió al patio donde había un grupo de 40 monjas de clausura que le esperaban bajo la lluvia. "Este encuentro con las monjas de clausura ha sido extraordinario. Pensamos que las monjas son tranquilas, pero estaban absolutamente emocionadas.... Ha firmado libros a todas las monjas", añadió el portavoz del Vaticano.
En relación a la visita al hospital, señaló que había muchísimos jóvenes en las calles de alrededor y que hubo un momento de acogida muy vivaz.  Lombardi quiso recordar la postura que el papa tomó respecto a los que creen que la liberalización de las drogas sería  la solución. "El papa dice que no, que se debe ir a la raíz del problema y no solamente dejarlo pasar", explicó.

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De retorno a Río de Janeiro, después de haber presidido la concelebración eucarística en el Santuario de Aparecida, el papa Francisco llegó de visita al Hospital “São Francisco de Assis na Providência de Deus - V.O.T. (Venerable Orden Terciaria)”, una estructura sanitaria para la recuperación de los dependientes al alcohol y las drogas, así como para la asistencia médico-quirúrgica de indigentes.
A su llegada, hacia las 18.30 (hora de Río), el papa fue recibido por las altas autoridades del hospital. Luego quiso detenerse a rezar en la capilla del hospital, para encontrarse posteriormente en el patio central con los miembros de la Venerable Tercera Orden de San Francisco de la Penitencia, así como con los médicos, enfermeros y agentes sanitarios, los pacientes y sus familiares.
Después del saludo del arzobispo de Río de Janeiro, monseñor Orani João Tempesta, y del director de la estructura, padre Francisco Belotti, dieron su testimonio dos pacientes del hospital, quienes le entregaron a Francisco algunos regalos.

Acto seguido, el papa dirigió un discurso-
Querido Arzobispo de Rio de Janeiro y queridos hermanos en el episcopado;
Honorables Autoridades,
Estimados miembros de la Venerable Orden Tercera de San Francisco de la Penitencia,
Queridos médicos, enfermeros y demás agentes sanitarios,
Queridos jóvenes y familiares,
Buenas noches
Dios ha querido que, después del Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, mis pasos se encaminaran hacia un santuario particular del sufrimiento humano, como es el Hospital San Francisco de Asís. Es bien conocida la conversión de su santo Patrón: el joven Francisco abandona las riquezas y comodidades para hacerse pobre entre los pobres; se da cuenta de que la verdadera riqueza y lo que da la auténtica alegría no son las cosas, el tener, los ídolos del mundo, sino el seguir a Cristo y servir a los demás; pero quizás es menos conocido el momento en que todo esto se hizo concreto en su vida: fue cuando abrazó a un leproso. Aquel hermano que sufría era «mediador de la luz (...) para san Francisco de Asís» (cf. Carta enc. Lumen fidei, 57), porque en cada hermano y hermana en dificultad abrazamos la carne de Cristo que sufre. Hoy, en este lugar de lucha contra la dependencia química, quisiera abrazar a cada uno y cada una de ustedes que son la carne de Cristo, y pedir que Dios colme de sentido y firme esperanza su camino, y también el mío.
Abrazar, abrazar. Todos hemos de aprender a abrazar a los necesitados, como San Francisco. Hay muchas situaciones en Brasil, en el mundo, que necesitan atención, cuidado, amor, como la lucha contra la dependencia química. Sin embargo, lo que prevalece con frecuencia en nuestra sociedad es el egoísmo. ¡Cuántos «mercaderes de muerte» que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad. No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro. Todos tenemos necesidad de mirar al otro con los ojos de amor de Cristo, aprender a abrazar a aquellos que están en necesidad, para expresar cercanía, afecto, amor.
Pero abrazar no es suficiente. Tendamos la mano a quien se encuentra en dificultad, al que ha caído en el abismo de la dependencia, tal vez sin saber cómo, y decirle: «Puedes levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres».
Queridos amigos, yo diría a cada uno de ustedes, pero especialmente a tantos otros que no han tenido el valor de emprender el mismo camino: «Tú eres el protagonista de la subida, ésta es la condición indispensable. Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por ti». Pero nunca están solos. La Iglesia y muchas personas están con ustedes. Miren con confianza hacia delante, su travesía es larga y fatigosa, pero miren adelante, hay «un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día» (Carta enc. Lumen fidei, 57). Quisiera repetirles a todos ustedes: No se dejen robar la esperanza. No se dejen robar la esperanza. Pero también quiero decir: No robemos la esperanza, más aún, hagámonos todos portadores de esperanza.
En el Evangelio leemos la parábola del Buen Samaritano, que habla de un hombre asaltado por bandidos y abandonado medio muerto al borde del camino. La gente pasa, mira y no se para, continúa indiferente el camino: no es asunto suyo. No se dejen robar la esperanza. Cuántas veces decimos: no es mi problema. Cuántas veces miramos a otra parte y hacemos como si no vemos. Sólo un samaritano, un desconocido, ve, se detiene, lo levanta, le tiende la mano y lo cura (cf. Lc 10, 29-35). Queridos amigos, creo que aquí, en este hospital, se hace concreta la parábola del Buen Samaritano. Aquí no existe indiferencia, sino atención, no hay desinterés, sino amor. La Asociación San Francisco y la Red de Tratamiento de Dependencia Química enseñan a inclinarse sobre quien está dificultad, porque en él ve el rostro de Cristo, porque él es la carne de Cristo que sufre. Muchas gracias a todo el personal del servicio médico y auxiliar que trabaja aquí; su servicio es valioso, háganlo siempre con amor; es un servicio que se hace a Cristo, presente en el prójimo: «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40), nos dice Jesús.
Y quisiera repetir a todos los que luchan contra la dependencia química, a los familiares que tienen un cometido no siempre fácil: la Iglesia no es ajena a sus fatigas, sino que los acompaña con afecto. El Señor está cerca de ustedes y los toma de la mano. Vuelvan los ojos a él en los momentos más duros y les dará consuelo y esperanza. Y confíen también en el amor materno de María, su Madre. Esta mañana, en el santuario de Aparecida, he encomendado a cada uno de ustedes a su corazón. Donde hay una cruz que llevar, allí está siempre ella, nuestra Madre, a nuestro lado. Los dejo en sus manos, mientras les bendigo a todos con afecto. Muchas gracias.
 

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