17 nov 2013

La DEA " ...Y secuestra en Juárez a un mexicano-estadunidense.."


...Y secuestra en Juárez a un mexicano-estadunidense/PATRICIA DÁVILA

Proceso # 1933, 15 de noviembre de 2013;
Una mañana de agosto del año pasado Manuel Velázquez Mascorro, pequeño empresario de Ciudad Juárez, fue sacado violentamente de su casa por agentes antidrogas de Estados Unidos y efectivos de un grupo especial creado por Julián Leyzaola, entonces jefe de la Policía Municipal juarense. Además de la inocencia que el secuestrado alega, en su caso se violaron muchas leyes: no había orden de captura en su contra, mucho menos una solicitud de extradición, y aun así los estadunidenses se lo llevaron a Texas, donde ha estado preso durante más de un año, sin visos de poder salir. Es sólo un caso más de la justicia al estilo DEA.

 “El 15 de agosto de 2012 a las 7:44 de la mañana llegaron al fraccionamiento en donde vivo elementos de la Policía Municipal. Traían las placas y números económicos (de sus patrullas) cubiertos. El guardia (del conjunto habitacional) me avisó por teléfono que iban por mí y no saliera de la casa porque corría peligro pues iban armados.

“Le hablé a Federico Servín, mi abogado, para que viera qué estaba pasando. Apenas colgué, saltaron las bardas de mi casa, quebraron los vidrios de las ventanas y entraron. ‘¡Hijo de tu pinche madre, tírate al suelo porque si no, te matamos!’, me dijeron. Eran como 12 hombres encapuchados y uniformados. Me cubrieron el cuerpo con una cobija, la cara con una camiseta y una bolsa de plástico, y me golpearon. Me preguntaban dónde tenía el dinero, las armas, la droga. Que les dijera, si no, ellos las iban a poner.

“Luego entró una persona a quien llamaban agente Barraza (después supe que pertenece a la DEA). Él dijo en inglés que iba a tomarme una foto para enviarla a Chris Cherry (otro agente estadunidense) para ver si era yo. Me siguieron golpeando mientras decían que me iban a matar. En eso oí la voz de mi abogado. Les preguntó qué estaba pasando, pero empezaron a insultarlo a gritos.”

Manuel Gerardo  Velázquez Mascorro fue secuestrado ese día de su casa en Ciudad Juárez por agentes de la administración antidrogas estadunidense (DEA) apoyados por el Grupo Táctico Jaguares, formado con exmilitares por el entonces comandante de la Policía Municipal, Julián Leyzaola.

El lunes 11 y vía telefónica desde la prisión de Sierra Blanca, Texas, donde se encuentra,  Velázquez cuenta a Proceso su historia: En un acto a todas luces ilegal, el pequeño empresario fue entregado a las autoridades de Estados Unidos sin que mediaran un juicio ni una orden de extradición.

Y al mismo tiempo que él era secuestrado en Ciudad Juárez, como supo después, en El Paso, Texas, las casas de sus padres (quienes también fueron detenidos) y de su esposa Cristina Campa eran cateadas por la DEA.

En una reunión con la reportera el jueves 7, el abogado Servín y Cristina Campa abundan en la narración.

Dice el abogado: “Ese día Manuel ( Velázquez) me habló, me dijo que la policía estaba en su casa. En una segunda llamada me preguntó: ‘¿En dónde vienes?’ ‘Estoy a la vuelta’, contesté. En la tercera llamada escucho: ‘¡Ya entraron, buey!’. Cuando llegamos había dos patrullas municipales sin número económico ni placas; uno de mis abogados se acercó a tomar el número de serie, mientras otros dos golpeábamos el portón de la casa y gritábamos”.

Recuerda: “Vimos a un agente municipal encapuchado quien nos gritó: ‘¿Ustedes quiénes son?’. Le dije: ‘Somos los abogados de la persona que tienen aquí adentro y queremos ver qué está pasando’. Le pedimos que nos mostrara una orden de detención y una orden de cateo, pero el policía nos alejó amenazándonos con una ametralladora. En eso vi que sacaban pertenencias de la casa y uno de ellos (de los policías) llevaba varios pasaportes mexicanos, los dejó sobre una de las patrullas; me acerqué y los agarré, pero otro de ellos se me dejó ir con una arma, me obligó a hincarme y me dijo que se los entregara.

“Cuando pude hablé al 060 para reportar que había un secuestro. Salió este grupo; pude ver que uno de ellos estaba a cargo y me dijo: ‘Si eres su abogado, nos lo vamos a llevar a Babícora’. Mi papá (también abogado), otro colega y yo les preguntamos por qué se lo llevaban y no nos respondieron. A mi padre también lo hicieron hincarse porque anotaba los números de serie.”

Los abogados vieron entonces que a  Velázquez lo sacaban esposado y con la cabeza cubierta al tiempo que los vehículos de la Policía Municipal se retiraban y otros agentes se llevaban uno de los autos del secuestrado.

“Cuando quisimos seguir al convoy nos percatamos de que afuera del fraccionamiento, de lado izquierdo, estaba una camioneta Suburban dorada y a la derecha una Ford Ranger gris, las dos con placas diplomáticas, las cuales se unieron al convoy. Nosotros regresamos a la casa de Manuel. Otra persona a la que pedí que fuera a Babícora, me habló y me dijo que nunca lo llevaron ahí”, sigue la narración de Servín.

Cristina interviene: “Como a las 8:00 de la mañana llegaron a mi casa agentes de la DEA, del FBI, del ICE y de la Patrulla Fronteriza. Eran como 20. Los de la DEA me gritaban: ‘¿Dónde está Manuel  Velázquez?’. Contesté que en su casa. A mi hija de 15 años y a mí nos aventaron al piso, el más pequeño de mis hijos empezó a llorar. Nos separaron. Me encerraron en una recámara”.

Campa pidió a gritos que la dejaran estar con sus hijos: “Nos juntaron y nos encerraron en un cuarto. En eso llegó un agente de la DEA y me dijo: ‘Tú no tienes ningún problema, si te pusimos las esposas fue por tu seguridad’. Le pregunté: ‘¿Por qué entras a mi casa con esa prepotencia? Si eres de la DEA debes saber que Manuel no vive aquí’. Me respondió que sólo yo sabía quién estaba dentro. Le dije que los iba a demandar porque maltrataron a mis dos hijos.

“Destrozaron mi casa, se llevaron mi teléfono, la laptop de la niña, el ipad del niño, un CPU… Apenas estaban saliendo de mi casa cuando subí a todos a mi carro y me fui a casa de Manuel, en Ciudad Juárez. Iba muy enojada para pedirle una explicación sobre lo que había pasado.”

Prosigue Servín: “Cuando llegó Cristi conmigo recibí otra llamada de Manuel que me dijo: ‘Ya estoy en el puente (internacional Zaragoza), me entregaron a los gabachos’. Le dije a Cristi: ‘¡Váyase a mi casa, no sabemos cómo está la situación, qué está pasando!’. Recibí otra llamada de Manuel quien me informó: ‘Ya me tienen en La Mesa (las oficinas de la DEA), no hagas borlote, no llames a la prensa, no hagas nada, voy a negociar para que suelten a mis papás porque también los tienen aquí’”.

Cuando llegó a su casa, el abogado recibió otra llamada del vigilante del fraccionamiento en donde vive Manuel, quien le avisó de la llegada de más policías.

“Regresé y efectivamente policías municipales y federales me dijeron que iban porque había un muerto. Otros dos agentes municipales me dijeron que iban por la camioneta de mi cliente, pero no los dejamos.

“Empezamos a investigar y nos dimos cuenta de que quienes lo secuestraron eran del Grupo Táctico Jaguares, creado por el secretario de Seguridad Pública Municipal, Julián Leyzaola. Era un grupo dedicado a levantar gente en Ciudad Juárez para entregarla a la DEA o a los cárteles que se los pedían. Estaba integrado por ocho o 12 elementos, cuatro de ellos exmilitares”, asegura Servín.

Internamiento ilegal
Desde Sierra Blanca,  Velázquez retoma la conversación con este semanario: “Me reclamaron porque le hablé al abogado. Con el rostro cubierto me sacaron de la casa y me subieron a una unidad. Dijeron que me llevaban a la estación de policía Babícora (donde tenía su oficina Leyzaola). Iba acostado en la patrulla. Al llegar me dejaron en el vehículo mientras me daban de cachazos y me insultaban.

“Alguien me dijo: ‘Ya tenemos a tu esposa y a tus papás’. Me dieron sus domicilios en El Paso y el nombre de Diana, una de mis hijas. En ese momento pensé que era un secuestro. Me siguieron pegando y me dijeron que le hablara nuevamente a mi abogado porque no querían relajo con la prensa. Le hablé. Ahí me tuvieron como 10 minutos. Luego escuché que llegaron unos norteamericanos y me cambiaron de vehículo. Dijeron que me llevarían al puente internacional Zaragoza.”

Recuerda: “En el trayecto siguieron golpeándome. Cuando llegamos me quitaron la cobija y la bolsa de la cabeza y me pusieron mis lentes. Por la línea exprés me bajaron de la Suburban; conmigo iban policías municipales y el agente Barraza, vestido de mezclilla, con zapatos cafés y playera tipo polo, sin gafete ni arma; también había una Land Cruiser oscura con placas diplomáticas. Hombres con chalecos de la DEA empezaron a tomarme fotos y sustituyeron las esposas que me pusieron los policías mexicanos por unas de ellos.

“Cuando estaba en las oficinas de la DEA en El Paso, Barraza me dijo que le hablara a mi abogado para calmarlo. Cuando llegué a la oficina vi que tenían a mi papá, quien padece diabetes e hipertensión. Él me dijo que horas antes, como a las 6:30 de la mañana, entraron a su casa y empezaron a tirar todo. Otro agente de la DEA, Chris Cherry, sentado frente a mí al otro lado del escritorio, me dijo que mi mamá había entrado en shock y se la habían llevado al hospital. Mi papá estaba a mi lado.

“Luego Cherry me dijo: ‘Tu papá ya se va a la cárcel’. Sólo nos abrazamos y me alcanzó a decir: ‘Cuídate’. Se lo llevaron a la prisión del condado de Otero. A mí me dieron a firmar un documento en el que aceptaba tres cargos: pertenecer a una empresa criminal, conspiración para poseer mariguana con intención de distribuir y lavar instrumentos monetarios. Dijeron que a cambio al siguiente día iríamos a hablar con el magistrado y que liberarían a mis papás, porque no había nada en su contra. Firmé, pero mintieron. Los dejaron presos ocho días y tuvieron que depositar una fianza de mil dólares. Los culpaban de conspiración y yo ya tenía otros 13 cargos en contra.”

A las 23:00 horas de ese 15 de agosto Manuel  Velázquez ingresó a la prisión de Otero: “Me metieron a un separo individual, de 10 por seis pasos, con una cama y un sanitario; como iba muy golpeado no me tomaron la foto de ingreso para la credencial. Pedí que me la tomaran, pero me dijeron que no se podía.

“El 21 de agosto me llevaron por segunda vez a la Corte. Vestía un uniforme rojo. Ahí me topé al agente Cherry, quien se burló: ‘¿A quién mataste? ¿Por qué te vistieron de rojo?’. Supe que así vestían a las personas peligrosas. Solo salía a bañarme en las mañanas. Las comidas eran en la celda.”

Velázquez pasó un mes en la cárcel de Otero hasta que lo transfirieron a la de Sierra Blanca, donde lo pusieron en una celda con otros ocho reos.



Juicio sin pruebas



Los días 16, 21 y 27 de agosto de 2012 tuvieron lugar las únicas audiencias realizadas hasta hoy: “Me imputaron conspiración porque dicen que traficaba con droga. Les pedí pruebas. No las vi. La audiencia del 16 fue para aceptar los cargos y liberar a mis papás; la del 21, para nombrar a mi abogado; el 27 de agosto regresé a la Corte para posponer la siguiente audiencia”, cuenta  Velázquez Mascorro.

No fue sino hasta ese 27 de agosto cuando el procurador federal para el suroeste de Texas, Robert Pitman, y el agente especial a cargo de la DEA en El Paso, Joseph M. Arabit, dieron a conocer a los medios la acusación contra  Velázquez ante un gran jurado federal.

En ella se dice que desde enero de 1997 y hasta la fecha,  Velázquez y otras 15 personas conspiraron para distribuir más de mil kilos de mariguana en los estados de Texas, Oklahoma y Kansas.

Una mañana de octubre de 2012  Velázquez fue sacado de la prisión y llevado nuevamente a la DEA. Cuenta: “Ahí Chris Cherry me mostró fotos de varias personas. Le dije que no conocía a nadie. Me dijo que cuando le mandaron la foto que me tomó Barraza el día de mi captura en Juárez yo parecía muerto. Se burlaba. Le dije que me habían secuestrado y respondió: ‘¡No! Tú acudiste voluntariamente’. ‘¿Cómo?’, le dije, ‘si me traían cubierto’. Los videos del puente Zaragoza, por donde me cruzaron, muestran cómo me bajaron. Mi abogado Alex Solano, de El Paso, dice que me quieren dar de 10 a 15 años de cárcel. Cherry dice que pasaré aquí toda mi vida. Ya no he vuelto a verlo”.

–¿Hay algún otro agente de la DEA al que pueda identificar? –se le pregunta.

–No. Cuando me sacaron de mi casa yo les decía a los municipales que no tenían ningún derecho de hacerme esto, necesitaban una orden de extradición. En Estados Unidos le dije lo mismo a Cherry y él contestó: “Ya viste que sí se puede”.

–¿Por qué lo relacionan con el Cártel de Juárez?

–En julio, antes de mi detención, a mi concuño Antonio Cabral Mendoza, El Tony, lo detuvieron en El Paso, acusado de conspiración para poseer con intención de distribuir más de 100 kilogramos de mariguana. Entonces él empezó a soltar nombres a la DEA. A mí me involucró como si fuera uno de los principales capos y proveedores. Dijo que yo trabajaba para el cártel de Carrillo Fuentes y le dio a la DEA mi nombre, el de mi esposa y el de mis papás.

–¿Su concuño trabaja para los Carrillo?

–Solo sé que tiene relación con grupos delictivos porque en El Paso se dedicaba a almacenar droga.

–¿Usted alguna vez traficó droga?

–¡Nunca! Hace unos años tuve tráileres y a una persona que trabajaba conmigo lo agarraron pasando droga. Pero a mí, nunca.

–¿Hubo orden de cateo, de arresto?

–Nada de eso. Yo siempre pedí que me las mostraran.

Señala que al ingresarlo a la prisión de Otero no lo ficharon. Sólo le entregaron un papel rosa de ingreso con su nombre, la relación de sus pertenencias y la fecha de detención. No fue sino hasta el 4 de septiembre, al trasladarlo a Sierra Blanca, cuando le tomaron la foto, pero no las huellas digitales.

–¿El gobierno mexicano está coludido con el secuestro?

–Pienso que Cherry le pagó a Julián Leyzaola y a los policías municipales para hacer ese trabajo. Además sus elementos se robaron 150 mil pesos en efectivo, joyas y otras cosas. Escuché que se peleaban porque uno había agarrado más… Sacaron mi coche Dodge Avenger 2010 y lo trajeron a El Paso, querían traerse la camioneta pero no encontraron las llaves. Los dos tienen placas americanas. Desconozco que pasó con el carro.

–¿Qué opina de que Leyzaola se haya prestado a esto?

–El mío es un secuestro. No hubo orden de cateo, de presentación, de detención ni de extradición. En el caso de mis papás y de mi esposa tampoco hubo ningún documento de por medio. ¡Nada!

“Solano me dice que me van a dar una condena de 10 a 15 años. Le digo que están los videos de cómo me ingresaron a Estados Unidos, pero no los ha presentado. Le pedí poner la denuncia por secuestro, pero no quiso. Creo que se coludió con los agentes de la DEA. Finalmente le pedí a mi esposa y al abogado Servín que interpongan la denuncia en México y en Estados Unidos.”

“Nosotros denunciamos que en la pasada administración municipal se permitió la intervención y violación de la soberanía nacional, para permitir que agentes de la DEA y personal diplomático participe en detenciones ilegales. Además se violentaron los derechos fundamentales de mi cliente al debido proceso, porque hay un procedimiento legal que la autoridad debió seguir: pedir su extradición a través de la SRE y a la PGR solicitarle la detención y extraditarlo sólo cuando un juez determine que procede. Más porque se trata de una persona con doble nacionalidad, dos constituciones lo protegen”, remata Servín.

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