23 nov 2014

Las violentas fracturas del chavismo/Rafael Croda

Revista Proceso No.1986, 22 de noviembre de 2014.
Las violentas fracturas del chavismo/Rafael Croda 
El asesinato de dos integrantes de los grupos de choque chavistas evidenció las fracturas dentro del régimen que gobierna Venezuela. La explicación del hecho –como de buena parte de la política de aquel país– se relaciona con el precio del petróleo, que ha caído 25% en año y medio: La falta de divisas fomentó la escasez, el descontento social, las luchas de poder y la violencia.
 BOGOTÁ.- El economista José Toro Hardy ha defendido desde hace años la tesis de que el proyecto político del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez y de su sucesor, Nicolás Maduro, está atado al petróleo.
 Durante los 14 años que el líder de la llamada Revolución del Siglo XXI gobernó Venezuela, el precio del crudo se multiplicó nueve veces. Pero desde su muerte, en marzo de 2013, la cotización del hidrocarburo se ha desplomado 25% y el país está sumido en una severa crisis económica que causa malestar popular y somete al régimen a una presión cuyo rostro más visible son las fracturas internas y la violencia política.


El diputado chavista Robert Serra fue asesinado el 1 de octubre pasado de 40 puñaladas por un grupo encabezado por su jefe de escoltas. Seis días después un comando de élite de la policía mató a balazos, en un operativo, a los líderes de los “colectivos” oficialistas José Odreman y Carmelo Chávez, junto con tres correligionarios.

Odreman, quien recibió 32 balazos, denunció minutos antes de morir que “cualquier cosa” que le ocurriera sería responsabilidad del ministro del Interior, el general Miguel Rodríguez Torres.

Toro Hardy, exdirector de la gigante estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), dice a Proceso que la crisis económica derivada “del pésimo manejo” del gobierno y de la caída de los precios del crudo “está desnudando las fuertes divisiones dentro del chavismo y los peligros de violencia que corre el país”.

Durante años Chávez armó a grupos de civiles adeptos a su proyecto político. En el lenguaje oficial son llamados “colectivos”. La oposición política ha denunciado que son estructuras paramilitares utilizadas por el régimen como grupos de choque. Ellos dominan barrios enteros en los cuales ejercen labores de seguridad, hacen proselitismo político y trabajo social en nombre de la revolución. Transitan por las calles de Caracas en caravanas de motocicletas, con camisetas rojas y armas a la vista. Son el ala radical del chavismo.

Como ministro del Interior, Rodríguez Torres –principal operador de los servicios de inteligencia y de seguridad del Estado durante la última década– se propuso acotar el poder de los “colectivos” mejor armados y recuperar para el Estado el monopolio legítimo de la fuerza.

“Muchos militares están descontentos con esta situación anómala en la que hay territorios urbanos enteros que están controlados por grupos civiles armados. Es un hecho que quieren recuperar el control y esto causa mucha tensión entre los mismos grupos y tribus chavistas”, indica a este semanario la historiadora y doctora en ciencias sociales por la Universidad Central de Venezuela (UCV) Margarita López Maya.

El diputado Serra, quien tenía 27 años al ser asesinado, era conocido por sus víncu­los con los “colectivos”, entre ellos el 5 de Marzo y el Escudo de la Revolución, que lideraban Odreman y Carmelo Chávez, respectivamente.

Ultimátum y remociones

Tras la muerte de Odreman el colectivo 5 de Marzo exigió, por medio de las redes sociales, la renuncia de Rodríguez Torres y le advirtió que tenía hasta el pasado 23 de octubre para hacerlo. Un día después de cumplirse el ultimátum, el presidente Maduro removió al militar como ministro del Interior y destituyó a toda la cúpula del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, la policía que ejecutó el operativo.

El destituido ministro, una de las cabezas más visibles del poderoso sector militar que maneja gran parte del aparato gubernamental en Venezuela, había defendido el operativo como una acción contra un conjunto de delincuentes que enfrentó a la policía. Todos los testigos dijeron que los uniformados llegaron a ejecutar a los líderes de los “colectivos”.

El exvicepresidente José Vicente Rangel, quien fuera uno de los más cercanos colaboradores de Chávez, calificó la acción policiaca como una masacre y sostuvo que nunca imaginó que violaciones a los derechos humanos como “asesinatos, torturas, masacres, extorsión y secuestros” fueran defendidas por los autores “con argumentos muy peligrosos, como el de que las víctimas eran delincuentes”.

Como ministra del Interior fue designada la almirante Carmen Meléndez, muy cercana a Maduro, mientras que el grupo de militares que acompañaron a Chávez en la intentona golpista del 4 de febrero de 1992 –conocida como 4F– perdieron a una de sus figuras más importantes con la remoción de Rodríguez Torres.

Pero el colectivo 5 de Marzo y 260 organizaciones del chavista Movimiento de Resistencia Popular fueron más allá y el miércoles 5 exigieron a Maduro que Rodríguez Torres y la removida cúpula policiaca fueran presentados a la justicia y plantearon 15 peticiones, entre las cuales: Terminar “con una política comunicacional únicamente dedicada a la propaganda del gobierno y a la criminalización de la crítica”, intervenir el colapsado sistema público de salud y esclarecer el desfalco de “miles de millones de dólares” a través del sistema oficial de cambio de divisas, un caso de corrupción denunciado por el exministro de Finanzas Jorge Giordani, destituido por el presidente en junio pasado.

“Lo que tenemos es una fragmentación muy marcada de grupos chavistas que Maduro no puede controlar. Chávez era un líder carismático que decidía todo en Venezuela, y sus herederos interpretan su legado a su conveniencia. Eso crea muchas tensiones. Maduro tiene una interpretación de ese legado y otros cuadros chavistas tienen la propia. Esto ocurre en medio de una crisis económica muy profunda”, señala López Maya.

La historiadora, quien simpatizó con el régimen chavista hasta 2006, cuando a su parecer éste se radicalizó, indica que esta lucha de facciones ocurre en el contexto “de la profunda descomposición social que se ha venido desarrollando en los últimos años y ha afectado a las bases chavistas. La violencia se ha instaurado como un instrumento en la resolución de los conflictos; esto ocurrió por la polarización política y porque el discurso oficial ha sido ofensivo y violento. En este país se rompieron las normas de convivencia social y eso es muy peligroso. Hay muchas armas en las calles en manos de civiles”.

La profesora de la UCV considera que la situación es “muy peligrosa porque es la primera vez que el gobierno chavista mata a gente chavista. Eso no se había visto en Venezuela. Esto jamás hubiera ocurrido si Chávez estuviera vivo”.

Para el secretario general del opositor Movimiento al Socialismo, Felipe Mujica, la persistencia de “colectivos” armados acusados de hechos delictivos y que el gobierno tolera “nos puede llevar al mismo punto de violencia de México”, donde el crimen organizado, en complicidad con las autoridades locales, desapareció y presuntamente ejecutó a 43 jóvenes normalistas.

“Estamos alertando lo que puede pasar si esta situación, que es incipiente en Venezuela, persiste, porque hay un punto muy difuso donde ‘colectivos’ y delincuencia se cruzan, con la complacencia de las autoridades, como en México, o como ocurrió en Colombia en el pasado con los grupos paramilitares que actuaban en complicidad con políticos y mandos militares”, sostiene en entrevista el dirigente político socialdemócrata.

Implosión

El chavismo, que su líder aglutinó en 2008 en el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), se compone de dos grandes corrientes: la civil y la militar, que encabezan respectivamente Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, un militar retirado que lidera el 4F y es el segundo hombre más poderoso del país.

Tras la muerte de Odreman, el 5 de Marzo pidió la renuncia de Cabello, mientras éste, a su vez, ha calificado de “traición al legado de Chávez” la postura crítica que han asumido dentro del PSUV corrientes como Marea Socialista y los Círculos Bolivarianos, los cuales se reivindican como el “ala izquierda” del partido gobernante.

“Tenemos chavistas de la boca para afuera, que son peores que los escuálidos (como llamaba Chávez a sus opositores)”, ha dicho Cabello.

En un documento divulgado el lunes 10 en el portal aporrea.org, Marea Socialista exigió al gobierno de Maduro combatir la desbordada corrupción que devora las divisas aportadas por la renta petrolera y señaló que este fenómeno es “uno de los motores fundamentales de la crisis actual, caracterizada por alta inflación, insuficiencia de productos para consumo básico de la población, pulverización del salario y surgimiento de todo un entramado corrupto privado y público que vive del fraude y de mecanismos financieros perversos”.

El doctor en derecho y analista político José Amando Mejía asegura que Maduro es “presa de los diferentes grupos de interés dentro del chavismo y hace malabares para mantener los equilibrios, pero con muy poco margen de acción. Esto tiene paralizado su gobierno y le ha impedido tomar las medidas económicas que se requieren para enfrentar la crisis”.

Para Mejía, la salida de Rodríguez Torres del gobierno no necesariamente constituye un triunfo del ala civil del chavismo frente al sector militar, pues altos oficiales de las fuerzas armadas están a cargo de los ministerios clave, como los de Finanzas, Interior y Defensa, y encabezan más de la mitad de las gubernaturas y grandes empresas públicas.

“Lo que sí existe es una pugna por el poder y un presidente débil que no tiene ni remotamente el liderazgo y la autoridad que tenía Chávez. Lo único que ha hecho es mediar y tratar de acallar cualquier disidencia de sectores medios, de profesionistas, de colectivos, de sindicatos y de organizaciones populares que son chavistas pero que advierten que el país va por un despeñadero”, sostiene.

López Maya considera que lo que vive el chavismo “es una fragmentación creciente y una implosión que pudiera terminar” con ese proyecto político.

Futuro negro

Toro Hardy percibe que un modelo como el chavista, “que se base en el clientelismo político y en el asistencialismo social, es inviable en un escenario de bajos precios de petróleo”, producto que representa 96% de las exportaciones de Venezuela.

“El punto de equilibrio económico de este régimen es un precio internacional del petróleo de 120 dólares por barril”, señala el exdirector de PDVSA.

La mezcla venezolana se cotizó la semana antepasada a 72 dólares por barril, su precio más bajo en cuatro años y 48 dólares por debajo del denominado “punto de equilibrio”. Esto limita aún más la capacidad del país de importar suficientes alimentos, insumos industriales y artículos de primera necesidad.

“Tenemos una recesión y esta caída en los precios del crudo compromete mucho más el panorama”, dice el analista financiero Henkel García Uzcátegui. De acuerdo con el director de la consultoría Econométrica, este año la economía venezolana registrará una contracción de 3%, pero podría llegar a 4% si el coste del barril continúa en picada.

La inflación anualizada rebasa 63% y pulveriza los salarios; la escasez de productos básicos y medicinas es una constante en la vida diaria del venezolano y el dólar en el mercado negro cuesta 15 veces más que el de la tasa oficial más baja (95 bolívares por dólar contra 6.30 bolívares).

García Uzcátegui dice que el único camino que le queda al gobierno es hacer un ajuste que incluya incrementar el precio de la gasolina, que es la más barata del mundo (menos de un centavo de dólar por litro); reducir las ventas de crudo subsidiado a sus socios de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América; vender Citgo, la filial en Estados Unidos de PDVSA; reducir el gasto público y devaluar la moneda. “Si esto no se hace la economía se colapsará”.

El problema para Maduro es que cualquier ajuste económico no sólo mermará su ya baja popularidad, sino que podría agudizar las disputas con las facciones del PSUV que lo llaman a retomar el rumbo socialista trazado por Chávez.

“El dilema de Maduro es actuar o dejar que se precipite una situación económica y política que pueda volverse inmanejable”, señala Mejía.

Una encuesta de la firma Datanálisis divulgada en octubre pasado indicó que 67.5% de los venezolanos hace una evaluación negativa de la gestión de Maduro y que en el transcurso de este año el presidente ha perdido 20 puntos de popularidad. Además 68% de los consultados cree que debe abandonar el poder este año o mediante un referendo revocatorio en 2016, año en el cual constitucionalmente se podría realizar esa consulta.

Así, en diciembre de 2015 los venezolanos acudirán a las urnas para renovar la Asamblea Nacional. Según López Maya esos comicios podrían marcar el principio de una salida institucional y pacífica a la crisis que vive el país. “Por lo pronto, la palabra que mejor define la situación que estamos viviendo es incertidumbre”, señala la historiadora.




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