22 mar 2016

Desafío a la seguridad y la convivencia/

Desafío a la seguridad y la convivencia/Fernando Reinares es director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos.
 Autor de ¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España (Galaxia Gutenberg).
El País | 22 de marzo de 2016.
Bélgica cesó de bombardear objetivos del Estado Islámico (EI, también conocido como ISIS) en territorio iraquí a finales de junio de 2015. El país se había adherido a la coalición internacional contra esa organización yihadista en septiembre del año anterior, pero para entonces ya era blanco de los terroristas. Cuando, poco tiempo después de la proclamación de su pretendido nuevo Califato, en junio de 2014, el mando de operaciones externas del EI decidió establecer una red operativa para perpetrar atentados en Europa Occidental, el entorno de Bruselas se convirtió en base de la misma. Y en algo más.
Es en Bruselas y en ese entorno, en la municipalidad de Molenbeek, donde desde hace más de una década existe una subcultura yihadista en el seno de la cual se han venido desenvolviendo con facilidad agentes de radicalización y reclutamiento vinculados a entidades como, por ejemplo, Sharia4Belgium. Recuérdese que en Molenbeek residía y fue detenido el nodo del componente que el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) introdujo en la red del 11-M. También donde por primera vez conocida quedó constancia escrita, el 19 de octubre de 2003, de la fecha elegida para atentar en Madrid.

No es extraño que Bélgica sea el país de la Unión Europea donde la actual movilización yihadista estimulada desde Siria e Irak por el EI es más intensa. Ningún otro ha producido tantos combatientes terroristas extranjeros respecto a su población total y al tamaño de sus comunidades de ascendencia musulmana. En concreto, 562 a fecha de febrero de 2016, de los que una cuarta parte, según las autoridades belgas, habrían retornado al país. Hace un año, en marzo de 2015, el número de individuos encarcelados en prisiones belgas por actividades relacionadas con el terrorismo yihadista era de 61, cifra que quintuplicaba la de 2014.
Los atentados del pasado 13 de noviembre en París fueron ideados y planificados en Siria pero preparados en Bélgica. Sin embargo, una ciudad belga, muy probablemente Bruselas, era el blanco inicialmente ambicionado por la red operativa del EI en Europa occidental. Así quedó de manifiesto el 15 de enero de 2015, cuando una operación antiterrorista en Verviers desbarató los planes de una célula compuesta por no menos de diez terroristas, algunos de ellos combatientes terroristas extranjeros retornados, vinculada con el directorio del EI. Célula que, como luego se comprobó, formaba parte de aquella red operativa.
Atentar en Bruselas, como en París, es intentar que los ciudadanos europeos interioricen el miedo, modifiquen sus conductas y condicionen las decisiones de sus gobernantes. Supone además hacerlo en las capitales de dos países europeos con amplias comunidades musulmanas y muy extendidas segundas generaciones mal acomodadas, una estructura social particularmente vulnerable a la fractura que buscan los terroristas. Hemos de evitar que se difunda la islamofobia sin dejar de ser conscientes del desafío que para las sociedades abiertas plantean tanto los yihadistas con sus atrocidades terroristas como los salafistas con sus prédicas antidemocráticas.

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