2 abr 2015

Entre lágrimas el papa lava los pies a 12 internos

04/ 2/2015
Entre lágrimas el Papa lava los pies a 12 reclusos, hombres y mujeres
    



Nota de ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO
 Fue un momento conmovedor. La mujer, de origen africano, no podía detener las lágrimas. Tenía sobre sus rodillas a su hijo de pocos años. A sus pies estaba el Papa, quien no sólo le lavó los pies a ella, sino también a su pequeño. Tras besar la piel limpia de ambos, Francisco les sonrío. Esta fue una de las postales de la misa “in coena domini” (en la cena del señor), que celebró el pontífice la tarde de este Jueves Santo en la cárcel romana de Rebbibia.
 Pasadas las 17:00 horas local Jorge Mario Bergoglio llegó hasta el centro penitenciario en cuyo ingreso lo esperaba un numeroso grupo de detenidos, mezclados con guardias penitenciarios y otras personas. A cada uno el líder católico saludó de mano o de beso. Después agradeció a todos la calurosa acogida e ingresó a la Capilla “Padre Nuestro”.
Allí, en primera fila, lo esperaban las 12 personas elegidas para el rito del lavado de los pies, que recuerda el gesto cumplido con Jesús durante la última cena con los apóstoles. Eran seis mujeres y seis hombres: dos nigerianas, una congolesa, dos italianas, una ecuatoriana, un brasileño, un nigeriano y cuatro italianos.

 Los detenidos no pudieron contener la emoción y se abalanzaron sobre el Papa a su ingreso, cuando se dirigía al altar. Todos querían abrazarlo, besarlo y tocarlo. Lo mismo que ocurrió al final de la celebración.
 Durante la homilía, pronunciada en italiano, Francisco recordó que la frase evangélica “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final”. Entonces dijo: “Jesús nos amó, Jesús nos ama sin límites, siempre, hasta el final. El amor de Jesús por nosotros no tiene límites. Siempre más, siempre más. No se cansa de amar, a ninguno. Nos ama a todos, al punto de dar la vida por nosotros. Si, dar la vida por todos nosotros, por cada uno, con nombre y apellido, su amor es así, personal. El amor de Jesús no defrauda jamás, porque no se cansa de amar como no se cansa de perdonar, de abrazarnos”.
 Recordó que los discípulos no comprendieron el gesto de Cristo de lavarles los pies porque, en ese tiempo, era costumbre que los esclavos lavasen a las personas que llegaban a las casas con los pies sucios por el polvo del camino. Pero insistió que esa acción no la realizaban los dueños de las casas y por eso Jesús le explicó a Pedro: “Esto que ahora hago tu no lo comprendes, lo comprenderás después”.
 “Jesús por amor se hizo esclavo para servirnos, para sanarnos, para limpiarnos. Y hoy, en esta misa, la Iglesia quiere que el sacerdote lave los pies de 12 personas. Memoria de los 12 apóstoles. Pero en el corazón nuestro debemos tener la certeza, debemos estar seguros que cuando nos lava los pies, nos lava todos, nos purifica, nos hace sentir otra vez su amor”, precisó.
 “Hoy lavaré los pies de 12 de ustedes, pero en estos hermanos y hermanas están representados todos ustedes, los que viven aquí. Pero yo también tengo necesidad de ser lavado y por esto recen en esta misa, para que el señor lave mis suciedades, para que yo me convierta en más esclavo de ustedes y del servicio a la gente, como hizo Jesús”, apuntó.
 Al momento del lavatorio, el Papa se arrodilló con dificultad ante cada uno de los detenidos. Fueron momentos íntimos y varios de los reclusos, especialmente las mujeres, lloraron durante gran parte del tiempo.
 Igual de íntimo fue el almuerzo que este jueves Jorge Mario Bergoglio compartió con 10 sacerdotes de la diócesis de Roma. Por tercer año consecutivo el pontífice aceptó la invitación del sustituto de la Secretaría de Estado vaticana, Angelo Becciu, de compartir el pan y la sal con un grupo de presbíteros en su departamento. El encuentro duró una hora y media.
 Según refirió el diario “L’Osservatore Romano”, la comida se desarrolló en un clima “simple y cordial” y durante la misma el obispo de Roma quiso conocer más de cerca la misión de nueve párrocos y del superior de una comunidad de religiosos. “Escuchó los testimonios, animándolos en su ministerio. Fue un tiempo común de reposo espiritual para reflexionar sobre el servicio cotidiano a cuántos los sacerdotes asisten”, precisó la nota.

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