7 ene 2014

Entrevista a Mariano Palacios Alcocer


 01/ 3/2014
El “efecto Francisco” también contagia a México
 Entrevista con el embajador mexicano ante la Santa Sede, Mariano Palacios Alcocer, sobre el impacto del Papa latinoamericano en su país
 Por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ para Vatican Insider
El “efecto Francisco” ha disparado todos los números de afluencia en El Vaticano. En apenas 10 meses de pontificado más de 6.6 millones de fieles asistieron a las actividades públicas del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Otros 5.5 millones visitaron los Museos pontificios durante el 2013. Un impacto que se ha contagiado también a nivel internacional, como lo confirma el embajador de México ante la Santa Sede.
Mariano Palacios Alcocer fue uno de los primeros diplomáticos en presentar sus cartas credenciales a Jorge Mario Bergoglio, en junio. Pero viajó a Roma ya desde abril, apenas unos días después de la elección del pontífice argentino. En entrevista contó el impacto en su país del Papa latinoamericano.
 -¿Cómo ha recibido México la llegada del Papa Francisco?

 -Ha sido realmente notable el incremento de un interés cada vez mayor de parte de mexicanos por estar presentes en las audiencias generales o en las bendiciones del Angelus. Durante los primeros seis meses del pontificado del Papa Francisco hemos enviado más notas a la Secretaría de Estado y a la Casa Pontifica solicitando espacios para presencia de mexicanos en estas ceremonias que en todo el año anterior. Por otro lado el presidente de México estuvo por primera vez en el inicio de un pontificado y en los últimos meses han venido a Roma una gran cantidad de empleados públicos, de empresarios, de representantes de congregaciones, de colegios, de universidades mexicanas que tienen que ver con el desarrollo de la Iglesia. Advertimos además un enorme interés por la ceremonia de canonización de dos ex pontífices, Juan XXIII y Juan Pablo II, que en abril del año entrante tendrá lugar. Este último sin duda ha tenido una mayor presencia física y anímica en el pueblo de México.
 -¿Qué factores generan este interés?
 -Hay varias cosas. Uno efectivamente las expectativas por tener por primera vez un Papa no europeo y latinoamericano, y que tenga un pulso muy fresco de la cultura, de la historia de América Latina. En segundo lugar el conocimiento de los mensajes del Papa en su propia lengua madre, a diferencia de aquellas ocasiones en las cuales se hacían traducciones de las intervenciones del Papa, o que con un gran esfuerzo por tratar de expresarse en lenguas distintas, los Papas que no conocían al castellano como lengua de origen, la utilizaban con gran generosidad, ahora es mucho más fácil el conocimiento de los arreglos idiomáticos del Papa, que son mensajes muy cercanos al corazón de la gente.
-Se cumple entonces aquello del “efecto Francisco”.
-Todas las semanas, desde que estamos al frente de la embajada, hemos podido recibir a mexicanos que acuden a las audiencias o al Angelus. Y cuando hemos tenido la oportunidad de dialogar con quienes lo han visto, lo han saludado y escuchado, todos han regresado con expectativas superadas en relación a lo que se esperaban. Cuando el Papa Francisco se expresa en español y dice lo que tiene que decir, en relación al tema que trate, tiene una manera especial de llegarle a la gente, de comunicarse con ella, de estimularla en su religiosidad.
 -La relación entre México y El Vaticano ha sido siempre difícil. ¿Qué puntos de encuentro se pueden rescatar en la misma?
 -Todo lo que tiene que ver con los derechos humanos, la dignidad humana, la lucha contra el armamentismo, la cooperación para el desarrollo, estos elementos de la política normativa del Estado Mexicano coinciden mucho con esta parte de la agenda no negociable de la Santa Sede en defensa de los valores de la humanidad. Hay también algunos aspectos de orden operativo y práctico, dada la coyuntura que vive México. Se trata de temas como la migración, el combate a la trata de personas, al desarrollo y a la economía, y más recientemente a los planteamientos por un medio ambiente sano, las cuestiones ecológicas y ambientales. No se trata sólo de una agenda ética, cercana a la defensa de los derechos humanos, sino también una agenda social, cercana a los problemas del desarrollo.
 -Las relaciones bilaterales han sido difíciles en parte por un histórico laicismo hostil presente en México. ¿El tiempo de la hostilidad ya quedó atrás?
 -Puedo decir que la relación se encuentra en un nivel de madura normalidad, respeto recíproco y colaboración con base en principios. La historia de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en México desembocaron en los años 90 del siglo pasado en dos principios básicos: primero el reconocimiento de la personalidad jurídica de las iglesias como instituciones eclesiásticas y, segundo, un reconocimiento a las libertades en materia religiosa. Estos dos elementos que tienen ya una trama constitucional, implican una nueva realidad jurídica y política en la relación del Estado laico con las iglesias en plural, y con la Iglesia católica en lo singular como la Iglesia que agrupa al mayor número de creyentes en México.
Poco ayuda a las relaciones entre el Estado y la Iglesia católica el suponer que hay una sola iglesia en México. Por eso el único modelo garante de las libertades es el Estado laico; más que remitirlo de una manera acrítica a las relaciones en la época del enfrentamiento de la cristiada, habría que ver el modelo de las relaciones políticas y diplomáticas que queremos para el siglo XXI. Más que una relación anclada en priorizar la revisión del pasado, estamos empeñados en promover una relación que, conociendo el pasado, explote lo mejor de la historia para detonar un mejor futuro.

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