Evitar
la infelicidad laboral
- Muchos
mantienen su puesto de trabajo pero interiormente se han despedido de la
empresa
- Recuperar
la ilusión empieza por un cambio de actitud y por recordar nuestras capacidades
GABRIEL
GARCÍA DE ORO en El País semanal, 2 FEB 2014
Corría
el año 2007 cuando Lotfi El Ghandouri publicó El despido interior: Cuando
nuestra infelicidad laboral nos lleva a convertir nuestro trabajo en una
prisión. Hoy, inmersos en recortes, expedientes de regulación de empleo,
congelaciones de sueldo y miedo generalizado, hay muchos que, si bien conservan
el trabajo, se han despedido interiormente. Ya no están en la empresa, pero ni
ellos mismos se han dado cuenta. Por lo general, esto sucede cuando la
distancia entre lo que esperamos y lo que obtenemos se hace insalvable y
terminamos decidiendo que lo mejor es hacernos invisibles. Que nadie se dé
cuenta ni de cuando llegamos ni de cuando salimos. Pero así se lastiman las
relaciones, con nuestros compañeros y, lo que es peor, con nosotros mismos. Al
final nos sentimos solos, aislados e incomprendidos. ¿Cómo hemos llegado a esta
situación? ¿Cómo evitar que la inercia nos empuje? Al despido interior se llega
por una escalera que va minando la ilusión con la que empezamos a trabajar.
Veamos sus peldaños, porque reconociéndolos podremos alertarnos.
La
entrega. Acabamos de ser contratados y nos sentimos especiales e involucrados.
Sin embargo, pronto aparecen los primeros desacuerdos, las primeras
decepciones. Si no somos capaces de manejar estas situaciones de conflicto y
afrontar con madurez las pequeñas desilusiones cotidianas, bajaremos al
siguiente escalón.
Cuando
no se puede lograr lo que se
quiere,
mejor cambiar de actitud” (Publio
Terencio)
El
compromiso. Pensamos que nuestro esfuerzo y dedicación no han obtenido sus
frutos, así que nos vamos limitando a hacer lo que tenemos que hacer. Ponemos
barreras a nuestro esfuerzo y, en consecuencia, a nuestro desarrollo. Aparecen
frases como “a mí no me pagan para esto”.
La
participación. Hacemos lo que nos piden, simplemente. Rutinarios. Repetitivos.
Aquí, tanto la empresa como el empleado saben que han llegado a un punto
crítico. Es posible, todavía, restablecer la confianza mutua. Pero la situación
se complica si ambas partes siguen sin hablar, sin comunicarse.
La
retirada. Nos sentimos víctimas y nos situamos en el esquema de la empresa
contra mí. Nos convertimos en rebeldes pasivos y no afrontamos la situación.
Culpamos a la organización de nuestra infelicidad y nos vemos atrapados entre
el sueldo que recibimos y la tristeza que nos genera la situación.
La
resignación. El último peldaño. Pérdida de confianza en nosotros mismos y
parálisis general. Aparece en nuestra cabeza esa frase tan negativa, pesimista
y destructiva de más vale malo conocido… Nos hemos rendido y aceptamos la
situación. Renunciamos a nuestros principios, a nuestro crecimiento personal y
profesional. Ahora sí, nuestro trabajo se ha convertido en nuestra cárcel.
Para
aprender más
LIBROS
‘El
despido interior’, Lotfi El Ghandouri (Editorial Alienta)
Cuando
nuestra infelicidad laboral nos lleva a convertir nuestro trabajo en una
prisión, Lotfi El Ghandouri acuña este término tan revelador.
Con
‘El despido interior en la pareja’ (Plataforma Editorial) aprenderemos la
aplicación sentimental y relacional del concepto despido interior.
‘La
vaca’, Dr. Camilo Cruz (Taller del Éxito)
Desarrolla
la fábula y nos inspira a vivir libres de aquellas cadenas que nos sujetan al
conformismo.
Hemos
descendido la escalera que nos ha llevado hasta el despido interior. Sabemos
que no podemos seguir así aunque no tenemos ni idea de cómo seguir de otro
modo. Si abríamos este epígrafe con una inspiradora cita de Publio Terencio, el
célebre autor cómico latino, tampoco vendría mal recordar otra sentencia suya
que dice que es mala cosa tener un lobo cogido por las orejas, pues no sabes
cómo soltarlo ni cómo continuar aguantándolo. Nosotros, en la situación de
despido interior, también tenemos un lobo agarrado por las orejas. Y tenemos
que decidir si seguir con él o soltarlo. Supongamos que lo que queremos es
arreglar las cosas en nuestra empresa y dar un giro a nuestra relación con el
trabajo para recuperar el entusiasmo, la autoestima y la motivación. ¿Por dónde
empezar? ¿Hay alguna receta mágica? No… o mejor dicho, sí. Porque lo primero
que haremos será activar la magia de un cambio de actitud. Darnos cuenta de que
antes de que cambie nuestro entorno debemos cambiar nosotros mismos. Y estos
cuatro pasos nos ayudarán a empezar.
Recordar
que somos capaces. Antes de avanzar, debemos retroceder en el tiempo para no
olvidar que nosotros podemos ser valiosos. Que nosotros fuimos escogidos en un
proceso de selección. Debemos enfocarnos en los éxitos que somos capaces de
conseguir y apartar la mirada de los fracasos que hemos podido acumular.
Reconectar
con nuestro compromiso. Si somos valiosos es porque tenemos unos principios y
unos valores con los que debemos reconectar urgentemente. Aquellos que
significan un compromiso con nosotros mismos. Las cosas pueden funcionar mejor
o peor, pero nosotros debemos seguir creciendo y evolucionando como personas
para, de este modo, enfrentarnos mejor a los retos que nos depare el futuro.
Restablecer
el diálogo. Una vez que hemos recordado y hemos restablecido el compromiso, es
la hora de dialogar, es decir, ser capaces de hablar con nuestro responsable en
la empresa, o con quien creamos que pueda ayudarnos, para expresarle cómo nos
sentimos y cómo queremos sentirnos. Aceptar nuestra parte de responsabilidad,
pero demostrando ganas, compromiso y entusiasmo. Las respuestas positivas a una
actitud de este tipo seguro que nos sorprenderán.
El
conformismo es el
carcelero de la libertad
y el enemigo del
crecimiento”(J.
F. Kennedy)
Romper
nuestra zona de confort. Pero no conseguiremos nada si no estamos dispuestos a
salir de nuestra área de confort. Sí, confort. Como decía Dostoievski, el
hombre es un animal que se acostumbra a todo. Incluso a situaciones que nos
lastiman. Pero nosotros vamos a decir no. Vamos a romper con las viejas rutinas
y los antiguos hábitos. Querer salir del despido interior es querer
arriesgarse. Estar dispuesto a fallar, a que las cosas no salgan exactamente
como esperamos. Pero a lo mejor salen mejor…
¿Y
si no sirve? ¿Y si a pesar de nuestros intentos seguimos sintiendo una
distancia enorme entre la empresa y nosotros? ¿Y si no somos capaces de
realizarnos en nuestro trabajo? ¿Qué hacer? Primero, alegrarnos por no habernos
dejado vencer por las circunstancias y haber sido capaces de afrontar la
situación con honestidad y valentía. Luego, matar la vaca. Exacto, como en esta
fábula de origen incierto, pero que ha inspirado a todo aquel que la ha leído,
porque todos tenemos vacas que matar. Pueden ser laborales, sentimentales…
“Había
una vez un viejo maestro que decidió visitar junto a su discípulo la casa más
pobre de la comarca, donde malvivía una familia con una sola posesión: una
famélica vaca cuya escasa leche les proveía de insuficiente alimento, pero
alimento al fin y al cabo. El padre, hospitalario, les invitó a pasar con ellos
la noche. Al día siguiente, muy temprano, el maestro le dijo a su discípulo:
“Ha llegado la hora de la lección”. Y el maestro sacó una daga y degolló a la
pobre vaca.
Los
trabajos no son Disney World
Walt
Disney era caricaturista en el diario Kansas City Star y fue despedido porque,
palabras textuales, le faltaba imaginación y no tenía buenas ideas. Fue una
suerte. De haberse quedado, tal vez nos hubiéramos perdido su magia. Los
trabajos no son una película de Disney. No siempre los buenos ganan. Es
entonces que no debemos esperar al despido, ni interior, ni exterior, ni de
ningún tipo. Debemos buscar el lugar donde encajar nuestras habilidades. Y
nuestra historia tendrá el final feliz que merece.
–¿Qué
clase de lección deja a una familia sin nada? –se quejó el discípulo.
–Fin
de la lección –fue la única respuesta.
Un
año más tarde volvieron al pueblo y donde estaba la casucha destartalada
encontraron una casa grande, limpia y bastante lujosa.
Vieron
salir al padre de familia, que no sospechaba que el maestro y el discípulo
habían sido los responsables de la muerte de su vaca, y les contó cómo el mismo
día de su partida algún envidioso había degollado salvajemente al pobre animal…
–…
esa vaca era nuestro sustento. Pero cuando vimos a la vaca muerta, supimos que
estábamos en verdaderos apuros y que teníamos que reaccionar. Y lo hicimos.
Decidimos limpiar el patio que hay detrás de la casa, conseguimos algunas
semillas y sembramos patatas y algunas legumbres para alimentarnos. Muy pronto
vimos que nuestra granja casera producía más de lo que necesitábamos, y así
empezamos a vender. Con las ganancias compramos más semillas, y así hasta hoy
mismo que he comprado la casa de enfrente para plantar más patatas y hortalizas
y algo de…
Mientras
el padre de familia seguía hablando, el discípulo se dio cuenta de que aquella
vaca había sido la cadena que mantenía a toda la familia atada a una vida de
conformismo y mediocridad.
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