3 abr 2015

¿Y LA TORTURA?/Editorial

¿Y LA TORTURA?/Editorial El Universal, 2 de abril de 2015
 Ayer (1 de abril) el relator especial para la tortura de Naciones Unidas, Juan Méndez, reiteró en una carta y en una entrevista para EL UNIVERSAL que en México hay tortura “generalizada”. Esa sola palabra ha ocasionado un agrio intercambio de reclamaciones entre funcionarios de la cancillería mexicana y Méndez, un debate que hasta el momento no contiene propuestas de soluciones al problema.
No sólo se ha dejado de lado el fondo del asunto. Además las comunicaciones entre Méndez y el representante permanente de México ante las Naciones Unidas, Jorge Lomónaco, entran en recriminaciones personales que llegarán a nada.
Hay que empezar por decir que los jaloneos entre los autores de informes sobre países y los representantes nacionales son normales. Cuba, Irán, Venezuela, entre otros, han dicho, por ejemplo, que por motivos políticos se les condena en instancias internacionales con más frecuencia y dureza respecto del resto del mundo.
Estados Unidos se ha negado reiteradamente a que sus ciudadanos sean juzgados en organismos internacionales sin importar los crímenes cometidos. De hecho probablemente reclamará cuando se confirmen en foros extranjeros los prejuicios raciales en detenciones policiacas, luego de las tensiones detonadas por el asesinato de un sospechoso afroamericano en la localidad de Ferguson.

También cabe recordar que en este caso México tiene una responsabilidad en cuidar la legitimidad del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, al cual pertenece el relator. Fue este país uno de los artífices en la creación del consejo como instrumento para institucionalizar y no dejar a criterios discrecionales las evaluaciones sobre derechos humanos en el mundo. Por eso el embajador mexicano Luis Alfonso de Alba fue el primero en asumir la titularidad del organismo.
Es decir, no es como cuando México reclamaba lo injusto de la certificación antidrogas estadounidense. En esta ocasión se trata de una instancia que el propio país, ahora inconforme, ayudó a crear. Es de esperar, por tanto, que sus reclamaciones no erosionen la credibilidad del Consejo. Hay una inversión importante por resguardar.
 La personalidad o las formas de actuar del relator pueden estar a discusión, además de la metodología del informe. Incluso es algo deseable, pues el propio Méndez ha hablado sobre necesidad de mayor profundidad del muestreo.
 Pero mientras ese debate se lleva a cabo, no debe olvidarse lo importante: no se cuestiona el contenido del informe, sólo su exhaustividad. La tortura existe y el acalorado debate tendría que ser sobre cómo erradicarla, sea generalizada o no.
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Bajo Reserva /El Universal, 3 de abril de 2015
Dos de tres caídas, entre SRE y relator de la ONU

El réferi todavía no golpea tres veces la lona para definir quién ganó la caída entre la Cancillería y el relator especial sobre la tortura de las Naciones Unidas. Ya hubo patadas voladoras y llaves prohibidas en el cuadrilátero —no permitidas, claro está, en la diplomacia—. El representante permanente de México ante el organismo, Jorge Lomónaco, acusó al relator Juan Méndez de violar el código de conducta del Consejo de Derechos Humanos —por señalar que hay tortura generalizada en el país—. Don Juan reviró con la palabra “epidemia” de tortura y que los señalamientos de la diplomacia mexicana entraron al terreno personal. En la SRE, nos dicen, no ven un asunto personal, sino la conducta del relator. Así que la lucha no ha terminado y usted estará viendo más voladoras en este “desencuentro”, nos anticipan.

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