5 oct 2013

Un líder “vendido” y un movimiento que continúa...


  •  Un líder “vendido” y un movimiento que continúa...

SANTIAGO IGARTÚA
 Revista Proceso No. 1926, 28 de septiembre de 2013;
Los maestros de la Sección 22 de Oaxaca se lanzan contra su dirigente Rubén Núñez Ginez, a quien acusan de haber traicionado al movimiento. Le reprochan también el envío de más docentes para reventar el plantón que mantienen en el Monumento a la Revolución y el intento de dividirlos para que regresen a su estado. Pero ellos le recuerdan que no se irán con las manos vacías y que las decisiones se toman desde abajo, desde las bases.
La noche del jueves 19 de septiembre, secretarios sectoriales disidentes de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) comenzaron a avisar en el plantón que mantienen en el Monumento a la Revolución que al día siguiente iba a haber un repliegue. El movimiento, según las bases, estaba “vendido”.

El sector Tlacolula de Matamoros, de educación indígena, improvisó una marcha al interior del campamento. A sus pasos los acompañaban las consignas: “No al repliegue, el movimiento no se vende”, se corearon cientos de voces.
 Profesores de distintas regiones les gritaron “Maestros huevones”, estigma con que los ha marcado la sociedad, los medios de comunicación y el gobierno. Otros los apoyaban: “Ni un paso atrás, maestros”.
 La protesta no fue gratuita. Tenían información de que ese día, tras seis horas de negociación en la Secretaría de Gobernación, sus dirigentes encabezados por Rubén Núñez Ginez, secretario general de la sección de Oaxaca –única que permanece masivamente plantada en la Ciudad de México para exigir la abrogación de la reforma educativa– había pactado con el subsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda; el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, y en presencia de Juan Díaz de la Torre, dirigente del SNTE a quien la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) nunca ha reconocido como tal por haber sido impuesto desde el gobierno.
 A la salida de tal reunión, el director general del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), Manuel Antonio Iturribarría, fue el encargado de difundir lo pactado: el regreso de los docentes a las aulas de Oaxaca estaba programado para el lunes 23.
 A cambio, según el funcionario estatal, la coordinadora rescataría los pagos retenidos por el ciclo escolar en curso, la incorporación de mil 500 trabajadores al régimen de contratación del ISSSTE, el mantenimiento a las escuelas Normales de Oaxaca, ajustar la evaluación para los docentes de ese estado a sus circunstancias “particulares” y la valoración del Programa para la Transformación de la Educación de Oaxaca (PTEO), modelo educativo impulsado por los mentores de la coordinadora.
 También se habló de discutir el papel protagónico que ha cobrado la sección 59 del SNTE en Oaxaca, dispuesto por el gobierno para sustituir a la 22 en las escuelas públicas.
 La noticia se expandió como virus por los medios informativos. Iturribarría aseguró que esto se había plasmado en un documento firmado por el líder de la CNTE, el gobernador Cué y el subsecretario Miranda, quien, a sabiendas de los métodos asamblearios de la coordinadora, exigió al docente la capacidad resolutiva para el acuerdo.
 El viernes 20, el  “arreglo” fue portada de los principales diarios del país. Incendiado el campamento con la furia de las bases, la dirigencia de los maestros disidentes de sección 22 tachó de “vil mentira” que en el acuerdo firmado se comprometieran a regresar a su estado y reivindicó a la asamblea estatal como poder máximo para la toma de decisiones.
 Lo único que pudo documentarse con una minuta firmada por el gobernador Cué, Núñez Ginez y el propio Iturribarría fue el acuerdo de una partida de 100 millones de pesos para un programa de fortalecimiento de infraestructura para las escuelas normales del estado.
 No obstante, desde la dirigencia sindical se propuso realizar una consulta para decidir si el movimiento debía regresar a su tierra, dejando una comisión representativa, o permanecer en plantón.
 “Se nota que arriba hay negocios. Están incitando cada vez más para que desconozcan a los líderes. Inició la fiebre de insurrección”, dice un profesor que participó en la marcha nocturna, anónimo, al amanecer de una entrevista.
Relato de una traición
Minutos después del encuentro entre el gobierno y la dirigencia sindical, la misma noche del jueves 19, Núñez Ginez llevó a al Comité Ejecutivo Seccional del magisterio de Oaxaca (CES) la propuesta de que fuera a través de una consulta entre las bases que se tomara la decisión de desarticular o no al movimiento en la Ciudad de México.
Las horas siguientes arribaron al campamento decenas de camiones con maestros oaxaqueños para nutrir el disminuido contingente.
Entrevistados por separado, miembros de base de la sección 22, algunos que por prevenir represalias piden omitir sus nombres, relatan lo que catalogaron como una traición.
“La noche del jueves los representantes sectoriales nos informaron que se pretendía que el viernes (20) hubiera una consulta a las bases para decidir si nos íbamos. Para estas consultas sólo cuenta el voto de quienes estamos en plantón.
 “Casualmente, un día antes llegaron maestros que no han estado desde que empezamos esta lucha, hace más de un mes, y siguen llegando para conseguir una mayoría y así poder desmovilizarnos diciendo que fue de manera representativa”, explica Cecilia, la maestra de Tlacolula que encabezó la marcha interna en el Monumento a la Revolución.
 Al tiempo que se hacían las entrevistas, una comisión de maestros repartía volantes proponiendo regresar a Oaxaca. Dirigido a los integrantes de la sección 22 adheridos a la CNTE. Con el título “Un paso adelante, dos pasos atrás”, cita de Lenin, el documento invita a reflexionar sobre la fuerza que ha perdido el movimiento. Dice que “no siempre es posible obtener todo lo que se exige” y llama a “continuar la batalla en otros escenarios”.
 Los docentes recriminan que de las más de 10 negociaciones que los líderes de la CNTE han mantenido con funcionarios del gobierno federal, las bases no tienen conocimiento alguno.
 “Nos tienen en la incertidumbre. Sólo te dicen: ‘Vamos a la marcha a tal lugar’. Y qué hubo, quién sabe. A los dirigentes ni siquiera los vemos. No se paran en el plantón. Les hemos pedido mil veces que se queden a dormir aquí, que lo vivan, que lo sientan, que no se vayan a un hotel. Eso haría un verdadero líder; pero no lo hacen. ¡Que se queden acá!”, reclama Cecilia, colérica.
 Los maestros indignados dicen que la traición de la dirigencia se hizo evidente desde el día que fueron desalojados del Zócalo, el viernes 13.
 De ese día, Cecilia se recuerda a sí misma en el cruce de 5 de Mayo e Isabel la Católica formando una valla humana con otras mujeres al frente de un grupo de maestros que se plantó frente a un cuerpo de granaderos. “Como no teníamos tela blanca, cargábamos papel higiénico blanco en señal de paz. Y mire el resultado”, dice, al tiempo que enseña una herida que le cubre parte de la espalda y un brazo, huella de los toletes del Estado que la marcaron segundos antes de que les dispararan gases lacrimógenos.

Ese día, Núñez Ginez, dirigente de la sección 22, apareció poco tiempo antes de que entraran las fuerzas federales. Ahí comenzó la rabia contra los líderes del magisterio. “Ellos pretendían que nos fuéramos antes de que entraran los granaderos. Ya nos habían vendido y nos dejaron a nuestra suerte. En medio de la persecución, mientras algunos compañeros lo estaban resguardando (a Núñez), hizo una llamada para que le abrieran paso.

“En menos de lo que canta un gallo llegaron por él y dejó que a los demás se los madrearan. Yo vi cómo sangraban los compañeros. Como líder tienes que estar al frente y cuidar a los tuyos. Si tienes que dar la cara la das. Porque para eso te brindaron la confianza, para que los defiendas. No fue así”, cuenta Cecilia con los ojos negros encendidos.

Desde entonces, relatan en las bases, nunca vieron a su líder en el plantón que improvisaron en el Monumento a la Revolución.

El siguiente punto de ruptura, según las bases, se dio el miércoles 18. Días antes, los maestros habían consensado para esa fecha regresar a la Plaza de la Constitución en una marcha a la que se sumarían organizaciones sociales y estudiantes de más de 15 escuelas públicas y facultades que pararon actividades entre 24 y 72 en repudio a la represión contra la CNTE.

Minutos antes de la hora pactada, blindado el Zócalo por el Estado Mayor Presidencial y policías federales, Núñez Ginez canceló y anunció el cambio de ruta para marchar a Tlatelolco. Sin convencer a las bases, la caravana se partió en tres.

“Según él, fue por nuestra seguridad. No queríamos enfrentarnos a los granaderos, pero por lo menos esperábamos un acto político contundente a una cuadra de distancia; que nuestro líder diera un discurso de frente a las fuerzas del gobierno que nos lastimaron. Muchas universidades pararon para apoyarnos y los defraudamos. Ir a Tlatelolco no tenía sentido. Por eso nos desviamos, para no ir con los charros. Su marcha fue una burla.

“El profesor Núñez llegó dos minutos, dio un discurso y se regresó en su camioneta sin dar explicaciones de por qué cambió el plan de ir al Zócalo, como se había decidido en asamblea. Pero ahí se quedaron solos”, cuenta un profesor que también prefirió omitir su nombre por miedo a represalias “comunes”, como ser relegados a impartir clases “enclaustrados en la punta de un cerro”.

En descontento crece



Ante los señalamientos en su contra, Proceso buscó al profesor Rubén Núñez Ginez para completar la historia. Se pactó una entrevista el viernes 27 que finalmente no pudo atender

Finalmente, la consulta para decidir el rumbo del movimiento se realizó el lunes 23. Crispado el ambiente, se instaló también una asamblea estatal en la que se recriminó el proceder de la dirigencia sindical.

La mañana siguiente se dieron los resultados: 65% de los 10 mil 638 maestros movilizados decidió permanecer en plantón indefinido en la Ciudad de México.

Cecilia insiste en que, a partir de la rebelión de los maestros de base, los dirigentes modificaron el discurso: “Yo creo que se dieron cuenta de que los cachamos. Es obvio que se habían comprometido a algo y se asustaron de la reacción de las bases.

“Tuvimos que hacer una campaña de reflexión entre nosotros. Y dijimos que no nos vamos. Ahora menos que nunca. Con qué cara les decimos a nuestras familias que llegamos con las manos vacías y que todo el tiempo que estuvimos acá no sirvió de nada, que fue una pérdida de tiempo. Yo no podría ver a mis hijos a los ojos. No podría ver el futuro de todos nosotros con esta reforma. Y si insisten en que nos vayamos va a haber una gran división”.

La semana pasada, por vez primera desde que llegaron a la capital del país, los docentes oaxaqueños determinaron acciones independientes a los deseos de sus dirigentes, comenzando por una campaña de “brigadeo informativo” en los estados de Campeche, Durango Sinaloa, Veracruz y Tabasco.

“Los dirigentes no querían que hiciéramos esa actividad, pero como la base lo dijo y lo aprobó en la asamblea estatal, no les quedó otra que apoyar. Ahora nosotros estamos proponiendo y queremos acciones contundentes para conseguir respuestas reales”, cuenta un profesor de Pochutla.

En la misma línea, el martes 24, contraviniendo una propuesta de marcha de sus líderes, de las bases salió la propuesta de bloquear las embajadas de Estados Unidos, España y Francia.

Al día siguiente, en su movilización a Los Pinos, los dirigentes de la sección 22 prohibieron que nadie que no fuera de lo que llaman Comisión Única de Negociadores diera declaraciones a los medios de comunicación, argumentando que había “infiltrados” que querían perjudicar al movimiento.

Heber Matus González, profesor en la zona del Istmo de Tehuantepec con 21 años de servicio, afirma que la “filtración” del pacto entre funcionarios y sus dirigentes fue sólo parte del desgaste que buscan generarles en los medios, pues las decisiones las toman “los de abajo”. Explica que, de irse, el mensaje desmovilizaría a los más de 20 estados donde el magisterio va creciendo en sus protestas.

“Le demostramos a los medios que mentían. Nosotros de ninguna manera vamos a dar marcha atrás contra la reforma de Peña Nieto. Lo que necesitamos es que se sumen (más maestros). La lucha no la puede dar un solo estado. No alcanza el dinero, la fuerza”. Lo dice con la mirada baja, sin convicción, como un soldado en medio de una batalla perdida.

Y es que, para don Heber, retenidos los salarios a los docentes oaxaqueños y ante la consigna del secretario de Educación Emilio Chuayffet de comenzar con los despidos de los maestros movilizados, lanzada el miércoles 25 desde el Congreso, la apuesta del gobierno es desgastarlos.

Es el caso de Iván Díaz Casimiro, psicólogo mazateco que el lunes 23 se marchó a su tierra con el rostro chupado, enfermo de amibas. Entrevistado a unos minutos de abordar el autobús, explica por qué después de 33 días de “lucha” se va llorando.

–¿Te arrepientes?

–No me voy con lo que vine a pelear. Pero ya debo mucho dinero. Estoy exponiendo mi vida, y todo para que nos vendan. No es fácil. Lo único que podría detener la reforma es el paro nacional. El apoyo moral, hoy, no sirve. Esta tendría que ser una lucha de todos los mexicanos. Si no frenamos la reforma educativa, van a pasar todas las reformas, una detrás de otra.

Relegado a la “miseria”, Iván entiende a los últimos gobernantes del país como jinetes del Apocalipsis. “Si Calderón representó la guerra, Peña Nieto es el hambre”, dice.



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