Revista
Proceso
No 2015, 13 de junio de 2015
Los
normalistas “nunca llegaron a la comandancia”/ ANABEL HERNÁNDEZ Y STEVE FISHER
Una
pieza clave en la versión que la PGR ha difundido tras la desaparición de 43
normalistas de Ayotzinapa es que los estudiantes fueron detenidos y llevados a
la base de la Policía Municipal de Iguala antes de ser entregados al cártel de
Guerreros Unidos. Pero el juez de barandilla que debería haberlos recibido
asegura que no fue así. En esta sexta entrega del reportaje realizado con el
apoyo del Programa de Periodismo de Investigación de la Universidad de
California en Berkeley, documentos y testimonios fortalecen la versión del
juzgador, quien actualmente está solicitando asilo en Estados Unidos y teme por
su vida.
García
expresa que el 26 de septiembre sólo hubo seis detenidos, de entre 30 y 35 años
de edad, por beber en la vía pública. El último llegó como a las 21:30.
Su
versión fue contrastada con las declaraciones ministeriales rendidas por
policías municipales el 27 de septiembre, quienes informaron de la detención de
seis personas –una en la calle Nayarit, cerca de la panadería Elvia, y cinco en
un puesto de revisión policiaco en la carretera Iguala-Chilpancingo– porque
iban manejando ebrias.
Los
normalistas, en tanto, salieron de Ayotzinapa a las 17:59 horas y a las 20:00
horas llegaron en un camión a una caseta de cobro en las inmediaciones de
Iguala, donde ya eran vigilados por policías estatales y federales. Otro camión
se quedó en la autopista Chilpancingo-Iguala.
El
primer ataque comenzó a las 21:40 horas, luego de que los normalistas tomaran
otros tres autobuses de la central de camiones. La segunda agresión fue entre
las 22:00 y las 23:00 horas, cuando tres de los camiones en que viajaban fueron
cercados por policías en la calle Juan Álvarez, casi esquina con Periférico. A
las 23:00 horas los agentes se retiraron y los sobrevivientes llamaron a la
prensa y a compañeros.
García
dice que él nunca se enteró del ataque porque no tenía ningún equipo policiaco:
sólo era personal administrativo. Alrededor de las 23:30 horas, el policía
responsable de la puerta de entrada de la comandancia le avisó que un militar
quería verlo.
El
Ejército en la comandancia
El
militar –que se presentó como “El capitán Crespo”– entró acompañado de cinco
soldados, con el pretexto de buscar una motocicleta blanca. Inspeccionó cada
rincón de la comandancia: celdas, baños y todas las oficinas. Todavía estaban
ahí los seis hombres detenidos, pero ningún estudiante.
“Era
la primera vez que lo veía y hasta se me hizo sospechoso porque me dio una
palmada en la espalda. Me habló muy como si nos conociéramos”, comenta García.
“Le di toda la libertad: ‘Puedes revisar la comandancia’”. La inspección duró
cerca de 15 minutos y la unidad castrense se retiró.
Luego
de las 23:00 horas, estudiantes sobrevivientes ofrecieron una conferencia de
prensa en la esquina de Juan Álvarez y Periférico. Aproximadamente a esa hora,
un camión en el que viajaban jugadores del equipo de futbol Avispones –que se
piensa que fueron confundidos con normalistas– fue baleado en la carretera
federal Iguala-Chilpancingo. Tres personas murieron y hubo varios heridos.
Hubo
un ataque más: alrededor de medianoche, un comando disparó contra los
estudiantes y los periodistas reunidos en Juan Álvarez. Fueron asesinados
Daniel Solís y Julio César Ramírez. En una reconstrucción realizada por los alumnos
y sus abogados a principios de este año, cayeron en cuenta de que algunos de
sus compañeros desaparecidos fueron capturados mientras huían de esa última
agresión.
Según
la declaración ministerial del estudiante Francisco Trinidad Chalma,
aproximadamente a la media noche varios normalistas se refugiaron en el
Hospital Cristina, ubicado a unos metros de la balacera, a donde llevaron a un
compañero con una herida de bala en la cara. Ahí llegó el ejército:
“El
que iba a cargo de esas unidades preguntó si éramos los ‘ayotzinapos’. Le
pedimos ayuda para nuestro compañero que se estaba desangrando y nos dijo que
‘tuviéramos huevos para enfrentarlo como así hacíamos nuestro desmadre’. Cateó
toda la clínica (…) buscaban armas pero nosotros no íbamos armados.”
El
estudiante Omar García señaló: “El ejército llego rápidamente, entró, cortaron
cartucho. (…) Nos acusó de que estábamos allanando morada, (…) que nos iban a
llevar a todos, pues éramos delincuentes”. Les tomaron fotos y les pidieron su
nombre real porque si no, “no los iban a encontrar”.
Un
reporte militar ubica a Martínez Crespo como el capitán que fue al hospital.
El
batallón que ocultó información
El
27 Batallón entregó cuatro partes de novedades sobre sus actividades del 26 de
septiembre en Iguala. En la mayoría de ellos, los nombres de los funcionarios
están tachados. Ahí se reportaron los movimientos de entradas y salidas de
fuerzas. Algunas veces los cuatro refieren lo mismo, pero en otras hay
diferencias. Su contenido delata que el comandante del batallón, José Rodríguez
Pérez, pudo haber ocultado información a sus superiores y que sus subalternos
le ocultaron datos a él.
Los
partes 22615 y 22655, fechados el 26 y 27 de septiembre, respectivamente,
fueron firmados por Rodríguez Pérez. Omitió informar de la salida de miembros
del batallón para participar en el informe de actividades de María de los
Ángeles Pineda Villa, esposa de Abarca, y de todas las actividades de militares
relacionadas con los ataques.
El
mismo día 27 se hizo el tercer parte. El documento no tiene número y está
signado por un sargento de infantería. En él se afirma que, a las 17:40 horas
del día 26, un capitán segundo de infantería fue al informe de labores de
Pineda Villa y regresó a la base a las 18:15, “sin novedad”. En realidad el
informe se inició a las 18:30 horas y terminó a las 19:30 horas. Acudió el
capitán Paul Escobar y, según testigos, se quedó hasta el final del evento.
Se
señala que a las 00:30 horas –ya del día 27– salió un teniente de infantería
acompañado de otros militares “con el fin de efectuar patrullamientos (sic) a
inmediaciones de esta ciudad” y todos regresaron hasta las 03:10 de la
madrugada. A las 00:40 salió el capitán Martínez Crespo (se consigna su nombre)
con dos vehículos, también para hacer patrullajes, y él y su unidad volvieron a
las 05:20 de la mañana.
El
cuarto parte tampoco está numerado, pero aparece la rúbrica de un capitán
segundo de infantería –cuyo nombre fue tachado, pero probablemente es Martínez
Crespo. Ahí se indica que a las 23:20 horas del día 26 salió un teniente de
infantería con otros militares “con la finalidad de recabar información al
Hospital General de esta ciudad” y regresó a las 23:40 horas sin novedad”… pese
a que en esa clínica ya estaban tres normalistas heridos.
Se
indica que a las 23:50 horas salieron más militares para realizar patrullajes y
retornaron a las 03:10 horas del 27 de septiembre, “sin novedad”.
A
las 00:30 horas, señaló el capitán que firmó el informe, él también fue,
acompañado de otros elementos, a hacer patrullajes en Iguala e inmediaciones,
regresando al cuartel a las 05:55 horas “sin novedad”. Los horarios son muy
similares a la salida de Martínez Crespo informada en el tercer reporte.
En
otros informes del 27 Batallón fechados el 26 y 27 de septiembre, sin hora, se
reconoce que los militares supieron de la llegada de los estudiantes a la
caseta de cobro, de la toma de autobuses en la central camionera y de todos los
ataques, y que cuando llegó el ejército al sitio de la agresión contra los Avispones
ahí estaba el comandante de la Policía Federal Rafael Dorantes García. En
reportes del gobierno de Guerrero lo identifican como Luis Antonio Dorantes
García. Él también estaba enterado de todo lo ocurrido desde la llegada de los
estudiantes a la caseta.
También
se consigna que Martínez Crespo vio los cuerpos de dos estudiantes en la calle
de Juan Álvarez y luego fue al Hospital Cristina.
La
Fiscalía tomó el control
Tras
la visita del ejército, a la base de la policía igualteca llegó el titular de
Seguridad Pública municipal, Felipe Flores, con el subprocurador de Guerrero,
Víctor León Maldonado. Ellos vieron quiénes estaban detenidos y concentraron al
personal. Les informaron que había ocurrido un ataque contra los normalistas y
pidieron a los policías sus armas para hacerles peritajes.
El
subprocurador se fue, pero la base quedó bajo el control de la Policía
Ministerial de Guerrero. En ese momento arribaron familiares de los borrachos
detenidos, pagaron su multa y se fueron. El último partió como a las 02:20
horas del día 27. “Me dieron los nombres y liquidaron su multa, la mínima”,
explica el exjuez de barandilla García.
Cuando
regresó el subprocurador se molestó porque los había liberado, pero nunca le
indicaron que no podía hacerlo. Además, los sacó ante la presencia de la
Policía Ministerial.
El
exjuez de barandilla dice que mostró al subprocurador las papeletas que
comprobaban la entrada y salida de esos detenidos y que días después entregó a
la FGE un reporte y copias de las multas.
La
mañana del 27 de septiembre todos los miembros de la Policía Municipal fueron
concentrados en el cuartel de la Policía Estatal. “A mí me pasan con el
subprocurador y me dice: ‘¿Dónde están los estudiantes?’, ‘¿Cuáles estudiantes?
Yo no sé de qué me habla’”, relata García.
León
Maldonado le dijo que había habido estudiantes en la base y él le contestó que
eso no fue así. García quiso testificar pero no le tomaron su declaración, pero
como tampoco lo detuvieron se fue a su casa.
Según
la FGE, el agente municipal Hugo Hernández Arias acusó a García de haber tenido
a los estudiantes en el patio de la comandancia, pero se tienen pruebas
documentales de que su declaración fue alterada.
En
octubre fueron aprehendidos por la PGR policías de Cocula. Once de ellos declararon
haber participado en la detención de los estudiantes (Proceso 2011), pero se
contradijeron en datos como las horas, y el cómo y a dónde se llevaron a los
normalistas. Según los dictámenes médicos, la mayoría de los agentes
encarcelados presentaban signos de tortura.
En
mayo pasado, además, fue capturado Francisco Salgado Valladares, jefe de la
policía municipal. Declaró a la PGR que los estudiantes sí fueron llevados a la
base, pero a las 10 de la noche. Su testimonio se contradice incluso con la
versión de la PGR.
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