15 ago 2014

Francisco visita por sorpresa a los jesuitas en Seúl

Francisco visita por sorpresa a los jesuitas en Seúl
Antes de llegar a la nunciatura para descansar, el Papa se ha detenido en la Sogang University para un breve encuentro con los estudiantes
El programa del papa Francisco en Corea aún deja huecos para la improvisación. 
De forma inesperada, visitó la Sogang University, ateneo fundado por la Compañía de Jesús en Seúl en 1960. Lo hizo al volver del encuentro con los jóvenes asiáticos en Daejeon, antes de regresar a la nunciatura para concluir la segunda jornada del viaje.
Entre los presentes, estaba el padre Antonio Spadaro, director de "Civiltà Cattolica" y primer periodista en entrevistar al Papa, que ha contado algunos detalles del encuentro en Radio Vaticana.

Así, ha indicado que el Papa decidió ayer ir a ver a sus hermanos jesuitas, y se lo dijo al padre Spadaro. "Ha sido algo absolutamente nuevo también para ellos, que se han quedado desconcertados, porque no sabían qué preparar ni cómo", ha indicado. Además, "el encuentro ha sido de una sencillez increíble: un sentido de casa, de familia, de normalidad absolutamente grande, potente".
Durante el encuentro, se han presentado uno a uno, primero los novicios y luego los que se ocupan del apostolado espiritual, del apostolado juvenil. "Ha sido una gran fiesta", afirma padre Spadaro en la entrevista.
Asimismo, ha indicado que el Papa ha disfrutado mucho de este clima y después de unas palabras introductorias de saludo, Francisco ha hablado espontáneamente. "Un discurso sencillo y potente, todo centrado en una sola palabra -consolación- que para nosotros jesuitas es una palabra fundamental: la consolación espiritual", ha añadido. El Papa les ha dicho que son "ministros de consolación, que a veces en la Iglesia se experimentan fatigas, a veces heridas, y a veces la gente experimenta heridas también a causa de los ministros de la Iglesia". De nuevo, como ya hizo en la entrevista con Civiltà Cattolica, Francisco ha utilizado la expresión, "hospital de campo".
Por tanto, ha repetido de distintas formas y con acentos muy intensos, muy convencidos, "ser personas de consolación, que dan paz a la gente, que calman las heridas".
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Francisco a los jóvenes de Asia: Cristo llama a la puerta de sus corazones
Texto completo del discurso del Papa a los participantes de la VI Jornada de la Juventud Asiática en el Santuario de Solmoe
Seúl, 15 de agosto de 2014 (Zenit.org) Redacción | 186 hits
Queridos jóvenes amigos:
«¡Qué bueno es que estemos aquí!» (Mt 17,4). Estas palabras fueron pronunciadas por san Pedro en el Monte Tabor ante Jesús transfigurado en gloria. En verdad es bueno para nosotros estar aquí juntos, en este Santuario de los mártires coreanos, en los que la gloria del Señor se reveló en los albores de la Iglesia en este país. En esta gran asamblea, que reúne a jóvenes cristianos de toda Asia, casi podemos sentir la gloria de Jesús presente entre de nosotros, presente en su Iglesia, que abarca toda lengua, pueblo y nación, presente con el poder de su Espíritu Santo, que hace nuevas, jóvenes y vivas todas las cosas.
Les doy las gracias por su calurosa bienvenida y por el don de su entusiasmo, sus canciones alegres, sus testimonios de fe y las bellas manifestaciones de sus variadas y ricas culturas. Gracias, especialmente, a los tres jóvenes que han compartido sus esperanzas, inquietudes y preocupaciones; las he escuchado con atención, y no las olvidaré. Agradezco a monseñor Lazzaro You Heung-sik sus palabras de introducción y les saludo a todos ustedes desde lo más hondo del corazón.

Esta tarde quisiera reflexionar con ustedes sobre un aspecto del lema de esta Sexta Jornada de la Juventud Asiática: «La gloria de los mártires brilla sobre ti».

Así como el Señor hizo brillar su gloria en el heroico testimonio de los mártires, también quiere que resplandezca en sus vidas y que, a través de ustedes, ilumine la vida de este vasto Continente. Hoy, Cristo llama a la puerta de sus corazones. Él les llama a despertar, a estar bien despejados y atentos, a ver las cosas que realmente importan en la vida. Y, más aún, les pide que vayan por los caminos y senderos de este mundo, llamando a las puertas de los corazones de los otros, invitándolos a acogerlo en sus vidas.

Este gran encuentro de los jóvenes asiáticos nos permite también ver algo de lo que la Iglesia misma está destinada a ser en el eterno designio de Dios. Junto con los jóvenes de otros lugares, ustedes quieren construir un mundo en el que todos vivan juntos en paz y amistad, superando barreras, reparando divisiones, rechazando la violencia y los prejuicios. Y esto es precisamente lo que Dios quiere de nosotros. La Iglesia pretende ser semilla de unidad para toda la familia humana. En Cristo, todos los pueblos y naciones están llamados a una unidad que no destruye la diversidad, sino que la reconoce, la reconcilia y la enriquece.

Qué lejos queda el espíritu del mundo de esta magnífica visión y de este designio. Cuán a menudo parece que las semillas del bien y de la esperanza que intentamos sembrar quedan sofocadas por la maleza del egoísmo, por la hostilidad y la injusticia, no sólo a nuestro alrededor, sino también en nuestros propios corazones. Nos preocupa la creciente desigualdad en nuestras sociedades entre ricos y pobres. Vemos signos de idolatría de la riqueza, del poder y del placer, obtenidos a un precio altísimo para la vida de los hombres. Cerca de nosotros, muchos de nuestros amigos y coetáneos, aun en medio de una gran prosperidad material, sufren pobreza espiritual, soledad y callada desesperación. Parece como si Dios hubiera sido eliminado de este mundo. Es como si un desierto espiritual se estuviera propagando por todas partes. Afecta también a los jóvenes, robándoles la esperanza y, en tantos casos, incluso la vida misma.

No obstante, éste es el mundo al que ustedes están llamados a ir y dar testimonio del Evangelio de la esperanza, el Evangelio de Jesucristo, y la promesa de su Reino. En las parábolas, Jesús nos enseña que el Reino entra humildemente en el mundo, y va creciendo silenciosa y constantemente allí donde es bien recibido por corazones abiertos a su mensaje de esperanza y salvación. El Evangelio nos enseña que el Espíritu de Jesús puede dar nueva vida a cada corazón humano y puede transformar cualquier situación, incluso aquellas aparentemente sin esperanza. Éste es el mensaje que ustedes están llamados a compartir con sus coetáneos: en la escuela, en el mundo del trabajo, en su familia, en la universidad y en sus comunidades. Puesto que Jesús resucitó de entre los muertos, sabemos que tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6,68), y que su palabra tiene el poder de tocar cada corazón, de vencer el mal con el bien, y de cambiar y redimir al mundo.

Queridos jóvenes, en este tiempo el Señor cuenta con ustedes. Él entró en su corazón el día de su bautismo; les dio su Espíritu en el día de su confirmación; y les fortalece constantemente mediante su presencia en la Eucaristía, de modo que puedan ser sus testigos en el mundo. ¿Están dispuestos a decirle «sí»? ¿Están listos?

(Texto improvisado en italiano)

Ahora me debo ir. Espero contar con su presencia en estos días y hablar de nuevo con ustedes cuando nos reunamos el domingo para la Santa Misa. Mientras tanto, demos gracias al Señor por el don de haber transcurrido juntos este tiempo, y pidámosle la fuerza para ser testigos fieles y alegres de su amor en todos los rincones de Asia y en el mundo entero.


Que María, nuestra Madre, los cuide y mantenga siempre cerca de Jesús, su Hijo. Y que los acompañe también desde el cielo san Juan Pablo II, iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Con gran afecto, les imparto a todos ustedes mi bendición.

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