16 jul 2014

¿Tanto boom que duele?/Robert J. Shiller

¿Tanto boom que duele?/Robert J. Shiller, a 2013 Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at Yale University and the co-creator of the Case-Shiller Index of US house prices.
He is the author of Irrational Exuberance, the second edition of which predicted the coming collapse of the real-estate bubble, and, most recently, Finance and the Good Society. 
Traducción al español por Leopoldo Gurman
Project Syndicate | 115 de julio de 2014
En los últimos meses se intensificó la preocupación entre los expertos financieros y los medios de difusión del mundo sobre la posibilidad de una fuerte corrección en los recalentados mercados de activos –bienes raíces, acciones y bonos de largo plazo– que derive en otra crisis económica. Al público en general parece no preocuparle: Google Trends muestra un cierto aumento en el término de búsqueda «burbuja en el mercado de valores», aunque sin llegar a los extremos de 2007, mientras que las búsquedas de «burbuja en el mercado inmobiliario» son relativamente infrecuentes.
Pero la preocupación de los expertos es notoria y saludable, porque la idea de que los mercados siempre son eficientes solo puede mantenerse cuando algunas personas no lo creen completamente y piensan que pueden beneficiarse aprovechando el momento justo en el mercado. Al mismo tiempo, la agudización de esta preocupación también presenta peligros, porque no sabemos si conducirá a una reacción excesiva a la baja por parte del público.

Las agencias internacionales recientemente emitieron avisos sobre excesos especulativos en los mercados de activos y sugirieron que debemos preocuparnos por una posible crisis. En un discurso que ofreció en junio, el subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, Min Zhu, sostuvo que los mercados de vivienda en muchos países, incluidos los de Europa, Asia y América, «muestran signos de recalentamiento». El mismo mes, el Banco de Pagos Internacionales dijo que en su Informe Anual que esos «signos resultan preocupantes».
Los periódicos también hacen sonar las alarmas. El 8 de julio, el New York Times enarboló en su primera página un titular un tanto hiperbólico: «Desde acciones a tierra de labranza, todo es auge, o burbuja: precios elevados de casi todos los activos en el mundo plantean riesgos económicos». Las palabras «casi todos» son excesivas, aunque el titular pone de manifiesto esta nueva preocupación.
No queda del todo claro por qué las alarmas suenan justo ahora, después de cinco años de expansión general en los mercados, desde que tocaron fondo a principios de 2009. ¿Por qué la gente no espera despreocupadamente más años de expansión?
Parece que este razonamiento está fuertemente influido por los recientes máximos históricos en los mercados de valores, aun cuando estos niveles prácticamente carecen de sentido, considerando la inflación. Es destacable que hace tan solo un mes el índice Morgan Stanley Capital International (MSCI) All Country World Index rompió el récord que había alcanzado el 31 de octubre de 2007.
El Fondo Monetario Internacional anunció en junio un nuevo observatorio global de vivienda, que registra los precios e indicadores de las viviendas. En el sitio se ofrece un índice global de precios de la vivienda que está aumentando, ponderado por PBI, a la misma velocidad que durante la bonanza previa a la crisis de 2008, aunque todavía no ha alcanzado su nivel máximo de 2006.
También tenemos el anuncio por la Reserva Federal de EE. UU. de que, si la economía avanza según lo esperado, la última compra de bonos de la ronda de flexibilización cuantitativa que comenzó en septiembre de 2012 será el mes posterior a la reunión de octubre de 2014 del Comité Federal de Mercado Abierto. Ese tipo de noticias parece afectar también el pensamiento de los observadores, aunque no es gran cosa en términos de su novedad, dado que todos sabían que la Fed terminaría el programa en algún momento próximo.
El problema es que no se puede explicar con certeza la forma en que la gente reaccionará ante ese cambio de política, a los signos de recalentamiento de los precios o a sus caídas, ni a otras noticias que pueden interpretarse como relativamente importantes. Sencillamente no contamos con mucha historia bien documentada de las grandes crisis financieras para examinar, lo que deja a los econometristas vulnerables a cometer graves errores, a pesar de estudiar series temporales que típicamente solo se extienden por unas pocas décadas.
Hasta la reciente crisis, los economistas engrandecían la «gran moderación»: las fluctuaciones económicas supuestamente se estaban atenuando y muchos concluyeron que la política de estabilización económica había alcanzado nuevos niveles de eficacia. En 2005, justo antes de la llegada de la crisis financiera, los econometristas de Harvard, James Stock (actualmente miembro del Consejo de asesores económicos del presidente Barack Obama) y Mark Watson concluyeron que las economías avanzadas se habían tornado menos volátiles y correlacionadas entre sí durante los 40 años previos.
Esa conclusión habría de ser modificada significativamente a la luz de los datos registrados desde la crisis financiera. La desaceleración económica de 2009, el peor año de la crisis, fue sencillamente catastrófica.
De hecho, solo tuvimos tres crisis globales destacables en el último siglo: 1929-33, 1980-82 y 2007-9. Estos eventos parecen ser más que simples versiones a escala de las pequeñas fluctuaciones más frecuentes que vemos a menudo, las que Stock y Watson analizaron. Pero, con solo tres observaciones, es difícil entender estos eventos.
Todos parecían tener que ver con movimientos de precios especulativos que sorprendieron a la mayoría de los observadores y nunca fueron realmente explicados, incluso años después de haber ocurrido. También tuvieron que ver con errores en la conducción gubernamental. Por ejemplo, la crisis de 1980-82 fue disparada por el aumento de los precios del petróleo, debido a la guerra entre Irán e Irak. Pero todos estuvieron relacionados con estallidos de burbujas de precios de los activos, que condujeron al colapso financiero.
Quienes alertan sobre graves peligros si se permite que continúen los aumentos especulativos de precios sin traba alguna están en lo cierto, incluso si son incapaces de demostrar que hay motivos de preocupación. Estos avisos pueden ayudar a evitar que el boom que vemos en la actualidad se extienda durante mucho tiempo más y aumente su peligrosidad.

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